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domingo, 30 de junio de 2024

"Esta mañana, amor, tenemos veinte años", de Rafael Alberti


Rafael Alberti y María Teresa León. EFE


Retornos del amor en las arenas

Esta mañana, amor, tenemos veinte años.
Van voluntariamente lentas, entrelazándose
nuestras sombras descalzas camino de los huertos
que enfrentan los azules de mar con sus verdores.
Tú todavía eres casi la aparecida,
la llegada una tarde sin luz entre dos luces,
cuando el joven sin rumbo de la ciudad prolonga,
pensativo, a sabiendas el regreso a su casa.
Tú todavía eres aquella que a mi lado
vas buscando el declive secreto de las dunas,
la ladera recóndita de la arena, el oculto
cañaveral que pone
cortinas a los ojos marineros del viento.
Allí estás, allí estoy contra ti, comprobando
la alta temperatura de las odas felices,
el corazón del mar ciegamente ascendido,
muriéndose en pedazos de dulce sal y espumas.
Todo nos mira alegre, después, por las orillas.
Los castillos caídos sus almenas levantan,
las algas nos ofrecen coronas y las velas,
tendido el vuelo, quieren cantar sobre las torres.

Esta mañana, amor, tenemos veinte años.

(De Retornos de lo vivo lejano, 1958)

Retornos de lo vivo lejano (1948-1956) pertenece a la producción de Alberti (1902-1999) durante el exilio. Comenzó a escribirlo cuando llevaba casi diez años de destierro en Argentina. Sus poemas están vertebrados por el tema de la nostalgia y en ellos el verso culto alterna con el neopopular. El libro se compone de 55 poemas agrupados en tres secciones. En la primera rememora impresiones de su infancia, evocando sus días de colegial, la figura de la madre, o la visita a un desierto Museo del Prado; en la segunda, "Retornos del amor", recuerda momentos de plenitud de su vida amorosa, y dedica la tercera a una serie de homenajes a sus poetas predilectos.

El poema elegido pertenece a la segunda sección del libro, en que el poeta evoca los momentos vividos con la mujer amada, que a juzgar por sus obras de carácter autobiográfico, podemos intuir que se trata de su primera esposa, la escritora María Teresa León (1903-1988). El erotismo  forma parte de esa plenitud amorosa y se encuentra muy presente en todos los poemas de esta sección, incluido el seleccionado, como observa López Turcot:

"El erotismo recorre cada uno de los "Retornos de amor" y a ciegas, sólo con el tacto los cuerpos se encuentran una y otra vez, consiguiendo que el amor reviva por medio de la rememoración y hace que los amantes, junto con el comienzo del día, vuelvan a ser jóvenes por un instante, logrando traer luz a toda la oscuridad que habitaba en el poeta".

En la tumba de  María Teresa León, en el cementerio de Majadahonda, figura a modo de epitafio el verso que abre y cierra esta composición: "Esta mañana, amor, tenemos veinte años".

En relación con el exilio y cuando se cumplen cien años de la concesión del Premio Nacional de Poesía por Marinero en tierra, escribe Luis García Montero, actual director del Instituto Cervantes:

Rafael Alberti fue uno de los grandes poetas del exilio español. [...] Siempre había sido un marinero en tierra, un desenterrado del mar, un ángel caído, alguien que buscó la dignidad humana mientras se sentía expulsado del paraíso, víctima de una sociedad injusta, dentro o fuera de su patria. La experiencia de 1939 fijó en la realidad un sentimiento que años antes había vivido como ser humano  en Marinero en tierra o Sobre los ángeles (1929): "Paraíso perdido, /perdido por buscarte, /yo, sin luz para siempre".

Referencias:

-Luis García Montero: "Un marinero en tierra", infolibre.es, 29 de junio de 2024. Consultado el 30/06/2024.
-Paola Berenice López Turcot, Temas y motivos en "Retornos de lo vivo lejano" de Rafael Alberti, UNAM, México D.F., 2013 

Otros poemas del autor en este blog:
-"Balada para los poetas andaluces de ahora": AQUÍ.
-"Gatos, gatos y gatos": AQUÍ.
-"Elegía": AQUÍ.
-"Se equivocó la paloma": AQUÍ.
-"Goya": AQUÍ.

Encontrarás información sobre María Teresa León y su cuento "Morirás lejos...": AQUÍ.

domingo, 4 de abril de 2021

Homenaje poético a don Francisco de Goya

Francisco de Goya, Autorretrato ante su
caballete (1785)


A Goya

Poderoso visionario,
raro ingenio temerario,
por ti enciendo mi incensario.

Por ti, cuya gran paleta, 
caprichosa, brusca, inquieta,
debe amar todo poeta;

por tus lóbregas visiones,
tus blancas irradiaciones,
tus negros y bermellones; 

por tus colores dantescos,
por tus majos pintorescos
y la gloria de tus frescos.

