EL BLOG DE LA BIBLIOTECA "IRENE VALLEJO" DEL IES GOYA DE ZARAGOZA


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domingo, 30 de abril de 2017

Dos poemas de Fermín Herrero

Rastrojera o rastrojo. © Javier Milla



Por más que el tiempo arrase palmo
a palmo lo que atraparan los días
de la infancia y sepa que ha de quitarme
todo, sin prisa o a traición, espero,
hasta que el cuerpo aguante, que nunca
me someta. Y aun entonces, si fuese factible,
abandonarme, no reconocerme en nada
de lo que me pertenezca. Ser por siempre,
al olor de la mies mojada, canto de alondra 
       en rastrojera, dejándose llevar.

De De la letra menuda, Cálamo, 2010



              Estado del bienestar

Con cerca de setenta años y una hernia 
       discal que nunca se operó, mi madre
está cavando el huerto. La recuerdo
siempre así, sin parar, desviviéndose
por nosotros, sus manos de penuria inquietud
día y noche, la abnegación echada al hombro hasta
dejarlo todo aviado y acabar molida: frota
que te frota ordeñando, acarreando, frota
que te frota barriendo, fregando, vareando
en la era la lana de los colchones, haciendo aulagas
para prender la lumbre y caldear la casa... Siempre
así, sudando como una descosida, sin dar abasto
y pese a todo -igual que el resto de las esclavas
de posguerra- no tiene derecho
a pensión. Cuando puede ver el parte se hace
cruces de lo bien que hablan los políticos.

                                          De Tierras altas, Hiperión, 2006



Fermín Herrero [www.diariodeleon.es]
Fermín Herrero (Ausejo de la Sierra, Soria, 1963) es un poeta español originario de la comarca soriana de Tierras altas, "el alto llano numantino y machadiano", "un lugar olvidado, sumido en la condena del abandono" -como denuncia el autor-, pero donde "la poesía está, anda suelta". Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Zaragoza, actualmente es profesor de lengua castellana y literatura en el instituto "Juan de Juni" de Valladolid. 

Fermín Herrero, quien concibe la poesía como "vía de conocimiento de lo inefable" cuyo fin último es "dar sentido a la existencia", ha creado una obra poética reconocida con numerosos y prestigiosos premios, que comprende los siguientes poemarios: Anagnórisis (1995, Premio Gerardo Diego), Echarse al monte (1997, Premio Hiperión), Un lugar habitable (2000), El tiempo de los usureros (2003), Endechas del consuelo (2006, Premio Fray Luis de León 2005), Tierras altas (2006), La lengua de las campanas (2006), De la letra menuda (2010), Tempero (2011, Premio Valencia "Alfons el Magnànim"), Furtivo de los días (2014), La gratitud (2014, Premio Jaime Gil de Biedma y Premio de la Crítica de Castilla y León ) y Sin ir más lejos (2016, Premio Jaén de Poesía y Premio de la Crítica de poesía en castellano 2016). En 2015 recibió el Premio Castilla y León de las Letras por el conjunto de su obra. Sus poemas han sido publicados en revistas literarias y antologías poéticas.

Las palabras del jurado del Premio de la Crítica, destacando del libro galardonado "su claridad de expresión y su estética limpia y sencilla, que aspira a convertirse en la conciencia de lo que es la vida, el tiempo y siempre enraizada con la tierra castellana", pueden aplicarse al conjunto de su obra, de la que ha escrito el también poeta Álvaro Valverde* (El Cultural, 17-2-2017):
El lenguaje, como el paisaje de su tierra: áspero y despoblado, seco, esencial, resistente. El tono, sentencioso. La expresión, austera: "Cuanto más simple, más hondura". Un lenguaje que juega con la sintaxis a favor del sentido. Que maneja con solvencia el encabalgamiento. Que logra el ritmo que exige su música callada, la de sus amados místicos, a los que cita explícitamente.
En sus poemas, las viejas palabras castellanas, las palabras de antaño, nombran un mundo de cuya desaparición el poeta es testigo, una civilización campesina a punto de extinguirse que tiene como fondo el paisaje y el campo sorianos, convertidos para el autor en "refugio contra el mundo".

