EL BLOG DE LA BIBLIOTECA DEL IES "GOYA" DE ZARAGOZA


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domingo, 27 de febrero de 2022

"Ondas de radio", de Raymond Carver

 



ONDAS DE RADIO

Para Antonio Machado

La lluvia ha cesado y ha aparecido la luna.
No entiendo nada de ondas de radio,
pero creo que viajan mejor justo después
de que llueva, cuando el aire está húmedo. En cualquier caso,
ahora podría sintonizar con Ottawa, si quisiera, o con Toronto.
Últimamente, por las noches se me ha despertado
un leve interés por la política canadiense
y sus asuntos internos. Es cierto. Pero lo que buscaba sobre todo
eran sus emisoras musicales. Podría quedarme aquí en la silla
y escuchar, sin tener que hacer nada o pensar.
No tengo televisión y había dejado de leer
la prensa. Por las noches, encendía la radio.

Cuando vine aquí pretendía escapar
de todo. Especialmente de la literatura.
Con lo que conlleva, y lo que sigue después.
Existe en el alma el deseo de no pensar.
De permanecer inmóvil. Junto a ello,
el deseo de ser estricto, sí, riguroso.
Pero el alma también es una zorra ladina,
no siempre de fiar. Y yo lo había olvidado.
Escuché cuando decía: Mejor cantar a lo que ha
desaparecido y no regresará que a aquello que sigue
con nosotros y seguirá mañana con nosotros. O no.
Y si no, bien también.
No tenía importancia, decía, que un hombre cantase.
Esa era la voz que yo escuchaba.
¿Se imaginan que alguien pensara de esa forma?
¿Que todo da igual?
¡Menuda tontería!
Pero yo pensaba esas bobadas por la noche
sentado en la silla mientras escuchaba mi radio.

¡Y entonces, Machado, tus poemas!

Fue casi como ver a un hombre de mediana edad
enamorarse de nuevo. Algo extraordinario,
y también embarazoso.
Tonterías como colgar una fotografía tuya.
Y me llevaba tu libro a la cama
y dormía con él a mano. Una noche un tren
me despertó al pasar por mis sueños.
Lo primero que pensé, con el corazón desbocado
allí en el dormitorio a oscuras, fue:
No pasa nada, Machado está aquí.
Luego pude volver a dormirme.

Hoy cogí tu libro cuando salí a dar
mi paseo. '¡Presta atención!' decías
siempre que alguien te preguntaba qué hacer con su vida.
Así que miré a mi alrededor y tomé nota de todo.
Luego me senté al sol con él, en mi sitio
junto al río donde divisaba las montañas.
Y cerré los ojos y escuché el ruido
del agua. Luego los abrí y comencé a leer
Últimas lamentaciones de Abel Martín.
Esta mañana pensé mucho en ti, Machado.
Y espero, sabiendo incluso lo que sé acerca de la muerte,
que recibieras el mensaje que te dirigí.
Pero si no, no pasa nada. Duerme bien. Descansa.
Espero que tarde o temprano podamos encontrarnos.
Y entonces te contaré yo mismo estas cosas.

(En Todos nosotros, Bartleby, Madrid, 2007. Traducción
de Jaime Priede)

En 1985 el poeta estadounidense Raymond Carver publicó Donde el agua se une a otras aguas, libro en el que incluyó este poema dedicado a Antonio Machado (1875-1939).  En él dialoga con el poeta sevillano para contarle lo que supuso para él descubrir su poesía. Carver sufría una crisis creativa y se había retirado a una casa de campo en la que no tenía televisión y su única conexión con el mundo era la prensa y la radio, que le hacía compañía por las noches. Una de esas noches escuchó a un locutor recitar  unos versos de Machado, del que no había oído hablar hasta ese momento, y experimentó tan profunda impresión (lo compara con el enamoramiento de un hombre maduro), que siempre tenía en su mesita de noche un libro del autor español. Carver se presenta leyendo a Machado y expresa su deseo de encontrase con él en la otra vida.

