EL BLOG DE LA BIBLIOTECA "IRENE VALLEJO" DEL IES GOYA DE ZARAGOZA


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domingo, 29 de noviembre de 2020

Dos poemas de Paul Celan


Chopos. Foto: Josefina López


CHOPO,
tu follaje mira blancamente hacia lo oscuro.
El cabello de mi madre nunca se hizo blanco.

Diente de león, así de verde es la Ucrania.
Mi rubia madre no regresó al hogar.

Nimbo, ¿te demoras junto a la fuente?
Mi callada madre llora por todos.

Redonda estrella, tú rizas el dorado bucle.
El corazón de mi madre fue herido de plomo.

Puerta de roble, ¿quién te dislocó los goznes?
Mi dulce madre no puede venir.

De Amapola y memoria, 1952. Versión de Pablo Oyarzún


SOLES de hilo
sobre el yermo negro grisáceo.
Un pensamiento,
alto como árbol,
tañe el tono de luz: aún
hay canciones para cantar más allá
de los hombres.

De Cambio de aliento, 1967



VERSIONES ORIGINALES:

ESPENBAUM, dein Laub blickt weiβ ins Dunkel.
Meine Mutter Haar ward nimmer weiβ.

Löwenzahn, so grün ist die Ukaine.
Meine blonde Mutter kan nicht heim.

Regenwolke, säumst du an den Brunnen?
Meine leise Mutter weint für alle.

Runder Stern, du schlingst die goldne Schleife.
Meine Mutter Herz ward wund von Blei.

Eichne Tür, wer hob dich aus den Angeln?
Meine sanfte Mutter kann nicht kommen.

(Mohn und Gedächtnis, 1952)

FADENSONNEN
über der grauschwarzen Ödnis.
Ein baum-
hoher Gedanke
greift sich den Lichtton: es sind
noch Lieder zu singen jenseits
der Menschen.

      (Atemwende, 1967)


El pasado 23 de noviembre se cumplieron cien años del nacimiento del poeta en lengua alemana Paul Celan (1920-1970). De familia judía, vino al mundo en la ciudad ucraniana de Chernivtsi, entonces una ciudad multicultural en la que se hablaban varias lenguas y  que  formaba parte del Reino de Rumanía. Celan perdió a sus padres en 1942. Su padre murió de tifus en un campo de concentración nazi y su madre fue asesinada por un oficial alemán en el campo de  Janowska. 

El propio autor fue un superviviente del Holocausto, que, paradójicamente, escribe en alemán porque "Solo en la lengua materna puede uno decir su propia verdad. En una lengua extranjera el poeta miente". Sin embargo, Celan crea un lenguaje nuevo que cuestiona toda la tradición anterior, que ha desembocado en el Holocausto, como ha explicado Bollack, para quien la poesía de Celan debe ser interpretada como un cuestionamiento de la poesía anterior. El mismo título del libro Cambio de aliento o Giro de aliento -en el que según Hugo Echagüe* es posible adivinar una parodia, una contra-dicción del giro hacia el Ser, la Kehre heideggeriana, filósofo que participó del nazismo- expresa el propósito de un giro, un cambio contra las palabras "infectadas" por el nazismo, para que el lenguaje "pueda ser usado nuevamente, reformulado, en su mismo elemento, de aliento, de canto, de decir poético". Su poesía es, pues, una contra-poesía destinada a  contra-decir,  a mantener la memoria del Holocausto, de ahí que sea una poesía oscura, compleja, cuyo hermetismo surge de la dificultad de decir, de hablar sobre el Holocausto.

No obstante, el primero de los poemas seleccionados, sobre el asesinato de su madre en Ucrania (el hecho fundacional de su poesía, según Echagüe), es de una extraordinaria sencillez, debe poco al hermetismo. Se trata de una elaboración del duelo formado por cinco dísticos o pareados, en los cuales el segundo verso es anafórico respecto a los demás   versos pares ("Meine"). Para Echagüe es legible en  clave de oposición entre los versos del dístico: "Chopo, tu follaje mira blancamente..." vs "El cabello de mi madre nunca se hizo blanco". La alusión al plomo de la bala recuerda al hombre que habita la casa en el poema "Todesfuge", que te alcanza con bala de plomo. 

Sobre el segundo poema, en que los "soles de hilo" son los rayos de sol y "los hombres" (personas),  los exterminados en los campos, como explica Echagüe, y más allá de ellos, pero por ellos, habrá "canciones para cantar" sobre el yermo negro grisáceo:
Es preciso poetizar la negatividad, [...] para que haya poesía en "tono de luz", más allá de los muertos; para y por ellos, con "un pensamiento, / alto como árbol", desde la muerte, en vertical de luz.

En palabras de Bollack (citado por Echagüe): "El arte es transportado a un más allá que es el de las víctimas mismas". 

El primer verso de este poema da título al libro siguiente de Celan.


*ECHAGÜE, Hugo, La obra de Paul Celan: poesía, poética, metapoética y ética, Universidad Nacional de Córdoba, 2017. (https://ffyh.unc.edu.ar/editorial/wp-content/uploads/sites/5/2013/05/EBOOK_ECHAGUE_2017.pdf).

Los textos en alemán de los poemas, así como la versión al castellano del segundo, están tomados del libro de Echagüe.


jueves, 26 de noviembre de 2020

"También los niños son población civil", un cuento de Heinrich Böll



 TAMBIÉN LOS NIÑOS SON POBLACIÓN CIVIL*

(1948)


—No puede ser —gruñó el centinela.

—¿Por qué? —pregunté.

—Porque está prohibido.

—¿Por qué está prohibido?

—Porque está prohibido, tú, está prohibido que los pacientes salgan.

—Pero yo —dije con orgullo— soy un herido.

