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domingo, 10 de noviembre de 2013

"Donde habite el olvido", de Luis Cernuda


                             Foto: Josefina López


                 DONDE HABITE EL OLVIDO

Donde habite el olvido,
en los vastos jardines sin aurora;
donde yo solo sea
memoria de una piedra sepultada entre ortigas,
sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje
al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
no esconda como acero
en mi pecho su ala,
sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

Allá donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
sometiendo a otra vida su vida,
sin más horizontes que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean más que nombres,
cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
disuelto en niebla, ausencia,
ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;
donde habite el olvido.

                   (Luis Cernuda, de Donde habite el olvido, 1932-1933)


      El pasado 5 de noviembre se cumplieron  cincuenta años de la muerte en el exilio mexicano de Luis Cernuda (Sevilla,1902-México,1963), el poeta del 27 con más influencia en la época actual, "el más vivo y el más contemporáneo entre todos los grandes poetas del 27", como escribió Gil de Biedma en 1962, y posiblemente "la figura española del siglo XX que mejor se puede codear con un Kavafis, un Pessoa, un Rilke o un Auden -es decir, el más en sintonía con la modernidad- y, junto a su fibra neorromántica, destaca en él una vena meditativa de honda entraña existencial que ha iluminado a las promociones poéticas posteriores", en opinión de Carles Barba.

Luis Cernuda en Málaga, 1933
     Luis Cernuda concibe su poesía como un todo unitario, por ello  en 1936 reunió sus poemarios en un solo volumen titulado La realidad y el deseo. A partir de entonces, irá presentando sus obras poéticas como secciones sucesivas de un único libro. El título del mismo  hace referencia al tema primordial de su obra:  la lucha entre los anhelos más íntimos y una realidad que reprime los deseos vitales del poeta (deseo de belleza, de libertad, de amor, de felicidad y de pureza). La poesía representa para él el instrumento para romper con esa realidad, que es el espacio de la frustración, de la ausencia y del caosSu condición de homosexual y su conciencia de ser un marginado por ello explican su desacuerdo con el mundo y su rebeldía. 
     A su etapa de formación -bajo el influjo de la poesía pura (Perfil del aire, 1927) y de los clásicos españoles, sobre todo de Garcilaso, (Égloga, elegía y oda, 1927)-, siguen dos libros de inspiración surrealista en los que expresa su malestar íntimo:Un río, un amor (1929) y Los placeres prohibidos (1931).  
     A partir  de 1932 comienza a apartarse de modas para seguir un camino en solitario, con una poesía  que rechaza los ritmos marcados, la rima y el estilo brillante, sustituido por un tono conversacional aprendido de algunos poetas ingleses. Su voz más personal surge a partir de su reencuentro  con Bécquer en Donde habite el olvido (1933), título tomado de un  verso de la rima LXVI ("donde habite el olvido /allí estará mi tumba."). El libro, de una desgarrada sinceridad,  es el testimonio de una historia de amor rota de forma dolorosa que,  recuerda en Ocnos, dejó al poeta " sin calma para reposar por la noche, sin fuerzas para afrontar el día." Hundido por el sufrimiento amoroso, renuncia a todo, mientras el nihilismo y la más absoluta desolación se apoderan de su ánimo: "No sé nada, no quiero nada, no espero nada. Y aun si pudiera esperar algo, sólo sería morir allí donde no hubiese penetrado aún esta grotesca civilización que envanece a los hombres." Representativo de su estado anímico  es el poema elegido -pórtico del libro al que da título-, formado exclusivamente por oraciones subordinadas, donde el yo poético quiere huir del tormento del amor, "ángel terrible"  y del deseo, y encontrar un lugar donde "disuelto en niebla" poder olvidar; pero el olvido representa la muerte del amor y, en consecuencia, la muerte espiritual. Después  el poeta herido se distancia del mundo y busca consuelo en la soledad, tema esencial en Invocaciones (1934-1935), libro formado por diez memorables poemas extensos, como el "Soliloquio del farero."
     En el exilio publica Las nubes (1937-1940), Como quien espera el alba (1941-1944), Con las horas contadas (1950-1956) y Desolación de la quimera (1956-1962), poemarios de  un lenguaje cada vez más sobrio y contenido en  los que, junto a sus temas fundamentales, aparece también la España lejana. En prosa escribió Ocnos (1942), hermosa evocación de su infancia andaluza.
    
Otros poemas del autor en este blog:

Para saber más:
http://cvc.cervantes.es/ACTCULT/cernuda/biografia.htm

1 comentario:

  1. Precioso, pese a algún alambicamiento que, en una primera lectura confunde un poco, como eso del amor como ala de acero, pero que una vez comprendida su temática queda totalmente justificado y engrana perfectamente. Me ha gustado mucho por su tono y su desolación que, al mismo tiempo, es un alivio a esta vida tan chunga.
    No sabía yo que era el poeta mejor valorado en la actualidad de los del 27.
    Carlos San Miguel

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