Retrato de Garcilaso de la Vega |
¿QUE HACÍAS TÚ EN LA GUERRA, GARCILASO?
A cada cual lo suyo, pero dime ¿qué hacías en la guerra, desdichado? ¿Qué hacías tú en los campos de batalla, si lo tuyo era el prado nemoroso, el murmullo del río y los pastores?
No puedo imaginarte lanza en ristre, no te puedo pensar hiriendo cuerpos o revolcado en sangre. Tú con peto, loriga y estandarte. Tú defendiendo imperios y ambiciones. ¿Cómo pudo pasarte ese estropicio? Si tu ambición estaba en las palabras, en las remotas ascuas de los verbos, en la súbita llamarada de un pronombre que ardía como un grito en el desierto.
Lo justo hubiera sido que murieras de amor, como Abelardo, que hubieses acabado entre unos brazos, repitiendo "te quiero". Pero morir en una tierra extraña, morir lejos de Elisa, caballero, lejos del cielo que abrigó tus ansias. Qué estafa, amigo mío, qué injusticia. Contigo fue el destino bien avaro.
Cuando leo tus versos temblorosos, tus sonetos, tus dolientes endecasílabos, tus églogas, tu vida: siento que la nostalgia me devora. Lo justo hubiera sido que cayeses entre suspiros, que terminases recordando los ojos de tu amada y confundiendo aquel temblor postrero con la dulce inquietud de sus caricias. ¡Oh mi incansable amante, mi empecinado soñador, no tiene Elisa lágrimas bastantes para llorar conmigo!
(Francisca Aguirre, de Los maestros cantores)
Francisca Aguirre con Félix Grande |
En 1966, tras la lectura del poema “Esperando a los bárbaros” de Kavafis, quema toda su producción poética anterior y empieza a escribir un nuevo libro: Ítaca (1972), galardonado con el premio de poesía Leopoldo Panero. A este seguirán poemarios como Los trescientos escalones (1977), Premio Ciudad de Irún; Ensayo general, (1996), XV Premio Esquío; Pavana del desasosiego (1998), Premio María Isabel Fernández Simal; Ensayo general. Poesía completa (1966-2000), Premio de la Crítica de la Generalitat Valenciana; La herida absurda (2006); Nanas para dormir desperdicios (2007), Premio Valencia de poesía. Su obra Historia de una anatomía (2010) —dedicada a la memoria de su padre y a la importancia del cuerpo— ha recibido el Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández 2010 y el Premio Nacional de Poesía 2011, otorgado por el Ministerio de Cultura. El galardón coincide con la publicación como obra independiente de Los maestros cantores, obra a la que pertenece el poema elegido, poema en prosa sobre Garcilaso de la Vega —uno de sus poetas más leídos, con el que confiesa haber llorado “a tumbos”—, muerto prematuramente en 1536, a consecuencia de las heridas recibidas en una acción de guerra. Ha publicado también el libro de relatos Que planche Rosa Luxemburgo (Premio Galiana, 1994) y el libro de recuerdos Espejito, espejito (1995).
Francisca Aguirre pertenece a la llamada "otra generación del 50", la formada por poetas mujeres (como Angelina Gatell, Julia Uceda y María Beneyto) que inicialmente quedaron fuera de las antologías de la época. La aparición tardía de su primer poemario, cuando la obra de sus coetáneos (Valente, Brines, Ángel González, Caballero Bonald o Gil de Biedma) estaba ya consolidada, la situó fuera de los cánones literarios, y aunque la crítica ha prestado atención a su producción literaria, ha tenido un reconocimiento institucional tardío.
Actualización (13 de noviembre de 2018):
Francisca Aguirre ha sido galardonada con el Premio Nacional de las Letras 2018, reconocimiento concedido por el Ministerio de Cultura que distingue el conjunto de la obra de un autor español.
Actualización (14/04/2019):
Francisca Aguirre falleció en su domicilio de Madrid el 13 de abril de 2019, a los 88 años.
Manuel Rico (El País, 14/04/2019) escribe sobre la autora:
participó en la consolidación de una poesía hecha de cotidianidad y de meditación, de precisión formal y de aliento colectivo a la que las mujeres que vivieron los años más duros de la posguerra en el lugar de los vencidos aportaron altas dosis de experiencia y de lucidez. Su mirada hacia la realidad nunca fue complaciente: siempre estuvo atenta a los males colectivos y, en la estela del Machado más esencial, el de las Soledades más que el de Campos de Castilla, pero también asimilando ecos de Miguel Hernández, o de José Hierro, a quien le unió una profunda amistad, acabó construyendo una obra de un alto nivel de calidad pese a los tonos conversacionales y directos que dominan en la mayor parte de los poemas.
http://elhacedordesuenos.blogspot.com.es/2011/06/poema-de-la-semana_26.html
Dos poemas de Guadalupe Grande:
Maravilloso. No tengo palabras.
ResponderEliminarJajaja...pobre Garcilaso ¡Menuda bronca por pretender cumplir con lo que las damas esperaban de un caballero! ¡Estas las sus señoras modernas...!
ResponderEliminarEs que Garcilaso se hacía muy simpático al estudiarlo, es verdad. Pero luego se olvida uno de él...se acuerda uno más de Jorge Manrique, de los místicos Fray Luis y Santa Teresa...su muerte lo demuestra: la tragedia y lo chungo vence a las dulzuras y melancolías del Amor.
Carlos San Miguel