Sesión del 13 de enero de 2020
Obra comentada: La
familia de papel, Zaragoza, Los libros del gato negro, 2020
Autor: Isabel Soria Irisarri
Ilustración de la cubierta: David Guirao
¿QUIÉN ES ISABEL SORIA IRISARRI?
Nacida
en 1974 en Zaragoza, hija de un brillante publicista –Manuel Soria– y de una
renombrada novelista –Ángeles de Irisarri–, estudió Historia del Arte en la
Universidad de Zaragoza y está doctorada en Comunicación Audiovisual y Técnicas
Artísticas y Museográficas.
Su
trayectoria en el ámbito cinematográfico se ha orientado a la producción de cortometrajes:
La idea (2000); Sueño (2001);
El cuento (2001); Pecados (2002);
Conversaciones con inspiración (2002);
A golpe de Magdalena (2003) y La orquesta de las mariposas
(2011), que ha obtenido diez premios internacionales, entre otros: Oso de bronce en el Festival of Nations
(Austria), Mención especial del Jurado en el Festival of Local Televisions
(Eslovaquia) y The Indie Gathering (USA) a Premio a mejor Fotografía en el Videofestival City
of Imperia (Italia).
Fruto de su
clara vocación por los documentales, son una casi treintena de ellos: La
isla de Lastanosa (2007); Daroca,
puerta férrea de Aragón (2007); Emisiones//Sergio Abraín, Galería
Patagolla y Galería Caligrama (2008); ¡Olé! (sobre la figura
de Manolete) (2007); Ebro,
vuelo de 1928 (2008); La chica
de la orquesta (2019) y Los cielos españoles (2019), entre otros.
Libros
infantiles:
La ciudad de
Mau (2009)
Manazas
(2010)
Moscogonía
de las estrellas (2011)
Novela:
La familia
de papel (2019)
LA FAMILIA DE PAPEL
L
Una majestuosa letra
capitular sobria, una L inicial, como si de un códice antiguo se tratara,
inaugura La familia de papel, primera novela de Isabel Soria Irisarri. Cumple
la finalidad que desde tiempo inmemorial tienen encomendada estas letras:
señalar “la cabeza”, el comienzo de los libros antiguos, que solían constar de
un texto macizo, en el que, con suerte, se distinguían los párrafos. En esta
novela no hay signo antiguo de calderón (¶) para señalar parágrafos, pero sí un delicado dibujo de tres pequeñas
ondas centradas para señalar las secuencias narrativas, porque el relato no se
fracciona en capítulos.
Su
estructura narrativa en constantes flash-backs
se ve reforzada por la presentación material de todo el texto con letra
vertical para la voz del narrador y letra versalita para la voz de los libros,
que ponen de relieve dos mundos coexistentes: las vidas de los protagonistas
Ana y Abelardo, con su desarrollo temporal, frente a la existencia de la
Biblioteca, ajena al tiempo. Pese a ser una primera novela, su autora mueve con
maestría los hilos temporales del relato, que se sigue con toda facilidad. Las
andanzas y desventuras de los desdichados personajes: Don Agapito, Ana,
Esteban, Abelardo, Manolita y Petra –más una lorita mejicana llamada Isabelita– se revelan al lector en idas y vueltas en el tiempo de
su existencia, sin que la lógica se resienta en ningún momento.
El
relato ofrece una notable sobriedad de recursos descriptivos tanto para estos
personajes –no sabemos qué aspecto
tienen Ana o Abelardo– como para los
interiores. No obstante, el lector capta la atmósfera en la que todo se
desenvuelve. Y es que la autora crea un ambiente aparentemente real, con
abundantes referencias históricas, pero tan sombrío que no deja resquicio en él
para los sentimientos esperados en dos protagonistas jóvenes: la alegría o el
amor. En La familia de papel el entorno aparece esquematizado,
desdibujado de la realidad de la época en la que se inserta, con la deliberada
intención de asfixiar a los personajes, de modo que no encuentren más
liberación que la lectura.
Y es que
Isabel Soria crea dos mundos que conviven paralelos: la vida real y la vida de
los libros. La vida de Ana y de su hijo Abelardo, protagonistas de este relato,
es contada a través de un narrador omnisciente. Los libros, en cambio, personaje
colectivo que coprotagoniza esta historia, hablan de sí propios, pues se les
concede la capacidad de dialogar.
La
Biblioteca es un mundo aparte y la autora utiliza para él la técnica del “realismo
mágico”. Así, el diálogo, muy abundante en estas páginas, está reservado casi
enteramente a los libros y en una escasa medida a Petra, la criada procedente
de Maleján –que introduce la
oralidad rural aragonesa– cuando habla
con el cartero Ángel.
A lo
largo de sus 251 páginas los libros hablan constantemente entre sí, discuten
sobre ideas y temas relevantes para la historia, reflexionan y opinan sobre los
personajes y sus acciones. Isabel Soria les concede, además, la capacidad de
sentir y, por eso mismo, de tratar, con sus inaudibles voces, de ser escuchados
por los personajes. Desean influir en la vida real de sus queridos Ana y
Abelardo, porque se saben una reserva de ideas y experiencias, capaz de aportar
valiosos puntos de vista sobre las situaciones que se viven.
Los
libros de esta biblioteca constituyen una sociedad gobernada con “auctoritas”
por Ana, reconocida como su “librarca”. Ella rige su biblioteca con pasión
lectora, con amor y es también amada y protegida por sus libros, por todos los
libros, ya que la biblioteca es amplia y universal. En ella conviven todos los
géneros literarios y todas las épocas de todas las naciones.
Unos
personajes fracasados en su experiencia familiar forman junto a los libros una
familia, la única y auténtica familia de Ana y de su hijo Abelardo. Todos sus
miembros están unidos por la inteligencia, por el respeto y por el afecto
profundo que se profesan.
Sorprendentemente,
aunque nada hay en los acontecimientos que lo requiera, la autora impregna este
relato de un fino humor aportado especialmente por la lorita mejicana, pero
también por el narrador y por los propios libros.
El final
es divertido, inesperado, sorprendente y esperanzador.
Isabel
Soria Irisarri rinde en La familia de papel un homenaje rotundo a los
libros, que sufren ante la perspectiva de su propio futuro, amenazado por los
nuevos medios de transmitir las historias. La preocupación de la
autora va más allá y se pregunta si aparecerán nuevas formas de contar
condicionadas por los nuevos soportes, que parecen amenazar al libro que amamos
y conocemos.
Francisca Soria Andreu