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domingo, 16 de julio de 2023

"Los que volvieron" y otros tres poemas de José Luis Sampedro

Mino Duarte con bueyes tirando del arado. Foto cedida por
Ana Rodríguez para Quintes.blogspot.com


[Los que volvieron]

Los que volvieron
traían solamente unas manos vacías
curvadas todavía, asiendo el viento
y unas alegres caras cansadas
y ojos cuya mirada nadie explicará nunca.
Nadie, ni los poetas,
porque en ellas vivían las últimas palabras
de los que no volvieron.

Volvían todos juntos, en apretadas filas.
Hombro con hombro, resplandecientes, iban por los caminos,
por los anchos caminos.
Pero en cada sendero, separándose,
marchaba un hombre solo hacia el valle lejano.
Hasta el último pueblo y la última cabaña
donde habitaron los que no volvieron.

Los hombres y mujeres salían a las puertas.
A las pequeñas ventanas.
Esperaban a muchos y volvía uno solo, trayendo solamente
una manos vacías, una mirada mágica.
Y los niños jugando, vieron también su rostro
su alegre cara cansada.
Y él los miró y los acarició
como jamás lo hizo con sus manos vacías.
Y los niños siguieron jugando, sosegados,
como si hubieran vuelto todos los que faltaban.

Y saben desde entonces,
para nunca olvidarlos, porque se han hecho suyos,
los nombres y los hechos de los que no volvieron.

Y el que volvía tuvo asiento al fuego,
y durmió bajo techo.
Y a la mañana, desechó las botas,
y volvieron sus pies a calzar las albarcas.
Unció los mansos bueyes, que le reconocieron,
y se volvió a los campos.

Araba solo.
Solo en la tierra parda, y sin embargo,
al tiempo que su ijada, centenares de ijadas
azuzaban innumerables yuntas.

Al tiempo que su voz, centenares de voces
bajo el cielo de nubes, redondas nubes blancas.
Y sentía en sus hombros y en sus manos
el vigor de otras manos y otros hombros.

Pues parecía, sí, le parecía
como si hubiesen vuelto,
y estuviesen con él en la nueva tarea
los que nunca volvieron.


[¿Nunca oíste]

¿Nunca oíste
la grave voz del viento
cuando ulula sobre la paramera?
Es un gigante búho que llega de muy lejos.
¡Qué buen tubo de orégano es el llano
con su desolación bajo la noche!
¡Qué resonancias braman en la cúpula
de tinieblas, el cuajarón oscuro,
negra alondra suspensa en alto abismo!
Nace el viento sin voz: un remolino,
como de espíritu. Se decide de pronto,
y sopla sobre el llano. Mil lengüetas
le esperan: los chaparros, los canchales,
el filo de la roca, el de la hierba,
la alta cota de un tero...
¿Y qué me dice
esa voz?
No pronuncia palabras: las pequeñas,
vagas, trémulas, pobres palabras que los hombres
inventan para huir de la soledad horrible
del individuo.
No pronuncian palabras. Nos vuelve solamente
a ese nuestro tamaño verdadero:
el tamaño del cardo, el tamaño del trigo
obstinado en erguirse, bajo la hoz incluso.
No habitamos la tierra: la tierra nos habita,
su arcilla nos da la forma, sus torrentes
los copian nuestras venas
y su aire compone nuestro aliento.
Motel llaman ahora a la posada 
del rico peregrino.

[Motel El Cisne, Zaragoza, 31-VIII-63 = 1-9-63]

[Un perrito en tus brazos, un abrigo]

Un perrito en tus brazos, un abrigo
amparando tus hombros, un madero
ardiendo para ti en la chimenea,
muriendo en llama viva para ti.

Esas cosas te dije que quería
ser junto a ti, viviendo de tu vida,
la otra noche, ¿te acuerdas?, en el puente
de George.
                    ¡Pero hay tantas,
hay tantas cosas a tu lado,
que no te dejan y por eso envidio!
Ese chal mejicano, por ejemplo.
Yo sería ese chal y, con mi lana
de carne, abrazaría ese prodigio
de línea que es tu codo hasta tu cuello,
y jugaría a descubrir la seda
de tu piel, y a cubrirla volvería,
como unas olas mansas, en la playa
sabrosa de tu hombro, en esa cuna
para las sienes dulces del amante
que tu cuerpo salva llevando al sueño,
meciéndolo en el fuego de tu ritmo,
hasta volverlo niño, en la inocencia,
de después del amor.
                    Y yo sería
también ese pendiente, que en tu oreja,
escucha los secretos y recibe
del beso que la busca, parte
del mordisco amoroso que provoca
un estremecimiento por tu cuerpo.
Y sería el collar, desesperado
por no abrazar el valle de tu pecho,
pero feliz sintiendo en tu garganta
el latir de tu voz antes que nadie.