Escucha los poemas "Catastro" y "Estado del bienestar", recitados por el autor:



Otros poemas del autor en este blog:
*Entrada relacionada:


domingo, 23 de abril de 2017

"Canción del mundo", de Constantino Molina



Foto: Beth Moon



                 CANCIÓN DEL MUNDO

Si alguna vez callásemos
como callan los árboles, las nubes
y las piedras, podrían escucharse
los árboles, las nubes y las piedras.

También en estas cosas se escucha una canción.
Y desde su silencio nos invitan
a creer en la voz que sin verbo habla.

Así,
mientras alguien fabula estrategias que calmen
su incertidumbre,
un lúgano le canta a la mañana
y el cielo le regala los colores del bosque.

Mientras alguien disfraza con plegaria su miedo,
un milano dibuja su vuelo entre las nubes
y esparce libertad.

Y mientras alguien busca con palabras
la respuesta que salve su alegría,
la primavera llega, tan callada,
y expande los secretos de la dicha.

El mundo nos entona su canción.

Una canción en blanco,
sin dictado ni acorde, sin ciencia ni conciencia,
que de la nada viene y en todo se refleja.
Basta callar, dejar cantar al mundo
y oír su voz fugaz para entenderlo.

               De Las ramas del azar, 2015


Constantino Molina Monteagudo (Albacete, 1985) es un  poeta español que con tan solo dos libros publicados se ha convertido en una de las figuras  destacadas de la joven poesía española. 

    Abandonó los estudios de Humanidades en 2006 y ha desempeñado muy diversos oficios no relacionados con la literatura. Desde 2015 colabora en el diario ABC Castilla-La Mancha. 
    Ha publicado los poemarios Las ramas del azar (2015) y Silbando un eco extraño (2016). El primero ha sido reconocido con dos prestigiosos galardones: el Premio Adonáis 2014 y el Premio de Literatura para Jóvenes "Miguel Hernández" 2015, cuyo jurado valoró que es "un libro sereno en el que la naturaleza permite el descubrimiento de un sujeto contemplador del misterio de la vida, expresado de forma contenida y musical".  El segundo, con el Premio Valencia 2016 de la Institució Alfons el Magnànim, en la modalidad de poesía en castellano. Anteriormente había recibido el Premio Jóvenes Artistas de Castilla-La Mancha (2011) y el Premio de Poesía Joven Ciudad de Albacete (2012). Algunos de sus poemas han sido recogidos en las antologías El llano en llamas (2011) y Tenían veinte años y estaban locos (2011), así como en las revistas Barcarola y La Galla Ciencia.

domingo, 16 de abril de 2017

"¿Cómo se sacan las castañas del fuego?", de Escandar Algeet




¿Cómo se sacan las castañas del fuego[i]?

A los 17 mi madre vio que me iba de casa,
así que un día me cogió por banda
y me enseñó a freír un huevo.
Yo apenas había vivido más allá de las 3 calles de Palencia,
tenía un caudal de sueños por achicar
y un semáforo en rojo en la cuenta atrás de ponerse en verde.
Acababa de amanecer un nuevo siglo,
la gente de clase hacía pellas[ii] repartiendo cartas de universidad
y la castañera de la calle mayor
mientras
seguía dándole vueltas al frío.
Preocupada, intuyo, por el qué iba a comer y cómo,
mi madre
me enseñó a cocer pasta,
a cortar lechuga
y picar ajo para darle sabor al cerdo.
Y una tarde; como ya he dicho,
me cogió por banda
y me enseñó a freír un huevo.
Yo estaba en segundo de bachillerato
y lo único que me preocupaba
(no he cambiado tanto)
eran las chicas, el cine y la poesía
y en ese desorden
coleccionaba pósters pensando en cómo sería mi vida.
Pero mi madre,
tímida, preocupada y repleta de ternura,
insistía:
llenaba una sartén de aceite,
lo calentaba
y con los ojos me decía: aunque te quemes, tienes que ser fuerte.
Así aprendí a romper la cáscara,
a poner dos huevos sobre la mesa
y a sobrevivir en este mundo de mierda
que tanto me gusta tantas veces.
Cuando alguien me pregunta
¿cómo se sacan las castañas del fuego?
respondo
lo que aprendí viendo en las manos quemadas de mi madre:
quemándote
para que así otros,
los tuyos,
no se quemen.

