EL BLOG DE LA BIBLIOTECA DEL IES "GOYA" DE ZARAGOZA


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sábado, 30 de noviembre de 2019

En recuerdo de Javier Delgado


A Javier Delgado Echeverría (Zaragoza, 1953-2019),
in memoriam


                    

En el instituto Goya


    En el Instituto Goya encontraría unos cuantos profesores verdaderamente memorables y a quien siempre he considerado mi primer (¿y único?) maestro, don Serafín Agud, catedrático de Griego. Él fue quien, a mis quince años, me enseñó a estudiar y a disfrutar estudiando. Todo, con cierto esfuerzo, se podía comprender y la evidencia más cercana de su promesa la teníamos con la estructura de la lengua griega.
    Las clases de Latín del admirable don Manuel Gormaz, las de Filosofía de la exquisita Aquilina Satué, las de Ciencias Naturales de la apasionada señorita Lobato. Lo mejor, con todo, era el horario de aquel curso: sólo teníamos clases por la mañana. ¡Las tardes eran nuestras! Daba tiempo para estudiar el curso y para dedicarse cada uno a sus aficiones, lo que en mi caso pronto incluyó el estudio formal de la música.
    Resultó que algunos compañeros necesitaron pronto apoyo en su estudio de latín y griego y me pidieron que les diera clases. Me pagarían un poco cada uno y no gastaríamos nada porque se las daba mientras dábamos vueltas a la manzana del Instituto. Fruto de aquellas clases sería mi matrícula en el Conservatorio. Aquella experiencia me dio la idea de un plan personal: podía ganar mi independencia absoluta dando clases particulares. Aunque tenía que esperar a cumplir la mayoría de edad, los veintiuno, que se antojaban lejanísimos.
    Las clases de violín eran con Ángel Jaria, primer violín de la Orquesta de Cámara Ciudad de Zaragoza, con una biografía artística interesante: había sido alumno de Arbós, el cual lo fuera de Sarasate, así que estaba en muy buenas manos. Pronto don Ángel me propuso darme clases particulares. Él me prepararía y yo iría presentándome a los exámenes oficiales. Don Ángel se empeñó enseguida en pedirme por favor que ni se me ocurriera dedicarme a la música profesionalmente y desde luego no en nuestro país. Y me rogaba que les hiciera saber a mis padres mi opinión porque no quería sentirse responsable de una desgracia.
    Daba tiempo para más cosas aquellas tardes y pronto algunos amigos me propusieron actividades. Unas tenían que ver con el excursionismo y provenían de un grupo de afiliados a Acción Católica. Otras tenían que ver con el teatro y provenían de un grupo de militantes de la Unión de Juventudes Comunistas. Otras tenían que ver con la poesía, la pintura y, dicho rápidamente, la juerga y provenían de amigos sin adscripción a ningún grupo, como era mi propio caso. De todas formas lo que nos unía con unos y con otros no era precisamente su adscripción a nada sino la simpatía personal, el buen humor, las ganas de hacer cosas. En esos tres cursos coincidí en clase con estupendos compañeros, entre los que recuerdo especialmente a Ramón Acín, Arturo Ansón, Alejandro Arregui, José Antonio Blesa, Alberto Casamayor, Eudaldo (Lalo) Casanova, Luis Casanova Chulilla, Ramón Citoler, Luis Cortés, Ramón Cortés Arrese, Ángel Ferrero, Santiago Fustero, Jaime Garulo, Jesús Gracia, Enrique Guillén, José Madrazo, Javier Martínez Calvo, Gregorio Millas y Vicente Sánchez Mascaray.
    Con los amigos que eran de Acción Católica sólo acudí una tarde a una reunión en la plaza de la Seo, imagino que porque me invitaron. Me resultó desagradable ver cómo un cura bastante viejo les negaba, desde el lejano extremo de una gran mesa oscura, todo lo que ellos planteaban. La decepción de mis amigos era evidente y tampoco me hacía feliz ser testigo de su decepción.
    Los amigos sin adscripción acudíamos a los bares del casco viejo a reírnos durante horas. Generalmente andábamos por los barrios de San Pablo y de la Magdalena. Un lugar muy frecuentado era entonces el Faustino, en el que estudiantes del Instituto y de la Universidad nos encontrábamos allí armando jaleo, con el vino y los cacahuetes, muchas tardes. En esos encuentros llegaban noticias sobre lo que sucedía en la Universidad y en general en el país. De modo que acudir a esas juergas también era acudir a una especie de territorio libre en el que te informabas.
    De paso, aunque sólo fuera de escucharlas, aprendías viejas canciones del repertorio republicano, himnos diversos y los nombres de los mitos de la izquierda, entre quienes brillaba con luz propia el Che Guevara. No era raro salir a última hora entonando el emocionante himno de la CNT a voz en grito por el Coso Bajo. Creo que debo a Luis Calavia, universitario ya y maestro de aquellas ceremonias, haberme aprendido enseguida los versos y la melodía que cantaban a la libertad e incitaban a defenderla con fe y con valor.
    Pasé también muchas horas en la Biblioteca Provincial de la plaza de José Antonio (hoy de los Sitios) y en la librería Hesperia, sita en la misma plaza.