Y sería tu anillo y en tu mano
tocaría las cosas que tocases,
alerta en tu frontera con el mundo.
Y sería tu traje y tus zapatos
y tu ropa interior y tu perfume
y tu jabón, para gastarme entero
en hacerte Afrodita cada día,
naciendo de la espuma.

Y en todo eso, interminablemente,
cubriéndote, adornándote, gastándome,
mi vida, atomizada en tus objetos,
tendría su unidad y su sentido:
respirar a tu lado, acompañarte,
acompasar el mundo.

Letrilla

Si ya nos traen aprobados
los documentos pendientes
pues los vieron otras gentes,
¡ay, señores delegados!,
                      ¿queréis decirme qué hacéis
                      en la sala dieciséis?

Con gestos sofisticados
van y vienen señoritas
con papeles y notitas.
Mas, señores delegados,
                        ¿queréis decirme qué hacéis
                        en la sala dieciséis?

Ya sé que acabáis cansados 
oyendo tanto discurso,
mas si no cabe recurso,
¡ay, señores delegados!,
                      ¿queréis decirme qué hacéis
                      en la sala dieciséis?

Como no estamos sobrados
ni de tiempo ni de oro
os gritaremos a coro
¡Eh, señores delegados!,
                      ¿mejor es que os marchéis
                      en la sala dieciséis?

[Sociedad de Naciones, Ginebra, 1960]

(En Días en blanco: Poesía completa 1936-1990,
edición y estudio de José Manuel Lucía Megías,
Plaza & Janés, 2020)

José Luis Sampedro. / RRSS. (mundiario.com)

El escritor José Luis Sampedro nació en Barcelona en 1917 y falleció en Madrid en 2013. Residió desde el año de su nacimiento hasta 1930 en Tánger, y posteriormente en Aranjuez, Santander y Madrid. Fue catedrático de Estructura Económica en diversas universidades españolas y extranjeras. Alcanzó gran prestigio internacional en su especialidad con su ensayo Las fuerzas económicas de nuestro tiempo (1967). Fue, asimismo, subdirector y asesor del Banco Exterior de España, senador por designación real tras la muerte de Franco y, desde 1990, miembro de Real Academia Española. Narrador realista, paulatinamente fue introduciendo en sus obras componentes culturalistas y referentes históricos cargados a menudo de ironía y de una honda melancolía. Además de La estatua de Adolfo Espejo y La sombra de los días -que, aunque escritas respectivamente en 1946 y 1947, no se publicaron hasta 1993-, deben destacarse sus grandes obras, no solo por las dimensiones de algunas de ellas, sino por el éxito de crítica y público: Congreso en Estocolmo (1952), El río que nos lleva (1961), llevada al cine a comienzos de los noventa, Octubre, octubre (1981), La sonrisa etrusca (1985), La vieja sirena (1990), cuya trama se desarrolla en la Alejandría del siglo III,  Real Sitio (1993), sobre la ciudad de Aranjuez, Monte Sinaí (1997) y El amante lesbiano (2000). Es autor, además, de las obras teatrales La paloma de cartón (1952), galardonada con el Premio Nacional de Teatro Calderón de la Barca,  Un sitio para vivir (1958) y El nudo (1982). Aparte del ensayo económico ya mencionado, hay que recordar: Principios prácticos de la localización industrial (1957), Realidad económica y análisis estructural (1959), Conciencia del subdesarrollo (1972), que se vería ampliada con Conciencia del subdesarrollo veinticinco años después (1997), La inflación (1985) y El mercado y la globalización (2002).

