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lunes, 28 de noviembre de 2016

Leer juntos Hoy: ‘Viaje a la aldea del crimen’, de Ramón J. Sender

Grupo de lectura "Leer juntos Hoy" del IES “Goya”
Sesión del 7 de noviembre de 2016
Autor: Ramón J. Sender
Obra comentada: Viaje a la aldea del crimen. Documental de Casas Viejas  (1934)
Reeditado por Libros del Asteroide en 2016, con prólogo de Antonio García Maldonado.


Sender y Casas Viejas
Los sucesos de Casas Viejas se desarrollaron entre el 10 y el 12 de enero de 1933. Sender llegó a la localidad tres días después de los hechos, como corresponsal del diario La Libertad, junto con Eduardo Guzmán del periódico La Tierra. Los periodistas del ABC de Sevilla y del Diario de Cádiz que habían acudido al lugar recogían en sus crónicas la versión oficial de los acontecimientos; Sender y Guzmán fueron los primeros en denunciar la actuación de las fuerzas del orden público y la responsabilidad del gobierno.


El libro, publicado en febrero de 1934, reestructura y pule las diez crónicas que Sender mandó diariamente a La Libertad  en enero de 1933  más los artículos que escribió en el mismo periódico en marzo de 1933 paralelamente al debate parlamentario que se produjo para delimitar responsabilidades. Además se completa con una serie de "episodios" donde los protagonistas de los hechos (familiares y víctimas de la represión posterior) toman la palabra; en la segunda parte del libro se repiten títulos como "Lo que dicen las madres de esos cuatro campesinos" (a partir de la página 111) en los que se incluyen testimonios literales de testigos de los hechos recogidos de las entrevistas realizadas por la comisión de investigación parlamentaria. El último episodio, a propósito del debate parlamentario, refleja la opinión muy crítica del autor con el gobierno y, por extensión, con la República. 
Antes de Viaje a la aldea del crimen, Sender ya había publicado, en 1933, una primera versión más reducida titulada Casas Viejas (en 2004 fue reeditada en la colección Larumbe de PUZ con prólogo de Ignacio Martínez de Pisón).
 

El carácter de reportaje periodístico marca en cierto modo el estilo y la estructura de la obra, que se ha relacionado con el "Nuevo Periodismo", caracterizado por técnicas narrativas de superposición de escenas al estilo de Truman Capote. Entre las modificaciones que introduce el libro respecto a los artículos publicados en enero y marzo de 1933 cabría destacar, además de los complementos de la última parte del texto, la estructura cerrada que se consigue recurriendo al diálogo del autor con María Mármol al principio ("episodio" 6, pág. 25) y al final ("episodio" 43, pág. 163). 

A la narración exhaustiva de los hechos hay que añadir las magníficas descripciones del paisaje, de las chozas o del hambre y miseria de los campesinos. El paisaje, más que escenario, se convierte en protagonista. Las primeras crónicas establecen una aproximación, a modo de zoom, al escenario de los sucesos; una vez salvadas en un tiempo récord, gracias al avión, las distancias entre Madrid y Andalucía, se juega con la escala (Sevilla- Medina Sidonia-Casas Viejas) para introducirnos en este mundo de pervivencias feudales donde los campesinos son distintos a los del resto de España, más pobres, hambrientos y miserables: 

Hambre negra, solitaria, en medio de una tierra feraz y de un clima suave (...) Estos hombres están condenados, como en ninguna otra región de España, a la hurañía, al aislamiento, a una triste soledad con su miseria (pág. 25). 

La narración se vivifica con abundantes diálogos de los que da fe el narrador-cronista. Los protagonistas se mueven y hablan como si estuvieran todavía vivos.