El centinela me contempló despreciativo:

—Seguro que es la primera vez que te hieren, si no ya sabrías que los heridos también son pacientes, y ahora vete ya.

Pero yo no podía comprenderlo:

—Entiéndeme —le dije—, solo quiero comprarle pasteles a la niña esa...

Señalé hacia afuera, donde una pequeña y preciosa niña rubia estaba en medio de la nevada y vendía pasteles.

—¡Que te metas adentro!

La nieve caía silenciosa en los enormes charcos del oscuro patio de la escuela, la niña seguía allí, paciente, y repetía en voz baja: "Pahteleh... pahteleh...".

—Oye tú —le dije al centinela—, se me hace  la boca agua, deja pues que entre la niña.

—Está prohibido que entren civiles.

—Pero oye —le dije—, un niño no es más que un niño.

Me volvió a mirar despreciativo: 

—O sea, que los niños no son población civil...

Era para desesperarse. La oscura calle vacía estaba envuelta por la nevasca y la niña seguía allí completamente sola y repitiendo: "Pahteleh...", aunque no pasaba nadie.

Intenté salir sin más pero el centinela me agarró por la manga y se puso furioso:

—Oye tú —gritó—, lárgate o llamo al sargento.

—Eres un estúpido —le dije encolerizado.

—Sí —dijo el centinela, satisfecho—, cuando alguien sigue respetando las ordenanzas, para vosotros es un estúpido.

Me quedé todavía medio minuto en medio de la nevada y vi cómo los copos blancos se volvían lodo: todo el patio de la escuela estaba lleno de charcos, y en medio de ellos se veían pequeñas islas blancas como azúcar en polvo. De repente vi que la preciosa niña me hacía una seña con los ojos y aparentemente indiferente se iba calle abajo. La seguí por la parte interior del muro.

"Maldita sea", pensaba, "¿seré verdaderamente un paciente?". Y entonces vi que había un pequeño agujero en el muro, al lado del urinario, y delante del boquete estaba la niña con los pasteles. El centinela no nos podía ver aquí.

"El Führer bendiga tu respeto a las ordenanzas", pensé.

Los pasteles tenían un aspecto magnífico: los había de castaña y de crema de mantequilla, roscas de levadura y nuégados en los que brillaba el aceite.

—¿Cuánto cuestan? —le pregunté a la niña.

Sonrió, me presentó la cesta y me dijo con su vocecita fina:

—Trehmarcohcincuentacá' uno.

—¿Todos?

—Sí.

La nieve caía sobre su delicado pelo rubio y lo espolvoreaba con un fugaz polen plateado, su sonrisa era sencillamente encantadora. La oscura calle detrás suya estaba completamente vacía y el mundo parecía muerto...

Tomé una rosca de levadura y la probé. Sabía riquísima, estaba rellena de mazapán. "Ajá", pensé, "por eso son tan caras como los demás".

La niña sonrió:

—¿Bueno? —preguntó—, ¿bueno?

Asentí. El frío no me importaba. Tenía la cabeza reciamente vendada y me parecía a Theodor Körner. Probé además un pastel de crema de mantequilla dejando que aquella materia deliciosa se derritiese despacio en mi boca. Y una vez más se me hizo agua la boca...

—Ven —le dije en voz baja—, me los quedo todos, ¿cuántos tienes?

La niña empezó a contarlos cuidadosamente con un dedo pequeño, delicado y un poquito sucio, mientras yo devoraba un nuégado. Todo estaba muy silencioso y casi me parecía como si en el aire se meciesen suavemente los copos de nieve. La niña contaba despacio, se equivocó un par de veces, y yo seguía allí de pie, completamente tranquilo, y me comí dos pasteles más. Luego alzó de repente sus ojos hacia mí, tan terriblemente verticales que sus pupilas estaban por completo arriba y el blanco de sus ojos era azulenco como leche desnatada. Gorjeó alguna cosa en ruso, pero me encogí de hombros sonriendo y entonces se agachó y con su dedito sucio escribió un 45 en la nieve. Añadí los cinco que ya me había comido y le dije:

—Dame también la cesta, ¿sí?

Asintió y me pasó la cesta con mucho cuidado a través del boquete; yo le pasé dos billetes de cien marcos. Dinero teníamos de sobra, por un abrigo pagaban los rusos setecientos marcos y en tres meses no habíamos visto sino lodo y sangre, un par de putas y dinero...

—Ven mañana otra vez, ¿sí? —le dije en voz baja, pero ya no me oía, se había escabullido muy ágil y cuando metí tristemente mi cabeza por el boquete ya había desaparecido y sólo veía la silenciosa calle rusa, melancólica y completamente vacía: las casas de tejados planos parecían irse cubriendo poco a poco con la nieve. Mucho tiempo estuve así, como un animal que mira con ojos tristes desde detrás de la cerca, hasta que me di cuenta de que mi cuello comenzaba a agarrotarse y metí de nuevo la cabeza en el redil.

Y recién entonces olí que en ese rincón hedía espantosamente, a urinario, y los lindísimos pastelillos estaban todos cubiertos por la nieve como una tierna capa de azúcar. Cansado, levanté la cesta y me fui a la casa, no sentía frío, me parecía a Theodor Körner y hubiese podido permanecer una hora más en la nieve. Me fui porque tenía que ir a alguna parte. Se tiene que poder ir a alguna parte, se tiene que poder. No se puede quedar uno quieto y dejarse helar. A alguna parte se tiene que poder ir, aunque esté uno herido, en una tierra extranjera, negra, muy oscura...

(Heinrich Böll)

*El texto está tomado de Leer nos hace rebeldes, ed. Manlio Argueta y Marina Sandoval, traducción: Ricardo Bada y José María Carandell (Katherina Blum, extractos), Fundación Heinrich Böll, 2003.


