EL BLOG DE LA BIBLIOTECA "IRENE VALLEJO" DEL IES GOYA DE ZARAGOZA


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domingo, 29 de mayo de 2016

"Se equivocó la paloma...", de Rafael Alberti



Foto: Masao Yamamoto



     Se equivocó la paloma.
Se equivocaba.

    Por ir al norte, fue al sur.
Creyó que el trigo era agua.
Se equivocaba.

    Creyó que el mar era el cielo;
que la noche la mañana.
Se equivocaba.

    Que las estrellas, rocío;
que la calor, la nevada.
Se equivocaba.

    Que tu falda era tu blusa;
que tu corazón su casa.
Se equivocaba.

    (Ella se durmió en la orilla.
Tú en la cumbre de una rama.)

     De Entre el clavel y la espada, 1941


El poema fue compuesto por Alberti en París, primera etapa de su exilio, adonde llegó al acabar la Guerra Civil en compañía de su esposa, la escritora María Teresa León, y donde sólo permaneció hasta 1940, pues el gobierno de Pétain les retiró el permiso de trabajo. Forma parte de la sección tercera de Entre el clavel y la espada, un libro compuesto entre 1929 y 1940 cuyo motivo central es la soledad; sin embargo, los dieciocho poemas de la sección  tercera,"Metamorfosis del clavel", se proyectan hacia la esperanza.

   Sobre las circunstancias en que nació esta composición escribió el autor, en La arboleda perdida (1959):
Cuando llegué a París mi estado espiritual era negro, desesperado [...], apoderándose de nosotros, los recién exiliados españoles, el túnel de la más tremenda incertidumbre. En Francia no había escrito aún ninguna poesía [...] pero una de aquellas noches, de las más solitarias, poseído de no sé que extraños impulsos, comencé a escribir una canción, cuyo comienzo era "Se equivocó la paloma. /Se equivocaba. /Por ir al norte fue al sur..." Cuando llegué al final me quedé sorprendido: "Ella se durmió en la orilla. /Tú en la cumbre de una rama." No comprendía yo cómo en aquel sumergido estado de angustia en que me hallaba me había podido salir una canción como aquélla. La leí, la releí, no hallándole ni el más remoto rastro del estado que me invadía. Era un misterio su aparición. Abriéndose vuelo entre los cielos y campos de muerte que arrastraba conmigo, aquella paloma había llegado hasta mis manos, traspasándola con aire de escritura a una hoja blanca de papel que tenía sobre la mesa.
Se trata de un poema de compleja significación simbólica, al que se han buscado muy diversas interpretaciones, relacionadas con el plano personal, el político o el amoroso. En él encontramos dos protagonistas: la paloma y un "tú" femenino misterioso al que se alude indirectamente. El tema del poema, la desorientación o reiterada equivocación de la paloma en la búsqueda infructuosa de algo que no se explicita, se refleja con claridad por medio de un juego de contrarios ("norte" /"sur", "trigo"/"agua", "mar" /"cielo"...) que se prolonga hasta el final del texto, y mediante la reiteración de verbos cuyo significado gira en torno a la equivocación ("se equivocó", "se equivocaba", "creyó"). La acción se sitúa en el pasado. El pretérito perfecto simple ("se equivocó", "fue", "creyó") presenta la acción como pasada y puntual, mientras que el imperfecto ("Se equivocaba") la presenta como inacabada y reiterativa.
   La complejidad en cuanto al significado contrasta con la sencillez formal:  léxico cotidiano, ausencia de adjetivación,  predominio de los sustantivos (distribuidos cuatro en cada estrofa) y escasez de verbos, así como el empleo del paralelismo, son algunos de los rasgos más relevantes. 
   Respecto a la estructura métrica, el autor ha elegido un cosante -como indica Navarro Tomás-, composición muy utilizada en la lírica galaico-portuguesa y en la lírica castellana tradicional. Se trata de una sucesión de pareados que acaban en un verso que actúa a modo de estribillo ("Se equivocaba"). Como es habitual, va encabezado por un grupo de dos versos ("Se equivocó la paloma. /Se equivocaba"), de los cuales el segundo es el estribillo, en los que se presenta el tema, que se va desarrollando en los pareados.