Llegan en parejas los hombres a la choza de Seisdedos, preguntando qué se hace. José Silva, su yerno, se adelanta a contestar:
—¿No está cortao el hilo del teléfono?
—Sí.
—Pues na. Al Sindicato.
Seisdedos los llama. Repite la pregunta de su yerno y los otros vuelven a afirmar. Entonces Seisdedos da una orden:
—Marchar ocho con picos a la carretera y abrir una sanja de lao a lao, que no puedan pasa los automóviles. Venís a desirlo cuando hayáis acabao. (pág. 62)
 
Las palabras de Antonio Muñoz Molina en la reseña que escribió con motivo de la reciente reedición del libro ilustran de forma excelente algunos de los recursos literarios utilizados por el autor: 

"Sender en ningún momento esconde que no asistió personalmente a una gran parte de lo que cuenta con una riqueza de detalles que solo puede conocer un testigo. Todo el libro está construido en torno a un artificio narrativo, lícito en una novela, pero no del todo aceptable en quien se presenta como cronista. 
Con espléndido brío literario, Sender empieza por contar el viaje en avión de Madrid a Sevilla tres o cuatro días después de los hechos. Esas páginas tienen un ritmo visual de cine, un nervio de narración vanguardista, arrebatada por la maravilla de la mecánica y la velocidad (...) la velocidad es tanta que imagina que va ganando tiempo al tiempo, y retrocede hasta unos días atrás, y así llegó al lugar de los hechos justo antes de que sucedieran, cronista no ya del presente sino del pasado inmediato, que se despliega ante él como una película. 
Todos están muertos cuando Sender llega a Casas Viejas, pero él reconstruye sus conversaciones y hasta sus pensamientos".

(Párrafos extraídos del artículo de Antonio Muñoz Molina: En la aldea del crimen. Babelia, El País,5 de marzo de 2016)

 Casas Viejas en el contexto de la Segunda República
La insurrección de Casas Viejas se encuadra en el contexto socio-político del campo andaluz del primer tercio del siglo XX, dominado por estructuras agrarias latifundistas con una mayoría de jornaleros sometidos a condiciones de vida miserables. En este marco de polarización social se produjo el acercamiento y la identificación de amplios sectores del campo andaluz a los ideales anarquistas.


España contaba a comienzos de la década de los 30 con 23,6 millones de habitantes, la mayoría de los cuales vivía en núcleos rurales.  Los procesos desamortizadores del siglo XIX no habían solucionado los problemas del campo español: escasamente mil propietarios poseían más de la mitad de la tierra cultivable. Había más de un millón de campesinos jornaleros, no propietarios y sometidos a un paro estacional gravísimo. 

La proclamación de la República en abril de 1931 provocó grandes esperanzas en buena parte de la población, pero la lenta aplicación de la legislación social y laboral republicana desencadenó la oposición de la CNT y de la FAI ya desde los primeros meses del gobierno provisional; sucesos como la huelga de la Telefónica en Madrid, en mayo de 1931, marcaron el inicio de esa ruptura. En el campo, antes de Casas Viejas ya se habían producido levantamientos campesinos en varias localidades como Arnedo o Castilblanco.

En los casi dos años de gobierno de la coalición republicano-socialista, entre diciembre de 1931 y noviembre de 1933, se puso en marcha un ambicioso programa de reformas políticas y sociales. Dice el historiador Julián Casanova que nunca en la historia de España se había asistido a un periodo tan intenso de cambio y conflicto, logros democráticos y cambios sociales. Este amplio programa trató de afrontar, con soluciones democráticas y constitucionales, los grandes problemas que España arrastraba desde el siglo XIX; entre ellos, frente al problema social del campesinado sin tierras, la puesta en marcha de una Ley de Reforma Agraria. La implantación de las reformas no fue un camino de rosas tanto por la reacción hostil de la derecha y los propietarios, como por las movilizaciones y huelgas de obreros y campesinos por la lenta aplicación de las reformas, que acabaron demasiadas veces bañadas en sangre por la intervención de las fuerzas del orden (Guardia Civil y Guardia de Asalto, cuerpo de policía creado en 1931). 

En este contexto de conflictividad social la CNT y la FAI convocaron una huelga general para enero de 1933. Desde el 1 de enero se fueron produciendo movimientos en distintos lugares (Barcelona, Madrid, Zaragoza, Murcia, Oviedo, Valencia). Pero los sucesos más trágicos y de mayores consecuencias para la República se produjeron en Casas Viejas.

