EL BLOG DE LA BIBLIOTECA "IRENE VALLEJO" DEL IES GOYA DE ZARAGOZA


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jueves, 30 de septiembre de 2021

"Cabeza rapada", un cuento de Jesús Fernández Santos





Cabeza  rapada

Era un viento templado. Las hojas volaban llenando la calzada, remontándose hasta caer de nuevo desde las copas de los árboles. Su cabeza, rapada al cero, aparecía oscura del sudor y el sol, como las piernas con sus largos pantalones de pana. No había cumplido los diez años; era un chico pequeño. Íbamos andando a través de aquel amplio paseo, mecidos por el rumor de los frondosos eucaliptos, envueltos en remolinos de polvo y hojas secas que lo invadían todo: los rincones de los bancos, las vías… Menudas y rojizas, pardas, como de castaño enano o abedul, llenaban todos los huecos por pequeños que fuesen, pegándose a nosotros como el alma al cuerpo.

Cruzaban sombras negras, luminosas, de los coches; los faros rojos atrás, acentuando su tono hasta el morado. Aunque no hacía frío nos arrimamos a una hoguera en que el guarda de las obras quemaba ramas de eucaliptos esparciendo al aire un agradable olor a monte abierto. Allí estuvimos un buen rato, llenando de él nuestros pulmones, hasta que el chico se puso a toser de nuevo.

—¿Te duele? —le pregunté.

Y contestó:

—Un poco —hablando como con gran trabajo.

—Podemos estar un poco más, si quieres.

Dijo que sí, y nos sentamos. Eran enormes aquellos árboles flotando sobre nosotros, cantando las ráfagas en la copa con un zumbido constante que a intervalos subía; y, más allá del pilón donde el hilo de la fuente saltaba, se veía a la gente cruzar, la ropa pegada al cuerpo, íntimamente unidas las parejas.

El chico volvió a quejarse.

—¿Te duele ahora?

—Aquí, un poco…

Se llevó la mano bajo la camisa. Era la piel blanca, sin rastro de vello, cortada como las manos de los que en invierno trabajan en el agua. Otra vez tenía miedo. Yo también, pero me esforzaba en tranquilizarle.

—No te apures; ya pasará como ayer.

—¿Y si no pasa?

—¿Te duele mucho?

El guarda nos miraba con recelo, pero no dijo nada cuando nos recostamos en el cajón de las herramientas. Freía sardinas en una sartén de juguete. A la luz anaranjada de la llama, el olor de la grasa se mezclaba al aroma de la madera que ardía.

—Ese chico no está bueno…

—¡Qué va! No es más que frío…

El chico no decía palabra. Miraba el fuego pesadamente, casi dormido.

—No está bueno…

Ahora no tenía un gesto tan hosco. El chico escupió al fuego y guardó silencio.

—Va a coger una pulmonía, ahí sentado.

Me levanté y le cogí del brazo, medio dormido como estaba.

—Vamos —dije—; vámonos.

Le fui llevando, poco a poco, lejos del fuego y de la mirada del guarda.

Mientras andábamos, por animarle un poco, froté aquella cabeza monda y suave, con la mano, al tiempo que le decía:

—¡Que no es nada, hombre!

Pero él no se atrevía a creerlo, y por si era poco, vino de atrás la voz del otro:

—¡Le debía ver un médico!

—¡Ya lo vio ayer!

Esto pasó con el médico: como no conocíamos a nadie, fuimos al hospital y nos pusimos a la cola de la consulta, enana habitación alta y blanca, con un ventanillo de cristal mate en lo más alto y dos puertas en los extremos abriéndose constantemente. La gente aguardaba en bancos, a lo largo de las paredes, charlando; algunos en silencio, los ojos fijos, vagos, en la pared de enfrente. La enfermera abría una de las puertas, diciendo: “Otro”, y el que en aquel momento salía, saludaba: “Buenos días, doctor”.

Una mujer olvidó algo y entró de nuevo en la consulta. Salió aprisa, sin ver a nadie, sin saludar. Exclamaba algo que no entendimos bien. Todos miraron las baldosas, como si cada cual no pudiera soportar la mirada de los otros, y un hombre joven, de cara macilenta, maldijo muchas veces en voz baja.

El médico auscultaba al chico y, al mismo tiempo, me miraba a mí. Nos dio un papel con unas señas para que fuéramos al día siguiente.

—¿Es hermano tuyo?

—No.

