"Los trescientos escalones" es el poema clave que da nombre al segundo poemario de Francisca Aguirre, con el que ganó el Premio Ciudad de Irún en 1976. Toma su título de un cuadro perdido del padre de la autora, el pintor Lorenzo Aguirre, que fue también policía y ocupó cargos de responsabilidad durante la Segunda República. En él, la escritora rememora el pasado y desvela algunas claves fundamentales de su existencia: el exilio, la estancia en París y en el puerto de Le Havre esperando un barco que los trasladase a América, la llegada de los alemanes y el regreso a España, donde su padre fue detenido, condenado a muerte y ejecutado en la cárcel madrileña de Porlier bajo la acusación de auxilio a la rebelión.
Francisca Aguirre. Al fondo, el cuadro Japonesita, pintado por su padre en 1940. [Ed. Tigres de papel] |
En entrevista concedida a Noni Benegas ("Francisca Aguirre: Las palabras y la memoria histórica son mis dos grandes amores", en www.cervantesvirtual.com), desvela su intención al escribir este poemario en la casa alquilada por su abuela en 1940, la casa donde sigue viviendo la autora y donde comenzó su idilio con las palabras:
La de Francisca Aguirre fue una de las muchas familias que se vieron obligadas a salir de España en los primeros meses de 1939: se calcula que, entre el 28 de enero y el 13 de febrero, 475.000 españoles cruzaron a Francia desde Cataluña huyendo del avance de las tropas franquistas, en lo que se conoce como La Retirada. La autora recuerda que su padre le contó que a la vez cruzó el poeta Antonio Machado, el que después se convertiría para ella -considerada la más machadiana de los poetas de su generación- en "el primero de sus dioses literarios". Sin embargo, no llegó a ver a don Antonio, como lamenta en otro de los poemas de Los trescientos escalones, "Frontera", que puedes escuchar recitado por la autora:
Aquí rememoré los mágicos días que mis hermanitas y yo vivimos en Le Havre y fue aquí donde tras atravesar el infierno que fue la vuelta a España, recuperé, llena de nostalgia y miedo, los cantarines descensos de los trescientos escalones de Le Havre cogidas de la mano de papá hasta llegar al jardín donde él instalaba su caballete y pintaba mientras canturreaba. Duró poco ese tiempo. Un par de meses después empezaron los bombardeos alemanes. Pero ya para siempre mis hermanas y yo recordaremos a papá pintando y cantando mientras nosotras jugábamos al corro o saltábamos a la comba. Cuando escribí Los trescientos escalones solo pretendía, además de conservar los detalles de aquel tiempo, dejar constancia de que, a pesar de la desdicha y el horror de la guerra, aquellas tres niñas y su padre fueron felices bajo el cielo de Le Havre. Tanto mis hermanas como yo hemos tenido la suerte de tener una madre que nunca nos permitió olvidar todo lo hermoso que le debíamos a nuestro padre, siempre nos recordaba cómo cantaba, cómo nos mecía con sardanas, cómo nos llevaba a caballito a dormir. Y sobre todo, el extraordinario y feliz pintor que fue.Porque, como observa Santos Domínguez (encuentrosconlasletras.blogspot.com), Los trescientos escalones es también "una obra celebratoria en la que hay un homenaje constante a lo que nos salva de la desgracia": la amistad, la literatura, la música o la pintura.
Francisca Aguirre y Guadalupe Grande, su hija. Foto: Demian Ortiz |
La de Francisca Aguirre fue una de las muchas familias que se vieron obligadas a salir de España en los primeros meses de 1939: se calcula que, entre el 28 de enero y el 13 de febrero, 475.000 españoles cruzaron a Francia desde Cataluña huyendo del avance de las tropas franquistas, en lo que se conoce como La Retirada. La autora recuerda que su padre le contó que a la vez cruzó el poeta Antonio Machado, el que después se convertiría para ella -considerada la más machadiana de los poetas de su generación- en "el primero de sus dioses literarios". Sin embargo, no llegó a ver a don Antonio, como lamenta en otro de los poemas de Los trescientos escalones, "Frontera", que puedes escuchar recitado por la autora:
Actualización (14/04/2019):
Francisca Aguirre falleció el 13 de abril de 2019 en su domicilio de Madrid, a los 88 años.
Otros poemas de la autora en este blog:
Esta señora me parece una extraordinaria poeta.
ResponderEliminarLo que cuenta aquí, estos días de huída de miles de refugiados afganos ante los bárbaros barbados ésos, está de plena actualidad.
Carlos San Miguel
Impresiona la expresión del alma de Paca en el contexto histórico en el que los desastres de las políticas europeas y la confluencia de los desastres bélicos que enfrentan a los seres humanos por sus planteamientos religiosos e ideológicos y la nostalgia del exilio forzoso y la coincidencia en el sufrimiento con su admirado poeta Antonio Machado.
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