Porque entra en tu gran tesoro
el diestro que mata al toro,
la niña de rizos de oro,

y con el bravo torero,
el infante, el caballero,
la mantilla y el pandero.

Tu loca mano dibuja
la silueta de una bruja
que en la sombra se arrebuja,

y aprende una abracadabra
del diablo patas de cabra
que hace una mueca macabra.

Musa soberbia y confusa,
ángel, espectro, medusa.
Tal aparece tu musa.

Tu pincel asombra, hechiza,
ya en sus claros electriza,
ya en sus sombras sinfoniza;

con las manolas amables,
los reyes, los miserables,
o los cristos lamentables.

En tu claroscuro brilla
la luz muerta y amarilla
de la horrenda pesadilla,

o hace encender tu pincel
los rojos labios de miel
o la sangre del clavel.

Tienen ojos asesinos
en sus semblantes divinos
tus ángeles femeninos.

Tu caprichosa alegría
mezclaba la luz del día
con la noche oscura y fría:

Así es de ver y admirar
tu misteriosa y sin par
pintura crepuscular.

De lo que da testimonio:
por tus frescos, San Antonio;
por tus brujas, el demonio.

(Rubén Darío, Cantos de vida y esperanza, 1905)

  
Francisco de Goya, Toro enmaromado (1793)
                    
               Goya

       La dulzura, el estupro,
       la risa, la violencia,
       la sonrisa, la sangre,
       el cadalso, la feria.
       Hay un diablo demente persiguiendo
       a cuchillo la luz y las tinieblas.

       De ti me guardo un ojo en el incendio.
       A ti te dentelleo la cabeza.
       Te hago crujir los húmeros. Te sorbo
       el caracol que te hurga en una oreja.
       A ti te entierro solamente
       en el barro las piernas.
                Una pierna.
                Otra pierna.
                                                             Golpea.

       ¡Huir!
       Pero quedarse para ver,
       para morirse sin morir.

¡Oh luz de enfermería!
Ruedo tuerto de la alegría.
Aspavientos de la agonía.
Cuando todo se cae
y en adefesio España se desvae
y una escoba se aleja.
                                                              Volar.
       El demonio, senos de vieja.
       Y el torero,
       Pedro Romero.
       Y el desangrado en amarillo,
       Pepe-Hillo.
       Y el anverso
       de la duquesa con reverso.
       Y la Borbón esperpenticia
       con su Borbón espertenticio.
       Y la pericia
       de la mano del Santo Oficio.
       Y el escarmiento
       del más espantajado
       fusilamiento.
       Y el repolludo
       cardenal narigado,
       narigudo.
       Y la puesta de sol en la Pradera.
       Y el embozado
       con su chistera.
       Y la gracia de la desgracia.
       Y la desgracia de la gracia.
       Y la poesía
       de la pintura clara
       y la sombría.
       Y el mascarón
       que se dispara
       para
       bailar en la procesión.

El mascarón, la muerte,
la Corte, la carencia,
el vómito, la ronda,
la hartura, el hambre negra,
el cornalón, el sueño,
la paz, la guerra.

¿De dónde vienes tú, gayumbo extraño, animal fino,
corniveleto,
rojo y zaíno?
¿De dónde vienes, funeral,
feto,
irreal
disparate real,
boceto,
alto
cobalto,
nube rosa,
arboleda,
seda umbrosa,
jubilosa
seda?

       Duendecitos. Soplones.
       Despacha, que despiertan.
       El sí pronuncian y la mano alargan
       al primero que llega.
       Ya es hora.

                             ¡Gaudeamus!
                                                           Buen viaje.

       Sueño de la mentira.

                                             Y un entierro
       que verdaderamente amedrenta al paisaje.

       Pintor.
       En tu inmortalidad llore la Gracia
       y sonría el Horror.

(Rafael Alberti, A la Pintura. Poema del color y la línea, 1948)


Francisco de Goya, Carlos IV en traje
de caza (1799)


Carlos IV

Bartolomé Zenarro, arcabucero
del Rey, esta magnífica escopeta
fabricó, y es tan fina y tan coqueta
como listo este perro perdiguero.

Riofrío, La Granja, El Pardo, los ardores
cinegéticos vieron y amorosos,
con que pasaron por aquí dichosos
los currutacos y los mirliflores.

Los ciervos y conejos cortesanos,
siempre al alcance de las reales manos,
acuden a batidas y encerronas.

Don Carlos cuarto los persigue y mata,
bonachón y feliz, cual lo retrata
el oro viejo de las peluconas*.

(Manuel Machado, Apolo. Teatro pictórico, 1911)

----
*pelucona: moneda, onza de oro, y especialmente
cualquiera de las acuñadas con el busto de uno de
los reyes de la casa de Borbón, hasta Carlos IV inclusive.