                          De Un invierno sin sol, 2013




[i] sacar las castañas del fuego, ejecutar en beneficio de alguien algo
de lo que puede resultar daño o disgusto para sí.
[ii] hacer pellas, hacer novillos, dejar de asistir a clase.


Escandar Algeet nació en Palencia (España) en 1984. A los dieciocho años marchó a
Ponferrada para estudiar cine en una escuela desaparecida actualmente. Tres años después se traslada a Madrid, donde desempeñó diferentes oficios para sobrevivir, entró en contacto con tertulias poéticas, estudió guion y un ciclo formativo de producción audiovisual. En 2009 apareció su primer poemario, Alas de mar y prosa, centrado en su entorno más próximo; al que seguirán Un invierno sin sol (2013, sobre una historia de amor con una chica llamada Sol, a la que puso fin la distancia); la plaquette Tres tristes trastes (2015); Ojalá joder (2015); Y toda esa mierda (2015); todos ellos editados por 'Ya lo dijo Casimiro Parker'. Actualmente es "camarero sin cámara" en un bar del barrio madrileño de Malasaña y editor de la revista 'Pro-vocación'.


martes, 11 de abril de 2017

Leer juntos Hoy. Bienvenida a Javier Plaza



            Javier, es un gusto para el profesorado del IES Goya que hayas querido venir, o mejor, volver a este Instituto para hablar y dialogar sobre tu novela La urraca en la nieve. Es una satisfacción ver que "hemos hecho suficiente", que nuestra acción, nuestras enseñanzas en el aula han podido contribuir a la formación y desarrollo de la personalidad y de la vida del alumnado. Tomar conciencia, constatar que nuestra poca o mucha influencia ha salido del aula, del centro, y ha trascendido a la sociedad de este país y, en tu caso, también a la iberoamericana. La trascendencia, de alguna forma la inmortalidad, es un deseo y una relevante aspiración humana. Vivir, hacer, crear y saber que no nos quedamos encerrados en nosotros mismos es un impulso  para superarnos. Somos seres relacionales que vamos más allá, salimos de nosotros y llegamos a los otros y de alguna manera quedamos en ellos construyéndonos mutuamente. Somos en nosotros y en los otros. Me atrevo a decir que toda persona busca saber quién es, cómo ha llegado a ser quien es. En esa búsqueda, al menos yo, reconozco quiénes y cómo han quedado en mí. Y son algunos, quizás muchos, los profesores –en mi educación y formación no hubo profesoras, soy muy mayor– que han dejado sus huellas en mí. Es por esta vivencia por lo que agradezco poder vislumbrar si  he quedado y cómo he quedado en otros. Es por eso por lo que agradezco que aquellos jóvenes que pasaron por las aulas, con el tiempo vuelvan a vernos o bien encontrarlos en cualquier camino y momento de los que vivimos para intuir esa necesaria trascendencia humana. El tiempo que vivimos en el aula es quizás poco y pronto para poder apreciarlo. 
La profesora Inocencia Torres presenta a Javier Plaza

Javier Plaza ha vuelto esta tarde. Javier Plaza es un exalumno. Es un escritor nacido en Pamplona en 1974, aunque afincado desde hace muchos años en Zaragoza. Este apasionado de la literatura, que creció leyendo a los clásicos, es licenciado en Derecho y diplomado en Ciencias Empresariales por la Universidad de Zaragoza. Devorador de novela histórica y autor de varios relatos cortos, como La otra noche, Ya me olvidé de ti o El germen (ganador del  III Concurso de relatos cortos contra la violencia machista del Ayuntamiento de Terrassa), publicó en España en 2014 su primera novela, La urraca en la nieve, con Ediciones Hades, novela que nos sumerge en el ambiente del París impresionista. De esta novela se han impreso hasta la fecha cuatro ediciones en España y acaba de publicarse en México a través de la editorial de la Universidad de Puebla. Recientemente ha finalizado su segundo trabajo, que verá la luz en los próximos meses. También es colaborador habitual en las webs literarias La boca del libro y Lecturas sumergidas.