SU POESÍA

Tras el fallecimiento de José Luis Sampedro, su viuda, Olga Lucas, encontró una caja con centenares de poemas escritos desde 1936 hasta bien entrados los años ochenta del siglo XX. La mayoría de ellos, inéditos, porque el autor consideraba que su poesía era de muy inferior calidad a su narrativa.  Siete años después de su muerte, su poesía, ordenada por José Manuel Lucía Megías, se reunió en Días en blanco, volumen que recoge cincuenta años de creación. Presentadas en orden cronológico, el volumen agrupa sus poesías en varios bloques temáticos.

El ciclo de la Guerra Civil

El primero de ellos reúne los poemas escritos durante la Guerra Civil (1936-1939), una poesía en la que, aun estando presente la guerra y la muerte, prima en ella  el descubrimiento de la naturaleza, su visión de los pueblos y gentes que conoce, sus experiencias personales.

Sampedro escribió su primer poema el 24 de julio de 1936, pocos días después de estallar la Guerra Civil. En esos momentos, el escritor se encontraba en Santander, donde el 25 de junio de 1935 había tomado posesión de su plaza de oficial de tercera clase de Aduanas, que había conseguido por oposición cuando tenía dieciséis años. Santander se mantuvo fiel a la República y, tras ser nombrado alcaide de la Aduana, el 16 de abril de 1937 fue movilizado y entró a formar parte como cabo del Batallón 109 del ejército republicano. Todas estas experiencias son anotadas en  cuadernos. El 26 de agosto de 1937 entran las tropas franquistas en Santander y Sampedro vuelve a su puesto de técnico de Aduanas. A finales de año puede viajar a Melilla y reunirse con su padre, médico militar, pero los meses pasados en el Batallón 109, le permitieron convivir con una realidad social muy alejada de los ambientes burgueses y católicos en los que se había movido. De esa nueva realidad dejará constancia en sus primeros versos, reunidos en su "Primer cuaderno de poesía", titulado "Ímpetu", con influencias de Juan Ramón Jiménez en sus inicios, pero que evoluciona hasta alcanzar tonos épicos propios del momento y las circunstancias en que fue escrito. El mismo tono épico se aprecia en su "Segundo cuaderno de poesía", compuesto en Melilla desde abril a octubre de 1938, mientras trabajaba en la sección de censura de Melilla. La guerra ha entrado de lleno en su poesía. En 1938, harto de su trabajo como censor, decide regresar a la Península y es destinado a una compañía de Intendencia de Montaña en el Pirineo. Del viaje desde Melilla a la localidad leridana de Tremp nace su "Cuaderno de viaje", en el que descubre las tierras castellanas, que constituyen uno de los elementos esenciales de su "Tercer cuaderno de poesía", escrito en el campo de batalla, desde Tremp a la localidad conquense de Huete, adonde fue destinada su unidad en marzo de 1939. Los últimos meses de 1939 los dedica a escribir el "Cuarto libro de poesía", del que se conservan solo las notas en prosa y el poema quinto. Este ciclo termina con el poema "Victoria".  La poesía escrita en este tiempo es, según José Manuel Lucía, una poesía de aprendizaje, de la mano de Juan Ramón Jiménez y Gerardo Diego, que poco a poco encontrará su propio camino.

Al tercer libro de poesía del ciclo de la Guerra Civil pertenece el primer poema seleccionado. Poesía también de la derrota que recuerda a los que no volvieron, entre los que se encontraban algunos de sus compañeros y amigos, como Germán Sanginés, muerto en 1938. (Lucía Megías)

Poemas existencialistas y amorosos

Este segundo grupo, al que pertenecen los poemas segundo y tercero,  recoge poemas llenos de imágenes urbanas y reflexiones intimistas y personales sobre el ser humano, su destino y la soledad, temas que trata también en sus novelas de esa etapa.

Poesías cómico-satíricas

En ellas brilla el Sampedro "más juguetón". Obedecen al deseo de hacer más divertido el mundo de la economía y de la política, con coplas contra la OTAN, ripios escritos durante las  sesiones de Naciones Unidas en Ginebra o villancicos de actualidad con los que felicitaba las navidades a sus allegados. Un ejemplo de las mismas es el poema cuarto.

-Encontrarás información sobre la relación de José Luis Sampedro con Aragón: AQUÍ.