(Javier Delgado, Uno de los nuestros. Memorias de un joven comunista, 1969-1979, Biblioteca Aragonesa de Cultura, 2002, págs. 19-21)

Javier Delgado (andalán.es)
Javier Delgado Echeverría (Zaragoza, 1953-2019) fue bibliotecario, escritor, activista e investigador. Fue alumno del instituto Goya y trabajó en la biblioteca de la facultad de Letras desde 1980. Participó  en actividades teatrales (Teatro Estable y Teatro de la Ribera), periodísticas (Andalán), políticas (militó en el Partido Comunista desde 1970 a 1995) y literarias (A viva voz y Poesía en el campus).

Ha publicado narrativa -Érase una vez una niña (1983), Ética de la resistencia (1987), María (1992), Memoria vencida (1992), Cada vez infancia (1996), Jardines infinitos (2000) y dos partes de Regalo a los amigos-, poesía -Zaragoza marina (1982), El preso del humo (libro de horas profanas) (1988) y Amoramarte (2009)-, estudios sobre arte -Job en Veruela (1996), Retablo mayor (1999), Coro gótico de la Seo de Zaragoza (2000), Fachada del Perdón de la Colegiata de Daroca (2003), Mercado central de Zaragoza (2003), Fachadas de Félix Navarro (2003) y Centro Mercantil de Zaragoza (2004)- y sobre la presencia de la naturaleza en el arte y la literatura -Pequeña guía del parque grande (1997),  El huerto de piedra: flora esculpida en el claustro gótico del monasterio de Veruela (1998, en colaboración con Bernardo Lario), Un parque para el siglo XXI (2004) y Ciudadanos árboles. Guía de los árboles de Zaragoza (2007)- y el libro de memorias Uno de los nuestros. Memorias de un joven comunista, 1969-1979 (2002). 

En colaboración con José Antonio Labordeta escribió Recuerdos de Miguel Labordeta; con Vicente Cazcarra, Aragón. El regionalismo de los comunistas, y con Manuel Gil, Recuerdo rojo sobre fondo azul: luchas obreras en Zaragoza (1940-1975). También editó Cartas de la cárcel (1961-1967), 2019, del dirigente comunista Vicente Cazcarra.

viernes, 29 de noviembre de 2019

Encuentro con la poeta Laura Lahoz Ruesga

Un momento de la sesión con Laura Lahoz

El 4 de noviembre de 2019 se iniciaron las actividades del grupo "Leer juntos" con una sesión poética. Estuvo dedicada a dos apreciados exalumnos de este instituto Goya, Javier Delgado y Laura Lahoz Ruesga. Javier, fallecido recientemente, y Laura, que asistió y nos obsequió con la lectura de  los textos y poemas en homenaje a Javier y con la lectura y comentario de poemas de su último libro, El silencio dice.