El pasado 22 de febrero se cumplieron ochenta y tres años del fallecimiento de Antonio Machado.

[Imagen: isostockphoto]

domingo, 20 de febrero de 2022

"Los hijos del soldado", de William Ospina




Los hijos del soldado

Mi padre era maestro. Yo tenía siete años.
Y un día recibió, como todos, la carta.
Había sido aceptado en el partido
(aunque él jamás habría solicitado el ingreso).
Le enviaron un escudo con la esvástica.
Unos meses después marchaba rumbo a Rusia.
Mi madre estaba enferma aquel invierno,
los tres niños debíamos hacerlo todo en casa.
Y a veces venían cartas desde el frente oriental.
La guerra era una ausencia, un silencio, un temor que crecía.
Después las cartas se acabaron, y se acabó la guerra.
Y los hombres volvieron, pero él seguía en el frente.
Qué larga fue la infancia; qué triste está Alemania en la memoria.
Los tres íbamos juntos cada sábado
a esperar aquel tren.
Sin hablar lo esperábamos.
Y mi madre creía que estábamos jugando en los campos vecinos.

Año tras año, sin faltar, cada sábado,
sin decírselo a nadie,
esa estación nos vio crecer callando.
Cuando caía la noche, regresábamos.

En Poesía 28 Ospina. Col. Un libro por centavos. Universidad
Externado de Colombia. Facultad de Comunicación Social-Periodismo, 2007
 
Aquí puedes leer otros poemas del autor publicados en este blog.

[Imagen: Pixabay]

viernes, 18 de febrero de 2022

Sugerencias de lecturas para la ESO

 Os presentamos una selección de lecturas recomendadas para los alumnos de ESO organizadas por niveles y que podéis encontrar en nuestra biblioteca.

Sugerencias Lecturas ESO by Biblioteca_IES_Goya

 

Organización de La Biblioteca by Biblioteca_IES_Goya

domingo, 13 de febrero de 2022

"Quien dice que el ausencia causa olvido...", de Juan Boscán


©Edward Hopper

Soneto  LXXXV

Quien dice que el ausencia causa olvido[1]
merece ser de todos olvidado.
El verdadero y firme enamorado
está, cuando está ausente, más perdido[2].
 
Aviva la memoria su sentido[3];
la soledad levanta su cuidado[4];
hallarse de su bien[5] tan apartado
hace su desear más encendido.
 
No sanan las heridas[6] en él dadas,
aunque cese el mirar que las causó,
si quedan en el alma confirmadas,
 
que si uno está con muchas cuchilladas,
porque huya de quien lo acuchilló
no por eso serán mejor curadas[7].
 
(En Antología poética del Siglo de Oro. Ed. de
José Antonio Torregrosa Díaz, Anaya)
 

[1] Este primer verso, y todo el soneto, gozó de gran fama 
en el Siglo de Oro y fue muy imitado.
[2] perdido: desconcertado, aturdido.
[3] El pensamiento amoroso aviva la sensibilidad 
del amante.
[4] La soledad causada por estar ausente de la amada aumenta 
el desasosiego amoroso (“cuidado”) del amante.
[5] su bien y el mirar (v. 10) se refieren a la persona que causa
el enamoramiento.
[6] las heridas y muchas cuchilladas (v. 12) son imágenes para
referirse al enamoramiento.
[7] Con raíces platónicas (el amor es deseo de belleza), el motivo
de la ausencia de la amada y sus efectos en el amante aparece
ya como tópico en la poesía provenzal y lo hace suyo más tarde
Petrarca.

(Notas del editor, excepto 5 y 6.)