Camille Pissarro. Autorretrato.
Es sabido que, cuando un escritor publica, su obra deja de pertenecerle. Somos los lectores los que nos adueñamos de ella. Al leerla la hacemos nuestra a través de lo que sentimos, pensamos y vivimos cuando nos sumergimos en la lectura. Quiero expresarte muy brevemente lo acontecido en mí al leer La urraca en la nieve. Se me ha aparecido como una novela totalmente visual. Describe minuciosamente los espacios, lugares, las situaciones... y, en mi imaginación, en la pantalla de mi mente, estoy viendo lo descrito, de forma paralela o semejante a como los personajes (Camille, Yves y otros...), al contemplar los paisajes, van pintando en sus mentes los cuadros que luego fijarán en sus lienzos. Pienso en un doble y divergente recorrido: yo, la lectora, discurro de la palabra leída a la imagen mental; ellos, los personajes, desde su percepción van a la imagen y la palabra que describe su posible cuadro. Me gusta este juego de relaciones entre percepción, imagen y palabra que me parece expresado en la página 256: "Escuchábamos la historia con la mente ya en el cuadro". Me parece un relato construido con innumerables detalles que me llevan a evocar el puntillismo del impresionista Camille Pissarro. Esta forma de escritura me parece que se asemeja a la forma pintura. Y es por ello por lo que me pregunto si buscabas una adecuación o armonía entre la forma y el contenido del texto, puesto que el tema de tu novela es retratar la vida artística en París a finales del XIX. En la medida en que tu relato discurre en siete días a través de los cuales describes la escena de un presente, pero que la interrumpes con múltiples flashbacks, va avanzando poco a poco (puntito a puntito) y solo al final tenemos una visión, una imagen global o un cuadro. En la página 237 leo: "La minuciosidad es la clave de la pintura". Yo me pregunto si es también la clave de  tu escritura, la clave de tu novela, una novela puntillista, una novela impresionista, una novela visual. En tu novela juega sobre todo la vista. Apenas se estimulan el olfato, el gusto, el tacto o el movimiento. A la par de los protagonistas, durante la lectura he ido pintando cuadros de diferentes espacios, personas, ambientes, culturas y tiempos.
Termino para darte la palabra y que nos hables de ti, de tu novela, de tu gusto por la escritura... Para que respondas a mis preguntas y a las de todas las personas de este encuentro que nos reúne al grupo de "Leer juntos".
Bienvenido de nuevo. Hemos leído con gusto e interés tu novela y ahora también esperamos tus palabras y el diálogo contigo.
Inocencia Torres Martínez

Leer juntos Hoy: 'La urraca en la nieve', de Javier Plaza



Grupo de lectura "Leer juntos Hoy" del IES Goya
Sesión del 3 de abril de 2017
Autor: Javier Plaza
Obra comentada: La urraca en la nieve. Ediciones Hades, 2014.



 I. El autor y su obra

Francisco Javier Plaza Beiztegui (Pamplona, 1974) estudió bachillerato en el Instituto Goya de Zaragoza, desde 1988 hasta 1993. De esa época conserva tan gratos recuerdos que llega a decirme: “En el Instituto Goya nació mi pasión por la escritura”.
Se licenció en Derecho y se diplomó en Ciencias Empresariales en la Universidad de Zaragoza. 
Este apasionado de la literatura, que creció leyendo a los clásicos, es un devorador de novela histórica y autor de varios relatos cortos: La otra noche, Ya me olvidé de ti y El germen. Con este último, ganó el III concurso de relatos cortos en contra de la violencia machista del Ayuntamiento de Terrassa.
El año 2014 publicó La urraca en la nieve. Y ya está cercana la publicación de su segunda novela, Canción de otoño
Es colaborador habitual de dos webs literarias, La boca del libro y Lecturas Sumergidas.