Con esta selección de poemas, el blog de la biblioteca del IES Goya de Zaragoza quiere rendir homenaje a don Francisco de Goya en el 275 aniversario de su nacimiento, celebrado el pasado 30 de marzo.

Nuestro humilde homenaje se enriquece con el arte de Inmaculada Martín Catalán, que ha querido rendir tributo a nuestro pintor más universal con sus magníficas reinterpretaciones de dos de los Caprichos de Goya.

©Inmaculada Martín Catalán

 
 
Vídeo "Aragón, tierra de Goya" 
(Gobierno de Aragón y Diputación Provincial de Zaragoza)
 

Entrada relacionada: 

domingo, 16 de junio de 2019

"Soneto XIII", de Garcilaso de la Vega

Gian Lorenzo Bernini, Apolo y Dafne, 1622
Galleria Borghese, Roma



                     SONETO XIII


    A Dafne ya los brazos le crecían
y en luengos ramos vueltos se mostraban[1];
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que el oro oscurecían[2];

de áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros que aún bullendo estaban[3];
los blancos pies en tierra se hincaban[4]
y en torcidas raíces se volvían.

    Aquel que fue la causa de tal daño[5]
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol que con lágrimas regaba.

    ¡Oh miserable estado, oh mal tamaño[6],
que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón por que lloraba[7]!

(En El oro de los siglos. Antología. Edición, prólogo y notas:
José María Micó. Austral, Barcelona, 2017, pp. 51-52)




NOTAS DEL EDITOR:

[1] y en luengos ramos vueltos se mostraban: “y aparecían convertidos
en largas ramas”.
[2] los cabellos que el oro oscurecían: “los cabellos que con su resplandor
hacían que el oro pareciese oscuro”.
[3] miembros: “partes del cuerpo”, incluidos los órganos internos; bullendo:
“agitándose, moviéndose”.
[4] se hincaban: “se clavaban” (debe pronunciarse sin sinalefa, aspirando
la h inicial).
[5] aquel que fue…: se refiere a Apolo.
[6] tamaño: “tan grande, tan enorme”
[7] Como sucede alguna vez en el Canzoniere de Petrarca, la condición de
Apolo (también dios de la poesía) como emblema del dolor amoroso
parece estar relacionada con la escritura poética, simbolizada por el laurel
(causa y razón de su llanto). El desdichado Apolo solo consigue con su llanto
regar y hacer crecer el motivo de su sufrimiento.


Garci Lasso de la Vega y Guzmán, conocido como Garcilaso de la Vega, (Toledo, h. 1501-Niza, 1536) fue un poeta y soldado que ha pasado a la posteridad como prototipo del caballero renacentista, según el modelo propuesto por Castiglione en El cortesano, pues armonizó en su persona el viejo ideal de las armas y las letras: fue soldado, cortesano y poeta.

Era de familia muy noble (entre sus antepasados estaba el Marqués de Santillana) y en la corte recibió
una selecta educación -dominaba el griego, el latín, el italiano y el francés; el manejo de las armas y el arte de la esgrima, y aprendió a tocar la cítara, el arpa y el laúd- y conoció en 1519 a quien se convertiría en su gran amigo, el poeta Juan Boscán. Perteneció al séquito de Carlos V y, como militar, participó en todas las campañas defendiendo al emperador, incluso contra su hermano Pedro Laso, que era comunero.

En 1525 se casó con Elena de Zúñiga, con quien tuvo cinco hijos. Fue un matrimonio de conveniencia, contraído a instancias del emperador. Para entonces Garcilaso ya había sido nombrado Caballero de la Orden de Santiago. Al año siguiente, en compañía de Juan Boscán, acudió a Granada con ocasión del viaje de bodas del emperador con Isabel de Portugal. En el Generalife tuvo lugar la famosa conversación de Boscán con el embajador de Venecia, Andrea Navagero, en la que le animó a probar los nuevos metros que estaban de moda en Italia.

Simultáneamente conoció a Isabel Freyre, una de las damas portuguesas de la emperatriz Isabel, de la cual  se enamoró el poeta. Pero ella se casó en 1529 con Antonio de Fonseca y murió de sobreparto en 1533. Hasta fechas recientes, los estudiosos de su obra consideraban que este amor imposible y la temprana muerte de Isabel habían dejado una profunda huella en las composiciones de Garcilaso. Sin embargo, el descubrimiento de María Carmen Vaquero de que antes de su matrimonio el poeta había  tenido una larga relación con doña Guiomar de Carrillo, de la cual nació un hijo al que Garcilaso reconoció en 1529, cuando otorgó testamento, ha generado dudas sobre si sus versos de amor fueron inspirados por Isabel o por Guiomar, o bien por el desdén de  Beatriz de Sá, dama portuguesa de legendaria belleza y segunda esposa de su hermano Pedro.