Podríamos decir que la poesía es poner palabras a los pálpitos íntimos que nos inquietan, nos sacuden y nos envuelven en nubes, a veces negra, otras grises y algunas luminosas como anuncio de chispazos que emergen dando luz y que atrapamos en palabras.

Vivir en la oscuridad y poder salir de ella es el privilegio de los poetas. Cuántos impulsos y vivencias permanecen en la oscuridad por no tener el don de alumbrarlos en poemas. La magia del poeta es el arte de ver la poesía en tantas formas de vivir, de hacer, de caminar, danzar, mirar, hablar y de escribir poemas sin palabras.

¿Hay poesía más allá de los humanos? Creemos ver poesía en los cielos, en el viento, en el agua, en las flores, en las aves..., y que somos nosotros quienes la desvelamos. Pero cabe la duda de si es así o son los poetas los que con su mirar , su sentir o su amor o bien la desvelan o bien la crean y nos regalan en formas más ricas y bellas esa vida y esa naturaleza que somos. La poesía transforma lo prosaico, y lo vulgar ritual.

Laura Lahoz es poeta y escribe poesía. Nosotros la leemos, la hemos leído. Al leerla hemos querido penetrar en su mundo, en su universo, y nos hemos preguntado por lo que nos decía, nos hablaba o nos sugería, y si nuestros mundos se comunicaban y estaban o no en armonía.

Es difícil saber si existe la objetividad y menos cuando se trata de escribir sobre una velada poética y la persona que lo hace cree, desde su subjetividad, que la poesía es lo más subjetivo que puede darse en el ámbito de la escritura.

El silencio dice es el título del libro. ¿Cómo entender su título si nos quedamos en que el silencio es silencio y nada dice? El silencio puede ser nuestra sordera, la incapacidad de oír, de escuchar a otros y, sobre todo, a nosotros. En la soledad y cuando nos sentimos solos, parece que alguna necesidad o carencia nos impulsa a escuchar y, sobre todo, a escucharnos. Es en ese momento cuando el silencio puede hablarnos, cuando el silencio nos habla y nos dice y nos hace alumbrar palabras.

Los poemas se nos presentan en cuatro partes: "Perfil de nadie", "La voz ausente", "Textual" y "Rumbo interior". En la primera diríase que Laura vive su extrañeza, la ausencia de yo, la vaciedad del ser y de la pura exterioridad, mera forma vacía. En la segunda sentimos el silencio interior, la voz apagada, alienación en otras voces, ausencia profunda de la búsqueda de caminos para llegar a la palabra que rompa el silencio. En la tercera, "Textual", tras la extrañación y la búsqueda de sentido, aparecen las palabras que acaban con el silencio mudo, y el silencio empieza a balbucear. "Rumbo interior" nos lleva a perder el miedo, reconocer la propia fuerza, vivir el presente disfrutando el instante, mantener el ritmo, la energía con armonía. Encontrar el amor con los otros, el saber que te acompaña en la vida por delante y que fluye con las energías que crecen. La voz poética despierta, da vida de nuevo a la palabra, sugiere, hace bailar las ideas y titilar los sentimientos. La palabra ha logrado su destino.

Sus poemas son oscuros si no se conecta o si, aunque equivocados, creemos que hemos conectado con la vivencia que los alentó y dictó sus palabras. Poemas difíciles desde la visión de quien esto escribe. Poemas de hermosas palabras y de bella sonoridad, como el que sigue:
       
                                        PARÍS
                                     
                                       Será una aurora
                                       que se fija en la pupila.

                                       Las estructuras te cubren por completo,
                                       caminas en línea recta
                                       por el cielo
                                       para abordar el encuentro.

                                       Si hablas da igual el idioma,
                                       el mismo lenguaje te nombra.

                                       Quédate cerca,
                                       lo suficientemente lejos
                                       para estar lo bastante cerca.

                                       Los nervios son cuerdas
                                       que te dan movimiento.

                                       Hay hilos transparentes
                                       en tus pensamientos.

                                       Eres la tecla que enciende la luz
                                       de las madrugadas.