[La información sobre su poesía está tomada del estudio de J. M. Lucía Megías]

lunes, 8 de julio de 2013

José Luis Sampedro y Aragón: un amor correspondido


    El escritor José Luis Sampedro (Barcelona, 1917-Madrid, 2013) ha mantenido a lo largo de su vida una estrecha relación con algunos lugares de nuestra Comunidad. 
   Aunque nacido en Barcelona, la profesión de su padre, médico militar, obligó a la familia a trasladarse a Tánger cuando el autor no había cumplido el año y medio de edad, y allí vivió hasta los trece años. Tánger, su paraíso de la infancia, era entonces una ciudad internacional, en la que convivían gentes de distintas nacionalidades, lenguas, culturas y religiones, en un clima de tolerancia. Pero en 1925 sus padres decidieron que continuara su formación en España, así recaló en Zaragoza.

ZARAGOZA
    El padre del escritor tenía una hermana en Cihuela, Soria, casada con un médico. El matrimonio se ofreció a acogerlo en su casa y a enviarlo a un buen colegio en Zaragoza, donde pasaban los inviernos. Para facilitar su adaptación, lo enviaron con sus tíos (eran también sus padrinos) antes de que comenzara el curso, pero eso produjo en él la sensación de abandono y, además, no consiguió  integrarse en aquella  sociedad cerrada, muy distinta a la de Tánger. Su salvación y su refugio fue la lectura, el descubrimiento de  un arcón lleno de libros, con novelas publicadas por entregas como Los tres mosqueterosVeinte años despuésEl vizconde de BragelonneEl juramento de LagardèreRocambole... Al poco de su llegada a Cihuela, se produjo la muerte inesperada de su tío: su tía ya no podía pasar los inviernos completos en Zaragoza y él se quedó interno en el colegio de El Salvador, de los jesuitas.
   Aquí empezó a leer vidas de santos, libros de la editorial alemana Herder, como Los mártires jesuitas en Japón o Los maronitas de Líbano perseguidos por los musulmanes. "Y entre estas lecturas y unos ejercicios espirituales ultraterroríficos, naturalmente, decidí, con nueve años, ponerme a salvo y hacerme jesuita, para ver si  escapaba de la quema. Pero ese deseo duró poco, porque mi padre se enteró y se dio cuenta oscuramente de que yo había interpretado mal la cosa", recordaba el escritor en la conferencia pronunciada en la Biblioteca Nacional, en noviembre de 2007. De modo que su progenitor dispuso su regreso a Tánger para "discutir la cuestión con más calma".
    Pero -como descubrió recientemente José Antonio Ruiz Llop, director del IES Goya-,  antes de volver a casa, realizó el examen de Ingreso (curso que permitía el acceso al Bachillerato Elemental) en el Instituto Nacional de Segunda Enseñanza (actual IES Goya) de Zaragoza. En los archivos del centro se conserva la instancia (foto de la izquierda), fechada el 1 de abril de 1927,  en la que José Luis Sampedro Sáez, de diez años,  solicita ser admitido a la prueba libre de Ingreso y a la de primer curso de Bachillerato.  En el  examen de Ingreso (del que se guarda la prueba escrita, consistente en un dictado y un análisis gramatical, además de operaciones aritméticas), realizado  el 14 de junio, obtuvo la calificación de "Admitido", según consta en el acta correspondiente y en la Hoja de Estudios. Del tribunal que lo examinó, se han identificado las firmas de José López Zuazo  y Ortiz de Echevarría (catedrático de Historia Natural, que actuó como presidente) y de los vocales Juan Fernández Amador de los Ríos, catedrático de Geografía e Historia, y Francisco Cebrián Fernández de Villegas, catedrático de Matemáticas (secretario del centro, nombrado director en mayo de 1931; republicano, cuñado de Julián Besteiro, fue depurado tras la guerra y desterrado a Huesca; se jubiló en el Cardenal Cisneros de Madrid). Sin embargo, no llegó a presentarse a los exámenes de primero de Bachillerato, debido, posiblemente, a que su supuesta vocación aconsejó un cambio de planes.
   Algunos de los temas de  su primera novela, La estatua de Adolfo Espejo (1939, publicada en 1994), tales como el paraíso perdido o el miedo al pecado, tienen su origen en su experiencia con los jesuitas, como ha reconocido el  autor en Escibir es vivir, libro en el que recuerda su estancia en el internado zaragozano.