Juan Boscán
Juan Boscán de Almogáver fue un escritor español nacido en Barcelona entre 1487 y 1492. Perteneciente a una influyente familia burguesa, sirvió en la corte de Fernando el Católico y en la de Carlos I. Ejerció como preceptor del duque de Alba. En ese ambiente cortesano conoció a Garcilaso de la Vega, que se convirtió en su gran amigo. En 1526 asistió en Granada a los esponsales entre Carlos I e Isabel de Portugal. Durante las celebraciones se entrevistó con Andrea Navagero, embajador de Venecia, quien lo convenció para que probase en lengua castellana los nuevos metros que entonces estaban de moda en Italia ("sonetos y otras clases de trovas usadas por los buenos autores de Italia"). Su ejemplo fue seguido por su amigo Garcilaso. Ambos introdujeron en la lírica castellana el endecasílabo y las estrofas italianas -con mayor fortuna y perfección que el marqués de Santillana en sus 42 sonetos fechos al itálico modo- así como los temas y motivos del petrarquismo. 

En 1539 abandonó la corte, se estableció en Barcelona y contrajo matrimonio con Ana Girón de Rebolledo ("una mujer / que es principio y fin del alma mía"). En 1534 publica su magnífica traducción de Los cuatro libros del cortesano, de Baltasar de Castiglione. A la muerte de Garcilaso en 1536, Boscán recopiló toda su obra con intención de editarla conjuntamente con la propia, pero la muerte le sorprendió en 1542, cerca de Perpiñán, a su regreso de un viaje a Francia acompañando al duque de Alba. Al año siguiente, su viuda publica sus obras y completa los tres libros que agrupan la producción de Boscán con un cuarto libro que incluye las poesías de Garcilaso, inéditas hasta entonces: Las obras de Boscán y algunas de Garcilaso de la Vega (Barcelona, 1543).

Alternan en las obras completas de Boscán las poesías a la manera tradicional con las compuestas siguiendo la moda italianizante: sonetos y canciones, su Epístola a Diego de Mendoza, en tercetos; el poema alegórico Octava rima, en octavas reales, y la Historia de Hero y Leandro, en endecasílabos blancos. Sus versos no llegan a alcanzar la calidad literaria de las composiciones de Garcilaso.

El poema seleccionado alcanzó singular fortuna y fue objeto de numerosas imitaciones o glosas a los largo de nuestros siglos de oro, como ha señalado Pedro López Lara*, quien explica que Ovidio en su poema Remedia amoris (Remedios de amor)  propone la ausencia voluntariamente buscada por el amante como remedio de la pasión amorosa, dando lugar a una corriente de "fecundo recorrido poético".  Sin embargo, en este soneto Boscán contradice con habilidad e ingenio el tópico que presenta  la ausencia como remedio a la enfermedad amorosa (el agua que extingue el fuego o el cauterio que cicatriza la herida), negando "el poder de esta para generar olvido" o para curar las heridas, y afirma que, por el contrario, la ausencia aviva el deseo.

*Pedro López Lara, "Quien dice que la ausencia causa olvido" (Cinco poemas inéditos y un ensayo de aproximación crítica), Revista de filología románica, Nº 5, 1987-1988, págs. 277-302.

domingo, 6 de febrero de 2022

Dos poemas de Juan de Beatriz


Foto: Josefina López


SAMPLEO DEL TEMA DE LA ROSA

No le toques ya más
que así es la rosa
escribe Juan Ramón en Piedra y cielo
Mientras, Gertrude Stein
"rose is a rose is a rose is a rose"
la nombra varias veces,
                      bordea el límite,
como solo se nombra cuanto excede:
                                     perseverando.
En William Blake la flor
estuvo enferma y Angelus Silesius
la admira sin porqué.
Huidobro, por su parte,
pidió a los poetas
que hicieran florecer su rosa en el poema,
pues hace más de un siglo
las rosas ya no basta con cantarlas.