Al día siguiente no fuimos adonde el papel decía.

Se inclinó un poco más. Debía sufrir mucho con aquella punzada en el costado. Sudaba por la fiebre y toda su frente brillaba, brotada de menudas gotas. Yo pensaba: “Está muy mal. No tiene dinero. No se puede poner bien porque no tiene dinero. Está del pecho. Está listo. Si pidiera a la gente que pasa no reuniría ni diez pesetas. Se tiene que morir. No conoce a nadie. Se va a morir porque de eso se muere todo el mundo. Aunque pasara el hombre más caritativo del mundo, se moriría”.

Reunimos tres pesetas. Decidimos tomar un café y entrar en calor.

—Con el calor se te quita.

Un café vacío y mal alumbrado, con sillas en los rincones. La barra estaba al fondo, de muro a muro, cerrando una esquina, con el camarero más viejo sentado porque padecía del corazón, y sólo para los buenos clientes se levantaba. Tres paisanos jugaban al dominó. Llegaban los sones de un tango entre el soplido del exprés y los golpes de fichas sobre el mármol.

Sólo estuvimos un momento; lo justo para tomar el café. Al salir todo continuaba igual: el viejo tras el mostrador, mirando sus pies hinchados; los otros jugando, y el que andaba en la radio con los botones en la mano. La música y la luz parecían ir a desaparecer de pronto. Viéndolos por última vez, quedaban como un mal recuerdo, negro y triste.

En el paseo, bajo los árboles, de nuevo empezó a quejarse, y se quiso sentar. Pisábamos el césped a oscuras. Buscó un árbol ancho, frondoso, y apoyando en él su espalda, rompió a llorar. De nuevo acaricié la redonda cabeza, y al bajar la mano me cayó una lágrima. Lloraba sobre sus rodillas, sobre sus puños cerrados en la tierra.

—No llores —le dije.

—Me voy a morir.

—No te vas a morir, no te mueres…

(Jesús Fernández Santos, Cabeza rapada, Barcelona, Seix Barral, 1982)


Jesús Fernández Santos


Jesús Fernández Santos
(Madrid, 1926-1988) fue un escritor perteneciente a la Generación de los 50, además de director y guionista cinematográfico. 

Hijo de una familia de clase media, quedó huérfano de madre cuando contaba poco más de un año y perdió a su padre con catorce. La Guerra Civil lo sorprendió en Segovia, donde permaneció hasta el final de la misma. En Madrid inició los estudios de Filosofía y Letras, en cuya Facultad entró en contacto con otros escritores de su generación y, junto a Florentino Trapero y al futuro  dramaturgo Alfonso Sastre, dirigió el Teatro Experimental Universitario. Sin acabar los estudios, a finales de la década de los 40 se matriculó en la Escuela Oficial de Cine, donde coincidió con Carlos Saura, Borau y Camus, entre otros. Una vez obtenido el título de realizador, el cine se convirtió en su segunda profesión, que compatibilizó con la literatura. Dirigió numerosos documentales, una película de larga duración (Llegar a más, basada en uno de sus cuentos) y varios cortometrajes. En  los años 60 inició una estrecha colaboración con Radio Televisión Española, dirigiendo capítulos de  diversas series culturales (La víspera de nuestro tiempo, Los españoles, Los libros, Conozca usted España...). Ejerció la crítica cinematográfica en el diario El País.

Su producción literaria se inicia con la novela Los Bravos (1954), en la que, con técnica objetivista, describe la dureza de la vida en un pueblo leonés dominado por el caciquismo, la violencia y la incultura. El objetivismo y la intención social son rasgos también de su segunda novela, En la hoguera (1957, Premio Gabriel Miró) y de su volumen de relatos Cabeza rapada (1958, Premio de la Crítica). Sus numerosas novelas posteriores siguen caminos diversos: novela intimista (El hombre de los santos, 1968, Premio de la Crítica), histórica: Lo que no tiene nombre (1977, Premio Fastenrath de la Real Academia), Extramuros (1978, Premio Nacional de Literatura) y Cabrera (1981) o  biografía novelada (El Griego, 1985, Premio Ateneo de Sevilla), con   predominio de las de tono moral, como Laberintos (1964), Las catedrales (1970) o Libro de la memoria de las cosas (1971, Premio Nadal 1970). En 1978 se editaron sus Cuentos completos y, en 1979, A orillas de la vieja dama, libro de narraciones breves. Su narrativa se caracteriza por su sencillo pero muy cuidado lenguaje, el lento desarrollo de la acción y la influencia de técnicas cinematográficas.