                                       Juntos damos vueltas
                                       sobre los ejes de los edificios,
                                       trepando por esa torre para ver el cielo.

                                       Ucronía.

                                       Será una aurora
                                       que se fije en la pupila.

La presencia de Laura Lahoz ayudó a entrar y a disfrutar de sus poemas. Laura, muy generosa, nos los leía con la cadencia y dulzura de su voz y nos desvelaba, sensible y humilde, el contexto de sus poemas y respondía a nuestras demandas y desnudaba su ser escondido tras su poesía oscura.

Todo un lujo de sesión, reflejo de ese ser hermoso que es Laura y que, inolvidable, me acompaña desde que la conocí en las aulas del Goya.

Inocencia Torres Martínez


Laura Lahoz (lastura.es)
Laura Lahoz Ruesga (Zaragoza, 1977) es licenciada en Filología Clásica (Universidad de Zaragoza), Máster en Edición (U. de Salamanca) y en Fomento de la Lectura (U. de Alcalá de Henares). Su ámbito de trabajo son las labores editoriales, las de gestión cultural y la docencia del alemán y de las lenguas clásicas. Miembro de letr@demolde editorial. Desde el año 2014 colabora junto a la actriz Mª José Moreno en recitales poéticos. Su obra literaria incluye: Constantes vitales (2014), Teoría del color (2015) y El silencio dice (2019). Está incluida en las siguientes antologías: Parnaso 2.0: Un mar de labrantíos. Antología de poesía aragonesa del siglo XXI (2016), La Mística (2016), Con clave de Fa aún mayor (2015), Los Borbones en Pelotas (2015) y Yin. Antología de Poetas Aragonesas (1966-2010), 2010.

jueves, 28 de noviembre de 2019

XI Semana de la literatura de misterio y terror


Con el final de mes se clausurará la exposición que ha decorado los pasillos de acceso a la biblioteca sobre ilustraciones y otras manifestaciones artísticas en torno al MIEDO… pero recordemos, antes de comentar la exposición, cómo abrimos el mes de noviembre (en realidad, unos días antes, el 28 de octubre): con la celebración, ya tradicional en el Goya, de la Semana de misterio y terror.


 Durante diez días, los libros de este género dejaron provisionalmente sus anaqueles habituales para exhibir sus cubiertas sobre manteles negros en mesas o expositores de la biblioteca buscando atrapar la atención de los lectores curiosos.


 No faltaron tampoco este año las visitas de los alumnos y alumnas de la ESO a la biblioteca, en cuya sala histórica, ambientada según la temática terrorífica pero a la vez festiva, escucharon en boca de los profesores de Lengua historias espeluznantes o misteriosas: desde los cuentos de terror clásicos (de Allan Poe, de Horacio Quiroga y otros) o las viejas leyendas folclóricas, como la mexicana “La llorona”, hasta relatos literarios modernos como “El devorador de sombras” del genial Gregorio Morales. Hubo grupos de alumnos que escucharon audiciones radiofónicas de leyendas urbanas o de adaptaciones dramatizadas de famosos relatos de terror como “El mono”, de Stephen King, o “La caída de la casa Usher”, de Allan Poe, entre otras. También se hicieron talleres de cuentos de terror en clase a partir de personajes célebres del género como el conde Drácula o el monstruo de Frankenstein. Por último, algunos alumnos de 1º de ESO leyeron o contaron a sus compañeros cuentos de su elección.



Pasada la Semana, otras actividades se han realizado durante este mes, a saber, la creación de relatos de misterio y terror por parte de los alumnos, de la que daremos cuenta en nuestra revista “Cuadernos de biblioteca” del primer trimestre, y la exposición –mencionada arriba– de los trabajos de los alumnos de 1º del Bachillerato de Artes para la asignatura Artes del Libro. Nos explican su proyecto sobre EL MIEDO:
La guerra
Las pesadillas
Lo oculto
Lo sobrenatural
El canibalismo
La decapitación
El genocidio
La locura

“Buscamos una definición que pudiera unir los conceptos que desgajamos y asociamos con esa sensación fatal y nos cogemos de la mano de Lovecraft. Este escritor de literatura de terror, uno de los más influyentes del siglo XX, explica que lo desconocido era para nuestros antepasados una gran amenaza, ya que fenómenos como los climatológicos, los cuales no entendían, les podían ocasionar grandes desgracias.
         