Entre el clavel y la espada fue publicado en Buenos Aires en 1941, por la editorial Losada. Ese mismo año, el poema fue musicado por el compositor argentino Carlos Guastavino e integrado en el ballet Suite Argentina. Convertido en canción de enorme éxito, ha sido traducida a distintos idiomas e interpretada por numerosos cantantes, entre ellos, Mercedes Sosa:

También puedes escuchar la versión en italiano de Sergio Endrigo:

miércoles, 25 de mayo de 2016

Premios Goya 2016



Como cierre de nuestras publicaciones del curso 2015/ 16, aparece el número 20 de la revista “Cuadernos de biblioteca”, que reúne los mejores trabajos presentados a la última edición de nuestros “Premios Goya” en las modalidades de relato literario en castellano, recreación de un viaje, relato de tema mitológico, cómic en inglés, poesía en castellano y poema de Historia del Arte. Las ilustraciones corresponden, asimismo, a trabajos premiados en pintura, fotografía científica, fotografía deportiva y al cartel de la convocatoria de los Premios Goya para la próxima edición.


domingo, 22 de mayo de 2016

"Oda sobre una urna griega" (Ode on a Grecian Urn), de John Keats


Vaso de Sosibios. Dibujo de John Keats, 1819
The Keats-Shelley Memorial House, Roma




       ODA SOBRE UNA URNA GRIEGA

                                I


Esposa de la calma, todavía intacta,
tú, hija adoptiva del silencio y del tiempo,
narradora del bosque que relatar puedes
historias floreadas más dulces que mis versos,
¿qué leyenda de hojas floreadas se congrega
en torno de tu figura: dioses, mortales o ambos,
en Tempe o en los valles de la Arcadia[1]? ¿Qué hombres,
qué dioses son éstos? ¿Qué esquivas doncellas?
¿Qué acoso enloquecido? ¿Y qué lucha por zafarse?
¿Qué flautas y panderos? ¿Y qué delirante éxtasis?

                                 II

Son dulces las melodías que oímos, y aún más dulces
las que nunca escuchamos; seguid, pues, tocando,
suaves caramillos[2], las más apreciadas
por el espíritu, no el oído, canciones inaudibles.
Bello joven, no dejes morir tu canto
Bajo estos árboles nunca desnudos.
Osado amante, que nunca puedes besar por mucho
Que a la meta te acerques; pero no te aflijas:
tu amada no se mustia, aunque no logres tu dicha,
¡la amarás para siempre, y para siempre será hermosa!

                                 III

¡Ah, ramas venturosas que no perdéis
las hojas ni decís adiós a la Primavera!
¡Ah, feliz melodista que infatigable
entona con su flauta siempre canciones nuevas!
¡Amor aún más alegre, amor aún más dichoso,
eternamente cálido, en espera de su gozo,
para siempre anhelante, y joven para siempre!
Exhalando hacia lo alto toda pasión,
que deja al corazón hastiado y abatido,
la frente ardorosa, y la lengua reseca.

                                 IV

¿Quiénes son estos que van al sacrificio?
¿A qué altar verdecido, sacerdote misterioso
conduces esa vaquilla, de lomos sedosos,
adornados de guirnaldas, que muge hacia el cielo?
¿Qué pueblo construido a la orilla del río,
del océano o del monte, ciudadela pacífica,
se vacía de gentes esta mañana piadosa?
Y tus calles, pequeña ciudad, ya para siempre
quedarán en silencio, pues no volverá un alma
que pueda decir por qué estás desolada.

                                V

¡Oh, ática figura! ¡Oh, noble actitud! Hombres
y doncellas de mármol como adorno esculpidos,
con ramas del bosque y maleza pisada;
tú, forma silenciosa que a la razón hostigas,
como la eternidad. ¡Pastoral impasible!
Cuando la vejez a nuestra generación consuma,
sobrevivirás entre la angustia de otros,
tú, amiga de los hombres, a los que siempre dices:
“La belleza es verdad, y la verdad belleza
— Todo eso y nada más habéis de saber en la tierra.”




[1] en Tempe o en los valles de la Arcadia, dos lugares
habitados por pastores y considerados paradisíacos, situados
en Tesalia y en el Peloponeso, respectivamente.
[2] caramillo, flautilla de caña, madera o hueso con sonido
muy agudo.