En 1531 fue desterrado a una isla del Danubio y más tarde a Nápoles por haber asistido a la boda, no autorizada por Carlos V,  de un sobrino del poeta. Su estancia en Italia fue decisiva ya que se relacionó con notables humanistas, profundizó en el conocimiento de los clásicos y escribió sus mejores versos. Con treinta y cinco años, murió en Niza en 1536, a consecuencia de las heridas recibidas en el asalto a la fortaleza de  Muy, en la Provenza. Parece ser que el emperador estaba impaciente por conquistarla y Garcilaso se lanzó el primero al ataque, sin casco ni coraza. Alcanzado por una piedra lanzada desde la muralla por los defensores, quedó malherido y falleció a los tres días, el 13 o 14 de octubre.

Sus poemas se publicaron por primera vez siete años después de su muerte,  en 1543, en una edición conjunta con los versos de Boscán que este había preparado  poco antes de fallecer . Pronto los versos de Garcilaso se reeditaron una y otra vez como cancionero independiente. Su obra es relativamente breve: tres églogas, treinta y ocho sonetos, cuatro canciones, la "Oda a la flor de Gnido", dos elegías, una epístola en verso a Boscán y algunas muestras de poesía tradicional de cancionero. A pesar de la brevedad de su obra, es uno de los poetas que ha ejercido más influencia en nuestra lírica, pues de sus poemas nace una corriente que transforma  la poesía española. Garcilaso produce una ruptura con la poesía medieval, tanto en la forma, mediante la introducción de las estrofas y metros italianos, como en la expresión de la pasión amorosa, influencia de Petrarca: la melancolía, la ternura y el análisis de los estados afectivos, si bien en  Garcilaso se percibe una mayor emoción y una fuerte sensación de sinceridad.

En su trayectoria poética, se distinguen tres etapas:
  • En una primera época cultivó la poesía de cancionero, en la que alterna composiciones en octosílabos con la introducción de algunas formas italianas. No hay elementos petrarquistas pero sí se percibe la influencia del valenciano Ausias March. Sus poemas se centran en el dolor amoroso y no hay referencias a la naturaleza ni al mundo exterior. Abundan los recursos típicos de la poesía de cancionero: antítesis, paradojas y juegos de palabras.
  • En su segunda etapa es evidente la imitación de Petrarca en la interiorización del amor,  la descripción del sentimiento amoroso y el empleo de la naturaleza como marco de reflexión y medio para retratar a la amada.  Por otra parte, la lectura de La Arcadia de Sannazzaro le llevó a incluir en sus composiciones pastores que expresan sus tristezas de amor en un entorno idealizado.
  • El tercer periodo es el de plenitud creadora, en el que integra todas las influencias recibidas, especialmente las de los clásicos. En estas composiciones, caracterizadas por la sobriedad formal y la naturalidad expresiva, une el intimismo amoroso, la naturaleza como entorno ideal y la mitología. 
Henrietta Rae, Apolo y Dafne

El Soneto XIII pertenece a su época de plenitud y constituye un ejemplo perfecto del uso de la mitología en la poesía renacentista: el poeta utiliza el mito para trazar un paralelismo con su propia vida.

Recordemos que, según la mitología griega, Apolo -dios de las artes y la música-, por una venganza de Eros, de quien se había burlado, se enamoró de la ninfa Dafne, hija del río Penneo, pero ella, herida con la flecha del desdén, lo rechazó. Perseguida por Apolo y a punto de ser alcanzada, imploró la ayuda de su padre que la convirtió en laurel (ese es el significado de "dafne" en griego). Su piel se transformó en la áspera corteza del árbol, su cabello en hojas, sus brazos en ramas y sus pies enraizaron en la tierra. Puesto que ya no podía convertirla en su esposa, el dios decidió que fuera su árbol, siempre verde, con cuyas ramas se coronarían las cabezas de los héroes y de los poetas.

El proceso de  transformación de la hermosa ninfa en laurel se describe magistralmente en los dos cuartetos, en los que destaca el uso de abundantes epítetos, algunos  de los cuales contrastan el cuerpo de la ninfa y el árbol en que se va transformando: luengos, verdes, áspera/tiernos, blancos/torcidas). Los tercetos expresan el dolor de Apolo que, paradójicamente, cuanto más llora más riega y hace crecer el laurel, motivo de su llanto. De igual manera, al poeta el recuerdo de su amor perdido  le incrementa el dolor, el sufrimiento amoroso.

