La escritora Gabriela Mistral./ F. SANTANDER |
Carta de Gabriela Mistral a Margarita Nelken. / F. SANTANDER |
La escritora Gabriela Mistral./ F. SANTANDER |
Carta de Gabriela Mistral a Margarita Nelken. / F. SANTANDER |
Rafael Cadenas. (rtve.es) |
Fracaso Cuanto he tomado por
victoria es sólo humo. (De Falsas maniobras, 1966) Ars poética Que cada palabra
lleve lo que dice. No he de
proferir adornada falsedad ni poner tinta dudosa ni añadir brillos a lo que es. Si no veo
bien, dime tú, tú que me conoces, mi mentira, señálame la impostura,
restriégame la estafa. Te lo agradeceré, en serio. (De Intemperie, 1977) You
Tú apareces, tú te desnudas, tú entras en la luz, tú despiertas los colores, tú coronas las aguas, tú comienzas a recorrer el tiempo como
un licor, tú rematas la más cegadora de las
orillas, tú predices si el mundo seguirá o va a
caer, tú conjuras la tierra para que acompase
su ritmo a tu lentitud de lava, tú reinas en el centro de esta
conflagración y del primero al séptimo día tu cuerpo es un arrogante palacio donde vive el temblor. (De Una isla, 1958) |
Leila Slimani./ENRIQUE SCANDELL |
Meknés, puerta de la muralla |
"Comprendió que era una extranjera, una mujer, una esposa a merced de los otros. Él ahora estaba en su territorio, él era quien explicaba las normas, quien decía lo que había que hacer, quien trazaba las fronteras del pudor, de la vergüenza y del decoro". (pág. 25)
"Él le había descrito la topografía urbana, que respondía a los criterios ordenados por el mariscal Lyautey al principio del Protectorado. Una separación estricta entre la medina, cuyas costumbres ancestrales se debían preservar, y la ciudad europea, cuyas calles llevaban nombres de ciudades francesas y que pretendía ser un laboratorio de la modernidad". (pp. 26-27)
Imagen de la medina de Meknés. (Foto: KimKim) |
"Ante aquella mujer desnuda y vaciada de sus fuerzas, imaginó la intimidad que compartía con aquel moro tempestuoso. Se la imaginaba claramente después de haber visto por el pasillo el fruto asqueroso de esa unión, y le produjo una arcada, un sobresalto de rabia. [...] Aquella mujer dormía en brazos de ese moro velludo, de ese patán que la poseía, le daba órdenes. Todo era injusto, no entraba dentro de la norma, esos amores creaban caos y desgracia. Los mestizos anuncian el fin del mundo". (pp. 169-170)
El fruto de esa unión es la pequeña Aicha, una niña inteligente y silenciosa marginada por sus compañeras francesas, que se burlan en el recreo de su ropa ajada con olor a carbón y de su pelo encrespado:
"El peinado de Aicha era objeto de humillantes burlas. En mitad del patio, solo se la veía a ella. Una silueta menuda, un rostro de elfo y una cabellera enorme, una explosión de mechones rubios y ásperos, que, si el sol pegaba fuerte, daba la impresión de una corona dorada". (pág. 83)
Aicha está sola en el patio de recreo porque siente que no pertenece a ningún grupo, ni al de las alumnas francesas ni al de las internas marroquíes, y sueña con que la vieja furgoneta de su padre un día se eche a volar y la conduzca lejos. Sufre en silencio las humillaciones porque sabe que sus quejas darían lugar a discusiones entre sus padres, ya que Amín no es partidario de que su hija estudie en un colegio católico. Por eso se refugia en el estudio, convirtiéndose en una estudiante brillante, y en el misticismo, pues siente que Jesús le da fuerzas. Pero las humillaciones sufridas a lo largo de los años generan en ella un resentimiento que se manifiesta en su íntima alegría y en unos deseos que no se atreve a formular en voz alta cuando ve arder las casas de los colonos.
El "limaranjo", el híbrido creado por Amín injertando una rama de limonero en un naranjo, se convierte en una imagen del mestizaje que recorre toda la novela. Cuando Aicha le pregunta a su padre, durante las revueltas de agosto de 1955, a qué bando pertenecen ellos, la respuesta del padre expresa una clara conciencia de su singularidad: "Nosotros [...] somos como tu árbol, mitad limonero, mitad naranjo. No estamos en ningún lado" (pág. 425). Un árbol cuyo fruto, de pulpa seca y sabor amargo, era incomible, y del que Amín, continuando con el símil entre los humanos y la botánica, piensa: "Al final, una especie dominaba a otra y, un día, la naranja vencería al limón, o a la inversa, y el árbol daría por fin unos frutos comestibles" (pág. 425).