Por eso, cuando entraba febrero,
mi abuelo menos docto
                                 las podaba.
Sin haber leído a Virgilio
qué sabio cultivaste
la siembra, el pastoreo,
tu fanega de sed y paraíso,
tus rosas que aún crecen
                             tan dentro de mi carne.

Con ese gesto humilde
me decías -ahora lo comprendo-
toda la belleza del mundo
                               es de quien la trabaja.


ALONE TOGETHER 

(... de fondo suena Chet Baker)

El hueco que dejaron las palabras
esconde lo que nunca nos dijimos.
Apenas una rosa de tristeza
y algunas calles
supieron el milagro:
acariciar tu cuerpo fue ver todos los cuerpos.

Fuiste la luz recién amanecida
que colma cuanto toca
e inunda toda noche.
En ti quiso romperse
de un golpe mi mañana
y aquí lo dejo escrito:
te quise como sólo
saben querer las cosas que respiran.
Toda muerte a tu lado 
pudo ser la antesala de otra vida:

una forma distinta de morir de esperanza.

De Cantar qué, Pre-Textos, 2021


Juan de Beatriz (cadenaser.com)

Juan de Beatriz
es el nombre artístico de Juan Antonio Fernández (Lorca, Murcia, 1994), graduado en Filología hispánica por la Universidad de Murcia con Máster en Estudios Literarios y Teatrales (U. de Granada). Primer premio XLIV Certamen Literario María Agustina (2018) y I Premio Internacional de Investigación literaria revista Crátera (2019). Durante el curso 2020-2021 disfrutó de una beca artística en la Fundación Antonio Gala para jóvenes creadores, donde ha desarrollado un proyecto de "tecnopoesía". Cantar qué (XXI Premio Emilio Prados) es su primer libro de poesía, un libro del que dice su autor que  gira sobre los grandes temas de la poesía: "el amor, la vida, la muerte y el paso del tiempo" y que "está escrito desde los bancales", pero sin alejarse de la gran poesía pues, como observa Gonzalo Gragera, Juan de Beatriz "lleva consigo toda una estirpe de siglos. De Virgilio a Bolaño. Garcilaso, Manrique, Cernuda, Kavafis".

Puedes escuchar el poema Sampleo del tema de la rosa recitado por su autor.

jueves, 3 de febrero de 2022

'Catedrales', una novela de Claudia Piñeiro




Grupo de lectura "Leer juntos" del IES Goya
Sesión del 17 de enero de 2022
Obra comentada: Catedrales, Alfaguara, 2021
Autora: Claudia Piñeiro





Catedrales, una novela policiaca muy poco convencional


El cuerpo de la adolescente Ana Sardá, la hija pequeña de una familia muy católica de clase media, aparece quemado y descuartizado en un descampado a las afueras de Buenos Aires. La investigación se cierra con cierta precipitación, sin que la policía, que considera el crimen como un caso de violencia sexual, descubra a los responsables. El suceso supone un terrible golpe para la familia Sardá, marcada desde entonces por una dolorosa "cicatriz" y rota cuando Lía, la hija segunda, tras declararse atea, decide marcharse del país y cortar la relación con su familia mientras no se descubra la verdad sobre la muerte de su hermana. Acepta, no obstante, mantener comunicación epistolar con Alfredo, su padre,  con la condición de que en las cartas no traten asuntos personales ni familiares.  Treinta años después, Alfredo, ya gravemente enfermo,  retoma la investigación porque "La verdad que se nos niega duele hasta el último día" (p. 322). Lo mueve, además,  la esperanza de que la  verdad  le permita recuperar a Lía  y haga posible que "el sistema familiar" que "había dado error", en palabras de Mateo pueda volver a funcionar. Así arranca  la trama de Catedrales, una novela sobre el aborto, que en nuestra tertulia Javier Aznar presentó acertadamente  como una novela con una estructura coral montada sobre las voces de seis personajes relacionados con la víctima, que se cierra con un epílogo: la carta de Alfredo.