En este enlace puedes leer un excelente comentario de texto del poema:

Como ocurre con aquellos autores que se convierten en clásicos, Garcilaso de la Vega fue evocado por otros muchos poetas,  con frecuencia lo hicieron los poetas de la Generación del 27. Uno de los poemas más conocidos es el que comienza "Si Garcilaso volviera...", escrito por Rafael Alberti e incluido en Marinero en tierra (1924). Una composición, muy alabada por Juan Ramón Jiménez, en la que Rafael Alberti expresa su admiración por el poeta toledano:

Si Garcilaso volviera,
yo sería su escudero;
que buen caballero era.

Mi traje de marinero
se trocaría en guerrera
ante el brillar de su acero;
que buen caballero era.

¡Qué dulce oírle, guerrero,
al borde de su estribera!
En la mano, mi sombrero;
que buen caballero era.

(Rafael Alberti, Antología comentada (Poesía), ed. de María Asunción Mateo, 
dibujos de Rafael Alberti, Ediciones de la Torre, 1990)

En su libro Sermones y moradas (1929-1930) Rafael Alberti recoge otro poema a Garcilaso, una elegía encabezada por un verso de la octava 29 de la Égloga II de Garcilaso, donde hace referencia a la muerte de una ninfa. En el poema de Alberti el verso de Garcilaso se actualiza para hablar de la temprana muerte del poeta:

Elegía a Garcilaso. (Luna, 1503-1536)

                                           ...antes de tiempo y casi en flor cortada.
                                                                         Garcilaso de la Vega


Hubierais visto llorar sangre a las yedras cuando el agua más triste se
pasó toda una noche velando a un yelmo ya sin alma,
a un yelmo moribundo sobre una rosa nacida en el vaho que duerme los
espejos de los castillos
a esa hora en que los nardos más secos se acuerdan de su vida
al ver que las violetas difuntas abandonan sus cajas y los laúdes se 
ahogan por arrollarse a sí mismos.

Es verdad que los fosos inventaron el sueño y los fantasmas.
Yo no sé lo que mira en las almenas esa inmóvil armadura vacía.
¿Cómo hay luces que decretan tan pronto la agonía de las espadas
si piensan en que un delirio es vigilado por hojas que duran mucho más
tiempo?
Vivir poco y llorando es el sino de la nieve que equivoca su ruta.

En el Sur es cortada casi en flor el ave fría.

(Rafael Alberti, Con la luz primera. Antología de verso y prosa ( Obra de 1920 a 1996),
ed. de María Asunción Mateo, EDAF, 2002)

También Julio Cortázar escribió un poema a Garcilaso. El soneto va encabezado en este caso  por un verso tomado del parlamento de Salicio en la Égloga I, en la que el pastor, alter ego de Garcilaso (Salicio es anagrama del poeta), expresa su dolor por el desdén de su amada Galatea:

RECADO A GARCILASO

Tu dulce habla, ¿en cúya oreja suena?

Aquí, señor, prosigue tu combate
de palomas y fuentes encendido
aunque en la noche esté el jinete herido
y el corcel no obedezca al acicate.

Aquí la guerra, aquí el Danubio abate
el estandarte con su azor ceñido,
Garcilaso, venado perseguido,
por no nacido arquero que le mate.

Si vanamente ardida tanta nieve,
si de llantos la fronda entretejida
y hosca la estrella como amargo el higo,

más bella esta esperanza que nos mueve
los cantos y el encargo de tu vida.
—Adiós hermano. Adiós, Salicio amigo.

(Julio Cortázar, Salvo el crepúsculo, Alfaguara, 1985)

Otro ejemplo es el poema "¿Qué hacías tú en la guerra, Garcilaso?", de Francisca Aguirre, que puedes leer AQUÍ.

domingo, 29 de mayo de 2016

"Se equivocó la paloma...", de Rafael Alberti



Foto: Masao Yamamoto



     Se equivocó la paloma.
Se equivocaba.

    Por ir al norte, fue al sur.
Creyó que el trigo era agua.
Se equivocaba.

    Creyó que el mar era el cielo;
que la noche la mañana.
Se equivocaba.

    Que las estrellas, rocío;
que la calor, la nevada.
Se equivocaba.

    Que tu falda era tu blusa;
que tu corazón su casa.
Se equivocaba.

    (Ella se durmió en la orilla.
Tú en la cumbre de una rama.)

     De Entre el clavel y la espada, 1941


El poema fue compuesto por Alberti en París, primera etapa de su exilio, adonde llegó al acabar la Guerra Civil en compañía de su esposa, la escritora María Teresa León, y donde sólo permaneció hasta 1940, pues el gobierno de Pétain les retiró el permiso de trabajo. Forma parte de la sección tercera de Entre el clavel y la espada, un libro compuesto entre 1929 y 1940 cuyo motivo central es la soledad; sin embargo, los dieciocho poemas de la sección  tercera,"Metamorfosis del clavel", se proyectan hacia la esperanza.