Dos hermanos enfrentados
La diferencia de posturas de Amín y su hermano Omar ante la ola de fervor nacionalista, que despierta la inquina contra los colonos y culmina en la novela con los violentos disturbios de finales de agosto de 1955, segundo aniversario de la deposición del sultán Mohamed V, hace aflorar el odio larvado de Omar hacia su hermano mayor.
Amín, un hombre apolítico, no parece sentirse molesto por la presencia de los franceses en su país, a pesar de que estos lo sometan a constantes humillaciones. Su padre había trabajado durante años como intérprete para el ejército colonial, él ha luchado contra los alemanes para liberar Francia y ha regresado convertido en un héroe, con un montón de medallas y una esposa francesa.
Su actitud contrasta con la del joven Omar, que ha crecido sin su padre, fallecido en 1939. Este muchacho delgado y silencioso odiaba a los franceses tanto como a su hermano, de quien sentía celos porque pensaba que su madre lo prefería y por los honores conseguidos durante la guerra. El rebelde Omar, que soñaba con la desaparición de su hermano mayor, deseaba con igual intensidad acabar con aquella sociedad "conformista" y "crear un orden nuevo del que él sería uno de los líderes". Al terminar la guerra traba amistad con miembros de organizaciones clandestinas que luchan contra el ocupante francés e incluso organiza una reunión en su casa, pese a las reticencias de su madre, y en el verano de 1954, indignado por la muerte de un resistente, llega a defender ante Mathilde el uso de las armas contra los franceses.
Pero será en la celebración de una festividad cristiana, la cena de Navidad de 1954, cuando se consume la ruptura entre los hermanos. Omar abandona la casa de su hermano tras discutir con Murad (asistente de Amín en Francia y desertor de la guerra de Indochina) y llamarlo traidor a su país y al islam, pero antes de salir le dirige a su hermano estas duras y amenazadoras palabras:
"Me largo. No sé qué pinto en esta casa de degenerados, que celebran a un dios que ni siquiera es el mío. Deberías sentir vergüenza delante de tus hijos y de tus empleados. Deberías sentir vergüenza por despreciar a tu pueblo. Más te valdría desconfiar. Los traidores lo pasarán mal cuando recuperemos nuestro país". (p. 309)
Más tarde, la conversación de Amín con el padre de un compañero de Omar que dice sentirse orgulloso de los jóvenes que se sublevan contra el invasor y castigan a los traidores, lo lleva a cuestionarse su propia actitud: se considera un cobarde demasiado alejado de todo, que nunca se había sentido orgulloso de su país y se había acostumbrado desde adolescente a caminar con la cabeza agachada.
"Envidiaba el fanatismo de su hermano, su sentimiento de pertenencia. Le habría gustado no experimentar moderación, miedo a morir. En los momentos de peligro en quien pensaba era en su esposa y en su madre. Sobrevivir era una obligación para él". (pág. 322)
Sin embargo, más adelante le explicará a su hija que lo que está ocurriendo en su país, los ataques a los colonos franceses, no tiene nada que ver con la bondad ni con la justicia, que hay hombres buenos a los que les han quemado las fincas, y para él, sus vecinos no son adversarios:
"En realidad, es peor que la guerra. Pues vivimos con nuestros enemigos, o los que deberían serlo desde hace tiempo. Algunos son nuestros amigos, nuestros vecinos, nuestra familia. Crecieron con nosotros y, cuando los miro, no veo ante mí a un adversario al que hay que matar. No, veo a una criatura inocente". (pág. 424)
Mujeres en un país ajeno
La novela está poblada de una rica diversidad de personajes femeninos que se expresan en distintos idiomas, rezan a dioses diferentes y pertenecen a mundos separados. Slimani ha creado mujeres fuertes e independientes, como la viuda de Mercier; monjas bondadosas como sor Marie-Solange; esclavas negras en pleno siglo XX; mujeres que parecen sacadas de un cuento oriental, como las de la familia de Tamo, felices a pesar de su pobreza y su ignorancia. Pero nos centraremos en tres mujeres (Muilala, Mathilde y Selma) cuya vida está hecha de renuncias, sacrificios y constantes decepciones, mujeres sometidas a violencias físicas y psicológicas, a las que se enfrentan con distintas actitudes.