El escritor Heinrich Böll. (elcultural.com)
Heinrich Böll fue uno de los grandes autores de la literatura alemana de posguerra, Premio Nobel de Literatura en 1972. Nació en Colonia en 1917, cuando Alemania estaba a punto de ser derrotada en la Primera Guerra Mundial. Su padre era dueño de un taller de ebanistería. Fue educado en un ambiente profundamente católico y antimilitarista, lo que marcó su personalidad (se negó a ingresar en las Juventudes Hitlerianas y fue un pacifista convencido) y su obra, como ha señalado el escritor Fernando Aramburu. 

En 1937 empezó a trabajar como aprendiz de librero, pero lo dejó para dedicarse a escribir. A finales de 1938 tuvo que iniciar sus seis meses de servicio nacional de trabajo, condición indispensable para entrar en la universidad. En 1939 pudo iniciar los estudios de Germanística y Filología clásica, que vio interrumpidos porque a finales de verano de ese mismo año fue reclutado por el ejército alemán y participó como soldado raso en la Segunda Guerra Mundial, luchando en Francia, Rumanía, Hungría y la Unión Soviética. En 1942, durante un permiso, contrajo matrimonio con su novia, Annemarie Cech. Enfermó de tifus y fue herido cuatro veces antes de ser hecho prisionero por los estadounidenses en abril de 1945, en el oeste de Alemania, e internado en  campos de detenidos en Francia y Bélgica. En 1945  murió su primer hijo, Christoph. Su hijos Raimund,  René  y Vincent  nacieron en 1947, 1948 y 1950, en una Colonia reducida a escombros.

Tras ser liberado en 1947, pudo localizar a su esposa -profesora de enseñanza secundaria, antes de convertirse en excelente traductora- y, además de reconstruir su casa,  se matriculó de nuevo en la universidad, lo que le permitiría mejorar su currículo y obtener la tarjeta de racionamiento, mientras colaboraba en la ebanistería familiar. También escribió dos novelas y numerosos relatos sobre las experiencias de la guerra y de la posguerra alemana, que envió a periódicos y revistas. En 1949 publicó  El tren llegó puntual y en 1950, mientras trabajaba para el censo de edificios y viviendas, un libro de relatos cortos. El año 1951 representa un punto de inflexión en su carrera literaria pues recibe el premio del "Grupo 47" por Las ovejas negras,  firma un contrato con una editorial de Colonia,  se dedica exclusivamente a la escritura y a la traducción y pasa largas temporadas en Irlanda. 

Böll concebía la labor del escritor como una forma de responsabilidad moral, como ha señalado Fernando Aramburu, lo que le llevó a defender a los débiles y a los perseguidos  y a denunciar los abusos de las instituciones. Sus profundas convicciones religiosas no fueron obstáculo para sus frecuentes críticas a la Iglesia Católica, y sus ataques al partido demócrata cristiano le granjearon en la década de los 70 la hostilidad de ciertos medios de prensa, incluso llego a ser acusado de terrorista por un diputado de ese partido. Desde la presidencia del PEN Club Internacional (1971), defendió los derechos de los escritores, y puso al servicio de diferentes causas la autoridad intelectual que le proporcionó el Premio Nobel: junto a Günter Grass y Siegfried Lenz, respaldó la candidatura a la cancillería del socialdemócrata Willy Brandt; pasó a occidente manuscritos del escritor Solzhenitsyn; se posicionó contra la guerra de Vietnam y la política del presidente Nixon, y en la década de los ochenta se acercó a los Verdes. Falleció en 1985 en su casa del pueblo de Langenbroich, a los  sesenta y ocho años.

La crítica atribuye su enorme popularidad a su capacidad para crear personajes con los que se identificaron sus compatriotas, hombres y mujeres que sufrieron la guerra y sus consecuencias, y a que cuenta los hechos de forma veraz, sin glorificarlos. Sus  primeras obras, adscritas a la llamada  "literatura de los escombros", reflejan, con veracidad testimonial, el horror de la guerra y la posguerra, así como el sentido de culpabilidad alemán. Pertenecen a esta etapa El tren llegó puntual (1949), ¿Dónde estabas, Adam? (1951), La casa sin amo (1954) y El pan de los años mozos (1955). A estas seguirá Billar a las nueve y media (1960),  una de sus obras mayores junto a Opiniones de un payaso (1963), Retrato de grupo con señora (1971) y El honor perdido de Katharina Blum (1974), denuncia de los abusos cometidos por la clase periodística.

[Imagen inicial: sp.depositphotos.com]

domingo, 22 de noviembre de 2020

Un poema de Ósip Mandelstam



Viña, en otoño. Foto: Josefina López


La dorada hidromiel tan espesa y lentamente de la botella 
se derrama que el ama de casa acertó a decir:
—Aquí, en la triste Táuride, adonde el destino nos arrojó,
nunca nos aburrimos—, y miró por encima del hombro.

Todo aquí está al servicio de Baco, como si en el orbe 
sólo guardianes y perros hubiera; vas y a nadie ves.
Como pesados toneles ruedan tranquilos los días.
A lo lejos, en una choza se oyen voces: no entiendes, no contestas.

Tras el té, salimos al vasto jardín de color canela,
como pestañas, las oscuras persianas caían de las ventanas.
Pasando ante blancas columnas, fuimos a las viñas;
allí, un cristal de aire durmientes montañas bañaba.

Y yo dije: En las viñas viven antiguas batallas,
crespos caballeros en rizado orden combaten.
Aquí, en la pétrea Táuride, está el saber de la Hélade:
doradas fanegas de herrumbrosos arriates.

