EL BLOG DE LA BIBLIOTECA "IRENE VALLEJO" DEL IES GOYA DE ZARAGOZA


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domingo, 30 de septiembre de 2018

"Pregunto por las mujeres de mi casa", de Daisy Zamora


© María María Acha-Kutscher



                              LINAJE


Pregunto por las mujeres de mi casa.

Desde niña supe la historia del bisabuelo:
Científico, diplomático, liberal, político,
padre de prole numerosa y distinguida.

¿Y Doña Isolina Reyes, casada con él desde
los quince años hasta su muerte, cuál fue su historia?

Mi abuelo materno se graduó Cum Laude
en la Universidad de Filadelfia
y aún se conserva su tesis, fechada en 1900.
Dirigió la construcción de kilómetros de vía férrea,
y sólo la muerte repentina truncó su sueño
de extender el ferrocarril hasta la Costa Atlántica.
Nueve hijos e hijas lo lloraron.

¿Y su esposa Rudecinda, que parió esos hijos,
los cuidó y amamantó, qué sé de ella?

Pregunto por las mujeres de mi casa.

Mi otro abuelo era un patriarca
cuya sombra amparaba a la familia entera
(incluidos cuñados, primos, parientes lejanos, amigos,
conocidos, y hasta enemigos).
Empeñó su vida en ampliar un patrimonio
que todos dilapidaron después de su muerte.

¿Y a mi abuela Ilse, ya viuda y despojada
que le quedó, sino morirse?

Pregunto por mí, por ellas, por las mujeres de mi casa.

            De A cada quién la vida, 1994



Daisy Zamora [NODAL Cultura]
Daisy Zamora (Managua, Nicaragua, 1950) es una de las voces más destacadas de la poesía latinoamericana actual, conocida también por su defensa de los derechos de la mujer. Nacida en una familia rica, liberal y activa políticamente, se licenció en Psicopedagogía y en Psicología por la Universidad Centroamericana (UCA) de Managua, con posgrado en gerencia de empresas por el Instituto Centroamericano de Administración de Empresas (INCAE). 

En la década de los 70 se involucró en la lucha contra la dictadura de Somoza, y en 1973 se unió al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Vivió exiliada en Honduras, Panamá y Costa Rica. Durante  la revolución sandinista,  fue combatiente de FSLN, formó parte del operativo de la toma del Palacio Nacional, y fue responsable de programación de la clandestina Radio Sandino  en 1979, coincidiendo con el final de la ofensiva sandinista. Tras el triunfo de la revolución fue nombrada viceministra de cultura y trabajó con el poeta Ernesto Cardenal, Ministro de Cultura, en la revitalización de  la vida cultural del país y en un ambicioso programa de alfabetización. Fundadora y miembro de la Coalición de Mujeres en Nicaragua, en 1992 editó La mujer nicaragüense en la poesía, la primera antología de mujeres poetas nicaragüenses. De 1990 a 1995 ejerció la docencia como catedrática en la Escuela de Artes y Letras, y en la Escuela de Periodismo de la UCA. En 1997 se trasladó a Estados Unidos. Actualmente enseña en la Universidad de San Francisco y en San Francisco State University. Está casada con el escritor George Evans y es madre de tres hijos.

Ha publicado  poemarios en español  y  en inglés (en Estados Unidos e Inglaterra). La violenta espuma (1982), En limpio se escribe la vida (1988), A cada quién la vida (1994),  Fiel al corazón (2005), Tierra de nadie, tierra de todos (2007) y Cómo te ve tu hombre (Diccionario de bolsillo para mujeres), 2017, son sus títulos en castellano. Su obra, que también incluye ensayos y artículos periodísticos, ha sido traducida a varios idiomas y reconocida con premios, entre los que se cuentan el del California Arts Council y, en Nicaragua, el Premio Nacional de Poesía "Mariano Fiallos Gil".

Con Ernesto Cardenal, en 2013 [www.minervaonline.it]

domingo, 23 de septiembre de 2018

"Misterios", de Marcos Díez



     Misterios

A veces, simplemente, desearía
crecer a la manera de los árboles,
estar siempre en mi sitio, ser el sitio,
dejar que el mundo sea lo inmediato,
jamás representarlo, pertenecer a él
como el grano de arena que no piensa en la playa,
como el hombre que no piensa en la historia.