Muilala, la madre de Amín, una mujer de mentalidad muy tradicional que cubre su pelo con un pañuelo, está conforme con su situación, que Mathilde considera próxima a la esclavitud. Vive recluida en su casa de la medina, sin ventanas al exterior, y se siente feliz comiendo en la cocina una vez que lo han hecho los hombres de la familia, servidos por ella en el salón. Piensa que en el mundo existe una serie de fronteras (entre cristianos, judíos y musulmanes; entre hombres y mujeres) que es mejor no traspasar: "La paz se conseguía si cada cual se quedaba en su sitio" (pág. 130). Ella no concibe otra forma de vida; tanto es así, que no aspira a otra cosa para su hija Selma, pues a pesar de que admira a su nuera, la primera mujer instruida que ha conocido, consiente que su hija falte al colegio, algo reprochable para Mathilde, quien ha aprendido que la educación es la base de la independencia de las mujeres.
Por el contrario, Mathilde y Selma son dos mujeres que luchan por su emancipación, la primera para recuperar la libertad perdida al casarse y trasladarse a Marruecos; la segunda, para conquistar una libertad que nunca ha disfrutado.
Cuando Mathilde conoce a Amín en el otoño de 1944, ella tiene diecinueve años. El personaje presenta, en principio, ciertas similitudes con el de Emma Bovary: joven huérfana de madre, aficionada a la lectura, caprichosa y consentida por un padre incapaz de negarle nada. Mathilde se enamora perdidamente de ese joven y apuesto oficial Marroquí, pero su boda representa para ella, además, la posibilidad de abandonar un pueblo carente de alicientes, y de provocar la envidia de sus amigas y de su propia hermana. Influida por sus lecturas, imagina una vida plena de aventuras, lujo y exotismo; sin embargo, su vida en nada se asemeja a sus lecturas. En Marruecos le espera un hogar sin las comodidades de la casa de su infancia; un esposo silencioso que jamás habla de sentimientos, que no la entiende ni acepta su forma de comportarse; una vida dedicada a las tareas domésticas y al cuidado de los hijos, sin tiempo para el disfrute ni dinero para vestidos lujosos, y un país donde las mujeres apenas tienen derechos.
Su marido, un hombre que se debate entre la tradición y el deseo de modernidad, será ahora quien dicte las normas y Mathilde tendrá que acostumbrarse a oír con frecuencia de sus labios: "Aquí las cosas son así". Amín la ama y se siente orgulloso de ella, de su belleza, de su coraje, de su capacidad para hacer mucho con muy poco, pero se avergüenza cuando su comportamiento no se acomoda a la modestia y sumisión exigidas a las mujeres en la sociedad marroquí. A veces, desearía una esposa sumisa como su madre, otras veces, se siente superior a los demás y piensa que la modernidad tiene sus ventajas. Con frecuencia la acusa de manirrota y grita que todo lo paga él con su dinero.
Mathilde, que piensa seriamente en abandonarlo todo e iniciar una nueva vida en Europa, se da cuenta de que para poder ser una mujer independiente debería haber estudiado y de que está atada a esa tierra porque los niños son sus raíces, pero se siente amargada por la dependencia y sumisión a su marido, se avergüenza de su ropa y de su aspecto mientras sueña con la colección New Look de Dior. A todo ello se suma el aislamiento social en el que viven, que la condena a la soledad.
Pero aunque Mathilde no lo advierta, ella no es la única mujer europea con una vida difícil. Un día, cuando le habla a Corinne de su vida y de lo que significa en esa ciudad estar casada con un marroquí, Corinne no responde pero piensa que "nunca fue fácil estar casada con un judío, un meteco, un apátrida, y ser una mujer sin hijos" (pág. 208).
Al final, los largos años de resistencia de Matilde, de defensa de sus pequeñas parcelas de libertad, concluyen, tras el triunfo de los nacionalistas, con el acatamiento resignado de las exigencias del nuevo orden, condición necesaria para salvar a su familia.