Y en la alcoba blanca como un bastidor permanece el silencio.
Un olor a vinagre, pintura y vino fresco sube de la cava.
¿Te acuerdas? En la casa griega: ¿Cuánto tiempo bordaba
la mujer a quien todos amaban, no Helena, sino la otra?

Vellocino de oro, ¿dónde estás, vellocino de oro?
En todo el viaje murmuraban pesadas las olas,
y dejando la nave, fatigado de los trabajos del mar,
regresaba Odiseo, pleno de espacio y de tiempo.

De Tristia (1916-1921). En  Ósip Mandelstam, Antología poética,
edición de Jesús García Gabaldón, Alianza, Madrid, 2020


Retrato de Ósip Mandelstam extraído de
su ficha policial, 1934
(commons.wikipedia.org)

Ósip Mandelstam
, uno de los grandes poetas del siglo XX, nació en Varsovia, Imperio Ruso, en 1891, en el seno de una familia judía que se consideraba de origen sefardí. Su padre era comerciante de pieles, y su madre, profesora de piano. 

En 1892 la familia se trasladó a Pavlosk, residencia de los zares próxima a San Petersburgo, y en 1897 se instalaron en esta ciudad. Se educó en la famosa escuela V. N. Tenishev de San Petersburgo y posteriormente en París y en la Universidad de Heildelberg, donde estudió literatura. De regreso a Rusia, inició la carrera de Filosofía, que dejó inconclusa para dedicarse a escribir. En su juventud militó en el acmeísmo, movimiento poético genuinamente ruso del que formaban parte Nikolái Gumiliov y Anna Ajmátova

Exento de participar en la Primera Guerra Mundial por padecer astenia cardiovascular, en abril de 1914 fue elegido miembro de la Sociedad Literaria de Rusia. En 1915 conoció a la poetisa Marina Tsvetáieva, con quien mantuvo un breve romance. En 1919 viaja a Ucrania y en Kiev conoce a Nadiezhda Jázina, con quien contraerá matrimonio en 1922.

Mandelstam, que en principio había apoyado la Revolución de Octubre, en mayo de 1934 es detenido por haber compuesto un epigrama a Stalin. Mientras permanece en la terrible Lubianka para ser interrogado, intenta suicidarse cortándose las venas. Tras ser condenado a tres años de destierro en  Cherdin, en los Urales, "por componer y difundir obras literarias contrarrevolucionarias",  intenta arrojarse desde la ventana del tercer piso del hospital de Cherdin. Gracias a la intervención ante Stalin de Bujarin, entonces editor jefe del diario Izvestia, y de Pasternak, se revisa su causa y se le permite elegir la ciudad para cumplir su destierro, Vorónezh, donde puede realizar pequeños trabajos literarios. A partir de 1936, cuando empiezan los procesos de Moscú contra diversos líderes soviéticos y las purgas estalinistas, se le impide encontrar trabajo y sobrevive por la ayuda de sus amigos, mientras empeora su estado de salud.

En marzo de 1938 es fusilado Bujarin, su protector, y en mayo de 1938 Mandelstam es arrestado de nuevo por una denuncia del secretario general de la Unión de Escritores Soviéticos. Condenado a cinco años de trabajos forzados en Siberia por "actividades contrarrevolucionarias", muere el 27 de diciembre de 1938 en el campo de tránsito Vtoraja Rechka, cerca de Vladivostok. Fue enterrado en una fosa común.

Según Lidia Guinzburg (citada por Jesús García Gabaldón), la poesía de Mandelstam puede agruparse en dos periodos y tres libros o ciclos. El primer periodo, que abarca desde 1906 hasta  1925, fue reunido en 1928 en Stikhotvorenija 1906-1925. El segundo periodo, desde 1930 a 1937, está marcado por el progresivo ostracismo del poeta y nos ha llegado gracias a su esposa, que memorizó y transcribió los poemas. Entre ambos periodos hay un intervalo de cinco años en los que no escribió poesía.

Los tres ciclos, "a modo de círculos concéntricos, presentan una asombrosa y orgánica unidad", explica García Gabaldón. El primer ciclo tiene como eje central su libro La piedra (1913), un libro acmeísta formado por 23 poemas y ampliado en la edición de 1915. Al parecer, Mandelstan, a sugerencia de Gumiliov, cambió el título inicial, La concha, por La piedra, considerada símbolo arquitectónico de la palabra poética y la permanencia de la cultura. El segundo ciclo gira en torno a su  libro, Tristia, publicado en 1922 y ampliado en 1925. Es una obra marcada por la Revolución de 1917 en la que deja atrás el esteticismo de los años anteriores y escribe una poesía cívica en la que contrapone el mundo de la Antigüedad clásica  a la Revolución Rusa, que reinterpreta a la luz de los clásicos grecolatinos, como observa García Gabaldón: 

Frente a la destrucción del pasado, Mandelstan se esfuerza justamente en efectuar una operación cultural restitutoria, consistente en interpretar el presente a través de la continuidad de la cultura occidental: Europa es una nueva Hélade, Rusia es Fedra, San Petersburgo es Venecia, Moscú es Florencia... Los paisajes y ciudades del mar Negro (Feodosia, Táuride, Tiflis) son vistos como espacios de síntesis entre la cultura clásica y la cultura rusa. Espacios en penumbra, que iluminan, en un tono crepuscular y apocalíptico, la nueva era, sentida como ocaso de la libertad, muerte del hombre civilizado y agonía de la cultura, simbolizada en San Petersburgo (helenizado en Petrópolis) y en la poesía.

Tristia, en algunos de cuyos poemas evoca el ambiente de la Primera Guerra Mundial, es, según García Gabaldón, "el diario del poeta y de la revolución", la cual despertó en el autor una esperanza pronto defraudada.

