Grupo de lectura "Leer juntos" del IES Goya
Sesión del 29 de abril de 2024
Obra comentada: El Frago, 1901. Por enseñar a las niñas. 2ª edición, Zaragoza, Ed. Comuniter (Narrativa), 2023, 259 págs.
Autor: Carmen Romeo Pemán
¿QUIÉN
ES CARMEN ROMEO PEMÁN?
Nacida
en El Frago (1948), a cuya escuela asistió hasta los 13 años, es
Licenciada en Filología Románica por la Universidad de Zaragoza,
donde ejerció de profesora. Durante más de treinta años ha sido
Catedrática en el Instituto “Goya” de esta ciudad.
A
lo largo de su desempeño docente ha publicado textos didácticos,
guías de lectura y estudios de índole filológica. Y su vocación
literaria ha dado como fruto una considerable cantidad de relatos
breves que han ido viendo la luz en el Blog Letras
desde Mocade.
Una
parte de ellos, veintinueve, apareció editada bajo el título De
la roca nacidas, en Zaragoza, IFC-CSIC, 2021.
Hija
de maestros, se ha dedicado al estudio de la escuela rural y ha
publicado De las escuelas de El Frago, en Zaragoza, IFC-CSIC,
2014.
También
ha participado en el estudio de El callejero de las mujeres y
Paseos por la Zaragoza de las mujeres, Zaragoza, Publicaciones
del Ayuntamiento de Zaragoza, 2010 y 2019, respectivamente.
Su
labor de investigación y de creación literaria ha sido reconocida y
galardonada:
Premio
Bernardo Zapater Marconell. Ayuntamiento de Albarracín por un
trabajo de investigación reflejado en Los Mayos en la Sierra de
Albarracín, 1977.
VIII
Concurso Helvéticas. Tu país de las mujeres por De la roca
nacida. 2014.
EL
FRAGO, 1901. POR ENSEÑAR A LAS NIÑAS
Hoy
presentamos su última obra, una novela que consta de veinte
capítulos numerados: 1 La ilusión de Matilde. 2 De
camino a El Frago. 3 Las niñas a la herrería vieja. 4 Buscando
soluciones. 5 Tomando cartas en el asunto. 6 Con la iglesia hemos
topado. 7 A vueltas con el tabardillo. 8 Más casos de tifus. 9 Se
desata la epidemia. 10 Notas de prensa. 11 Vientos desfavorables. 12
Amainando el temporal. 13 El nuevo local. 14 Al César lo que es del
César. 15 Formas de diversión. 16 Las faltas de asistencia. 17
Acusan a Matilde. 18 Y las niñas en la cocina. 19 Matilde acusa. 20
Multan al Ayuntamiento. Más un Epílogo.
La
obra El
Frago 1901. Por enseñar a las niñas,
desde su doble título, anticipa al lector el marco histórico y el
leit
motiv
del argumento. La acción se ciñe casi exclusivamente a la geografía
de esa localidad de las Cinco Villas zaragozanas y transcurre
exactamente durante el año 1901, elegido por Carmen Romeo por su
especial significado para la escuela en España. Fue el año en que
el recién creado Ministerio de Instrucción Pública, dirigido por
el conde de Romanones, adoptó las más decisivas medidas para los
maestros y para la enseñanza primaria obligatoria.
El
segundo título explicita la convicción de una joven maestra,
Matilde, acerca de su trabajo. Ha ganado unas oposiciones para ser
maestra de niñas y está determinada a llevar a cabo su cometido sin
escatimar esfuerzos.
Es
la primera novela de Carmen Romeo, escritora conocida por sus
narraciones breves llenas de personajes muy potentes y de situaciones
insólitas, con las que ha ido tejiendo una densa red en torno a un
núcleo muy pequeño, El Frago. Y finalmente ha dado el salto a la
narración extensa, integrando en parte sus anteriores relatos,
técnica usada por García Márquez, quien en La
hojarasca (1955),
El coronel no tiene quien le escriba (1961)
y La mala hora (1962)
fue
creando los personajes y los escenarios que, más tarde, tomó como
base para Cien
años de soledad
(1967).
Si
García Márquez convirtió su Aracataca nativa en el Macondo
literario, Romeo Pemán hace lo propio con su pueblo, aunque conserve
el topónimo real. Así los personajes de María del Socarrau o del
Canónigo de las Cheblas, las mujeres de los carasoles o los
integrantes de la tertulia del bar, entre otros varios, conforman los
personajes del pueblo, escenario de El
Frago, 1901.