En cuanto a Selma, representa el deseo de emancipación de la mujer marroquí de los años 50, que rompe las reglas establecidas y sufre las consecuencias. Es una joven alegre, divertida, de extraordinaria belleza y enormes deseos de disfrutar de la vida. Anhela exhibirse por la avenida como las chicas europeas, "lucirse ante los chicos y los fotógrafos", y sobre todo, sueña con un gran amor, porque "Los tiempos antiguos habían acabado; los matrimonios concertados, también. O al menos es lo que Mathilde le había dicho, y ella quería creérselo" (pág. 142). Crece mimada por su madre y estrechamente vigilada por su hermano Omar, pues como ha explicado la autora, los nacionalistas marroquíes querían la libertad para todos excepto para sus hermanas. La desaparición de Omar, absorbido por la revolución, y la falta de atención de Amín, dedicado al cultivo de sus tierras, le brinda la oportunidad de faltar a clase, reunirse en los cafés con otros jóvenes rebeldes e incluso de enamorarse de un aviador francés que la abandona al saber que está embarazada. Selma pagará un alto precio por tan breve libertad, por conocer un amor efímero y lucirse ante un fotógrafo, pues cuando Amín descubre su relación con el francés su única preocupación será salvar el honor de la familia, sin importarle la opinión de su hermana ni su felicidad, obligándola a contraer un matrimonio que horroriza a Mathilde.
El incremento de la violencia en el país corre paralelo al de la violencia doméstica, cuyas víctimas son estas dos mujeres, que llegan a temer por su vida, igual que los colonos temen por la suya: la escena de violencia de género que se vive en casa de Amín y Mathilde, con peligro para la vida de las mujeres, parece un preludio de la explosión de odio desatada por los nacionalistas en el capítulo final de la novela, en que toda la familia se siente amenazada.
Se da la paradoja de que la victoria nacionalista, con la inminente libertad del país, representa para estas dos mujeres la total pérdida de la suya, un mayor sometimiento. El país que están a punto de recuperar los marroquíes será para las mujeres, más que nunca, el país de los otros.
Meknés. Puerta de Bab El Mansur, en la plaza El Hedim. (Foto: Idtock) |
"Cada día observaba la eclosión de los capullos en las ramas, aplastaba entre sus dedos las flores de azahar de los naranjos, se inclinaba sobre el frágil lilo. Ante ella veía los campos que no estaban cultivados cubiertos de amapolas de color rojo sangre, de flores silvestres de tonos anaranjados. [...] Desde que el buen tiempo había vuelto, oía el piar de cientos de pájaros invisibles, y las ramas de los árboles temblaban bajo el eco de sus cantos". (pág.179)
Belleza sin nosotros, XXIV Premio de Poesía Generación del 27, es el quinto poemario publicado por Marcos Díez (Santander, 1976).
"Este libro, ya desde el mismo título, funde en vigorosa mezcla la belleza y su herida, la palabra plena y sus vacías cáscaras, lo que nos une gozosamente a los otros y lo que nos desnuda y nos encierra en lo incomunicable. Marcos Díez despliega un mundo tan cotidiano como extraño, donde los vínculos y los cuidados conocen lo luminoso sin simplificaciones, como un mar gana en fuerza con sus costas de sombra. Uno sale de estos poemas sabiendo bien que si algo nos atrae tanto como nos asusta de la vida es su propia imperfección". Lorenzo Oliván
[Fotos: www.panoramio.com y eldiario.es, respectivamente]
Grupo
de lectura "Leer juntos" del IES Goya
Sesión del 20 de febrero de 2023
Obra comentada: Vivir con nuestros muertos. Pequeño tratado de consuelo, Barcelona, Ed. Libros del Asteroide, 2022.
Autora: Delphine Horvilleur.
Traducción: Regina López Muñoz.
Nacida en Nancy, Francia (1974), en el seno de
una familia judía (de padre alsaciano y madre procedente de los Cárpatos, de familia
superviviente de los campos de concentración), recibió una amplia formación y comenzó,
sin finalizarlos, sus estudios de Medicina en la Universidad Hebrea de
Jerusalén, lo que le permitió aprender hebreo. Se trasladó a París y en CELSA
(École des Hautes Études en Sciences de l'Information et de la Communication)
se preparó para desarrollar una carrera como periodista, profesión que
actualmente ejerce.
Su contacto con los medios de comunicación
comenzó ya en Jerusalén, donde trabajó para TV France 2 desde el año 2000 al
2003. Más tarde, desempeñó la corresponsalía de TV France en Nueva York de 2003
a 2008. Actualmente interviene en el programa televisivo Source de vie (France 2) y publica en
«Le Monde», «Le Figaro» y en «Elle». Es productora, junto con Yann
Boissière, de vídeos pedagógicos sobre judaísmo: PSSSHAT.