Claudia Piñeiro, mostrando el pañuelo de la Marea verde. (elcomercio.pe)


El contexto en que se escribió Catedrales

Cuando Claudia Piñeiro escribe Catedrales, el aborto en Argentina era un delito castigado con penas de entre uno y cuatro años de cárcel (excepto en casos de violación y de riesgo para la salud de la madre), pero, a pesar de ello, unas 50.000 argentinas eran hospitalizadas cada año por complicaciones derivadas de abortos clandestinos. La historia de Ana podría ser, pues, dice la autora, la de muchas argentinas y de muchas latinoamericanas. Las mujeres argentinas llevaban años pidiendo la legalización del aborto y, a partir de 2018, el movimiento denominado 'Marea verde', del que la autora forma parte, impulsó esta demanda y le proporcionó una mayor visibilidad. Finalmente, el 30 de diciembre de 2020 Argentina aprobó el derecho al aborto gratuito y asistido médicamente. La ley entró en vigor el 24 de enero de 2021, varios meses después de la aparición  de la novela en Argentina. 

La escritora  había tratado ya el tema del aborto en dos novelas anteriores (Tuya [2005] y Elena sabe [2007]), así como en el cuento "Basura para las gallinas", incluido en Quién no (2019). En Catedrales lo aborda de nuevo para hablar del poder de las iglesias, de cómo influyen en la vida privada de las personas.

Un título cargado de significados

El título de la novela hace referencia a uno de los temas que tratan en sus cartas Lía y Alfredo, así como a las iglesias y catedrales que Mateo visita en su personal Camino de Santiago. Hay también en el título un homenaje a "Catedral", el conocido relato de Raimond Carver del que  habla Lía a su padre cuando este le pide en una de sus misivas que le describa con palabras la catedral de Santiago, y al que se volverá a hacer referencia en otros momentos de la novela. La metáfora del relato de Carver se convierte en metáfora de la construcción de la novela y en leitmotiv permanente que alcanza su "apoteosis significativa" (C. Salvador) en la carta de Alfredo, donde el término "catedral" adquiere un nuevo significado que ya se anuncia en la dedicatoria y en la cita de Borges que abre la segunda parte de la novela. Un significado que tiene que ver con lo sagrado, con lo trascendente no necesariamente religioso, con aquello que nos sostiene en la vida. Es  Alfredo quien lo expresa cuando, tras manifestar la esperanza de reencontrarse con sus seres queridos después de la muerte en un lugar "creado por el dios que sea de la religión que sea. O por nosotros", expresa su deseo de "Que a ese 'dios', o como quieran llamarlo, cada uno le construya su propia catedral" (p. 330). La decisión de Mateo, que abandona los estudios de arquitectura por los de psicología y mientras dibuja catedrales se "dibuja" a sí mismo de nuevo,  prefigura la resignificación del término catedral para pasar a designar algo espiritual e íntimo que  cada persona edifica en su interior.

Novela policiaca posmoderna

Catedrales se alzó con el premio Dashiell Hammett de novela negra en la XXXIII edición de la Semana Negra de Gijón. El galardón adscribe  el libro a un determinado subgénero narrativo que para algunos lectores puede representar un atractivo reclamo, mientras que otros quizá se acerquen a ella con ciertos prejuicios o con desconfianza, como se comentó en la tertulia. Sin embargo, aun a riesgo de decepcionar a los primeros, debemos advertir que, a pesar de tener elementos propios de la novela policiaca, Catedrales no es una novela negra canónica, como reconoció el  jurado del premio. 