La
novela gira en torno a dos principales núcleos
temáticos
de desigual peso en el relato: la llegada de una nueva maestra –dispuesta a luchar por la escuela para las niñas– y la epidemia de
tifus.
Todo ello narrado con rigor histórico y bien novelado para ser leído
con facilidad y gusto.
Al
terminar el Epílogo,
el lector de hoy ya sabe de los difíciles comienzos de las escuelas
para niñas, por todo lo que implicaban: habilitación de un local,
presencia de una maestra dependiente del Ministerio y no del
Ayuntamiento, una nueva legislación educativa y los innumerables
conflictos que hacían necesaria la comparecencia epistolar e,
incluso, física de las instituciones educativas.
El
segundo núcleo argumental lo aporta la realidad de una epidemia de
tifus, que reveló a El Frago sus muchas carencias sanitarias, sólo
paliadas por el esfuerzo ímprobo del médico don Valero y la
diligente cooperación de Matilde y de los abnegados fragolinos que
no vacilaron en arrimar el hombro.
Ambos
temas, inevitablemente, se ramifican y, a veces, se cruzan. Así, la
cuestión de la escuela de niñas introduce al antagonista de la
maestra, Mosén Mateo, auténtico vestigio de los viejos curas
carlistas, que se resiste a que la Iglesia, encargada hasta entonces
de la formación de las niñas, pierda su autoridad y su control.
Este personaje será el más duro adversario de Matilde, a cuya
presencia atribuye él públicamente todos los males del pueblo.
Asociado
a la epidemia de tifus, trae Romeo Pemán el eco de las teorías
higienistas de la época, que provocarán roces entre el médico –a
cuyo cargo se encuentra la actuación sanitaria durante la epidemia– y la maestra, que parece invadir sus competencias al divulgar entre
las mujeres y las alumnas sencillas medidas higiénicas como el
lavado de las manos y de la ropa.
La
gravedad de la epidemia traerá, además, la exótica presencia de
los médicos de la capital con sus máscaras de pico de ave,
enfrentados a los prejuicios de los naturales. Y de nuevo hace acto
de presencia la Iglesia con sus rituales de devoción popular para
casos de peste, que la autora cuenta y describe con total eficacia
incorporando las Letanías de san Sebastián.
Y
alrededor de ambos temas, el caciquismo,
que
la Real Academia define como “intromisión abusiva de una persona o
autoridad en determinados asuntos, valiéndose de su poder o
influencia”. El representante de esta “forma” política contra
la que luchaba el Regeneracionismo de los gobiernos era don Casiano,
que ponía y quitaba alcaldes y sometía a su dictado la forma de
vida del pueblo y, como recuerda oportunamente el personaje de la
señora María, “esa gente es peligrosa y nunca estará con los
pobres”.
El
Frago, recorrido calle a calle con fidelidad de plano, aparece
envuelto con una pátina que impregna las casas, los muebles y los
muros, que aparecen desconchados, desvencijados, caducos. Lo que
acentúa así la sensación de una sociedad decadente, presa de
viejas ideas. En tres únicos puntos se desenvuelve su vida social:
la iglesia, el café y los carasoles.
Y
a ese “macondo” llega Matilde, una joven con su imagen fresca y
moderna. Una mujer de ciudad, con estudios, que desea trabajar. Su
sola presencia marca el vivo contraste que existía entre la vida
urbana y la rural. Y, además, posee la fuerte personalidad y el
conocimiento necesarios para llevar a cabo su histórica misión de
implantar las novedades educativas del Ministerio.
La
autora no duda en vestirla a la última moda y describe a lo largo de
toda la obra su vestimenta y calzado, lo que constituye otro de sus
aciertos. El siglo XX inició una tendencia de cambio imparable en la
moda femenina: las ropas y calzados se adaptaron a una nueva forma de
vivir y actuar, que inauguró un nuevo código en las relaciones
sociales.
Matilde,
una extraña en aquel pueblo, se siente, de principio a fin, muy
sola. Pero el personaje de María del Socarrau que, en principio,
parecía que no tenía más papel que hospedar en su casa a la
maestra, crece a lo largo del relato hasta convertirse en su
confidente y su apoyo. Se trata así con total realismo la situación
de aquellas maestras pioneras que tuvieron que afrontar muchas
situaciones insólitas sin contar con el amparo familiar.
En
esas circunstancias, la aparición del amor podía mitigar la soledad
de estas jóvenes y Carmen Romeo no niega a la protagonista el
derecho a enamorarse del médico don Valero, aunque se pasa de
puntillas por el asunto y se deja a la imaginación del lector, en el
final abierto, el desenlace de este asunto.