   Muchos años más tarde,  con motivo de la Exposición Internacional celebrada en  Zaragoza en 2008, José Luis Sampedro regresó a la ciudad para participar en la Tribuna del Agua, donde presentó "La balada del agua", un homenaje a la vida en el planeta Tierra y un canto para que los seres humanos se reencuentren con la naturaleza. Este trabajo forma parte de  "Palabras del agua", colección de doce ensayos escritos para Expo Zaragoza 2008 por personalidades tan relevantes como Mijail Gorbachov, Rigoberta Menchú, Federico Mayor Zaragoza o Jeremy Rifkin, además del propio Sampedro. En ese mismo año,  fue nombrado Hijo Adoptivo de Zaragoza, la ciudad que "tiene dos zetas, la de la nobleza y la de la entereza",  según el escritor.

ALHAMA DE ARAGÓN
Escrito de Sampedro en el libro de Alhama. Foto: Nuria  Soler

   Y el agua lo llevó también, por primera vez en 1925, a los balnearios de  Alhama de Aragón (Zaragoza), adonde fue con su padre desde Cihuela, distante poco más de 20 kilómetros.
   Allí regresaría a finales de los 50, cuando había empezado a escribir El río que nos lleva (1961) y, en busca de documentación,  recorrió los pueblos de la cuenca alta del Tajo, tomando como base Alhama. Desde entonces volvió todos los años "como una golondrina" y allí terminaría La vieja sirena (1990), Real Sitio (1993) o El amante lesbiano (2000). En Octubre, octubre (1981) y La vieja sirena ha quedado la huella de estos paisajes aragoneses.
    En el balneario de Alhama coincidió en el  verano de 1997 con la  mujer que lo había de acompañar en sus últimos años, la escritora Olga Lucas,  con quien contrajo matrimonio en 2003 en Alhama.

  Sampedro definió su relación con Alhama como "la correspondencia de un amor de toda la vida" cuando su Ayuntamiento le otorgó el título de Hijo Adoptivo en 2003. De este amor había dejado constancia ya en la edición de La vieja sirena, en cuyos   "Agradecimientos"  leemos: "Finalmente, a mi circunstancia: cinco ambientes en A  que se hicieron refugio. Alhama de Aragón, Alicante, Aranjuez, Aravaca y la principesca hospitalidad de Andorra".

Sampedro y Olga Lucas en Alhama de Aragón

JACA Y CANFRANC
    Mucho más tardía, pero no menos intensa,  fue su relación con la ciudad de Jaca (Huesca). Allí acudió por primera vez en la primavera de 2007 para acompañar a Olga Lucas, quien había sido invitada a participar en el "Encuentro de mujeres de escritores  de la generación de los 50". En esta ocasión, el autor participó en la mesa redonda "Escritura y vida. La prosa cotidiana. Hogar e intimidad". Regresaron en agosto de ese mismo  año a la Feria del Libro, y a partir de entonces, se convirtieron en habituales de  los veranos de Jaca,  donde  Sampedro participó muy activamente en diferentes actividades culturales.

En la XII  Feria del Libro de Jaca, con Olga Lucas y la periodista Rosa María  Artal

    Desde allí se desplazó en 2009 a la villa de Canfranc (a 18 km de Jaca), en la frontera con Francia, donde visitó el edificio de la antigua estación internacional, en proceso de rehabilitación, y descubrió una placa con el nombre de Sampedro en la fachada de la biblioteca municipal. El que el autor haya dado nombre a la biblioteca de Canfranc se debe, aparte de sus méritos como escritor y humanista, a que Sampedro fue destinado a Canfranc como jefe de aduanas en 1936, pero el estallido de la Guerra Civil le impidió ocupar el cargo en una población  cuyo paso fronterizo alcanzó una  enorme importancia estratégica durante la Segunda Guerra Mundial.* Setenta años más tarde llegaba por fin a esta villa "por orden del destino y por mi propia voluntad".

    Por orden del destino, no regresará más a todos esos lugares que amó, donde sus numerosos amigos y admiradores  lo echarán de menos ahora y en  veranos sucesivos.

                                            Josefina López Granada, profesora del IES Goya

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-Puedes leer cuatro poemas de José Luis San Pedro: AQUÍ.