La propia autora ha señalado algunos de los aspectos en que se aparta del canon: la investigación igual que ocurre en sus otras novelas de género no la lleva a cabo un profesional policía o detective privado porque, teniendo en cuenta el desprestigio de los cuerpos policiales en América Latina, en sus novelas los policías no pueden ser los "buenos". En este caso, será el padre de la víctima quien, como muchos otros padres en la vida real, retome la investigación sobre el crimen treinta años después de que unos policías ineptos, o corruptos quizá, fueran incapaces de resolverlo. Para descubrir la verdad contará con el testimonio de Marcela, ignorado en su momento por los investigadores, y con los conocimientos de Elmer, el criminalista que siempre estuvo en desacuerdo con la versión oficial. Por otra parte, añade la autora, las reglas de la narrativa policial exigen que haya un culpable; sin embargo, al concluir su investigación Alfredo se ve obligado a reconocer que, en el caso de Ana, se da la paradoja de que la culpable, según las leyes argentinas, es la propia víctima. Conviene recordar, además, que Alfredo no alcanza o no se atreve a averiguar toda la verdad porque, como dice en su carta, "cada uno de nosotros llega a la verdad que puede tolerar" (p. 327).

Claudia Piñeiro nos recuerda asimismo que las novelas negras son también novelas de denuncia social y pone como ejemplo las protagonizadas por el comisario Jaritos de Petros Márkaris, novelas en las que se busca "el crimen detrás del crimen". En esta novela lo que se pone al descubierto son las presiones de las instituciones religiosas sobre las personas (especialmente las mujeres) y las familias; las creencias que convierten el aborto en un tema tabú  del que no se habla y en algo socialmente inaceptable y vergonzante. Ese carácter social, su afán de denuncia, lleva a la autora a situar la trama de su novela en el momento actual: cuando Mateo llega a París, ya se ha producido el incendio de Notre Dame. 

Catedrales es también una novela de personajes, pues el análisis psicológico tiene un enorme peso en una narración en que los personajes, desde su presente, hacen memoria para recuperar el pasado y reflexionar  sobre sus actuaciones, sobre su relación con los otros, especialmente con la víctima, y su responsabilidad en la tragedia. Claudia Piñeiro dibuja  unos personajes de gran hondura psicológica, personajes complejos, con claroscuros, y poliédricos, pues cada retrato es fruto del perspectivismo de la novela, de cómo se ve a sí mismo cada uno y cómo lo ven los otros.  De temas como las relaciones familiares, la hipocresía social, el fanatismo religioso, el celibato, el amor, el deseo, las relaciones de pareja o el feminismo versan  los discursos de  los personajes,  que  meditan también sobre las grandes cuestiones que han preocupado siempre a los seres humanos: la fe y la pérdida de la misma, la trascendencia. Lógicamente, no hay en la novela una visión única sobre los temas abordados, sino tantas visiones como personajes. Así, en una novela en que el aborto no legal es visto como un problema social que desemboca en tragedia, algún personaje expresa "el mito de la libre elección de la mujer" cuando opta por un aborto clandestino, como se encargó de señalar nuestra compañera Pilar Cancer.

Por todo lo expuesto, Catedrales podría ser incluida en lo que la crítica denomina novela policiaca posmodernista  o novela policiaca metafísica, que es aquella que se aparta de los parámetros tradicionales del género y que Merivale y Sweeney (citados por Mónica Flórez) definen como "un texto que parodia o subvierte las historias de detectives tradicionales [...] con el propósito de hacer preguntas que trascienden los simples enigmas de la trama de misterio y se preocupan por incógnitas pertinentes al ser y al saber".
  