Horvilleur es periodista y escritora y, además,
una mujer rabino.
En mayo de 2008 recibió la Orden Rabínica en el
seno del Movimiento liberal judío. Pertenece a las organizaciones «Judaísmo en
movimiento» y al «Consejo de Rabinos liberales francófonos, KeReM». Dirige
la revista de pensamiento judío Tenou’a.
La revista «L´Express» la eligió en 2014 como una de
las jóvenes intelectuales de Francia. Ha alcanzado gran notoriedad desde 2015 a
raíz de la película documental, realizada por Elisabeth Lenchener, Delphine Horvilleur,
Madame le Rabbin.
Como
ciudadana francesa ha recibido importantes distinciones oficiales: Chevalier de
l’ordre national du Mérite (2015), Officier de l’ordre des Arts et des Lettres
(2019), Chevalière de la Légion d’honneur (2020).
OBRA
- Cf. Noktarikon: The
Rabbinic Art of Word-breaking. Hebrew Union College-Jewish Institute of Religion.
Brookdale Center, 2008.
- En tenue d’Eve: féminin,
pudeur et judaïsme, Paris, Ed. Grasset, 2013.
- Comment les rabbins font
les enfants: sexe, transmission et identité dans le judaïsme. Paris, Ed. Grasset, 2015.
-
Reflexions sur la question
antisemite, Paris, Ed. Grasset, 2019.
- Le rabbin et le
psychanalyste. L’exigence d’interprétation. Ed
Hermann, 2020.
- Vivre avec nos morts, Paris, Ed. Grasset 2021.
- Il n’y a pas de Ajar, Paris, Ed. Grasset, 2022.
VIVIR CON NUESTROS MUERTOS. Pequeño tratado de consuelo
Estamos ante una obra difícilmente clasificable desde el
punto de vista del género, pues ofrece muestras de varios, sin dejar predominar
la estructura de ninguno. Tiene una innegable cantidad de narración en primera
y tercera personas, ofrece rasgos característicos de la ágil crónica
periodística y es, en numerosos momentos, un ensayo, como iremos viendo.
El libro se presenta encabezado por tres citas muy
cuidadosamente escogidas, que anticipan el sesgo de la obra. La primera
pertenece al Deuteronomio, el quinto libro de la Biblia hebraica y
último de la Torah, en el cual Moisés, en las llanuras de Moab, dirige tres
discursos a los israelitas antes de llegar a la tierra prometida. Horvilleur
selecciona del tercero de ellos –el que
recuerda la eterna Alianza de Yahvé con su pueblo– el mandato divino de «elegir
siempre la vida».
La segunda referencia es de Henri Atlan, médico, biólogo y
escritor francés, que ha formado parte, desde 1983 hasta el 2000, del Comité de
Biomedicina y Ética para Ciencias de
vida y salud de Francia. Fue fundador y director del Hospital Universitario Hadassah
de Investigación de la biología humana
de Jerusalén. La cita hace presente la noción científica de la ptosis:
«La vida es el conjunto de funciones capaces de sacar partido a la muerte». [1]
Y, por último, Romain Gary, escritor francés nacido en la
actual Lituania, hijo de padres judíos que sólo hablaban ruso y yiddish,
emigrado a los 14 años a Francia, donde cursó los estudios de Derecho. Su
formación y el elevado número de idiomas que hablaba le permitieron desempeñar una amplia carrera
diplomática tras la Segunda Guerra Mundial (Londres, Suiza, EEUU y Bulgaria). Fue
el único novelista que recibió dos veces el Premio Goncourt. Se caracterizó
siempre por su eclecticismo y por su gran sentido del humor y así se destaca
aquí: «En el fondo, si no existiera la muerte, la vida perdería su carácter
cómico».[2]
Tres dispares fuentes de inspiración judía: la Torah,
un eminente médico francés y un notable escritor también francés, que
comparten, sin embargo, la firme voluntad de aferrarse a la vida.