Los sucesos y sus consecuencias para la República

El día 10 de enero de 1933 un grupo de militantes anarquistas de Casas Viejas  tomó el cuartel de la Guardia Civil por asalto y quedaron heridos dos guardias civiles, que fallecieron después. Proclamaron el comunismo libertario, izaron la bandera rojinegra e incautaron los productos de primera necesidad dando a los tenderos un vale que les sería canjeado una vez triunfase la revolución. Cuando comenzó la revuelta en Casas Viejas, ya había fracasado en el resto del país, pero nadie avisó a los líderes anarquistas de la localidad.

Efectivos de la Guardia Civil y de la Guardia de Asalto se desplazaron a Casas Viejas,  detuvieron a varios campesinos y cercaron la choza de Francisco Cruz Gutiérrez, 'Seisdedos', un viejo militante anarquista de 72 años de edad. Dentro de la choza había varios familiares de 'Seisdedos' que se atrincheraron y dispararon con escopetas a los guardias de asalto, produciéndose un muerto y un herido. El capitán Rojas, al frente de la Guardia de Asalto, mandó disparar y lanzar bolas de algodón empapadas en gasolina e incendiadas sobre el techo de la choza. Seis personas quedaron completamente calcinadas, sobreviviendo sólo María Silva, 'la Libertaria', que logró huir con un niño.  Manuela Lago y Francisco García también lo intentaron, pero no tuvieron suerte y murieron acribillados. 

Después, como escarmiento, fueron conducidos al lugar los detenidos en el pueblo y asesinados a sangre fría por las fuerzas del capitán Rojas, que previamente habían asesinado también a otro anciano, Antonio Barberán, de 74 años, que nada tuvo que ver con el asalto al cuartel de la Guardia Civil. 

El número de fallecidos varía según las fuentes: entre 21,  22, 23 civiles y tres guardias (dos Guardias civiles y uno de Asalto). En Viaje a la aldea del crimen Sender dice que  había veintidós muertos abandonados (pág.129) más dos mujeres que murieron posteriormente. 

Los sucesos de Casas Viejas tuvieron una gran repercusión. Rápidamente se desplazó una comisión parlamentaria al pueblo para redactar un informe. En el juicio celebrado un año más tarde, el capitán Rojas habla de una orden directa de Manuel Azaña ("ni heridos, ni prisioneros. Tiros a la barriga"). En los Cuadernos Robados, los diarios que Azaña escribió en 1932-1933,  se autoexculpa por desconocer el alcance de la masacre.

La imagen de Azaña y de la coalición republicano-socialista quedó muy dañada. El crimen de Casas Viejas significó un antes y un después para la República porque la gestión del suceso le costó a la izquierda el gobierno. El prólogo de A. G. Maldonado (en la edición de 2016) se titula, muy oportunamente, "Casas Viejas, la aldea donde la Segunda República perdió la inocencia". Este ambiente de tensión contribuyó al fracaso de la coalición republicano-socialista; las elecciones de noviembre de 1933 dieron el triunfo al Partido Radical de Lerroux y a la CEDA, liderada por Gil Robles.  En conjunto, la derecha pasó de sus 40 diputados en las Cortes de 1931, a 200 en las de 1933.


Casas Viejas durante el siglo XX
En 1933 Casas Viejas era una población perteneciente al municipio de Medina Sidonia (es municipio independiente desde 1991). El nombre de Casas Viejas se debía al buen número de chozas que servían de vivienda a los campesinos. Los pilares se hacían de ramas de olivos; la techumbre, de ciprés y caña; el suelo, de tierra o piedra. Vale la pena recordar una de las primeras descripciones de Sender al llegar a la aldea (pág 29-30): 