Una novela coral
   
Al tratarse de una novela coral, no hay un único protagonista sino varios personajes con similar importancia y protagonismo dentro de la trama de la novela. La autora da voz a cada uno de ellos para hablar de sí mismo y contar lo que recuerda sobre el caso, de modo que  se convierte en protagonista y narrador de su propio relato y, así,  la novela se divide en seis partes que llevan el nombre correspondiente al personaje que la protagoniza. Lía, librera en Santiago de Compostela, la hermana  que se declara atea en el funeral de Ana y se convierte en "víctima de su propia decisión de no querer saber nada de su familia" (C. Salvador), es la protagonista de la primera parte. Le sigue Mateo, su sobrino, hijo de Carmen y de Julián, un chico inseguro que con la guía de su abuelo irá liberándose del fanatismo  en que ha sido educado y emprenderá un viaje iniciático que lo transformará como persona. En la tertulia se  relacionó a Mateo con el personaje del preso del mismo nombre de Luces de bohemia (C. Romeo)  por el papel  que su abuelo le reserva: el de fundar una nueva "religión" y crear un nuevo orden familiar junto a Lía. La tercera es Marcela Funes, que comparte apellido con "Funes el memorioso", pero a diferencia del personaje de Borges, Marcela sufre de amnesia anterógrada: recuerda lo anterior  al golpe en la cabeza; sin embargo,  no puede almacenar en la memoria lo sucedido a partir de ese momento. Era la mejor amiga de Ana, que la acompañó en su final, pero la promesa hecha a su amiga le impide contar lo que sabe sobre su muerte. Elmer García, cuyo nombre homenajea al escritor de novela policiaca Elmer Mendoza, es el criminalista que abandonó la policía y que, mediante un hábil interrogatorio a Marcela, logra descubrir la causa de la muerte de Ana, "cuál era el horror detrás del horror" (208). Un hombre solo,  abandonado por su esposa e hijos debido a su profesión y aficionado a los tangos de Adriana Varela. Un hombre que bromea con el lenguaje inclusivo y, aunque afirma que le "seduce más esta nueva mujer que veo hoy"  porque "van de frente y se sienten poderosas", reconoce que se encuentra inseguro ante ellas y no sabe cómo abordarlas. Julián, esposo de Carmen Sardá y padre de Mateo, es un hombre que decidió hacerse sacerdote para poder perdonar  a su madre el abandono que no podía perdonarle como hijo, pero la exigencia del celibato le hace desistir de su propósito: "Mi vocación no le pudo hacer frente al deseo" (p. 235). Carmen, hermana mayor de Ana,  se define como "creyente de manera cabal, íntegra y apasionada" (p. 275). Una teóloga que cifra su meta en la vida en ser madre de una familia numerosa católica para mejorar el mundo, pero solo ha podido tener un hijo, Mateo. Incapaz de empatía o compasión, atribuye todo lo sucedido a la voluntad de Dios y encarna la intolerancia. Alfredo, el padre, no cuenta con un relato propio, pero es una presencia  fundamental en la novela, es quien relaciona a los demás personajes y el motor de la investigación. Profesor de historia y gran lector, necesita averiguar la verdad sobre la muerte de Ana, recuperar la memoria y reabrir la herida de la familia Sardá, cerrada en falso, para recomponer la familia y crear un futuro digno. Creyente, con una fe no exenta de dudas, es un hombre tolerante, capaz de  convivir con otras creencias, de amar a sus "queridos ateos" Lía y Mateo, de entender a su mujer "Dolores hizo lo que pudo con tantos preceptos que le metieron en la cabeza acerca del bien y del mal" (p. 324)—, de admitir su responsabilidad en la muerte de su hija menor y de sentir compasión por  Ana y  Marcela al pensar en su desamparo y soledad. Un hombre que, al final de su vida, encuentra el verdadero amor  en una mujer que nunca podrá enamorarse. Como se comentó en la tertulia, la memoria es, pues,  el "eje vertebrador" para caracterizar a los personajes: están los que "niegan la memoria y los que no tienen más que la memoria" (C. Salvador).

La autora ha explicado que el principal problema que se le planteó al escribir Catedrales fue la elección de  la voz narrativa y que finalmente optó por dar voz a todos los personajes porque "solo asumiendo la pequeña responsabilidad que cada uno de ellos ha tenido en la muerte de Ana, se puede llegar a la verdad". Una verdad a la que llega el lector a partir de distintas verdades, las  de cada personaje.