II. Sobre La urraca en la nieve

La urraca en la nieve, publicada en Ediciones Hades, lleva ya cuatro ediciones: noviembre de 2014, febrero de 2015, mayo de 2015 y noviembre de 2016. La Universidad de Puebla de Zaragoza, México, en marzo de 2017, lanzó otra en Fomento Editorial. En este trabajo citaré por la tercera edición de Hades.

 
El título
La urraca en la nieve, como revela la ilustración de la portada, hace referencia a La urraca, un cuadro que Claude Monet (París, 1840 – Giverny, 1926) pintó en 1869. “La urraca es de mi pintor favorito, aunque no es mi cuadro predilecto. Mi preferido es Boulevard de Montmartre al atardecer de Pissarro. Llegué a barajar ese nombre para la novela, pero decía demasiado del contenido, y eso a mí no me gusta. Escogí La urraca porque me permitía que la urraca apareciera, al menos mencionada, en todos los capítulos del libro”. (De mis conversaciones con Javier Plaza en Messenger).


En el cuadro de Monet, en medio de un paisaje nevado, una urraca se posa en una empalizada y atrae de tal forma la mirada que el resto del cuadro se ve como un mosaico alrededor de un punto central. Camille, el narrador-protagonista de esta novela, como esa urraca, nos atrapa y, a través de las historias que va contando, nos deja ver el ambiente parisino de forma fragmentada.


Al final, cuando hemos dado la vuelta a la última página y nos alejamos, como sucede con los cuadros impresionistas, podemos ver la totalidad y el significado general de la obra. Si hacemos una segunda lectura con más calma, desde el principio sabremos que vamos a acompañar a Camille durante una semana por el París impresionista. Y, con él, a Yves y a Víctor, sus dos amigos. En ese paseo conoceremos que ha vivido allí ocho meses y que es un señorito de alta cuna, procedente del sur de Francia. Todo esto, y mucho más, lo va contando con pinceladas sueltas, como los impresionistas, que debían su nombre a otro cuadro de Monet: Impression, soleil levant.



El contenido
Detrás de un mundo lleno de cuadros, bailarinas de cabarets y alcohol, se esconde una gran nostalgia y una búsqueda incansable por la fama. En esta novela se hace realidad el tópico latino “Así pasa la gloria del mundo” (Sic transit gloria mundi).Y lo pone en boca de Yves para quitarle dogmatismo y transcendencia: El cuerpo pasa y la gloria queda —respondió dando todo el tono serio que pudo a sus palabras, palabras que a mí me hicieron reír” (p. 193).

En realidad, es un intento de atrapar los recuerdos de un sueño que se desvanecía a medida que iba naciendo. ”Yves había trazado en pocos minutos una composición del lugar con un carboncillo y un trozo de papel… estrujó la cuartilla entre sus manos. Tomé el malherido dibujo de manos de mi amigo antes de que lo arrojara en cualquier lado… Todavía hoy lo conservo en mi despacho, enmarcado, sin que haya perdido aquellas arrugas que lo envejecieron prematuramente en un jardín de Ablon sur Seine” (p. 239).

El narrador y sus acompañantes
La mente frágil de Camille lo lleva a frecuentes ausencias. En varias ocasiones le oímos frases como estas: En aquella ocasión me fue imposible retomar el hilo” (p. 41); “Había extraviado, una vez más, el hilo de la conversación” (p. 82); “Ahí perdí ya el hilo argumental” (p. 319).

Este narrador, un poco deficiente, introduce continuos flashbacks de forma natural y salta de un tema a otro con gran agilidad. “Puse que tardó diecisiete años en regresar a París para dejar claro que allí terminó su sueño de pintor impresionista, que no regresó a París en marzo, como había prometido a sus amigos. Que allí se terminó la vida bohemia. Porque Camille es débil y la aventura termina cuando regresa a la influencia familiar”. (De mis conversaciones con Javier Plaza en Messenger).