El tercer ciclo se puede dividir en dos subciclos: los Cuadernos de Moscú (1930-1934) y los Cuadernos de Vorónezh (1935-1937), separados por su arresto y condena al destierro. En Cuadernos de Moscú su poesía se centra en la denuncia del totalitarismo y la reivindicación de la libertad personal. Los tres Cuadernos de Vorónezh constituyen un diario lírico de los tres años de destierro. Su composición, en opinión de García Gabaldón, sigue el modelo de la Divina Comedia de Dante: el primer cuaderno representaría el infierno; el segundo, el purgatorio, y el tercero, el paraíso.

Sobre el poema elegido, compuesto en Crimea tras una visita al pintor Serguéi Sudeikin, aclara Jesús García Gabaldón:

Mandelstam evoca la época "helénica" de la historia de Crimea, utilizando para ello su nombre griego antiguo, Táuride, y recreando un episodio homérico , que asocia La Ilíada mediante las figuras de Helena  —"ella"— y Penélope —"la otra"— y La Odisea (aludiendo a Ulises con su nombre griego, Odiseo), en el mito de los Argonautas en busca del vellocino de oro.

Nadiezhda y Ósip Mandelstam

miércoles, 18 de noviembre de 2020

"Si no puedo imaginar, esta no es mi revolución", de Marta Navarro García

"POESÍA PARA LLEVAR" nº 3D

 En estos tiempos en los que la realidad domina todo nuestro día a día, desde el IES Grande Covián, con el envío del poema de Marta Navarro titulado «Si no puedo imaginar, esta no es mi revolución», nos invitan a no dejar de imaginar y de soñar un mundo mejor. Las profesoras del IES Grande Covián nos explican los motivos de su elección y nos animan a conocer mejor a esta autora: "El poema que hemos escogido es de la autora zaragozana Marta Navarro. Pertenece a su libro Vietnam bajo la cama publicado en el año 2015. Sin embargo, nosotros lo descubrimos en Antiaérea, un pequeño libro fruto del encuentro poético que tuvo lugar el 31 de octubre de 2015 en Zaragoza. Os animamos a disfrutar de estos versos que nos incitan a diversas revoluciones, entre ellas, la de la esperanza". Podréis saber más sobre Marta Navarro leyendo su blog sobre cultura y actualidad "Entrenómadas".

 


 

domingo, 15 de noviembre de 2020

"Piedra negra sobre una piedra blanca", de César Vallejo


André Kertész, Paris, Place Gambetta (1928-1929)


Piedra negra sobre una piedra blanca

Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París —y no me corro
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto
con todo mi camino, a verme solo.

César Vallejo ha muerto, le pegaban 
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro

también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...

De Poemas humanos, 1939

En el libro póstumo Poemas humanos, del poeta peruano César Vallejo (1892-1938), el tema fundamental es el ser humano que sufre y muere. El poeta muestra su solidaridad con los humildes y su esperanza en la superación de las injusticias. Las innovaciones vanguardistas presentes en Trilce (1922), su libro anterior, se atenúan y el lenguaje adquiere un tono conversacional.

El poema "Piedra negra sobre una piedra blanca" suele interpretarse  como una anticipación de la propia muerte del poeta. Efectivamente, Vallejo murió en París y llovía, pero no era otoño ni jueves. Murió un viernes de primavera, el 15 de abril de 1938, Viernes Santo. Parece que el poema -compuesto, según el poeta Juan Larrea, en 1924-  tiene su génesis en una visión del poeta quien, en estado de duermevela,  contempló su propia muerte. Atenor Orrego, que compartió habitación con él en 1920, cuando Vallejo se ocultó en casa de su amigo huyendo de la justicia, contó que una noche Vallejo se despertó dando gritos diciendo: "Acabo de verme muerto en París. He visto mi cadáver. Te aseguro que estaba despierto". Casi al final de su vida, envió el poema a Orrego con una nota que decía: "¿Recuerdas, Atenor, esa visión terrorífica que tuve una noche en tu casa y que me causó tan invencible pavor?".

Sobre el título del poema existen dos versiones distintas. Una primera lo explica por la tradición
El poeta César Vallejo
existente en la población natal del poeta, Santiago de Chuco, de colocar una piedra negra sobre una piedra blanca para señalar los enterramientos. Carlos del Río León, sin embargo, lo atribuye al contraste que descubre Vallejo, durante un paseo por París, entre su abrigo negro y una piedra blanca sobre la que se sentó o se apoyó, que le recuerda un sepulcro. Para Francisco Martínez García la "piedra negra" representa la vida y el hombre que la vive. Colocada sobre una piedra blanca, "eclipsa la blancura de la cuna (el nacimiento) y la sepultura (la muerte)".

Los catorce versos del poema constituyen un soneto algo heterodoxo, en el que, como observa Francisco Martínez García ("Algunos detalles significativo-poéticos en Piedra negra sobre piedra blanca", en Semiótica y modernidad. Investigaciones semióticas V, 1990, pp. 309-318) podemos distinguir dos partes claramente diferenciadas. En la primera, que ocupa los dos cuartetos, el sujeto lírico se refiere a su propia muerte, presintiéndola. En la segunda (los dos tercetos) el sujeto lírico ha desaparecido y, en su lugar, "un narrador anónimo y objetivo implicado en el texto nos da cuenta de la muerte de César Vallejo, lo que quiere decir que lo presentido en la primera parte [...] se ha cumplido". Sobre la segunda parte, precisa Francisco Martínez García:
lo que el poeta nos presenta en los dos tercetos  es un acta o certificado de defunción, en el que figura el nombre del fallecido, figuran las causas de su muerte, y constan las firmas de cinco testigos.
Y añade que las firmas de estos cinco testigos, en conjunto, remiten a la idea de la vida como "viaje " y del hombre como "homo viator".