En Casas Viejas no hay casas viejas ni nuevas. Centenares de obreros—y el pueblo es muy pequeño—, cuando llegaron a la mayor edad y se separaron de sus padres, construyeron cerca de la de ellos su choza, con la mujer. (...) Un círculo o un cuadrado con tres metros de diámetro o de diagonal. Cavada la tierra, para ahorrar paredes porque cuesta dinero la piedra, y no digamos el ladrillo. Cuando el amplio hoyo alcanza la profundidad de un metro, termina la primera parte de la tarea y comienza la segunda, que consiste en amasar la tierra extraída con agua, y con el barro ligar un trenzado de ramas secas alrededor del hoyo. Las ramas se juntan por arriba y la casa está construida. No diremos que no las haya más complicadas. Hay quienes han construido sobre el suelo una cerca de piedra que a veces alcanza la altura de un metro. Como han socavado otro metro la habitación, tiene ya dos de altura. Sin contar con que las ramas secas, agrupadas en cono sobre la cerca, pueden alcanzar en su cúspide hasta un metro más.
El pueblo de Casas Viejas es eso. Tiene más de cuatrocientas viviendas —viejas o nuevas— que muchos animales, más exigentes, desdeñarían. 

Sender también nos proporciona una magnífica descripción de la choza de 'Seisdedos' (pág, 56-58): 

Por fuera tenía el techo un remiendo de lata y otro de hule, procedente, quizá, de la cuna de alguna casa y recogido de los vertederos. Son muchas las casas que hay aquí como la de Seisdedos. No se veía salida de humos. Luego vimos que no hacía falta. Dentro, la choza medía hasta cuatro metros de lado, y era cuadrada. Aunque parezca que no puede quedar espacio para dos habitaciones, lo cierto es que un pedazo de arpillera remendado con tela que un día pudo ser blanca y clavado en un larguero separaba un rincón donde había una cama de hierro (...)
La cama es el gran lujo del Seisdedos. El recinto estrecho donde aparece el túmulo de dos jergones de paja está comenzado a encalar. Hay paja también, amarilla y obscura a trozos, en el suelo. El viento hace crujir la techumbre y espolvorea de tierra la pequeña habitación.

Todavía en los años 60 las chozas seguían cumpliendo la función de vivienda, tal y como lo documenta el antropólogo norteamericano Jerome R. Mintz en sus fotografías tomadas durante sus repetidas visitas al lugar, a partir de la primera en 1965. Mintz es autor de una amplísima obra gráfica sobre Casas Viejas y en general sobre los jornaleros de esta zona de Andalucía (seis documentales y miles de fotos). Recogió la narración de los sucesos en el libro Los anarquistas de Casas Viejas, editado en Estados Unidos en 1982 (la primera edición española, bajo el patrocinio de la Diputación de Cádiz, data de 1994).

Durante varias décadas Casas Viejas cayó en el olvido y ni siquiera mantuvo el nombre, ya que durante el franquismo se eliminó 'Casas Viejas' del topónimo del lugar (Benalup-Casas Viejas). A partir del restablecimiento de la democracia se publicaron investigaciones sobre los sucesos y se recuperó 'Casas Viejas' en la denominación oficial del término municipal (desde 1999 se llama de nuevo Benalup-Casas Viejas). En 2009, fue declarado Bien de Interés Cultural. El sitio que ocupaba la choza de 'Seisdedos', junto con otros restos de los sucesos, actualmente es un "Lugar de Memoria".

Pilar Cancer Pomar


Tengo malas noticias de lo de Casas Viejas. Me temo lo peor. 
M. Azaña, Diarios 1932-1933. Los cuadernos robados. 
13 de febrero 1933
 
La sesión de lectura del pasado lunes 7 de noviembre sobre la novela de Ramón J. Sender, Viaje a la aldea del crimen, fue un largo e intenso debate que puso claramente de manifiesto las distintas perspectivas, intereses y opiniones con las que abordamos, por ejemplo, un libro.