Camille no está inspirado en un personaje concreto, pero su nombre es un guiño a Camille Pissarro, a Camille Corot y a Camille, la mujer de Monet.

Cuando comencé la lectura pensé que se trataba de una biografía novelada de Camille Pisarro. Y no salí de mis dudas hasta que leí una frase de Yves ante el lienzo de Pissarro, Tiempo de primavera en Eragny: “Este hombre es tonto perdido, mira que cambiarme esta joya por una de mis basuras” (p. 128)

Yves, un tipo de pintor bohemio, poco habitual entre los impresionistas, comparte rasgos con Toulouse-Lautrec y simboliza la entrega total a la pintura. De su mano conocemos la pintura de exteriores y la importancia que tuvo el Sena para este grupo de artistas. Como don Latino de Hispalis, el lazarillo de Max Estrella en Luces de Bohemia, es un buen compañero para deambular por la noche parisina. En cambio, Víctor, más cercano a Pissarro, es una persona reflexiva, hogareña y comprometida con su tiempo. Y Henry, el tío de Camille, nos abre las puertas a los ambientes elitistas, nos presenta a las personas que dirigen el país y nos envuelve con sus discursos sobre los acontecimientos históricos del momento.

El ambiente
Moulin Rouge: La Goulue, 1891 (Lautrec)
Camille une el mundillo bohemio, los cuadros, el alcohol y los cabarets, con el entorno de la nobleza y las clases dirigentes del país. Contextualiza el mundo de los pintores impresionistas en el marco histórico. “Trataba de hacer una novela de ambiente, un paseo por el París impresionista, y dejé la trama mínima. En la novela apenas pasa nada. Las pequeñas inquietudes de Camille sirven de unión a la historia. Para mí la novela fue un gran puzzle y reordené los capítulos en varias ocasiones”. (De mis conversaciones con Javier Plaza en Messenger).

Las descripciones y las escenas
El autor consigue reconstruir el contexto de forma verosímil gracias a las visuales descripciones y a las escenas que las llenan de vida.

De forma constante, las escenas pasan a ser cuadros y los cuadros, escenas. Se mezclan los cuadros reales, como La urraca de Monet, con los inventados. A veces, como en el título de la novela, cambia el nombre original por otro muy parecido. Se trata de crear un todo en el que la ficción se mezcle de forma armoniosa con la realidad. Los cuadros reales no son muchos, pero sí suficientes para crear un contexto verosímil y que el lector crea que todos lo son.

Como muestra de este estilo de contar, he elegido la descripción del cuadro de Henri Rousseau, ¡Sorprendido! (Tigre en una tormenta tropical). Un lector atento se dará cuenta de que se ha cambiado el nombre del cuadro por el de ¡Sorpresa! Tempestad en la jungla y de que la minuciosa descripción que lo acompaña se ajusta al cuadro real.Un tigre huye con gesto despavorido, casi humano, mientras en la selva ha estallado la violenta tempestad; la fuerza de los elementos, el viento y la lluvia se reflejan en cada uno de los detalles del lienzo. El cielo gris oscuro con tres ramificaciones de un rayo y líneas de lluvia que inundan toda la superficie, las hojas y arbustos curvados hacia la derecha, impulsados por el viento hacia el lado donde huye el animal, los árboles, oscuros, también se doblan en esa misma dirección, la irascible tormenta lo envuelve todo. La vegetación, con capas superpuestas, sin perspectiva, plana, con el estilo personal del pintor, la naturaleza exuberante, como siempre, cientos de tallos, ramas, plantas y hojas, cada una diferente a las demás. La variedad llevada casi hasta la locura, pocos colores con infinitos tonos, en cada hoja una zona más clara y el resto más oscuro” (p. 209).

Camille pierde el hilo de la conversación porque está poco atento a lo que sucede a su alrededor. Entonces o está recordando hechos de su vida pasada o está convirtiendo las escenas presentes en posibles lienzos. Cuando Camille está pensando en el lienzo que va a pintar para una exposición no sabe si decidirse por Guibert en su tejado, por ´El combate de los hermanos Lafaille´, por el cochero que reparaba la rueda en Capucines o por la camarera del Moulin. Y el lector duda con él, porque son escenas que ya han aparecido antes en la novela.