A veces, simplemente, desearía
que habitase mi cuerpo 
un idioma que nada significa,
no intentar descifrar ningún misterio.

Quizá el misterio sea
la más inútil niebla de la mente.

               De Desguace, Visor, 2018



Marcos Díez Manrique (Santander, 1976) es escritor y periodista cuya trayectoria profesional ha estado vinculada a los medios de comunicación y a la producción audiovisual. Desde 2011 dirige la Fundación Santander Creativa.

Como poeta, ha publicado Quince pequeños apuntes sobre la longitud de la tristeza (Premio José Hierro 1998), la plaquette Aprendiendo a ser Clint Eastwood (1999), Puntos de Apoyo (2011), Combustión (2014, Premio Internacional de poesía Hermanos Argensola y Premio de poesía Alcalá de Henares) y Desguace (Premio de poesía Ciudad de Burgos). Es autor, además, del libro de cuentos Desdoblados (2012). En El festín (2017) recoge los artículos semanales publicados en eldiario.es en Cantabria.

Respecto a su producción audiovisual, ha sido director y guionista de los cortometrajes Fe y Todo incluido, y ha escrito los guiones de El sueño de Caracol y de Intercambios.

domingo, 16 de septiembre de 2018

"Los invitados", de Pablo Martínez Zarracina

Foto: Elliott Erwitt, 1961



           LOS INVITADOS


Dame la mano. Ven. Abandonemos
esta fiesta insistente
en la que hace tanto tiempo que estamos
atrapados
sin saber ya muy bien qué se celebra.

Busquemos el refugio de un rincón
velado por la sombra
o ganemos mejor la intimidad
de esos cuartos de arriba en los que los abrigos
aprovechan la ausencia de sus dueños
para fingir que han sido asesinados
sobre una cama ajena y misteriosa.

Nadie se dará cuenta. Sígueme.

Entremos con cuidado en esa habitación
y cerremos la puerta,
acallando las risas y los suaves aplausos
que animan al pianista a interpretar
una canción radiante, de otro tiempo.

Y ahora que estamos solos, ven aquí.
Déjame que te diga: "Estás preciosa"
y vamos a abrazarnos un instante,
en medio del silencio,
sintiendo en lo más hondo, muy profundo,
la alegría profunda de estar vivos.

                            De Los invitados, 2005

Pablo Martínez Zarracina


Pablo Martínez Zarracina nació en Bilbao en 1974. Es columnista y crítico literario del diario El Correo. Ha publicado tres libros de poemas -Señales de vida (ganador del XIV Premio de Poesía Esperanza Spínola, Ayuntamiento de Teguise, 2002), Los invitados (Prensas Universitarias de Zaragoza, 2005) y Pulvis et umbra ('Polvo y sombra', 2007, ganador del IV Premio Gil de Biedma)-, el dietario La fascinación de los extremos (AMG, 2000, ganador de VIII edición del Premio Café Bretón), una recopilación de sus crónicas de la Semana Grande de Bilbao (Resaca crónica, Pepitas de Calabaza, 2008) y una selección de sus mejores columnas (Es muy raro todo esto, 2015). Ha sido incluido en las antologías La casa del poeta (2007) y Poesía viva, poetas vascos en castellano (2009). En Los invitados combina el intimismo con la recreación de historias que tienen la literatura como argumento.

miércoles, 12 de septiembre de 2018

"Alabemos a las mujeres tontas", de Margaret Atwood


© Jack Vettriano


                  Alabemos a las mujeres tontas


—las cabezas huecas, las descerebradas, las rubias explosivas:
las adolescentes tercas demasiado tontas para escuchar a sus madres:
todas las que tienen relleno de colchón entre oreja y oreja,
todas las empleadas de lujo que nos desean un buen día, y nos dan el cambio 
    mal, mientras se retocan el superpeinado en el espejo,
aquellas que meten el caniche recién bañado en el microondas,
y aquellas cuyos novios les dicen que el chicle de clorofila es anticonceptivo, y
    se lo creen;
todas las que se muerden las uñas de nervios porque no saben si hacer pis o
    salir del wáter, todas las que no saben escribir pis ni wáter, todas las que se 
    ríen, complacientes, de chistes tontos como éste, aunque no los entiendan.