La obra recoge las crónicas publicadas por Sender como periodista del diario La Libertad de Madrid de enero a marzo de 1933, recopiladas y publicadas ya en 1933 con el título de Casa Viejas, y en 1934, de forma novelada, con el título Viaje a la aldea del crimen. Casi olvidada, esta novela ha merecido varias reediciones en los últimos años.  La primera versión fue publicada en 2004 en la Colección Larumbe de Prensas Universitarias de Zaragoza. La novela se editó en el año 2000 en Ediciones VOSA con prólogo de José María SalgueroRodríguez y en 2016, en Libros del Asteroide con prólogo de Antonio G. Maldonado.

La lectura de Sender no dejó a nadie indiferente. 

Pilar Cancer Pomar ha hecho una estupenda disección del libro, sobre todo desde el punto de vista histórico, que comparto plenamente, así que aquí apuntaré tan solo los comentarios literarios de la sesión.

Viaje a la aldea del crimen es una obra “de juventud” de Sender, aunque ya había publicado, por ejemplo, Imán y Siete domingos rojos, obras también de importante carga política. Pionero en el “periodismo literario”, el autor construye la novela a partir de unos hechos reales, utilizando algunas ficciones (por ejemplo, en lo temporal: el veloz viaje en avión le permite recuperar, incluso, el tiempo y llegar al lugar de los hechos antes de que estos empezaran a suceder, para, como testigo, poder dar fiel cuenta de ellos). 

El estilo periodístico impone una gran velocidad a la narración, acentuada en el primer capítulo con la propia velocidad del vuelo, preciosa descripción de una novedad tecnológica del momento con elementos incluso autobiográficos (uno de los hermanos de Ramón J. Sender fue piloto).

La novela comienza con la descripción de la situación social en Andalucía, muy diferente a otros lugares de España. En cierto modo cierra el círculo de los bandoleros de Sierra Morena. Aquí es manifiesto el origen periodístico del relato, con evidente intención e interés político de esta prensa comprometida social o políticamente.
Pero el mayor valor literario de la obra está en la descripción, la descripción del hambre, de la dureza de la vida, la ley que obliga a las personas a ser miserables:

¿Que si hay hambre aquí?
De propagandas rojas o de delitos comunes hay hombres siempre en la cárcel. Hombres y mujeres, porque aquí, en el campo andaluz, si no hay igualdad de derechos, por lo menos las necesidades y apremios hace tiempo que es un hecho entre hombres y mujeres. Trabajan juntos, sudan sobre la tierra cuando pueden alcanzar esa oportunidad, que siempre o casi siempre les huye. Además ellas son gracia y juventud. Y compañía. Y maternidad. Si llega el caso, la mujer, como el hombre va a la cárcel. (pag. 26)


Podemos ver el color cetrino de los personajes, masticar el polvo de las chumberas, oír los ruidos en una tripa hambrienta. El texto evoca escenas goyescas, terribles. Es la representación del hambre, de la miseria, algo que no hace, no puede hacer, la historia pero sí la literatura.

En la caracterización de los personajes, Sender destaca el profundo estoicismo del campesino andaluz, de una “naif” cultura política revolucionaria, mientras a los funcionarios los caricaturiza en su decimonónica ineficacia.

Preciosas metáforas, muy hermoso el diálogo de los campesinos con la tierra (extraído de la literatura popular, desde el Romancero).

“La explicación histórica le quita a la novela de Sender en bruto y en potencia lo que va a venir”, una opinión. Para mí, la novela sin la historia sería una truculencia, no un gran libro. Seguramente por esto nos orientamos unas hacia la literatura, otras hacia la historia y otras/otros hacia otros derroteros, aunque todos nos incitan a seguir leyendo. 