 Hoy en día, podemos asociar el concepto de ese MIEDO a lo desconocido tanto respecto a lugares, visiones, seres imaginarios o reales, como a las actuaciones de los mismos que traspasan los límites de lo racional y el respeto.
         

  El HORROR de una guerra o de la amenaza de la misma es un sentimiento real del miedo extremadamente grave y que asociamos con ‘desgracia, desolación, dolor, violencia y violación de derechos humanos’. Y el TERROR que pueden transmitir los seres sobrenaturales, monstruos o arquetipos tanto literarios como mitológicos esconde un MIEDO relacionado con la ficción que relacionamos con ‘susto, inquietud o temor’.
        
Los proyectos están inspirados en pinturas, dibujos, ilustraciones y fotografías de la historia del Arte a través de la obra de Goya, Dalí, Caravaggio y Eddie Adams, entre otros. Hemos aportado con distintas técnicas pictóricas nuestras visiones y sentimientos, tras un intenso análisis, y además nos hemos acompañado de citas literarias que nos comunican con todos los tiempos.
        
Las historias cuentan y la Historia enseña desde una perspectiva actual lo ocurrido en el pasado con un peso de importancia vital para la sociedad.”
         









Los alumnos que han trabajado en este proyecto son Erika Aguado, Cristina Bernad, Sergio Blasco, Oriana Brown, Amanda Hernández, Verónica López, Aidan Miranda y Celia Pérez.



domingo, 24 de noviembre de 2019

"Ya no", de Idea Vilariño

Idea Vilariño


Ya no


Ya no será
ya no
no viviremos juntos
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme
nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.


No llegaré a saber
por qué ni cómo nunca
ni si era de verdad
lo que dijiste que era
ni quién fuiste
ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido
vivir juntos
querernos
esperarnos
estar.


Ya no soy más que yo
para siempre y tú
ya
no serás para mí
más que tú. Ya no estás
en un día futuro
no sabré dónde vives
con quién
ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca
como esa noche
nunca.


No volveré a tocarte.


No te veré morir.

     
                    De   Poemas de amor


"Ya no" (o "Ya no será"), compuesto en 1958, se añadió a una reedición de Poemas de amor, libro de 1957 que Idea Vilariño  (1920-2009) dedicó a Juan Carlos Onetti (1909-1994) en su edición de 1958. Esta "enumeración atroz", según definición de  Leila Guerrero, compone uno de los más hermosos y desgarradores poemas de desamor, escrito tras una ruptura con Onetti que se contempla como definitiva. Como observa Elena Medel, la autora desgrana en el poema una "letanía de experiencias con las que se contaba pero que jamás se vivirán, y en la que Idea Vilariño se despide de una relación y se despide -al mismo tiempo- de la cotidianidad que esa relación le habría deparado". 


Para Fernando Casales, el poema es un testimonio del vaivén entre Eros y Tanathos en que se produce la existencia de la autora:
En el poema "Ya no" el adverbio temporal "ya" ubica en el tiempo la negación. Se instala así en un presente permanente que se teje desde el título hasta el último verso del poema. El amor es padecido y gozado por los hombres. El tiempo también y en este ámbito obsesivamente humano se instala el "no" que señala la ausencia y por esta a la muerte.
En  parecido sentido interpreta Enzo Cárcano este poema, "íntegramente vertebrado por sucesivas negaciones":
"Ya no" puede ser leído como la representación de un despojo que va in crescendo, de un tránsito de la vida a la muerte: del -si bien negado- "vivir" del tercer verso al "morir" del último. Aun precedidas por la construcción "ya no", las acciones del sujeto respecto del mencionadas en los primeros versos ("criaré", "coseré", "besaré") lo concretizan. Sin embargo, inmediatamente se difumina entre preguntas ("quién fuiste", "qué fui para ti") para llegar, en los versos 18-20, al completo despojo: "querernos", "esperarnos", "estar", en una serie de infinitivos que, como tales, carecen de conjugaciones de persona y de tiempo, y cuyo último elemento subraya la indeterminación. El hiato entre el yo y el se confirma con los versos "Ya no soy más que yo /para siempre, y tú /ya / no serás para mí /más que tú": el yo para siempre en singular y el , en adelante, ajeno, extraño.