Cada una de las partes de la novela, subdivididas a su vez en tres capítulos, constituye un relato "independiente y redondo" (C. Romeo), con rasgos lingüísticos diferenciados, que caracterizan a cada narrador, y diversas estrategias narrativas. Estas seis partes no están ordenadas cronológicamente pues la novela no es un relato lineal. El orden en que se insertan los relatos obedece a la necesidad de dosificar la información sobre el caso, de modo que nunca se pierda el interés por la trama: aunque los lectores somos capaces de intuir algo de lo que ha podido suceder, la autora se reserva para el final la narración de la parte más oscura y terrible de la novela, capaz de conmover vivamente a los lectores y de mantenerlos en vilo hasta el último renglón.  Pero observamos también que los relatos se ordenan en función de ciertas afinidades y contrastes. Los dos primeros son los de Lía y Mateo, los dos personajes que se rebelan contra las creencias que les han sido impuestas, rompen los lazos familiares y buscan su propio camino, además son los destinatarios  de la carta-testamento de Alfredo y los encargados de llevar a cabo la misión encomendada por este. Ocupan el centro de la novela los relatos de Marcela y Elmer, los únicos que no forman parte de la familia y los que hacen posible el descubrimiento de lo que se ocultaba tras el descuartizamiento del cadáver de Ana, núcleo de la investigación. Su contribución al hallazgo de la verdad y el vínculo afectivo de Marcela con Ana los conectan con Lía y Mateo, pero  los oponen a  Julián y Carmen, los que callan y desaprueban la reanudación de la investigación. La distancia física que separa en la novela los relatos de   Lía y  Mateo de los de  Carmen y Julián representa también, a mi modo de ver,  todo aquello que distancia y enfrenta a los personajes. La afirmación de ateísmo con que comienza el relato de Lía tiene su contrapunto en la confesión de fe con que se inicia el de Carmen. 

La autora ha ideado una novela  cuya compleja y cuidada estructura está concebida como una catedral y el relato de cada personaje, como se dijo en la tertulia, es "una capilla, una obra artística en sí misma" (C. Salvador) que forma una parte completa del edificio de la novela. La carta de Alfredo lo cierra, ilumina y desvela su sentido último. La autora ha levantado un edificio narrativo en que sus diferentes partes están perfectamente trabadas, para lo que ha utilizado distintos procedimientos que se han ido señalando, a los que  habría que añadir las reiteradas referencias a los dos objetos cuya entrega forma parte de la misión encomendada a Mateo: el anillo de Lía, símbolo de la conexión afectiva de esta con su hermana Ana, y la carta de Alfredo, de la que tenemos noticia en el relato de Mateo pero que solo llegamos a conocer en el epílogo. 

A modo de conclusión

Claudia Piñeiro ha elegido una vez más el molde de la novela negra para subvertirlo, pues la trama de la novela no se limita a la investigación de un hecho criminal, sino que va más allá y se adentra en el mundo interior de los personajes en busca de otras verdades de carácter más personal y trascendente, características que la  profesora Mónica Flórez atribuye a la novela policiaca posmodernista.

Catedrales es una novela dura que expone con toda crudeza la realidad a la que se enfrentan miles de mujeres en el mundo actual y  se adentra en la oscuridad del alma humana, pero también encontramos en ella el amor, la ternura y un final abierto a la esperanza. La novela parte de la niebla del no saber y del caos familiar desatado por la tragedia y avanza hacia la luz de la verdad y hacia la creación de una nueva relación familiar "amorosa y cálida". Frente al daño originado por el fanatismo, que trata de imponer a los demás el camino considerado correcto, Alfredo propone una actitud tolerante que permita a cada uno buscar su propia verdad. 

Una novela bien estructurada, con un estilo cuidado y rica en referencias culturales, en la que la autora ha escrito páginas que nos emocionan y nos estremecen, y ha creado personajes que seguirán acompañándonos  una vez concluida la lectura. 

Josefina López Granada