Vivir con nuestros muertos se estructura en once capítulos, «como las once estrellas del
sueño de José relatado en el libro del Génesis 37-9»[3]. Cada uno de ellos lleva un título, que encabeza siempre un
nombre propio, y un subtítulo, que anticipa o resume en parte el contenido del
mismo. Azrael: «La vida y la muerte de la mano»; Elsa: «En casa de los vivos»; Marc:
«La vestimenta de los retornados»; Sarah y Sarah: «El cesto de las
generaciones»; Marceline y Simone: «El día del juicio»; El hermano de Isaac:
«Caer en la pregunta»; Ariane: «Casi yo »; Myriam: «El mundo que está por
venir»; Moisés: «El hombre que no quería morir»; Israel : «Bendito
el que revive a los muertos» y, por último, Edgar: «¿Soy yo acaso el guarda de
mi tío?».
El título revela la intención de la autora de mostrar al
lector el complejo mundo en torno a la muerte en el judaísmo actual. Horvilleur
crea y sigue en esta obra un patrón organizativo: ella, en primera persona, es
partícipe de la muerte y exequias de un judío notorio o anónimo y adentra al
lector en su personalidad y en la de los deudos. En torno a la celebración del kadish,
última oración, divulga las partes esenciales del ritual del judaísmo y,
finalmente, narra parte de su propia biografía (personal en Israel
y familiar en Edgar).
Por sus páginas desfilan Elsa Cayat (psicoanalista y escritora de Charlie Hebdo), Simone Veil (primera mujer Presidente del Parlamento Europeo), Marceline Loridam-Ivens (cineasta y escritora), Isaac Rabin (primer ministro israelí, asesinado en 1995) y hombres, mujeres y niños desconocidos o amigos.
Nuestros relatos sagrados abren un pasadizo entre los vivos y los muertos
Prendidos al relato aparecen la liturgia, los textos sagrados
y la propia religión. Y, anexos, el
ateísmo vital de muchos judíos y el concepto de laicidad.
En el capítulo segundo, dedicado a la psiconalista Elsa
Cayat, asesinada en el ataque integrista contra el semanario Charlie Hebdo,
se le plantea al lector la realidad de una mujer judía sefardí, atea y antirreligiosa,
pero a quien la familia desea despedir con el ceremonial judío. Aprovecha esta
circunstancia Horvilleur para exponer el concepto de laicidad: «La laicidad
francesa no opone la fe al descreimiento. (…) Impide que una fe o una
pertenencia acaparen todo el espacio. En este sentido, a su manera, la laicidad
es trascendencia», afirma. (p. 28)
Y, a partir de ello, reflexiona y relaciona este último
concepto con el propio judaísmo, religión que «no es proselitista y no trata de
convencer al otro de que posee la única verdad. (p.28)
Por esta mujer rabino sabemos que son muchos los judíos no
practicantes, que al final de su vida, sin embargo, asumen que se celebrará
para ellos la última oración, el rito de paso que descarga a los dolientes de
inventar o improvisar una digna despedida. Y es ahí donde los textos sagrados cobran
todo su valor y vigencia: «A través de la boca del rabino, y también a través
de su cuerpo, su voz, su manera de estar en pie y de entonar una liturgia
ancestral que lo precedió y lo sobrevivirá, el oficiante ruega al doliente que
crea en un porvenir» (p. 118). Y, de ese modo, como afirmaba Maimónides, la
vida y la muerte se sujetan de la mano, de generación en generación, midor
ledor. [4]
¿Acaso no sabían que el lenguaje tiene el
poder de crear y destruir mundos? Así ha sido desde el Génesis, sobre todo
cuando se habla en hebreo [5]
Inmersa en los textos sagrados, resultaba ineludible para la
autora el tema de la lengua hebrea. Cuando Delphine Horvilleur se trasladó a
Tel Aviv para estudiar Medicina, no conocía la lengua hablada en el Estado de
Israel, que sólo llegó a hablar y entender después de tres años como estudiante
universitaria en el país. Normal. El hebreo –lengua trimilenaria– dejó de
utilizarse a partir del siglo IV y se extendió en su territorio el uso del
arameo.
A partir de la Diáspora, los judíos hablaron en la lengua de
los lugares de acogida: los askenazis en yiddish y los sefardíes en ladino.
Pero en su día a día hablaban en la lengua propia de los países en los que
nacían, crecían y morían. El hebreo se reservaba para las ceremonias religiosas
y una exigua minoría lo usaba para la lectura de textos literarios o
científicos provenientes de la Edad Media.
En los últimos decenios del siglo XIX nace y se extiende el
movimiento sionista, que quiere una patria, Sion, y una lengua moderna común, que
se pensaba que podría ser el alemán u otra lengua europea.