Julio Vélez ("Muerte y vida: constantes del tiempo vallejiano") constata que, en contraste con el sueño premonitorio,  la visión de su muerte en el soneto le produce serenidad:
Todo el soneto es un modelo de serenidad dolorosa y de premoniciones, así como de recuerdos del pasado.
Entrada relacionada:

jueves, 12 de noviembre de 2020

"Gracias", un cuento de Yasunari Kawabata

Otoño en Japón. (tohokukanko.jp)


 Gracias


Sería un buen año para los caquis. El otoño en la montaña era hermoso.

La ciudad portuaria estaba en la punta meridional de la península. El chofer del ómnibus bajó del primer piso de la terminal a la sala de espera, donde se sucedían humildes puestos de venta de golosinas. Su uniforme amarillo tenía un cuello púrpura. Ahí adelante estaba estacionado el gran ómnibus rojo con una bandera púrpura.

La madre de la niña se puso de pie, apretando el papel de una bolsa con caramelos, y se dirigió al chofer que se arreglaba los cordones de los zapatos.

—¿Así que hoy es su turno? Si es usted quien la lleva hasta allá, hay que agradecerlo, seguramente va a tener suerte. Es una señal de que algo bueno va a suceder.

El chofer miró a la muchacha que estaba al lado de la mujer y guardó silencio.

—No podemos seguir aplazando esto para siempre... Además, el invierno está casi sobre nosotros. Sería una pena enviarla con el frío. Si de todos modos debemos hacerlo, me parece que es conveniente hacerlo con este tiempo todavía agradable. Y he decidido acompañarla hasta allí.

El chofer asintió sin decir palabra, caminó con el aplomo de un soldado hasta el ómnibus, para acomodar el almohadón del asiento.

—Por favor, tome asiento aquí adelante, señora. No hay tanto traqueteo. Tienen un largo viaje por delante.

La mujer iba a una aldea por donde pasaba el ferrocarril, y que quedaba a sesenta kilómetros al norte, para vender a su hija.

Sacudida a lo largo del camino de montaña, la jovencita clavaba los ojos en la espalda del chofer que estaba justo delante de ella. El amarillo del uniforme colmaba su visión como si fuera un mundo en sí mismo. Las montañas que iban apareciendo se partían y pasaban de un hombro a otro del hombre. El ómnibus atravesó dos pasos muy elevados...

Se cruzó con un carro tirado por caballos, y éste se hizo a un costado.

—Gracias.

La voz del chofer era clara cuando saludaba con una agradable inclinación de cabeza, como un pájaro carpintero.

El ómnibus se encontró con una carreta llena de trastos que también se corrió con sus caballos y le cedió el paso.

—Gracias.

Un carretón.

—Gracias.

Un rickshaw.

—Gracias.

Un caballo.

—Gracias.

Si bien el chofer ya se había cruzado con treinta vehículos en diez minutos, nunca  dejaba de ser cortés. Y aunque tuviera que manejar durante cientos de kilómetros, nunca descuidaba su conducta y era como un cedro bien erguido, simple y natural.

Habían partido a eso de las tres. El chofer había tenido que encender las luces a mitad de camino. Pero cada vez que se encontraba con un caballo, las apagaba.

—Gracias.

—Gracias.

—Gracias.

Durante todo el trayecto, fue el chofer con mejor reputación entre los conductores de carretas, carretones y los jinetes. 

Cuando el ómnibus llegó a la plaza de la aldea en medio de la oscuridad, la muchachita empezó a temblar y se sintió mareada, como si le flotaran las piernas. Se aferró a su madre.

—Un momento —le dijo ésta a su hija y corrió tras el chofer para implorarle—. Mi hija dice que lo quiere. Se lo pido, se lo ruego con mis dos manos en oración. Mañana ella será juguete de un hombre cualquiera, por eso... Si hasta una muchacha de buena posición de la ciudad... con sólo viajar unos kilómetros con usted...

A la mañana siguiente, al amanecer, el chofer dejó la modesta pensión y cruzó la plaza con apostura de soldado. La madre y la hija corrieron tras él. El ómnibus rojo, con su bandera púrpura, salió del garaje y quedó a la espera del primer tren. 

La jovencita subió primero y acarició el asiento de cuero negro del chofer mientras se mordía los labios. La madre se defendía del frío cerrando el cuello de su kimono.

—Y ahora debo llevarla de nuevo a casa. Esta mañana ella lloró, usted me increpó... Compadecerme de ella ha sido un error. Voy a llevarla a casa, ¿bien? Pero sólo hasta la primavera. Sería una pena enviarla ahora que va a iniciarse la temporada del frío. Puedo arreglarme. Pero cuando el tiempo mejore, ya no podré tenerla en casa.

El primer tren le lanzó tres pasajeros al ómnibus.

El chofer acomodó su almohada. Los ojos de la muchachita se fijaron en la cálida espalda que tenían ante sí. La brisa matinal del otoño se deslizaba sobre esos hombros.

El ómnibus quedó enfrentado a un carro tirado por caballos. Y éste se hizo a un lado.

—Gracias.

Un carretón.

—Gracias.

Un caballo.

—Gracias.

—Gracias.

—Gracias.

—Gracias.

El chofer regresaba, lleno de gratitud, cruzando los sesenta kilómetros de montañas y campos hasta la ciudad portuaria en el extremo meridional de la península.

Era un buen año para los caquis. El otoño en la montaña era bello.

(Yasunari Kawabata, Historias de la palma de la mano, 1972)


El escritor Yasunari Kawabata. (revistadeartes.com.ar)

Yasunari Kawabata fue un escritor japonés, el primero de su país en ganar el Premio Nobel de Literatura, en 1968. 