   Sobre las circunstancias en que nació esta composición escribió el autor, en La arboleda perdida (1959):
Cuando llegué a París mi estado espiritual era negro, desesperado [...], apoderándose de nosotros, los recién exiliados españoles, el túnel de la más tremenda incertidumbre. En Francia no había escrito aún ninguna poesía [...] pero una de aquellas noches, de las más solitarias, poseído de no sé que extraños impulsos, comencé a escribir una canción, cuyo comienzo era "Se equivocó la paloma. /Se equivocaba. /Por ir al norte fue al sur..." Cuando llegué al final me quedé sorprendido: "Ella se durmió en la orilla. /Tú en la cumbre de una rama." No comprendía yo cómo en aquel sumergido estado de angustia en que me hallaba me había podido salir una canción como aquélla. La leí, la releí, no hallándole ni el más remoto rastro del estado que me invadía. Era un misterio su aparición. Abriéndose vuelo entre los cielos y campos de muerte que arrastraba conmigo, aquella paloma había llegado hasta mis manos, traspasándola con aire de escritura a una hoja blanca de papel que tenía sobre la mesa.
Se trata de un poema de compleja significación simbólica, al que se han buscado muy diversas interpretaciones, relacionadas con el plano personal, el político o el amoroso. En él encontramos dos protagonistas: la paloma y un "tú" femenino misterioso al que se alude indirectamente. El tema del poema, la desorientación o reiterada equivocación de la paloma en la búsqueda infructuosa de algo que no se explicita, se refleja con claridad por medio de un juego de contrarios ("norte" /"sur", "trigo"/"agua", "mar" /"cielo"...) que se prolonga hasta el final del texto, y mediante la reiteración de verbos cuyo significado gira en torno a la equivocación ("se equivocó", "se equivocaba", "creyó"). La acción se sitúa en el pasado. El pretérito perfecto simple ("se equivocó", "fue", "creyó") presenta la acción como pasada y puntual, mientras que el imperfecto ("Se equivocaba") la presenta como inacabada y reiterativa.
   La complejidad en cuanto al significado contrasta con la sencillez formal:  léxico cotidiano, ausencia de adjetivación,  predominio de los sustantivos (distribuidos cuatro en cada estrofa) y escasez de verbos, así como el empleo del paralelismo, son algunos de los rasgos más relevantes. 
   Respecto a la estructura métrica, el autor ha elegido un cosante -como indica Navarro Tomás-, composición muy utilizada en la lírica galaico-portuguesa y en la lírica castellana tradicional. Se trata de una sucesión de pareados que acaban en un verso que actúa a modo de estribillo ("Se equivocaba"). Como es habitual, va encabezado por un grupo de dos versos ("Se equivocó la paloma. /Se equivocaba"), de los cuales el segundo es el estribillo, en los que se presenta el tema, que se va desarrollando en los pareados.

Entre el clavel y la espada fue publicado en Buenos Aires en 1941, por la editorial Losada. Ese mismo año, el poema fue musicado por el compositor argentino Carlos Guastavino e integrado en el ballet Suite Argentina. Convertido en canción de enorme éxito, ha sido traducida a distintos idiomas e interpretada por numerosos cantantes, entre ellos, Mercedes Sosa:

También puedes escuchar la versión en italiano de Sergio Endrigo:

sábado, 21 de abril de 2012

"Gatos, gatos y gatos", de Rafael Alberti




Gatos, gatos y gatos


Gatos, gatos y más gatos

me cercaron la alcoba en que dormía.

Pero gato que entraba no salía,

muerto en las trampas de mis diez zapatos.


Cometí al fin tantos asesinatos,

que en toda Roma ningún gato había,

más la rata implantó su monarquía,

sometiendo al ratón a sus mandatos.


Y así hallé tal castigo, que no duermo,

helado, inmóvil, solo, mudo, enfermo,

viendo agujerearse los rincones.


Condenado a morir viviendo a gatas,

en la noche comido por las ratas

y en el amanecer por los ratones.


          de Roma, peligro para caminantes


[Selección  de Natalia Almudí, 2º de Bachillerato H]