Un sionista judío procedente de Rusia, Eliezer Ben-Yehuda, en
1881 emigró a Palestina (todavía provincia del Imperio otomano). Gran conocedor
del hebreo antiguo y de la literatura, aunque no era lingüista, fue capaz de
crear un idioma nuevo. Partió de la estructura lingüística y gramatical del
antiguo hebreo para forjar un lengua capaz de servir para la expresión moderna,
mediante la invención de un extenso vocabulario, formado a partir de antiguos
lexemas o bien de su propia invención, que cristalizó en el Diccionario del
Hebreo. [6]
« El odio antisemita guarda rencor a los
judíos cuando están vivos y les guarda rencor aun cuando están muertos »
Esta frase, que aparece en la página 187, es decir, a cinco
páginas del final de la obra, cierra el círculo del tema del antisemitismo, al
que la autora concede un lugar fundamental: con él arranca el segundo capítulo
y termina el último.
No podía, sin duda, evitar la autora que el primer capítulo,
hablando de muerte en 2021, hiciese mención a la COVID; pero, desde el segundo,
el antisemitismo ocupa el lugar destacado que exige. Decíamos más arriba que
Horvilleur oficia el kadish de judíos célebres o anónimos; pues bien,
entre los dos grupos de personas hay víctimas del odio antisemita. En Vivir
con nuestros muertos encontramos algunas: El joven Ilan Halimi en 2006. Los 15 muertos en el
atentado a un supermercado Kosher en 2015. Elsa Cayat muerta en el atentado a Charlie
Hebdo en 2015. Profanación del cementerio judío de Westhoffen, Alsacia, en
2015. Y las incontables profanaciones de tumbas judías en Francia en los
últimos años.
El antisemitismo es tabú en nuestro tiempo, pero Horvilleur
lo aborda en su libro porque no quiere ocultar los problemas que esa comunidad
sufre. Hace partícipes a los lectores de la vida y la muerte de unos seres
humanos que pertenecen a una comunidad perseguida desde tiempo inmemorial. Y
nos abre la puerta para mostrar que askenazis y sefardíes, niños, mujeres y
hombres, viven y mueren, aman y sufren como los demás.
* * *
Narración, crónica periodística y ensayo, juntos
en una obra de enorme densidad, que resulta apasionante en cualquiera de esos
tres aspectos. Vivir con nuestros muertos se lee con enorme avidez,
aunque invita contantemente al lector a detenerse, a reflexionar. Es un libro
lleno de muertos, pero, como promete en el subtítulo, es también un manual
de consuelo, porque en sus páginas siempre se abre paso la vida, Lejaim! [7]
Una lectura imprescindible.
Francisca Soria Andreu
[1] Autor médico muy reconocido. Son famosas sus teorías sobre los modelos de desarrollo de la vida biológica, expuestas en su ensayo Entre le cristal et la fumée, 1979, Éditions du Seuil.
[2] Romain Gary publicó con su nombre L´Orage (1935), Les racines du ciel (1945) –que ganó el Premio Goncourt– y La promesse de l´Aube (1960). Bajo el pseudónimo Émile Ajar publicó La Vie devant soi (1975), que también recibió el Premio Goncourt.
[3]Toledano, A. Accompagner les vivants. Cf “La règle du jeu”. Crítica del libro de Horvilleur.
Toledano, profesor de Historia de la Medicina en la Universidad Paris Descartes, Paris V., ha publicado numerosa literatura médica y es autor de La Médecine du Talmud (2017), La Médecin de Maïmonide: Quand l’esprit guèrit le corps (2018) y Médecine et Kabbale: le pouvoir des lettres (2021), entre otros.
[4] Maimónides, Tratado de los Ocho Capítulos. Cf. Toledano, A., Ibidem.
[5] Página 163 de la presente edición.
[6] La Kompleta Vortaro de la Hebrea Antikva kaj Moderna. Seis volúmenes. Los inmigrantes que llegaron entre 1904 y 1914 acogieron con entusiasmo esta lengua y la encumbraron como única en las escuelas, tras una ardua lucha contra quienes querían imponer el alemán. Cuando en 1948 se fundó el Estado de Israel de 600000 judíos, el 54% de ellos lo tenía ya por única lengua.
[7] Es un brindis en hebreo: ¡Por la vida! p. 24.