VERSIÓN ORIGINAL EN INGLÉS:


          ODE ON A GRECIAN URN

               
                                      I

Thou still unravish'd bride of quietness!
       Thou foster-child of silence and slow time,
Sylvan historian, who canst thus express
       A flowery tale more sweetly than our rhyme:
What leaf-fringed legend haunts about thy shape
       Of deities or mortals, or of both,
               In Tempe or the dales of Arcady?
       What men or gods are these? What maidens loath?
What mad pursuit? What struggle to escape?
               What pipes and timbrels? What wild ecstasy?

                                      II

Heard melodies are sweet, but those unheard
       Are sweeter; therefore, ye soft pipes, play on;
Not to the sensual ear, but, more endear'd,
       Pipe to the spirit ditties of no tone:
Fair youth, beneath the trees, thou canst not leave
       Thy song, nor ever can those trees be bare;
               Bold Lover, never, never canst thou kiss,
Though winning near the goal -yet, do not grieve;
       She cannot fade, though thou hast not thy bliss,
               For ever wilt thou love, and she be fair!

                                     III

Ah, happy, happy boughs! that cannot shed
         Your leaves, nor ever bid the Spring adieu;
And, happy melodist, unwearied,
         For ever piping songs for ever new;
More happy love! more happy, happy love!
         For ever warm and still to be enjoy'd,
                For ever panting and for ever young;
All breathing human passion far above,
         That leaves a heart high sorrowful and cloy'd,
                A burning forehead, and a parching tongue.
  
                                  IV

Who are these coming to the sacrifice?
         To what green altar, O mysterious priest,
Lead'st thou that heifer lowing at the skies,
         And all her silken flanks with garlands drest?
What little town by river or sea-shore,
         Or mountain-built with peaceful citadel,
                Is emptied of its folk, this pious morn?
And, little town, thy streets for evermore
         Will silent be; and not a soul to tell
                Why thou art desolate, can e'er return.

                                     V

    O Attic shape! Fair attitude! with brede
            Of marble men and maidens overwrought,
    With forest branches and the trodden weed;
            Thou, silent form, dost tease us out of thought
    As doth eternity: Cold Pastoral!
            When old age shall this generation waste,
                   Thou shalt remain, in midst of other woe
    Than ours, a friend to man, to whom thou say'st,
            "Beauty is truth, truth beauty,"—that is all
                   Ye know on earth, and all ye need to know.

                   

John Keats, Poemas escogidos. Edición bilingüe de Juan V. 
Martínez Luciano, Pedro Nicolás Payá y Miguel Teruel Pozas.
Cátedra, Letras Universales, 1997 

John Keats  (Londres, 1795-Roma, 1821) es, junto con Byron y Shelley, uno de los principales representantes de la segunda fase del movimiento romántico* en la poesía inglesa, el periodo comprendido entre  1812 y 1830. 
    Nació en una  familia pobre minada por la tuberculosis, enfermedad  que  impidió al escritor  contraer matrimonio con la joven Fanny Brawn, con quien se comprometió en 1819, y terminó con su vida  en plena juventud. Cuando tenía ocho años, él y su tres hermanos fueron a vivir con sus abuelos, debido a la muerte de su padre y el nuevo matrimonio de su madre. Tras el fallecimiento de su madre en 1810, uno de sus tutores le obligó a empezar a trabajar de aprendiz de cirujano y en 1816 aprobó los exámenes que le permitían ejercer como médico y cirujano, profesión que abandonó meses después para dedicarse a la poesía. 
   Su primer libro,  Poemas (1817), publicado con la opinión en contra de muchos de sus amigos (entre los que se encontraba Shelley), recibió críticas muy negativas, algunas incluso hirientes en el plano personal. Tampoco fue bien acogido su segundo libro, Eudymion (1818), extenso poema de carácter narrativo en que la adaptación del mito griego le sirve para expresar la búsqueda en el mundo real  de un soñado amor ideal. En 1820 publicó su mejor libro de poesía: Lamia, Isabella, La víspera de Santa Inés y otros poemas, con temas míticos y legendarios de las épocas antigua, medieval y renacentista. El libro incluye el poema inacabado "Hyperion", del que Byron dijo que parecía inspirado por los titanes y que igualaba en sublimidad  a las obras más perfectas de Esquilo. Incluye además "Al otoño", cima de su poesía, y tres odas consideradas entre las mejores en lengua inglesa: "Oda a una urna griega", "Oda a la melancolía" y "Oda a un ruiseñor", así como algunos de sus más bellos sonetos. 