No viven en el mundo real, nos decimos, benévolas: pero, ¿qué clase de crítica
    es esa?
Si se las arreglan para no vivir en él, tanto mejor. También nosotras preferi-
    ríamos  no vivir en él.
Y en realidad no lo hacen, porque tales mujeres son ficciones: compuestas por
    otros, pero con igual frecuencia por sí mismas, 
aunque hasta las mujeres tontas son menos tontas de lo que aparentan: lo 
    aparentan por amor.
Los hombres las adoran porque hacen que hasta los hombres tontos parezcan
    listos: las mujeres por la misma razón,
y porque les recuerdan las cosas tontas que han hecho ellas,
pero sobre todo porque sin ellas no habría historias.

¡No habría historias! ¡Imagínate un mundo sin historias!
Pues eso es exactamente lo que tendríamos, si todas las mujeres fueran sabias.
Las Vírgenes Sensatas cuidan sus lámparas, se proveen de aceite, y llega
    el esposo, como debe ser, llamando a la puerta principal, a tiempo para 
    la cena;
no hay lío, no hay follón, no hay historia.
¿Qué se puede contar de las Vírgenes Sensatas, insulsos parangones de virtud?
Se muerden la lengua, cierran sus boquitas inteligentes, se cosen su propia
    ropa,
alcanzan reconocimiento profesional, lo hacen todo bien sin esfuerzo.
Son en cierto modo insoportables: no tienen vicios narrativos:
sus sonrisitas sensatas son demasiado sabias, saben demasiado de nosotras y
    nuestras tonterías.
Sospechamos que tienen corazones mezquinos.
Se pasan de listas, no en detrimento suyo, sino en el nuestro.

Las Vírgenes Necias, en cambio, dejan que las lámparas se apaguen:
y cuando el esposo llega y llama al timbre,
están en la cama durmiendo, y tiene que entrar por la ventana:
y la gente grita y tropieza con cosas, y las identidades se confunden,
y hay una escena de persecución, y de rotura, y el placer de la trifulca
    consiguiente:
nada de lo cual se hubiera producido si a estas chicas no les faltasen unos
    cuantos veranos.

¡Ah, la Eterna Mujer Tonta! Cómo nos gusta oír hablar de ella:
cuando escucha los entramados pseudo-artísticos de la creíble serpiente, y
    acaba comiendo la muestra gratuita de la manzana de Árbol de la Sabiduría:
dando así origen a la ciencia de la Teología;
o mientras abre la fraudulenta caja-sorpresa que contiene todos los males
    humanos, y es tan tonta que cree que la Esperanza servirá de alivio.

Habla con lobos sin saber qué clase de bestias son:
¿Dónde has estado toda mi vida?, le preguntan. ¿Dónde he estado toda mi
    vida? responde ella.
¡Nosotras sí lo sabemos! ¡Lo sabemos! Y reconocemos un lobo cuando lo
    vemos.
Cuidado, le gritamos en silencio, pensando en todas las cosas inteligentes que
    haríamos en su lugar.
Pero atrapada en las páginas blancas, no nos oye, y va brincando, canturreando
    y retozando hacia su destino.
(¡La inocencia! Quizá ésa sea la clave de la estupidez, nos decimos, nosotras
    que la abandonamos hace tiempo).
Si escapa a algún peligro, es gracias a la buena suerte, o al héroe: esta chica 
    se ahogaría en un vaso de agua.

                                                                    * * *

A veces es tontamente temeraria; por otro lado, puede ser igualmente
    miedosa, aunque también tontamente.
Padrastros incestuosos la persiguen por claustros en ruinas,
a los que ha sido llevada con artimañas que no engañarían a un palomo.
Los ratones la hacen gritar: va por este mundo amenazante gimoteando entre
    castañetear de dientes,
corriendo pero correr implica el uso de las piernas, y es poco airoso
    desvaneciéndose, más bien.
(Sin piernas) huye despavorida, equivocándose de camino en cada cruce,
un foulard blanco en la oscuridad, y nosotros huimos con ella.
Huérfana y carente de tías bondadosas, toma decisiones matrimoniales
    poco apropiadas,
y tiene que evitar cuerdas, cuchillos, perros asilvestrados, macetas de piedra
    que caen de los balcones,
dirigidas a su agitada cabecita por esposos ladinos y viles que van a por sus
    huesos y sus pesos.
No la compadezcas, cuando la veas ahí desvalida retorciéndose las manos:
el miedo es su armadura.