Roma constituye la última  etapa del largo exilio del poeta  Rafael Alberti (1902-1999). En el popular barrio del Trastevere vivió durante sus catorce años en la ciudad, desde 1963 hasta 1977, cuando pudo regresar a España. Sus vivencias de estos años inspiraron su libro  Roma, peligro para caminantes (1968), visión de una ciudad muy alejada de los tópicos turísticos: ciudad llena de gatos y suciedad, ciudad de callejones y tráfico imposible (de ahí el título). Años más tarde, en alguna de sus rápidas visitas a Roma, observa que los gatos han desaparecido de la ciudad, y se pregunta:
¿Qué será de Roma sin sus gatos? Creo que a cada habitante de la Santa Urbe le corresponden no sé cuántas docenas de ratas. Desde hace tiempo, durante mis últimas y breves permanencias en Roma, me he soñado comido por las ratas, anidadas las cuencas de los ojos de los ratones. Yo miro y miro ahora desde la ventana de mi cocina y sólo veo siempre esa alta oleada de tejados inmóviles, sin aquella atropellada gracia de los gatos que corrían saltando, audaces, sin peligro, de las cornisas a los balcones al filo de las terrazas, para tomar su puesto a la hora de la comida. ¿En dónde se hallan hoy? ¿A dónde se llevaron a todos aquellos decorativos y maravillosos que poblaban el Foro Republicano, en el centro de Roma, coronando columnas y capiteles, sentados sobre los pórticos caídos, entre la maleza de todo aquel embarandado recinto, desde donde la gente de la calle y los asombrados turistas contemplaban cómo, sobre todo las caritativas ancianas, los alimentaban, llenas de ternura y devoción, tirándoles atinadamente la comida tristeza: ¿dónde están los gatos de los tejados y calles de mi barrio, dónde aquellos que siempre contemplé entre las ruinas ilustres de Roma?
                                    (La arboleda perdida 2, Tercero y cuarto libros [1931-1987], Madrid, Alianza Editorial. Biblioteca Alberti, 1998)

Otros poemas de Alberti en este blog:
http://elhacedordesuenos.blogspot.com.es/2011/10/poema-de-la-semana.html
http://elhacedordesuenos.blogspot.com.es/2012/02/elegia-de-rafael-alberti.html

domingo, 5 de febrero de 2012

"Elegía", de Rafael Alberti



ELEGÍA

La niña rosa, sentada.
Sobre su falda,
como una flor,
abierto, un atlas.

¡Cómo la miraba yo
viajar, desde mi balcón!

Su dedo —blanco velero—
desde las islas Canarias
iba a morir al mar Negro.

¡Cómo la miraba yo
morir, desde mi balcón!

La niña, rosa sentada.
Sobre su falda,
como una flor,
cerrado, un atlas.

Por el mar de la tarde
van las nubes llorando
rojas islas de sangre.

(Rafael Alberti*, de Marinero en tierra, 1924)

[Selección: Sara Bajén Gonzalo, 4º ESO]

Marinero en tierra es el primer poemario de Rafael Alberti (1902-1999), por el que recibió el Premio Nacional de Poesía en 1925. Es una obra de juventud caracterizada por el neopopularismo (la utilización de formas y ritmos propios de la poesía tradicional), en la que expresa la nostalgia del paraíso de su infancia, El Puerto de Santa María, y sobre todo la nostalgia del mar, la tristeza de ser un “marinero en tierra”. Comenzó a escribirla en la población segoviana de San Rafael, en la sierra de Guadarrama, lugar al que se retiró para sanar de una afección pulmonar. El poema elegido habla de una niña a la que el poeta, obligado a hacer reposo por su enfermedad, veía desde la ventana de su piso madrileño. La niña no murió realmente, sino que se hizo mayor y salió de la vida del poeta, como explica este en sus memorias:
“Esta Sofía era una niña de doce o trece años, a quien en los largos primeros meses de mi enfermedad contemplaba abstraída ante un atlas geográfico tras los cristales encendidos de su ventana. Desde la mía, sólo un piso más alta, veía cómo su dedo viajaba lentamente por los mares azules, los cabos, las bahías, las tierras firmes de los mapas, presos entre las finas redes de los meridianos y paralelos. También Sofía bordaba flores e iniciales sobre aéreas batistas o rudos cañamazos, labor de colegiala que cumplía con la misma concentrada atención que sus viajes. Ella fue mi callado consuelo durante muchos atardeceres. Casi nunca me miraba, y, si alguna vez se atrevía, lo hacía de raro modo, desde la inmovilidad de su perfil, sin apenas descomponerlo. Esta pura y primitiva imagen, de Sofía a la ventana, me acompañó por largo tiempo, llegando a penetrar hasta en canciones de mi Marinero en tierra [...]. Desde entonces, aunque seguí viviendo hasta 1930 en la misma casa, Sofía se borró del todo, muriéndoseme verdaderamente, terminando por ser tan sólo un bello nombre enredado en los hilos de mis poemas”.
(RAFAEL ALBERTI, La arboleda perdida)

domingo, 2 de octubre de 2011

"Balada para los poetas andaluces de ahora", de Rafael Alberti



BALADA PARA LOS POETAS ANDALUCES DE AHORA

¿Qué cantan los poetas andaluces de ahora?
¿Qué miran los poetas andaluces de ahora?
¿Qué sienten los poetas andaluces de ahora?

Cantan con voz de hombre, ¿pero dónde los hombres?
Con ojos de hombre miran, ¿pero dónde los hombres?
Con pecho de hombre sienten, ¿pero dónde los hombres?