Nació en Osaka en 1899 en el seno de una familia acomodada. Su vida estuvo marcada por las pérdidas sucesivas de sus familiares más cercanos (su padre, su madre, su abuela y su única hermana) durante su niñez, lo que le privó de una infancia normal y lo sumió en la soledad y el desarraigo. Graduado en 1924 por la Universidad Imperial de Tokio,  fue profesor de literatura japonesa y de lengua inglesa. En su juventud fundó con otros jóvenes escritores el grupo denominado Bungei Jidai (Nueva Era Artística), partidarios del movimiento literario denominado neosensacionismo, que defendía el lirismo y el impresionismo frente al realismo social imperante. Contrajo matrimonio en 1931 y durante la Segunda Guerra Mundial se trasladó a Manchuria y se dedicó a estudiar La historia de Genji, un clásico de la literatura japonesa, escrito en el siglo XI. Presidió durante cuatro años el PEN Club japonés y en 1959 recibió la medalla  Goethe. Tras recibir el Premio Nobel, impartió clases en  universidades estadounidenses. Fue uno de los firmantes del manifiesto contra la Revolución Cultural en China. Su mala salud y la tristeza provocada por el suicidio ritual de su mejor amigo, el escritor Yukio Mishima, en 1970, fueron los desencadenantes de una profunda depresión que le llevó a quitarse la vida en su apartamento de Zushi, el 16 de abril de 1972. Se da la paradoja de que el escritor había condenado el suicidio en su discurso de recepción del Nobel.

En su obra, descrita como "lírica melancólica", con un estilo de gran belleza lírica escribe  sobre la soledad y la muerte, además de explorar las relaciones amorosas y el  sexo en la cultura y en la vida del individuo, así como la relación del ser humano con la naturaleza.  Se dio a conocer con La bailarina de Izu (1926), novela basada en su amor de juventud por una bailarina de catorce años. Después de la guerra publicó su novela más famosa, El país de la nieve (1948), sobre la relación entre un esteta maduro y una geisha que envejece. A esta siguieron Mil grullas (1951); El sonido de la montaña (1954),  sobre la crisis de una familia, premiada por la Academia japonesa y considerada su mejor obra; El lago (1955), La casa de las bellas durmientes (1960), Kyoto (1962) y Lo bello y lo triste (1965). 

Yasunari Kawabata recibiendo en Nobel de Literatura, 1968

miércoles, 11 de noviembre de 2020

"Poesía para llevar" curso 20/ 21

POESÍA PARA LLEVAR 

SE PONE LA MASCARILLA Y REGRESA CON MÁS ILUSIÓN QUE NUNCA

¡POESÍA PARA LLEVAR nos acompaña un curso más! Los poemas han comenzado a llegarnos un poquito más tarde. Normal, a nadie puede extrañarle: un virus se ha instalado entre nosotros y hemos de adaptarnos para aprender a convivir con él sin que nos impida seguir con nuestras actividades. Con pequeños cambios, tenemos que continuar aprendiendo, estudiando, leyendo, enriqueciéndonos y creciendo en todos los sentidos. El mundo ha cambiado en los últimos meses y el programa también ha hecho un esfuerzo para acomodarse a las nuevas circunstancias. Pero manteniendo el empeño y las ganas de siempre. ¡Hasta los cocineros del logo se han puesto las mascarillas y siguen igual de guapos!

    

 Este curso somos ochenta y cinco los centros aragoneses que con ilusión participamos en esta experiencia. No lo dudábamos. ¡Este es un programa fuerte que mantiene todos sus atractivos! Tantas ganas de poesía han obligado a establecer cuatro grupos (A, B, C y D) y el IES GOYA pertenece al grupo D. En el blog de Poesía para llevar podréis consultar los poemas publicados en los otros grupos, obtener información sobre los poetas, leer reseñas de las actividades realizadas a partir de los poemas y ver algunos de los trabajos de los estudiantes.

 
     Somos conscientes de que reducir los papeles compartidos se ha convertido ahora en una medida higiénica. Por ello hemos creado un grupo de classroom, para que los alumnos puedan seguir leyendo y disfrutando en el aula el poema que semanalmente nos envía un centro educativo aragonés. Con el soporte de sus tabletas, los seguirán comentando y trabajando con sus profesores y compañeros, como siempre se ha hecho.


    Aunque el programa tiene como principal destinatario al alumnado de ESO, también queremos animar al resto de nuestros estudiantes, familiares y personal no docente del IES Goya, así como a todos los lectores de este blog, a disfrutar y degustar los poemas, a compartir la experiencia de la poesía, a coleccionarlos con cariño y cuidado, a leer los que os gusten a vuestros seres queridos, a escribir vuestras sensaciones, dibujar el poema, reescribirlo... El mundo digital colabora con nosotros y este blog será también un vehículo de transmisión de Poesía para llevar.


    Como dicen los organizadores, "queremos haceros llegar la belleza, los sentimientos y las emociones que encierra la expresión poética" porque con ella podremos "abrir todas las puertas posibles y llenar de versos hasta el último rincón".

    ¡Que la poesía nos sirva de consuelo, de alegría, de bálsamo, de distracción, de aprendizaje! ¡Que la disfrutéis cada semana!

    Un saludo y feliz curso.

Grupo de "Poesía para llevar" del IES Goya

Nuestro grupo (D) comienza con un bonito poema, "En este momento" del libro Hojas de hierba, de Walt Whitman, comentado por los alumnos del IES Miguel de Molinos.
 


     El segundo, "XXIII", de En este momento que llamamos lugar, de Juan Antonio Tello, nos lo envían los alumnos del IES Virgen del Pilar, de Zaragoza.  