Los Diarios de Azaña

A la vuelta de la sesión de lectura logré encontrar en mi biblioteca los diarios de Azaña, Memorias políticas y de guerra  y Los cuadernos robados (los había buscado antes pero no aparecieron; ya sabéis, los libros, a veces, se esconden). He pasado unos días entusiasmada en su lectura: lectura sin ficción, relato trepidante, corrección literaria. Me atrevo a recomendároslos, eso sí, a quienes tengan una afición por la historia y la política (absténganse soñadoras/es). El gobierno republicano-socialista pendía de un hilo; el episodio de Casa Viejas sólo fue una gota más que determinó su caída.
Concha Gaudó Gaudó

Entrada relacionada:
http://elhacedordesuenos.blogspot.com/2014/04/ramon-j-sender-estudiante-en-zaragoza.html


Nuestra contertulia habitual Inmaculada Martín nos obsequia en esta ocasión con un par de láminas tituladas "Recreo del Goya":


domingo, 27 de noviembre de 2016

"Los días y los pájaros", de Miguel Florián





                       Los días y los pájaros

                                                               A Diego Granados

Los días se parecen a los pájaros
 ‑vienen y luego van‑ y siempre dejan
una herida de luz. Huele a musgo
su vuelo, a países de escarcha,
a savia de madroños escondidos…

 (Hay una fuente oculta que derrama
 blancos ríos de sed, y un campanario
azul, mecido por el viento).

 De qué cielo, de qué elevada dicha,
los pájaros descienden. De qué amor.
Los días se parecen a los pájaros,
igual tristeza dejan cuando pasan,
la misma oscuridad, igual silencio.

De Anteo, 1994

Miguel Florián (Ocaña, Toledo, 1953) es poeta español y crítico literario. Pasó su infancia y juventud en Madrid, donde se licenció en Filosofía. Ha sido profesor de Filosofía en institutos de secundaria y ejerce la crítica literaria en publicaciones especializadas.
    Ha publicado, entre otros, los siguientes poemarios: Los mares, las memorias (1992), Anteo (1994), Lluvias (1995), Memoria común (1998), Mar último (2000), Habitación 328 y otros poemas (2001), La antigua llama (2004), Reparto de sombras (2005), Eleusis (2012) y Ángel incierto (2014).
    Ha sido galardonado con el Premio de Poesía San Juan de la Cruz, el Premio Internacional de Poesía Claudio Rodríguez, accésit del Premio Iberoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez, Ciudad de Cáceres, Jaime Gil de Biedma, Ciudad de Salamanca..., y finalista en varias ediciones del Premio Nacional de Poesía y de la Crítica.


Otro poema del autor en este blog:
http://elhacedordesuenos.blogspot.com/2020/05/el-otro-costado-de-miguel-florian_10.html


jueves, 24 de noviembre de 2016

Aniversario de Roald Dahl

Ayer se cumplieron 26 años de la muerte de Roald Dahl y el pasado mes de septiembre se cumplió el centenario de su nacimiento. Como los alumnos de 2º de ESO estamos leyendo Boy, relatos de la infancia, novela basada en sus recuerdos de niño, hemos investigado sobre la vida de este escritor y sobre su personalidad. Os presentamos los datos más interesantes de su biografía y también su rutina y sus manías.
 Roald Dahl nació en Llandaf (Gales, Gran Bretaña). Sus padres, de origen noruego, le pusieron Roald como nombre en honor al explorador Roald Amundsen, todo un héroe nacional en esa época. Desde muy pequeño tuvo pérdidas en su entorno: perdió a su hermana a los tres años por apendicitis y, unas semanas después, perdió a su padre por una neumonía. Cuando su padre murió comenzaron los problemas económicos y tuvieron que mudarse a una casa más pequeña. La madre prefería seguir viviendo en Inglaterra antes que mudarse a Noruega, para cumplir el sueño de su padre de poder educar a sus hijos en las escuelas británicas.
Asistió a la Escuela de la Catedral, pero a los ocho años fue expulsado por dejar un ratón muerto en el tarro de los dulces. A partir de ese momento, tuvo que ir a otra escuela, St. Peter’s School, un colegio privado. A los trece años empezó a estudiar en otra escuela, la Repton School. Una fábrica de los alrededores enviaba barritas de chocolate a esa escuela para que las probaran los alumnos. Desde ese momento, su sueño fue inventar una nueva barrita de chocolate, la cual le sirvió como inspiración para su libro Charlie y la fábrica de chocolate.
A los 18 años se hizo explorador. Luego trabajó como vendedor en la compañía multinacional petrolífera Shell, en África, en contra de las recomendaciones de su madre para que cursara estudios universitarios.
En noviembre de 1939 se unió a la Royal Air Force, después de un entrenamiento de casi ocho meses. Desafortunadamente, fue derribado en combate y se fracturó el cráneo, se rompió la nariz y quedó ciego. Fue rescatado y llevado a un puesto de primeros auxilios en el que recuperó la consciencia, pero no la vista. Le trasladaron al hospital Royal Navy, donde después de ocho semanas de ceguera, recuperó la vista. Empezó a escribir cuando fue trasladado a Washington como militar aéreo.
Estuvo casado treinta años, con la actriz estadounidense Patricia Neal, con la que  tuvo 5 hijos. También tuvo pérdidas, ya que su hija pequeña Olivia falleció de encefalitis por el virus de sarampión. Tres años después su esposa Patricia Neal sufrió una peligrosa enfermedad que estuvo a punto de dejarla ciega e inválida. Además, su hijo Theo sufrió un grave accidente de carretera que le causó daños en el cerebro cuando tenía tan solo tres años. Dahl pasó meses trabajando en una válvula especial que sirviera para sacar líquidos de la cabeza de su hijo y le permitiera vivir sin necesidad de estar conectado a una máquina, aunque sin éxito.
Su entrada en el mundo de la literatura infantil estuvo motivada por los cuentos que leía a sus hijos. En 1964 publicó su primera obra Charlie y la fábrica de chocolate. Escribió también guiones para películas; concibió a famosos personajes como los Gremlins, y algunas de sus obras han sido llevadas al cine.
 