Idea, en el apartamento de Onetti (en la imagen) y Dolly, en
Avda. de las Américas, Madrid, 1987

Onetti y Vilariño se conocieron  en un bar de Montevideo situado cerca de la playa , en una reunión de los integrantes de la revista Número, celebrada a finales de 1950 o principios de 1951, con motivo de la publicación de La vida breve (1950) de Onetti. Pese a los prejuicios que cada uno tenía acerca del otro -para Idea, Onetti era un cretino y un mujeriego; él pensaba que Idea era una mujer poco atractiva que "pescaba" cada día a un hombre para pasar la noche-, se enamoraron. Él se encontró con una mujer hermosa, de la que le atrajo sobre todo su sonrisa "gioconda", y ella vio en él a un hombre seductor e inteligente del que se enamoró esa misma noche ("Me enamoré, me enamoré, me enamoré", confesaría después). Meses más tarde tuvo lugar el encuentro definitivo que dio inicio a una relación pasional intermitente, con rupturas explosivas y reconciliaciones, que se prolongó de alguna forma hasta 1974 y que Manuela Cano Pulido resume así:
Era una relación paradójica. Se amaban y se odiaban. [...] se enviaron cartas durante toda su vida, se dedicaron libros y nunca estuvieron del todo juntos.
Vilariño afirmó en su poema "O fueron nueve" que en todos esos años de relación no pasaron más de nueve noches juntos y confesó a Esther Gilio, biógrafa de Onetti: 
había un hombre que llegaba a mi casa sin aviso, a cualquier hora, cerrábamos las puertas y las ventanas. Se detenían todos los relojes. Ya no sabíamos si era de día o de noche o si era sábado. Nos transformábamos en enemigos, en parientes, en desconocidos. Era una experiencia de éxtasis.

