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domingo, 3 de diciembre de 2023

"Ojos claros, serenos..." y otros dos poemas de Gutierre de Cetina


Leonardo da Vinci, Cabeza de mujer, 1480


OJOS claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué, si me miráis, miráis airados?
Si cuanto más piadosos,
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira
porque no me parezcáis menos hermosos.
¡Ay, tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos.

*
COMO la simplecilla mariposa
en torno de la luz de una candela,
de puro enamorada se desvela,
ni se sabe partir ni llegar osa;

vase, vuelve, anda y torna y no reposa,
y de amor y temor junto arde y hiela,
tanto que al fin  las alas con que vuela
se abrasan con la vida trabajosa...

Así, ¡mísero yo!, de enamorado,
a torno de la luz de vuestros ojos,
vengo, voy, torno y vuelvo, no me alejo.

Mas es tan diferente mi cuidado,
que, en medio del dolor de mis enojos,
ni me acaba el ardor, ni de arder dejo.

*

NI por el cielo ver correr estrellas,
ni por tranquilo mar navíos cargados,
ni en plaza tornear hombres armados,
ni a caza en bosque ver Ninfas muy bellas;

ni en gran oscuridad volar estrellas,
ni llenos por abril de flor los prados,
ni galanes en sala aderezados,
ni en cabello bailar tiernas doncellas;

no el sol, en el nacer de un claro día,
ni árboles de flor y fruta llenos,
ni fuego sobre nieve helada y fría;

ni todo cuanto hay más, ni cuanto hay menos,
de hermoso en el mundo igualaría
vuestro dulce mirar, ojos serenos.


Gutierre de Cetina por Francisco Pacheco. Libro de
descripción de verdaderos retratos de ilustres y

memorables varones, Biblioteca de la Fundación 
Lázaro Galdiano
Gutierre de Cetina
, soldado y poeta del Siglo de Oro español, nació en Sevilla en fecha incierta (1510 o 1520) en el seno de una familia acomodada dedicada al comercio. Enrolado en los ejércitos de Carlos I, vivió en Italia, donde fue soldado a partir de 1538. Pasó un tiempo en la corte del príncipe de Ascoli, a quien dedicó numerosos poemas; frecuentó también a Luis de Leyva y al insigne humanista Diego Hurtado de Mendoza. En 1547 llega a México acompañando a su tío Gonzalo López, procurador general de la Nueva España, casado con una hermana de su madre. Al año siguiente retornó a España, para regresar a México posteriormente. No volvemos a tener noticias suyas hasta 1554, cuando, en compañía de su amigo Peralta, fue agredido por varias personas en la ciudad mexicana de Puebla de los Ángeles y, bajo la ventana de una tal Leonor de Osma, fue herido de muerte por Hernando de Nava, un rival celoso.

Durante su estancia en Italia entró en contacto con la lírica de Petrarca, que había de ejercer una clara influencia en su obra, junto a la del valenciano Ausiàs March y la de Garcilaso de la Vega. Está considerado el difusor en México de la corriente poética petrarquista pues ejerció gran influencia en los poetas novohispanos.  

Adoptó el sobrenombre pastoril de Vandalio y compuso un cancionero petrarquista a una mujer llamada Laura que ha sido identificada con la condesa Laura Gonzaga. En este cancionero abundan los sonetos cuya fórmula consiste en la traducción de un pensamiento amoroso de Petrarca o Ausiàs March en los cuartetos y un desarrollo personal en los tercetos. 

Destacan sus madrigales, breves composiciones  de origen italiano, que él introdujo en España. Ligados desde sus inicios a la música y al canto, combinan versos heptasílabos y endecasílabos de rima libre y desarrollan un pensamiento amoroso en forma delicada e ingeniosa. "Ojos claros, serenos...", al que debe su fama el poeta, es uno de los madrigales más bellos de la lírica española y síntesis de la lírica de Cetina. Inspirado por Laura Gonzaga, expresa el dolor del yo enamorado ante la desdeñosa mirada de la amada. Con él, el poeta acertó a componer el madrigal-tipo, un texto canónico. Fue traducido al italiano y al francés y se empezó a imprimir en los Cancioneros Musicales  por el año 1554. Menéndez Pelayo lo incluyó entre "Las cien mejores poesías líricas de la lengua castellana" y figura en todas las antologías de la poesía en español.

El tema de los ojos es uno de los muchos convencionalismos presentes en canciones y madrigales del siglo XVI italiano, pues a partir de Platón, se cree que los ojos son el medio privilegiado para el enamoramiento por su particular relación con el alma: son las ventanas del alma, a través de las cuales se expresa la hermosura de esta. El amor tiene, pues,  su principio en la luz que emana de los ojos de la amada, que siempre son claros (azules o verdes); esa luz es tanta que los ojos se equiparan a las estrellas. Cetina trata el tema de los ojos en este madrigal y en otras composiciones (como los dos sonetos seleccionados), razón  por la que  ha sido considerado el poeta de los ojos. Antonio Gallego Morell* matiza esta denominación afirmando que Cetina se ofrece como el poeta de la mirada: "Cantar los ojos es una postura en cierta manera objetiva, la mirada es ya puro subjetivismo: y otra vez, con el madrigal, se  confirma esta acentuación de lo personal que domina toda la lírica petrarquista".

El tercer poema seleccionado es una paráfrasis de los dos cuartetos del soneto CCCXII de Petrarca, si bien los tercetos de Gutierre de Cetina confieren al soneto un sentido distinto al del florentino.

* "La poesía del siglo XVI (I)", en: DÍEZ BORQUE, J. Mª (cord.),  Historia de la Literatura española, T. II, Renacimiento y Barroco. Siglos XVI/XVII, 1980, pp. 215-269.

-Puedes escuchar el madrigal "Ojos claros, serenos" recitado por el actor Luis Prendes: AQUÍ.
-Y cantado por La Capella Reial de Catalunya acompañada por el grupo Hespèrion XX, dirigidos por Jordi Savall: AQUÍ.

1 comentario:

  1. Oyeee...¡qué bonitos y qué clásicos jejeje
    Me ha gustado esa metáfora de la mariposa nocturna con la que se identifica, que es graciosa y terrible a la vez por lo que les sucedía a los insectos con lámparas de llama. Y también me llama la atención ese verso del ultimo poema que hace pensar en aquella homosexualidad de la antigüedad clásica y la predilección que algunos nobles, comerciantes enriquecidos y filósofos sentían por los "efebos" aquellos.
    Me gustan a mí estas composiciones renacentistas porque transmiten serenidad y una majestad en el lenguaje muy sugestiva.
    Carlos San Miguel

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