LA RUTINA Y LAS MANÍAS DE ROALD DAHL
Roald Dahl tenía una rutina muy estricta. Se tomaba el desayuno en la cama y abría su correo (también en la cama). A las 10:30 se iba a su casita en el jardín y trabajaba hasta las 12.00, cuando se iba de vuelta a su casa para comer. Cuando llegaba a casa (antes de comer) se tomaba un gin-tonic, seguido de gambas noruegas con ensalada y mayonesa. Al final de cada comida, Roald y su familia tomaban de postre una barrita de chocolate sacada de una caja roja de plástico. A continuación dormía un poco y después, de 4 a 6, volvía al trabajo. A las seis en punto exactas volvía a casa, donde le esperaba la cena.
Siempre escribía a lápiz, pero con un tipo de lápiz en concreto, un lápiz amarillo con una goma al final. Antes de empezar a escribir siempre comprobaba que tenía 6 lápices preparados (con su punta sacada). Solo le duraban 2 horas.

Roald Dahl también era especial en cuanto al tipo de papel que usaba. Escribió todos sus libros en papel amarillo americano, que le mandaban desde Nueva York. Escribía y reescribía, hasta que estaba seguro al cien por cien de que todo estaba perfecto. Un montón de hojas amarillas acababan tiradas a la papelera. Una vez al mes, cuando su papelera ya estaba rebosando de papeles tirados en ella, los echaba a la hoguera.
Cuando Roald Dahl terminaba de escribir un libro, le daba la pila de hojas amarillas a su secretaria, Wendy, y ella lo transformaba en un impreso manuscrito, para enviarlo a su editor.

Susana Frankland García, 2º B de ESO



En la biblioteca del instituto podemos encontrar varios libros de Roald Dahl. Además, de Boy, relatos de la infancia, que estamos leyendo, tenemos
Charlie y la fabrica de chocolate, Charlie y el gran ascensor de cristal, El Gran gigante Bonachón, Volando solo, Matilda, Las brujas y Relatos escalofriantes. Todos ellos recomendables para niños y jóvenes.


Lucía de Inza Abadía, 2º B de ESO


Si queréis saber más de Roald Dahl, no os perdáis el siguiente mini-documental de poco más de 3 minutos que el programa Página 2 de RTVE le dedicó hace un año en el 25 aniversario de su muerte: http://www.rtve.es/alacarta/videos/pagina-dos/pagina-dos-aniversario-25-anos-muerte-roald-dahl/3385945/