Aunque
se alude constantemente a viejas costumbres y a viejos utensilios
nombrados especialmente en el ajuar de las casas, no se trata en
absoluto de un relato costumbrista. La novela se mueve entre la
literatura verité
y la novela histórica, y en su misma indefinición encuentra su
propio lugar. Y una muestra de ello, entre otras, es la naturalidad
con la que se hacen convivir el lenguaje administrativo traído por
la maestra y el inspector, los latines del cura y la lengua coloquial
sin marcas locales.
Es
una narración rigurosa hasta el extremo en los datos históricos,
inserta en un marco ficticio pero a la vez verosímil. Aunque es muy
rica en técnica, en referencias literarias, en el uso de registros
lingüístico y en recursos narrativos, logra dar la sensación al
lector de haber leído una obra muy accesible, porque el lenguaje es
siempre claro y los personajes atrapan desde las primeras páginas.
Tiene la marca de Carmen Romeo Pemán.
Francisca
Soria Andreu
Once
días antes de nuestra tertulia, tuvo lugar en Ejea de los Caballeros
una presentación de la novela de Carmen Romeo a cargo de nuestra
compañera del grupo de lectura Concha Gaudó. Con su texto, que a
continuación reproducimos, queremos sumar la valoración,
complementaria, de una historiadora –y amiga– al comentario literario
anterior, realizado por Francisca Soria, también miembro del grupo
“Leer juntos” del IES Goya y amiga suya.
Y dice así…
Cuando
yo era pequeña, en los albores de la televisión en España, había
un programa titulado “Tengo un libro en las manos”. Este título
se convirtió en un eslogan y muchas personas lo hemos adoptado como
modo de vida.
Venir
hoy a Ejea, a presentar un libro de Carmen Romeo Pemán, cumple dos
de mis pasiones, el arte medieval, el románico en particular, y los
libros, mejor si son de historia. Gracias, Carmen, y gracias a
quienes lo han permitido y hecho posible, Felipe Díaz,
vicepresidente de la Comarca de las Cinco Villas y José Ramón
Reyes, alcalde de El Frago.
Mi
presencia aquí es el regalo de una amiga. Pero no se preocupen, la
amistad no me ciega para ser crítica y objetiva en mis valoraciones.
Seguramente,
ya conocen a Carmen Romeo, vecina de una cercana localidad
cincovillesa, El Frago, donde nació en 1948 y de donde, como ella
dice, nunca se ha ido, pues ese es el lugar donde mora, aunque sus
muchas actividades la hayan obligado a residir en otro lugares. En El
Frago dio sus primeros pasos, aprendió las primeras letras en su
escuela, de la mano de una buena maestra, y sólo salió de allí
para seguir estudiando, mejor dicho, para titularse, porque su
estudio, su conocimiento, tiene sus raíces en este lugar, donde,
desde muy pequeña, iba de casa en casa para que gentes diversas le
contasen historias, sus cosas, su vida… y ella iba almacenando
narraciones, leyendas, construyendo su saber y, sobre todo,
aprendiendo a amar sus orígenes y a su gente. Porque sin amor, sin
pasión, no se pueden construir los hermosos relatos y la sabiduría
que nos entrega.
Carmen
estudió el bachillerato en el Colegio de Santa Ana de Zaragoza, en
un internado que permitió a muchas chicas de los pueblos de Aragón
acceder a una educación superior. Un lugar difícil por el que
tuvieron que pasar las chicas jóvenes de pueblo que querían
estudiar más.
Estudió
Magisterio y Filología Románica en la Universidad de Zaragoza y,
para no desaprovechar los veranos, perfeccionó idiomas en Francia y
Bélgica. Su expediente académico la llevó a entrar, nada más
acabar la carrera, en el Colegio Universitario de Teruel como
profesora de Literatura e investigadora en el ámbito lingüístico y
también, muy pronto, en historia de la educación.
Cambió
la docencia universitaria por la enseñanza secundaria, donde ha
ejercido su vocación docente en los Institutos Francés de Aranda de
Teruel y Goya de Zaragoza durante más de 40 años, como Catedrática
de Lengua y Literatura. Y digo “vocación” y no actividad
docente, porque sólo desde la vocación se puede llevar una
actividad profesional a la excelencia, como ella lo ha hecho.
A
pesar de que los tiempos en la enseñanza secundaria están muy
dominados por las clases, la docencia, Carmen nunca abandonó la
investigación, ampliando sus temas de interés a la didáctica, la
pedagogía y la coeducación.