 

 

 

domingo, 8 de noviembre de 2020

"Excelencia de la vida solitaria", de Antonio Moreno





Excelencia de la vida solitaria


Llega el frío temprano de noviembre.
Lejos, detrás del monte, queda el mar
y la clemencia de la luz dorada.
Las nubes marchan con el viento
y vienen otras
sobre los girasoles fallecidos.
De cuando en cuando llueve y cantan pájaros
todavía en los chopos del arroyo.
Huele a manzanas el portal vecino.
Al fondo, por la línea angosta, vuelan
las aves el camino del ejido.

Es la primera edad del hombre: ver
las rosas en la niebla,
porque con sólo ver ya hiciste el pensamiento.

De  Libro del yermo, 1993

Antonio Moreno ha confesado sentirse más en sintonía con la tradición, con los clásicos, que con muchos de sus contemporáneos. El poema seleccionado toma su título de la traducción que se hizo al castellano del tratado de Petrarca De vita solitaria. Sin embargo, su paisaje -como ocurre en toda la poesía del autor- no es un paisaje libresco sino vivido, pues los paisajes sobrios y solitarios de su producción poética forman parte de su infancia, de su formación vital, ha explicado el autor. En sus poemas, la naturaleza es vista como una totalidad armónica con la que el yo poético se siente en comunión.

miércoles, 4 de noviembre de 2020

XII Semana de la literatura de misterio y terror

distopía

Del lat. mod. dystopia, y este del gr. δυσ- dys- 'dis-2' y utopia 'utopía'.

1. f. Representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana.

      

 No solo el clásico género de terror –con sus fantasmas, vampiros e historias de cementerios- es capaz de ponernos los pelos de punta. Es más, a bastantes lectores actuales les pueden provocar más miedo o inquietud, al menos, los relatos distópicos.

Muchas fábulas futuristas nos inquietan porque, explorando nuestra realidad actual, nos avisan de los peligros que nos pueden llevar a un mundo inhóspito, con una naturaleza contaminada, sobreexplotada y alterada por el calentamiento global, o a una sociedad deshumanizada e indeseable –gobiernos totalitarios, control intrusivo de la tecnología sobre el ser humano, pensamiento único, ciudadanos alienados que obedecen cual borregos a un líder…

Este año nos apartamos, pues, del género de terror, para aproximarnos al de la distopía, que también nos conduce a su manera a un mundo de pesadilla. Afortunadamente, cuando todo parece perdido, puede surgir un héroe o un grupo de rebeldes que luchan por revertir la situación… o no.

 


Recordemos algunos clásicos del género:

Un mundo feliz (1932), de Aldous Huxley. Paradójico, irónico y ambiguo mundo futuro en el que la humanidad es feliz permanentemente.

1984, de George Orwell (1949). Sociedad represora y totalitaria controlada por el Gran Hermano y la policía del pensamiento.

Fahrenheit 451 (1953), de Rad Bradbury. Sociedad censora en la que los bomberos se dedican a quemar libros.

El cuento de la criada (1985), de Margaret Atwood. En la República de Gilead impera una dictadura inspirada en el Antiguo Testamento, donde las mujeres han perdido todos sus derechos y su misión se reduce a procrear.

 

Estas sociedades nos muestran a seres humanos inconscientes y conformados; autómatas manipulados sin pensamiento crítico ni libertad individual, lo que inevitablemente conduce al lector al desasosiego y la angustia. ¿Estaré siendo vigilado, manipulado, coartado? ¿Quién soy? ¿Cómo quiero vivir?

 

Muchos lectores adolescentes se han adentrado en el género con sagas como Los juegos del hambre (de Suzanne Collins), El corredor del laberinto (de James Dashner) o Divergente (de Verónica Roth).



En novela gráfica podríamos destacar V de Vendetta (de Alan Moore); Akira (de Katsuhiro Otomo); Batman: El regreso del Caballero Oscuro (Frank Miller) y Tokyo Ghost (de Rick Remender, Seam Murphy y Rick Hollingsworth).
 


El género se aproxima a la ciencia ficción, explorando miedos actuales como la suplantación de identidad, la inteligencia artificial, la contaminación, el control y explotación de los recursos energéticos, la ingeniería genética, la adicción a las redes sociales, las plagas o los virus.

En el cine podemos encontrar innumerables ejemplos de distopías: Metrópolis (1927), Bladde Runner (1982), Brazil (1985), Matrix (1999), Hijos de los hombres (2006), etc.




La serie británica Black Mirror (Netflix) se nutre del malestar contemporáneo sobre nuestro mundo moderno y se caracteriza por presentar relatos distópicos autoconclusivos en los que analizan cómo la tecnología afecta al ser humano.


Ahora te toca a ti…

La literatura, el cine, el cómic, las series de televisión o los videojuegos indagan en nuestros miedos más profundos para crear relatos distópicos. Imagina un futuro terrorífico a partir de problemas sociales, medioambientales o científicos que te preocupen en la actualidad. Los mejores cuentos se publicarán en la revista de la biblioteca.

1.       Debe ser un relato perteneciente al género de la distopía.

2.      Extensión máxima de tres folios, formato de letra Times New Roman de 12 puntos, interlineado de 1,15.

3.      En la cabecera de la primera página deberá indicarse el título del relato, nombre y apellidos del autor, curso y grupo.

4.      Debe enviarse por correo electrónico, antes del 25 de noviembre, al profesor/a de Lengua. Estos seleccionarán, según su criterio, los mejores trabajos de sus grupos y realizarán la revisión ortográfica y de puntuación.

5.      Los profesores remitirán los cuentos al profesor encargado de la biblioteca, quien realizará la última supervisión y selección con vistas a su publicación.