Cantan, y cuando cantan parece que están solos.
Miran, y cuando miran parece que están solos.
Sienten, y cuando sienten parece que están solos.

¿Es que ya Andalucía se ha quedado sin nadie?
¿Es que acaso en los montes andaluces no hay nadie?
¿Que en los mares y campos andaluces no hay nadie?

¿No habrá ya quien responda a la voz del poeta?
¿Quien mire al corazón sin muros del poeta?
¿Tantas cosas han muerto que no hay más que el poeta?

Cantad alto. Oiréis que oyen otros oídos.
Mirad alto. Veréis que miran otros ojos.
Latid alto. Sabréis que palpita otra sangre.

No es más hondo el poeta en su oscuro subsuelo
encerrado. Su canto asciende a más profundo
cuando, abierto en el aire, ya es de todos los hombres.

¿Qué cantan los poetas andaluces de ahora?
¿Qué miran los poetas andaluces de ahora?
¿Qué sienten los poetas andaluces de ahora?

Cantan con voz de hombre, ¿pero dónde los hombres?
Con ojos de hombre miran, ¿pero dónde los hombres?
Con pecho de hombre sienten, ¿pero dónde los hombres?

Cantan, y cuando cantan parece que están solos.
Miran, y cuando miran parece que están solos.
Sienten, y cuando sienten parece que están solos.

¿Es que ya Andalucía se ha quedado sin nadie?
¿Es que acaso en los montes andaluces no hay nadie?
¿Que en los mares y campos andaluces no hay nadie?

¿No habrá ya quien responda a la voz del poeta?
¿Quien mire al corazón sin muros del poeta?
¿Tantas cosas han muerto que no hay más que el poeta?

Cantad alto. Oiréis que oyen otros oídos.
Mirad alto. Veréis que miran otros ojos.
Latid alto. Sabréis que palpita otra sangre.

No es más hondo el poeta en su oscuro subsuelo
encerrado. Su canto asciende a más profundo
cuando, abierto en el aire, ya es de todos los hombres.

(Rafael Alberti, de Ora marítima, 1953)

[Selección: Beatriz Sanz Romero, 2º Bachillerato F)

Rafael Alberti nació en el Puerto de Santa María (Cádiz) en 1902. Aunque escribió obras teatrales y libros en prosa, destacó sobre todo como poeta. Es uno de los principales representantes de la generación del 27. Tras una profunda crisis espiritual, encontró un nuevo sentido a su vida en el compromiso político y social. Afiliado al Partido Comunista, abandona España hacia el exilio al final de la Guerra Civil, con su compañera, la también escritora María Teresa León. Regresa a España en 1977, y es elegido diputado al Congreso por el Partido Comunista. Fue nombrado Hijo Predilecto de Andalucía (1983) y Doctor Honoris Causa por la Universidad de Cádiz (1985). Su obra literaria fue galardonada con el Premio Cervantes (1983), Premio Roma (1991) y el Premio Nacional de Teatro (1980). Murió en su ciudad natal en 1999.
Abandonó su prometedora carrera como pintor, para dedicarse de lleno a la literatura, a partir de la publicación de Marinero en tierra, obra galardonada con el Premio Nacional de Literatura en 1925. Este libro inicia su etapa de neopopularismo, en la que encontramos formas y recursos de la lírica tradicional con un tratamiento nuevo, y a la que pertenecen también La amante (1926) y El alba del alhelí (1927). Posteriormente, combina la influencia de Góngora y la asimilación de las vanguardias, especialmente del surrealismo, en obras como Cal y canto (1926-27), Sobre los ángeles (1929) y Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos (1929), homenaje a las grandes figuras del cine mudo. En su siguiente etapa, la del compromiso político, apuesta por una poesía al servicio de sus ideas políticas. A Con los zapatos puestos tengo que morir (1930) seguirán El poeta en la calle (1931-1935), Un fantasma recorre Europa (1933), o De un momento a otro (1938). En el exilio continúa la poesía comprometida, pero compone también obras nostálgicas y evocadoras: Entre el clavel y la espada (1941), A la pintura (1948), Retornos de lo vivo lejano (1952), Baladas y canciones del Paraná (1954), Roma, peligro para caminantes (1968) u Ora marítima (1953), libro dedicado a Cádiz en el que se plasma la añoranza de su tierra natal. En el poema seleccionado, Alberti, desde el lejano exilio, se pregunta sobre la labor de los poetas de su tiempo en España: qué cantan, qué denuncian, a quiénes representan.

Otros poemas del autor en este blog: "Elegía" y "Gatos, gatos y gatos":
http://elhacedordesuenos.blogspot.com.es/2012/02/elegia-de-rafael-alberti.html
http://elhacedordesuenos.blogspot.com.es/2012/04/gatos-gatos-y-gatos-de-rafael-alberti.html