¡Admitámoslo, es nuestra inspiración! ¡La Musa como pelusa de polvo!
¡Y la inspiración de los hombres, también! ¿Por qué, si no, se compusieron
    las sagas de héroes,
de su fuerza cuasi-divina y sus hazañas sobrehumanas,
sino para la admiración de las mujeres a quien se juzga tan tontas como para
    creérselas?
¿De dónde, si no, quinientos años de poemas de amor,
por no hablar de esas canciones suplicantes, lastimeras, llenas de gemidos
    y sollozos musicales?
¡Dirigidas directamente a las mujeres tan tontas como para encontrarlas
    seductoras!
Cuando una hermosa mujer cae en desgracia, o se tira a ella,
alegando sus buenas intenciones, su deseo de agradar,
y abusan de ella, sobre todo si el que abusa es famoso,
si es lo bastante tonta o lo bastante lista, la pillan, como en las novelas
    clásicas,
y aparece en los periódicos, desconcertada y llorosa,
y de ahí directa al corazón.
¡Te perdonamos! Exclamamos. ¡Lo comprendemos! ¡Ahora hazlo
    otra vez!

Hypocrite lecteuse! Ma sembable! Ma soeur!
Alabemos a las mujeres tontas,
que nos han dado la Literatura.


           De Asesinato en la oscuridad. Traducción de Isabel Carrera Suárez.
KRK Ediciones, 2003, pp. 67-71

"Alabemos a las mujeres tontas" es un divertimento literario en el  que están presentes dos de las características de la obra poética  de Margaret Atwood: la ironía y las referencias culturales.

El título ("Let us now praise stupid women") está formado a partir de un versículo del Eclesiástico (44:1) que en inglés suele enunciarse como "Let us now praise famous men", utilizado ya por el estadounidense James Rufus Agee (1909-1945) como título de la obra homónima publicada en 1941, traducida al castellano como Elogiemos ahora a hombres famosos (Planeta, 2009). Se trata del versículo inicial del "Elogio de los patriarcas" (Henoc y Noé, Abraham, Isaac, Moisés, etc.), que Nacar y Colunga (BAC, Madrid, 1969) traducen así: "Alabemos a los varones gloriosos, nuestros padres, que vivieron en el curso de las edades".

Con enormes dosis de humor e ironía, la broma poética invita a la "Hipocrite lecteuse" (variante en femenino del "hypocrite lecteur" de  Baudelaire) a creer  que la mujeres estúpidas -como las vírgenes necias de la "Parábola de las diez vírgenes" (Mateo, 25), la Eva del Antiguo Testamento, la Pandora de la mitología griega o la Caperucita Roja de los cuentos populares, presentadas como las "cabezas huecas, las descerebradas" de las versiones patriarcales- "nos han dado la Literatura", ya que han servido de inspiración tanto a hombres como a mujeres, y por tanto merecen nuestra alabanza.

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domingo, 9 de septiembre de 2018

"Retornos", de Federico Díaz-Granados



                                RETORNOS


No creo en retornos
pero este amargo corazón de casas viejas y calles rotas
late en cada regreso
sin gestos ni ademanes
y sabe que el mundo es un mal lugar para llegar.

Y se regresa a escribir un poema que trate de una muchacha
en un aeropuerto
que espera un avión de quién sabe dónde
o escribir sobre la carta que nunca recibí aquel sábado
escuchando el mismo disco de las nostalgias perpetuas
o sobre los versos robados a Salinas, Borges, Walcott*
y las tardes de sol en el estadio de fútbol.

No creo en los regresos
pero este seco corazón de otros días canta a destiempo
sobre el cielo que calcina el nombre de una mujer que amé.

No creo en retornos
pero mi vocación de viajero hace,
cuando parto hacia la intemperie en el mundo
que deje, como en mis días de boy scout,
piedritas y migas de pan
para no perder el camino de regreso a tu cuerpo.

             De Las prisas del instante, 2015


Federico Díaz-Granados [www.revistamomentos.co]
Federico Díaz-Granados (Bogotá, 1974) es poeta, periodista, profesor de literatura y divulgador cultural. Actualmente dirige la biblioteca del Gimnasio Moderno y, desde 2000 es subdirector de la revista de poesía 'Golpe de dados'. Fanático de la saga Star Wars, de Forrest Gump, del blues y del lejano territorio ruso, está considerado uno de los referentes  de la nueva poesía colombiana.