Un
trabajo intenso, eficaz y reconocido. Emociona ver cómo la valoran
sus alumnas y alumnos, cómo la abrazan, cómo la citan. Cómo la
quieren. Sus publicaciones, premios y reconocimientos, los pueden ver
fácilmente en la red. Pero estas citas no recogen el día a día. Yo
quiero contar aquí un ejemplo, visto con mis propios ojos, pues,
además de tener el privilegio de ser su amiga, he tenido la suerte
de ser su compañera de trabajo.
Carmen
asumió por decisión personal el Aula de español para alumnado
extranjero del Instituto Goya. No era lo habitual, en su condición
de Jefa de Departamento. En un accidente doméstico se rompió una
pierna y tuvo que estar de baja. Sus alumnas y alumnos, con los que
se comunicaba por correo electrónico, en los primeros pasos de la
informática, para hacerles practicar la lengua, se enteraron
enseguida. No querían otra profesora y nos propusieron la solución.
Se enteraron de que en la Seguridad Social prestaban sillas de
ruedas. Ellos mismos irían a pedir una silla y, cada día, por
turno, ellos o ellas irían a buscar a Carmen a su casa y la
devolverían a su domicilio. Todo arreglado. Varios de estos alumnos
que pasaron por las clases de español de Carmen llegaron a la
universidad y son hoy excelentes profesionales.
El
Frago, 1901. Por enseñar a las niñas.
Ya he dicho que me gustan los libros de historia. Pues aquí tenemos
uno, un libro de historia, historia política de España (la
regencia, los ministros, el carlismo y la influencia de la Iglesia,
el caciquismo, las tímidas reformas regeneracionistas) de historia
de la educación (el recién nacido ministerio, los decretos, las
exigencias en educación, las nuevas corrientes pedagógicas), de
historia de las mujeres (acceso al trabajo, a la educación, primeros
pasos de la emancipación y también la violencia, la opresión, el
dolor), de historia de una comunidad, historia del pensamiento
(nuevas y viejas ideas), historia de la cultura. Y una novela, novela
social (las relaciones, las diferencias, la relativa riqueza y la
relativa pobreza, el trabajo, el progreso, el ocio, la amistad),
novela protesta, novela reivindicativa, novela utópica. Utópica,
sí, porque nos invita a mejorar, a crear ese lugar que todavía no
existe. Y una novela homenaje.
La
autora es, en primer lugar, una investigadora. Todos y cada uno de
los aspectos tratados en la obra están documentados e investigados.
Son muchas las horas pasadas en los archivos históricos y es muy
profundo el conocimiento que Carmen tiene de la Historia de la
Educación. Con esos mimbres teje, de forma magistral, el largo
camino de la educación de las mujeres. ¡Cuántos escollos por
superar, cuántas ideas que rebatir, cuántas piedras en el camino,
malentendidos y malas intenciones, y cuántos sufrimientos para las
niñas y las maestras!, algunos conocidos por experiencia propia,
incluso mucho tiempo después. El final feliz ha llegado después de
un largo camino de espinas, un calvario, en lenguaje de don Mateo,
aunque él diría algo peor.
Pero
no sólo aborda la historia de la educación. Préstenle mucha
atención al tema de la moda incluido en la novela. Las diferentes
formas de vestir, las prendas tradicionales y sus usos, los cambios
introducidos con el nuevo siglo, tejidos, prendas, modas… (Carmen
descubrió a la primera mujer empresaria en el s. XIX en Zaragoza,
propietaria de una fábrica de fajas).
Historia
de la medicina y de la higiene. Las enfermedades, los tratamientos y
los nuevos usos higiénicos…. También en este campo tiene la
autora un profundo conocimiento a través de sus estudios sobre las
Damas de la Cruz Roja.
Por
último, pero tan destacado o más que el primer punto, la historia
de la comunidad. Este aspecto es un auténtico tratado de etnografía.
¿Cómo es la vida cotidiana de una comunidad pequeña, rural, de
montaña media, las Altas Cinco Villas, en la época del cambio de
siglo, del XIX al XX, y del cambio de era, de la tradición a la
modernización? ¿Cómo convive lo nuevo y lo viejo, cómo se superan
las resistencias al cambio? Reconozco que, a mí, los otros temas me
interesan y me gustan mucho, pero este me ha dejado abducida. Cómo
cuenta la vida diaria, las necesidades, las relaciones, cómo
recupera los usos, la tradición.