    En el otoño de 1820, ante el agravamiento de su enfermedad (cuyos primeros síntomas se manifestaron en el verano de 1818, durante una visita a la región de los lagos) y aconsejado por su médico, marchó a Roma en busca de un clima más cálido. En esta ciudad murió el 23 de febrero de 1821 y fue enterrado en el cementerio protestante. En su tumba se grabó este epitafio: "Aquí yace uno cuyo nombre  se escribió en el agua". Tras su muerte, se publicaron algunos de sus mejores poemas, entre ellos,  "Víspera de san Marcos" (1848) y "La belle dame sans merci".
      
Las odas son, junto con sus sonetos, los poemas a los que Keats debe su prestigio actual. Las odas (compuestas todas entre abril y mayo de 1819, salvo "Al otoño", escrita en septiembre de ese mismo año) tienen un carácter meditativo. La "Oda a una urna griega", quizá la más conocida, expresa el contraste entre la inmortalidad de la belleza de la obra de arte, representada por una urna griega, y la caducidad de la vida humana. En esta composición el poeta muestra un extraordinario dominio de la estrofa de diez versos endecasílabos cuyo esquema métrico nace de la combinación del soneto petrarquista y el shakespeariano.
   La oda no se inspira en una urna real y concreta, sino en una  ideal que imagina a partir de lecturas y grabados que reproducían obras de arte, así como de los mármoles de Elgin*, conjunto de esculturas y relieves procedentes de distintos edificios de la acrópolis de Atenas, llevadas al Reino Unido a principios del siglo XIX. 
  Describe una urna de mármol decorada con imágenes en relieve que representan distintas escenas, contempla esas imágenes  y se pregunta por las historias  y  secretos escondidos en ellas:¿Son hombres o dioses los perseguidores de esas doncellas esquivas? ¿Quiénes son los que se dirigen a ofrecer un sacrificio? ¿Qué pueblo es ese que se vacía una mañana y que permanecerá siempre en silencio? No hay respuesta por parte de esa "forma silenciosa",  la urna seguirá guardando su secreto. Pero el poeta percibe que las historias contadas por la "narradora del bosque" son más dulces  que sus propios versos, y las canciones inaudibles de las flautas más apreciadas por el espíritu que aquellas que podemos oír. Pide al joven músico que no cese su canto bajo esos árboles que no perderán nunca sus hojas, y consuela al amante en actitud de besar a su amada pues, aunque nunca alcanzará su objetivo, siempre la amará ya que ella nunca perderá su belleza. Pasarán las generaciones; sin embargo, la belleza de la urna permanecerá.
   Para Juan V. Martínez Luciano, el núcleo del poema es la muerte, pues Keats es "consciente de que las urnas a las que su oda se refiere sirven para contener las cenizas de los muertos". Pero hay también una meditación, muy propia del Romanticismo, sobre la estética, sobre "la dicotomía entre belleza -la idealización de la obra de arte- y verdad -la ineludible realidad- reflejada en los tan debatidos dos últimos versos del poema", objeto de distintas interpretaciones: la cuestión es si ambos versos son manifestación de la urna dirigida a la humanidad o del poeta, o bien el penúltimo verso corresponde a la urna y el último al poeta, y si este se dirige a los lectores o a la humanidad.


*Entradas relacionadas:

Puedes escuchar el poema en versión original:


lunes, 16 de mayo de 2016

Leer juntos Hoy: 'Ojos azules’ (The bluest eye), de Toni Morrison



Grupo de lectura I "Leer juntos Hoy" del IES “Goya”
Sesión del 18 de abril de 2016
Obra comentada: Ojos azules (The bluest eye), 1970 / 1993
Autora: Toni Morrison 

Toni Morrison, escritora afroamericana, escribió su primera novela, Ojos azules, en 1970, pero hasta la obtención del Premio Nobel de Literatura, en 1993, esta novela no alcanzó el éxito. En la reedición de 1993 la autora añade un epílogo (mejor leerlo como introducción explicativa) que da las claves y una cierta interpretación y justificación de la novela. Su título original en inglés, The bluest eye (“El ojo más azul”), tiene un sentido más intenso que el título en castellano.