Ha publicado los libros de poesía Las voces del fuego (1995), La casa del viento (2000), Hospedaje de paso (2003, 2004),  Las prisas del instante (2015) y Adiós a Lenin (2017), antología en la que reconstruye los versos de sus dos libros más emblemáticos, Hospedaje de paso y Las prisas del instante. Es además un reconocido antologuista de las nuevas voces poéticas de su país, autor de las antologías Oscuro es el canto de la lluvia (1997), Inventario a contraluz (2001), Poemas a Dios (2001) y Poemas a la patria (2001), y coautor de El amplio jardín (2005). En 1998  publicó sus versiones de la poesía de Jim Morrison bajo el título de Una oración americana.

Para Santiago Díaz Benavides ("Federico Díaz-Granados: la vida hecha poesía", en El Espectador, 1 de enero de 2018), los poemas de Díaz Granados son:
"Un canto a la certeza de sabernos sentenciados al olvido, al paso de los años, a la muerte y la mirada indiferente de una mujer [...]. Son la vida hecha poesía, los desprendimientos, las despedidas, la niñez que se recupera, los recuerdos de una Rusia evaporada, las palabras a los amigos, los homenajes a lo que no se mueve, a la comida, a las calles, a los sonidos y a los que se han ido".

 Otro poema del autor: "Princesa Leia, vestida de novia".

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domingo, 2 de septiembre de 2018

"Desnúdate otra vez para ver...", de Juan Antonio Masoliver Ródenas

Pintura de Anna Ancher



Desnúdate otra vez para ver
que eres tú, que has regresado
a casa y no por misericordia
sino porque la luz del corazón
ha trazado el camino del desierto.
Abre otra vez la puerta,
ilumina la casa hasta inundarla
y besa estas cenizas: son mi aliento,
el amor que esperaba en el umbral
como si fuera cierta tu existencia.

   De La negación de la luz, Acantilado,
Barcelona, 2017, pág. 67



Juan Antonio Masoliver Ródenas (Barcelona, 1939) ha sido catedrático de Literatura
Juan Antonio Masoliver./Foto: Jesús Quintanar
española e hispanoamericana en la Universidad de Westminster, Londres, durante cuatro décadas. En la actualidad vive en El Masnou (Barcelona), es profesor en el Máster de Creación Literaria de la Universidad Pompeu Fabra y traductor y crítico literario de diversas publicaciones europeas y americanas y columnista  de La Vanguardia. Una amplia recopilación de sus artículos sobre literatura española y mexicana ha sido recogida en Las libertades enlazadas (2000) y Voces contemporáneas (2004). Como narrador ha publicado los libros de relatos La sombra del triángulo (1996), La noche de la conspiración de la pólvora (2006), La calle Fontanills (2010) y El ciego en la ventana. Monotonías (2014), y las novelas Retiro lo escrito (1988), Beatriz Miami (1991), La puerta del inglés (2001) y La inocencia lesionada (2016). Ha traducido entre otros a Cesare Pavese, Giorgio Saviane, Carson McCullers, Djuna Barnes y Vladimir Nabokov. 

Su obra poética, considerada como un monólogo interior caracterizado por asociaciones inconscientes de recuerdos y erotismo, está contenida en Poesía reunida (1999) -que incluye los títulos: Vertedero de Otaca (1977-1982), El jardín aciago (1986), La casa de la maleza (1992), Poemas dispersos (1980-1993), En las rejas del tiempo (1991-1994), En el bosque de Celia (1995), Los espejos del mar (1998) y Poesía reciente (1995-1998)-, La memoria sin tregua (2002), Sònia (2008), Paraísos a ciegas (2102) y La negación de la luz (2017). 

En este último libro reúne dos poemarios, "La negación de la luz" y "El cementerio de los dioses", en los que elabora su universo poético de madurez o senectud, impregnado de erotismo y vitalidad, pero también de nostalgia y desgarro. Se trata de una poesía meditabunda y sombría en la que el autor, confiesa, pretende hablar de la realidad de la edad, de la muerte, de todo aquello que ha ido negando a favor de la vida.