Carmen
había escrito muchas obras de investigación; ahora nos ofrece una
obra literaria, una novela, su primera novela publicada (siempre lo
digo, que ha tardado en publicar literatura, pero que lleva muchos
años escribiendo. Si no, no se puede hacer tan bien). ¿Qué aporta
la novela a esta historia? Pues le aporta el alma. Porque todo lo que
sucede es la vida misma de las personas que hacen o sufren los
acontecimientos. Y sólo de esta forma conocemos la auténtica verdad
histórica. No es lo mismo escribir que hubo muchas dificultades para
escolarizar a las chicas que mostrar que recibían clase en un lugar
lleno de boñigas en el suelo. Y así, todo.
En
El
País
del 7 de abril último, Irene Vallejo publicó un artículo titulado
“El ombligo de los sueños”. Allí recoge unas frases de la
primera novela conocida, del s. XI, Genji
Monogatari
de Murasaki Shikibu: “Las crónicas históricas muestran sólo una
parte de la verdad, y es en los relatos de ficción donde descubrimos
las causas profundas de lo que sucede”.
Eso
es, precisamente, lo que logra Carmen con esta novela. Contar la
verdad de la historia, la historia total, la intrahistoria.
Por
cierto, Carmen Romeo fue profesora de Irene Vallejo. Ella la presentó
al primer concurso literario, que ganó, por supuesto, y la animó en
sus primeros pasos de escritora. Irene nunca olvida citarla en sus
charlas, en sus obras –ahí está en El
Infinito en un junco–,
y de reconocerle, con todo su cariño, todo el conocimiento que le
trasmitió y le trasmite, en presente.
También
dice Irene que, al leer una novela, intervienen todos los sentidos y
se activan las áreas cerebrales relacionadas con el significado de
las palabras. Olerán el aroma del falso café de achicoria recién
hecho, sentirán el estómago ardiente con el trago de pacharán. Y
temblarán ante la idea de los manejos de la Feria de Ayerbe y les
dolerán las manos, como a las lavanderas cuando bajaban a lavar la
ropa a las frías aguas del Arba.
Ya
termino, pero no sin hablar del lenguaje. Culto y popular, en una
sinergia especial, en una transición imperceptible, pero clara y
lógica. No es fácil manejar con tal seguridad ambos registros.
Recordemos
que la lengua, las lenguas, incluidos los latines, y la literatura
son las dos aficiones y especialidades de la autora. La descripción
precisa, los topónimos, el vocabulario específico y las citas
literarias, elegidas a su gusto. Todo, todo está perfectamente
integrado.
Pero
la razón de la novela es otra. El objetivo final es la
reivindicación de la EDUCACIÓN como fuente de sabiduría, como
llave del conocimiento, del progreso, de la libertad. Como clave de
la emancipación de las mujeres. “Otro gallo nos habría cantado a
nosotras” con una maestra así, dice Dominica del Corronchal (cap.
6). “Es usted muy valiente. Al final cederán. No les quedará más
remedio”, dice una voz de mujer desde la ventana (cap. 5). “Esas
manicas, pronto bordarán sus ajuares con primor” (cap. 5), y
aprenderán a coser la ropa interior y aprenderán higiene y, quién
sabe, algunas de ellas saldrán a estudiar y se harán maestras para
enseñar a las niñas.
Todas
esas maestras, que Carmen tiene biografiadas en su blog Letras
desde MOCADE,
doña Inés, doña Simona, doña Angelita, doña Asunción, doña
Nieves, todas, todas son doña Matilde. Todas ellas “entregaron su
vida a las niñas de un pueblo perdido entre los montes”. Un
homenaje al magisterio femenino.
Carmen
ha reconocido, en varios de sus escritos y, sobre todo, en el gran
libro sobre la escuela rural De
las escuelas de El Frago,
la gran importancia que ha tenido la escuela –las maestras y los
maestros– para el gran número de fragolinos que andan por el mundo
ejerciendo, de forma destacada, sus profesiones. En El Frago
construyeron “a vecinal” las primeras escuelas y “a vecinal”
del siglo XXI, aunque ahora usaríamos otro término, se han
reabierto las escuelas hace un par de años. Tienen un gran futuro.
A
don Gregorio y doña Asunción, maestros de El Frago, sus maestros,
sus padres, dedica Carmen esta primera novela. Y destinó los
beneficios de la primera edición a la reabierta escuela de El Frago.
Tengo
un libro, una joya, en las manos: el libro de Carmen Romeo El
Frago, 1901. Por enseñar a las niñas.
Léanlo, aprendan y disfruten.
Concha
Gaudó Gaudó
Encontrarán
una reseña de la presentación que de esta novela se hizo, en marzo
pasado, en el Palacio de Sástago de Zaragoza, con la intervención
de la autora, en el blog Letras
desde Mocade.