La novela arranca en otoño de 1941, la única fecha concreta que conocemos. Pero, a pesar de seguir el libro un ritmo anual (las cuatro partes del libro se refieren a las cuatro estaciones del año sucesivas: otoño, invierno, primavera y verano), este tiempo, el tiempo de la novela no tiene nada que ver con el ritmo sucesivo de los acontecimientos, el tiempo real. Se trata, pues, de un primer elemento simbólico: un ciclo vital. Un día especial, el sábado, casi todos los hechos suceden en sábado.

A pesar de la narración fidedigna y pormenorizada, muy acorde con la tradición norteamericana, llena de datos y elementos de la realidad, no se trata de una obra realista sino más bien simbólica, algo que deja claro la autora en el epílogo.

¿De qué color es el racismo? ¿Estamos ante una novela de crítica social, de denuncia? Surge la duda. La novela está llena de reflexiones sociológicas y filosóficas. La duración de la experiencia que nos hace ser lo que somos, el concepto de belleza. Y una imponente descripción de las condiciones físicas, materiales y morales de la minoría negra en América.

Dos narradores principales: Claudia, una niña ingenua y simple, que narra retrospectivamente la historia, y un narrador omnisciente en tercera persona, que reflexiona y opina sobre los personajes. 

La protagonista, Pécola, está en el nivel más bajo de la sociedad: negra, pobre, niña, familia con traumas, no aceptada al nacer y fea. Este entorno determina/explica lo que le acontece: violada por su propio padre, perderá a su hijo y nunca podrá ver satisfecho su deseo, tener los ojos azules. Y en un contraste imposible, casi el único actor de amor que vive la niña es la propia violación de su padre (“el acto de amor no puede ser distinto del amante”). Este es el resumen de la historia.


Pero los temas que subyacen son dos:
El primero, un retrato sociológico, la vida de la minoría mayoritaria negra en los Estados Unidos. Aparentemente, la autora no analiza esta realidad. La describe con tal realismo que muestra un profundo y directo conocimiento de la misma. Las humillaciones, las carencias, la necesidad, la falta de cultura (son abandonados hasta en la escuela)… De alguna manera este ambiente sórdido explica el porqué de los hechos, aunque la autora nunca hace un juicio moral, sólo lo deja traslucir.

El segundo, los cánones de belleza dominantes. Claudia disfruta destruyendo todas las muñecas que recibe como regalo, todas representan a una niña blanca y bella, no hay otro modelo en el mercado. Pécola desea tener los ojos azules, tan imposible como que cambie su condición (negra, niña, pobre, fea…).

La primera página del libro reproduce unos simples párrafos, quizá de un libro de lectura infantil, que van perdiendo la puntuación, la estructura, hasta convertirse en un amasijo de letras. Estas frases de muy difícil lectura se convertirán en los títulos de los capítulos del libro. ¿Tiene esto algún significado? ¿Se trata de un guiño, junto con otros elementos del libro, a la nueva literatura, la literatura experimental?

Mi deformación histórica me ha traído a la memoria dos ideas ante la lectura de Ojos azules: la primera es la crítica social en la obra de Zola, la descripción sórdida de la clase obrera en la primera revolución industrial. Salvando las distancias, Europa, América, s. XIX, s. XX, estilos literarios muy diferentes… Toni Morrison pone ante nuestros ojos (azules o marrones, pero sobre una piel blanca) una realidad social que obliga a una lectura crítica. La segunda idea es sobre el canon estético occidental. El movimiento Black Power trató de defender en los años 60 algo más que los derechos civiles de los negros, cambiar los estereotipos y potenciar la belleza de la negritud (por estas fechas surge la novela). En otro sentido pero en la misma dirección, Fátima Mernissi también hace una crítica en su novela El haren en occidente de los valores estéticos de la llamada cultura occidental.

Una antigua profesora del Instituto Goya reflexionaba hace años sabiamente: “No entiendo cómo Dios nos hizo blancos y negros y no a todos iguales, con lo fácil que hubiera sido. En esto se equivocó”. Mª Ángeles Beriaín, Catedrática de Francés, IES Goya Zaragoza.


(De las notas tomadas en la sesión de debate por Pilar Cancer Pomar y Concha Gaudó Gaudó).