El libro de cuentos Cabeza rapada es una recopilación de catorce cuentos, algunos de los cuales habían aparecido previamente en periódicos y revistas. Todos ellos están escritos desde la perspectiva de los niños, lo que da unidad al volumen, a pesar de la diversidad temática. Susana Pastor Cesteros señala como núcleos temáticos de los mismos las vivencias infantiles, el recuerdo de la Guerra Civil, la dureza del trabajo y del mundo rural y el aburrimiento de la burguesía. El relato que da título al volumen presenta el desamparo de un niño de nueve años enfermo de tuberculosis que, sin dinero ni medios para combatir la enfermedad y con la sola compañía de un amigo, teme morir.

[Imagen inicial: freepik.es]

domingo, 26 de septiembre de 2021

Dos poemas de Begoña M. Rueda




Dos viajes

La chica del tren se seca las lágrimas
con la manga de la rebeca
al pasar la última página
de un libro.
Después mira por la ventana
y sonríe.
Lo que daría yo por llegar,
pronto,
a la última página.
Lo que yo daría
por un final feliz.

(En: http://elarpadener.blogspot.com/)


A 11 de abril de 2019

A pesar de que la ropa es lavada
a temperatura de ochenta grados
y tratada con detergentes específicos,
productos neutralizadores de cloro,
lejías y suavizantes,
no es raro percibir un leve aroma a perfume
al doblar las camisas de los pijamas.
Sé a qué huelen los enfermos
antes de fallecer,
sé que algunos se peinan, se afeitan
y se empapan en Varón Dandy
como si morir
no consistiera sino en dar otro de muchos paseos
los domingos por la mañana.

(De Servicio de lavandería, Hiperión, 2021)

Begoña M. Rueda. (cadenaser.com)


Begoña M. Rueda  es una poeta española nacida en Jaén en 1992. En  la actualidad, compagina la escritura con el trabajo en la lavandería del hospital Punta Europa de Algeciras, adonde se trasladó tras abandonar, por motivos personales,  su Jaén natal e interrumpir los estudios de Filología hispánica (a falta de ocho asignaturas para graduarse).

En 2015 resultó ganadora del Premio Facultad de la Universidad de Jaén, en la modalidad de poesía con La canción del bardo. Con Princesa Leia  ganó el II Premio de Poesía Joven Antonio Colinas (2016); con Siberia es un estado de ánimo, el I Premio Luis Cernuda de la Facultad de Filología de la Universidad de Sevilla (2017); con Reencarnación, el Premio Complutense de Literatura 2018; con Error 404, el XLVI Premio de Poesía Ciudad de Burgos; Todo lo que te perdiste por meterte a monja fue galardonado en el VIII Certamen Internacional de Poesía Joven Martín García Ramos de Albox, Almería, y Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa, con el XVII Premio de Poesía Dionisia García de la Universidad de Murcia.

En su último poemario, Servicio de lavandería, XXXVI Premio de Poesía Hiperiónplasma la amargura por la pandemia del Covid-19 e intenta visibilizar el trabajo que se desempeña en el servicio de lavandería de un hospital. Los poemas se ordenan como un diario, según la fecha, y se organizan en dos partes: "Aclarado" y "Lavado". La primera recoge los poemas compuestos en la primavera de 2019, un año antes de la pandemia. La segunda comienza el 21 de marzo de 2021, fecha de inicio del estado de alarma. El jurado del premio señaló acerca del poemario:

Renunciando al adorno y al artificio, construye una poética humana de la enfermedad y sus secuelas en general y de la pandemia en particular, focalizada en unas coordenadas subjetivas inéditas, intrahistóricas: las de los y las protagonistas anónimos de la Historia desde un lugar invisible: el personal que se encarga de limpiar la ropa en los hospitales.