Onetti con Dolly (escaramuza.com.uy)
Durante sus años de relación, que nunca fue secreta, ambos tuvieron otras parejas. Cuando llevaban tres años juntos Onetti contrajo matrimonio con Dorotea Muhr (Dolly), su cuarta esposa,  quien conocía la existencia de Idea en la vida de Onetti. Vilariño no se casó hasta 1975, cuando ya no eran pareja y Onetti se había exiliado en España, donde ella lo  visitó en 1987 y 1989.  Pero antes hubo otros hombres en su vida:
Una noche me llamó desesperado para que fuera a verlo. Yo estaba con alguien que me amaba y lo dejé para pasar una noche con él. Y recuerdo que lo único que hicimos fue ponernos de espalda, leyendo un libro él, y yo otro. A la mañana siguiente, le agarré la cara y le dije: sos un burro Onetti, sos un perro, sos un camello. Y me fui.
Tras estos encuentros, venían largas separaciones, ocasionadas por motivos diversos. Vilariño contó que  una tarde de agosto de 1961, cuando llevaban casi tres días encerrados en un cuarto, ella tuvo noticia del asesinato del profesor Arbelio Ramírez y decidió salir para asistir a la asamblea de profesores convocada por el sindicato. Él le amenazó con que si se marchaba, no lo encontraría cuando volviera. Y cumplió su amenaza: 
Cuando vi la luz prendida pensé que estaba pero cuando abrí la puerta fue como si me golpearan en el pecho. Había dejado una nota insultándome y diciéndome un montón de barbaridades. Y mis poemas, unos poemas de amor que le había dado, estaban arrugados y tirados a los pies de la cama.
El reencuentro no se produciría hasta el 15 de marzo  1974, en el hospital psiquiátrico Etchepare, donde  Onetti estuvo internado durante tres meses, acusado de pornografía  por  la junta militar por presidir el jurado literario que premió el cuento "El guardaespaldas", de Nelson Marra. Durante la visita hubo reproches mutuos y aclaraciones -"Nos moriremos sin aprender a hablarnos", le dijo Idea-,  pero también ternura y pasión : 
Me levanté y quise tocarlo, tocar su mejilla con la mía. Apenas llegaba a él cuando me agarró con un vigor desesperado y me besó con el beso más grande, más tremendo que me hayan dado, que me vayan a dar nunca, y apenas comenzó su beso sollozó, empezó a sollozar por detrás de aquel beso, después del cual debí morirme. 
Dedicatoria manuscrita de la edición
en italiano de Los adioses, la única en
la que la imprenta no incluyó la dedi-
catoria a Vilariño
Su historia de amor fue una  sucesión de desencuentros. Él, que le había dedicado su novela Los adioses (1955), dijo que creía que ella no lo había amado nunca, que fue algo puramente intelectual. Esa incredulidad para aceptar el amor de Idea coincide, en opinión de Teresa García Díaz, con la perspectiva  del poema "Y el pan de cada día", uno de los tres poemas de Onetti que se han conservado, en el que "el yo poético manifiesta inseguridad en el terreno amoroso por el desconocimiento de la pareja", lo que le hace sentir lejos "del paraíso imaginado" de una vida en común:
Sólo conozco de ti /la sonrisa gioconda / con labios separados / el misterio / mi terca obsesión / de desvelarlo / y avanzar porfiado / y sorprendido / tanteando tu pasado / Sólo conozco / la dulce leche de tus dientes / la leche plácida y burlona / que me separa / y para siempre / del paraíso imaginado / del imposible mañana / de paz y dicha silenciosa / de abrigo y pan compartido / de algún objeto cotidiano / que yo pudiera llamar / nuestro.
Ella, por su parte,  afirmó que nunca debió enamorarse de Onetti: 
Es el último hombre de quien debí enamorarme porque éramos lo más imposible de ligar que había. Nunca entendió el ABC de mi vida, nunca me entendió como ser humano, como persona. [...] Todavía me pregunto por qué aguanté tanto, por qué volví tantas veces.
Pero, con todo, reconoció  que había sido el hombre más importante de su vida y que  esas pocas noches  que pasaron juntos valieron para ella "como el amor más largo", como expresa en el poema "O fueron nueve": 
Tal vez tuvimos solo siete noches / no sé / no las conté /cómo hubiera podido. / Tal vez no más que seis / o fueron nueve. / No sé / pero valieron / como el amor más largo. / Tal vez de cuatro o cinco noches como esas / pero precisamente como esas / tal vez / pueda vivirse / como de un largo amor / toda una vida.
Juan Carlos Onetti [elhistoriador.com.ar]

La información sobre Idea Vilariño y Juan Carlos Onetti  procede de:

 -Manuela Cano Pulido, "Idea Vilariño y Juan Carlos Onetti: La sonrisa de Gioconda y el seductor existencialista", en elespectador.com.
-Enzo Cárcano, "Una pasión honesta": Idea Vilariño y la puesta en voz de su poesía", en revistasunal.edu.co.
-Roberto Careaga C., "La pasión terrible de Idea Vilariño", en Revista de Libros El Mercurio, 04 /10 /2015.
-Fernando Casales, "Idea Vilariño: Eros y Tanathos", en  http://www.ucm.es/info/especulo/numero34/ideavila.html.
-Teresa García Díaz, "La espera, el adiós y la trascendencia: Idea Vilariño y Juan Carlos Onetti", en literalmagazine.com.
-Ana-Inés Larre BorgesEl arte de esperar: Correspondencia Idea Vilariño-Juan Carlos Onetti, Biblioteca Nacional de Uruguay, 2014.
 -Inés Martín Rodrigo, "Idea Vilariño, la poeta que quiso vivir", en abc.es.
-Blanca Elena Pantin, "Idea Vilariño y Onetti, una pasión", en literaturarioplatense.blogspot.com.