El delicado hilo de la trama
Si partimos de la concepción clásica de introducción, nudo y desenlace, nos encontramos con una trama invertida de las del tipo: desenlace, planteamiento, nudo, desenlace ampliado y cierre. Una estructura que me ha recordado a la de Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez.

Comienza por el desenlace. Camille recibe una carta de su padre que lo reclama para que atienda unos asuntos familiares en Pau, en el sur de Francia.”La carta de mi padre trastocó aquellos planes. Tan solo lo acompañaría, a Ablón, la jornada siguiente, pues no me quedaban muchos días para consumir en la ciudad y los pocos que me restaban aparecían ya bastante ocupados en mi agenda. El martes aquel viaje, el miércoles acudiría a despedirme de mis tíos, de Víctor y tal vez de Eloise, si lograba encontrar tiempo suficiente. Dejaría bastantes asuntos pendientes hasta mi regreso” (p. 200).

El planteamiento y el nudo abarcan los seis días que se pasea por París despidiéndose de sus amigos y de su familia. El desenlace ampliado ocupa el último capítulo, mientras espera el tren de Pau, en la estación de Austerlitz. En el cierre cuenta que tarda diecisiete años en volver a París y que, por lo tanto, no cumple la promesa hecha en el nudo y en el desenlace inicial.

El adelgazamiento de la trama
Parece una novela de personaje, pero en realidad, como ya he señalado, es una novela de ambiente. El protagonista, Camille, señor de Jurançon, y los personajes secundarios, Yves Grenier, Víctor Pelletier, su tío Henry y la ausente Thérèse, están al servicio de unos acontecimientos externos que hacen avanzar la narración a través del delgado hilo que los une.

Una novela con poca trama siempre es un gran reto, porque tiene que despertar el interés con las anécdotas y con la riqueza de la prosa. Y, si las historias y las escenas no están bien elegidas y dosificadas, pueden saturar al lector.

En este caso, los episodios narrativos y las descripciones sueltas sirven para profundizar en el tema. “Me esfuerzo mucho en que los personajes sean congruentes. Pero son un instrumento para mostrar diferentes aspectos del París impresionista. En realidad, trataba de hacer una novela de ambiente, un paseo por ese París impresionista, y por eso reduje la trama al mínimo”. (De mis conversaciones con Javier Plaza en Messenger).
En el Moulin Rouge, 1892 (Toulouse Lautrec)

Las tramas secundarias
La materia narrativa se expande con abundantes subtramas que nos introducen en los entresijos de la sociedad de la época.

La expectativa amorosa de Thérèse se complica con el amor pasional por Eloise y con el romántico de Berthe: “Haciendo memoria creo que Eloise fue mi primer amor real, al menos el primero que superó la etapa platónica, a diferencia del que sentí por Berthe o el que sentía por Thérèse” (p. 351). Otras tramas amorosas son las relaciones de Yves con Eleonore, “a la que debió conocer en El Dorado, donde ella trabajó unos meses atrás” (p. 82); la de Victor con Kheira, a la que encontró en su exilio africano; la de Clotilde con Luca, el arquitecto italiano. También son tramas bien tejidas las vidas de otros pintores, las de los galeristas y las de las bailarinas de El Dorado, el Folies Bergère y el Moulin Rouge, como Lucie Brown, la Goulue o Yvette Guilbert.

El estraperlo, los negocios sucios en las colonias, la corrupción política y la compra de votos son subtramas sólidas que nos atrapan con tanta fuerza como la principal.


Carteles de Jules Chéret de la última década del s. XIX
La estructura
La novela está ordenada en siete capítulos, uno por cada día de la semana. “Lo establecí así porque quería que durara un ciclo y escogí una semana. El orden me vino determinado por los días en los que había tren de París a Pau”. (De mis conversaciones con Javier Plaza en Messenger).

1. Viernes, 8 de diciembre de 1893. 20 secuencias, (pp. 9-65)
2. Sábado, 9 de diciembre de 1893. 22 secuencias, (pp. 65-114)
3. Domingo, 10 de diciembre de 1893. 10 secuencias, (pp. 115-164)
4. Lunes, 11 de diciembre de 1893. 14 secuencias, (pp. 165-218)
5. Martes, 12 de diciembre de 1893. 18 secuencias, (pp. 219-272)
6. Miércoles, 13 de diciembre de 1893. 15 secuencias, (pp. 273-323)
7. Jueves, 14 de diciembre de 1893. 11 secuencias, (pp. 323-375)

En efecto, la primera estructura que se nos impone es la de un diario, muy apropiada para contar hechos cotidianos. 

Pero, a medida que vamos leyendo, percibimos que los capítulos tienen demasiadas páginas para estar escritos en un día. Y que los datos son excesivos y demasiado lejanos como para que el narrador los recuerde de modo tan preciso.

El género
En el momento en que el lector se da cuenta de que Camille está recordando, de que no está escribiendo desde París, el susodicho diario se convierte en un libro de memorias. “Mis progenitores se mostraron comprensivos cuando, durante el viaje de regreso a casa, sentencié que no tenía la menor intención de acercarme de nuevo a la ilustre baronesa de Béarn” (p. 358).

La urraca en la nieve es, además, un drama romántico, una novela costumbrista, una crónica periodística y una novela histórica, géneros que reclaman una amplia y profunda documentación. En una entrevista en el Diario de Córdoba, el tres de marzo de 2015, su autor confesaba que había investigado mucho sobre el Impresionismo: “El proceso de documentación ha sido muy exhaustivo y me ha ocupado mucho tiempo, ocho años (…) Antes de decidirme a escribir esta novela ya había leído mucho acerca de la época en la que está ambientada y del Impresionismo, y escribir La urraca en la nieve me ha servido también de excusa para rebuscar en las bibliotecas, encontrar libros que no conocía y sorprenderme con cientos de anécdotas y detalles interesantes”.

La ambientación histórica cobra vida con los personajes que cuentan sus inquietudes cotidianas. Por estas páginas se pasean pintores, políticos, escritores, artistas y fotógrafos. Y algunos como Zola, Sadi Carnot, Rubén Darío, o Pablo Sarasate, que ya eran muy famosos en su época. Utiliza rasgos y técnicas costumbristas para pintar el mundo rural de los Pirineos.

Al corte de drama romántico responden las relaciones de Camille con Thérèse, marcadas por la diferente clase social de las familias: “Mi padre no debió de alegrarse en exceso cuando supo que me interesaba por ella, pues su familia prácticamente no era nadie, antigua baja nobleza de escasas posesiones reconvertidos a republicanos”. (p. 358).

Para terminar
La novela se limita a contar algunos episodios de la última semana de Camille en París. Es una especie de divagación sobre el Impresionismo que nos trae a la memoria el poema Divagación (1894) de Rubén Darío en el que se asentaban las bases del modernismo literario. Solo un ojo entrenado en el puntillismo verá las anécdotas, las digresiones, las descripciones y las escenas, aparentemente inconexas, como elementos necesarios para comprender la totalidad. Una totalidad en la que todo está unido, y progresa, por oposición.
El presente narrativo se ve asaltado por continuos flashbacks del pasado inmediato y del pasado lejano; el mundo impresionista y la bohemia contrastan con la exquisita familia de Camille; la vida urbana de París con la provinciana de los Pirineos; el amor de Eloise con el de Thérèse. Todo se desdobla y se descompone en mil matices. El lector obtiene la versión global cuando termina la suma del conjunto.

La urraca en la nieve es una novela de respiración pausada, que exige una lectura lenta. Sus páginas nos invitan a disfrutar del Arte, con mayúsculas, porque en ella, como en el Arte poética de Horacio, se aúnan la pasión por la literatura y por la pintura: Como la pintura así es la poesía (Ut pictura poesis).
Carmen Romeo Pemán