[Imagen inicial: es.123rf.com]

domingo, 19 de septiembre de 2021

"Oración" y otro poema de Ana Blandiana

Libélula. (hablemosdeinsectos.com)


ORACIÓN

Dios de las libélulas, de las mariposas nocturnas,
De las alondras y de las lechuzas,
Dios de las lombrices, de los escorpiones,
De las cucarachas de la cocina,
Dios que a cada uno has enseñado algo distinto
Y que sabes de antemano todo lo que le pasará a cada uno,
Me gustaría saber qué has sentido 
Cuando has establecido las proporciones
De los venenos, colores y perfumes,
Cuando en un pico pusiste el canto
Y en el otro el cacareo,
En un alma el crimen y en otra el éxtasis,
Daría cualquier cosa por saber 
Si tuviste remordimientos
Porque a unos los hiciste víctimas y a otros verdugos,
Igual de culpable ante todos
Porque a todos los has puesto ante hechos consumados.
Dios de la culpa por haber decidido a solas
La proporción entre el bien y el mal,
La balanza mantenida en equilibrio con dificultad
Sobre el cuerpo ensangrentado
De tu hijo que no se parece a ti.

De Mi patria A4, Pre-Textos, 2014. Traducción: Viorica Patea
y Antonio Colinas

"Me gustaría que muriéramos juntos", me decías, y yo
me reía:"¿Te parece normal que viva siete años menos
que tú?" Pero tú me contestabas serio: "¿Cómo podríamos encontrarnos
si no en la eternidad?" Y tu lógica era
tan convincente que aceptaba, medio en broma, que sería
bueno morir a la vez.

Ahora me pregunto también, con tu seriedad de
entonces, cómo nos vamos a poder encontrar alguna vez,
dónde y cómo podría buscarte en el más allá. La única
posibilidad sería que me esperases en la frontera, pero no
puedo decirte cuándo y no estoy segura de que te dejaran
quedarte sin fecha de vuelta allí.

Lo más probable es que, durante una eternidad, nos
busquemos el uno al otro en el caos, así como nos buscamos
en la tierra hasta que tuvimos la suerte de encontrarnos.

De Variaciones sobre un tema dado [fragmento], Visor, 2021.
Traducción de Viorica Patea y Natalia Carbajosa


Ana Blandiana. Foto: Viorica Patea. (elcultural.com)

Ana Blandiana
, seudónimo de Otilia Valeria Coman (Timisoara, Rumanía, 1942), es la poeta más relevante de las letras rumanas contemporáneas. Ha sido propuesta al premio Nobel.

Tomó su nombre literario de la aldea de Transilvania donde nació su madre. Su padre, un profesor y sacerdote ortodoxo encarcelado por el régimen comunista, falleció poco después de salir de prisión. La autora fue una destacada opositora al régimen de Ceaucescu, que censuró su obra y, durante cuatro años, le prohibió cursar estudios universitarios debido a la condición de preso político de su padre. Tuvo que esperar a 1964 para que se le permitiera publicar su primer poemario, La primera persona del plural, libro que la adscribió al grupo de los neomodernistas. Su libro para niños El gato Arpagic (1988) fue retirado de bibliotecas y librerías, y solo en 1990, tras la caída del comunismo, volvió a ver una obra suya publicada, La arquitectura de las olas. Tras la muerte del dictador en 1989, reorganizó el PEN Club rumano, fundó y presidió la Alianza Cívica (1991-2001), organización independiente que se movilizó en favor de la democracia. Bajo la égida del Consejo de Europa, creó en Sighet el Memorial de las Víctimas del Comunismo y de la Resistencia. En 2009 fue condecorada con la Légion d´Honneur, la más alta distinción de la República Francesa, por su contribución a la cultura europea y a la lucha contra la injusticia. En 2021 fue investida doctora 'honoris causa' por la Universidad de Salamanca.

Para Blandiana la literatura es una forma de testimonio y de resistencia ante el terror de la historia. Su poética, intimista y de sencillez expresiva, contiene una gran carga filosófica y está enraizada en el sentimiento trágico de la existencia. De su vasta obra poética, integrada por diecisiete  poemarios, destacan títulos como Octubre, noviembre, diciembre (1972), El sol del más allá (2000), El reflujo de los sentidos (2004), Mi patria A4 (2010) y Variaciones sobre un tema dado (2018). Todos ellos  han sido publicados en castellano, así como  la antología Un arcángel manchado de hollín (2020) y los libros de cuentos Proyectos de pasado y Las cuatro estaciones. Ha escrito también la novela El cajón de los aplausos (1992) y  ensayos como  Falso tratado de manipulación (2013).

Sobre Mi patria A4 ha escrito Viorica Patea en su prólogo:
Blandiana recrea una patria de palabras, de agua y de árboles, de ciudades con iglesias abandonadas y ángeles caídos, que ya no encuentran el camino de regreso, y de dioses que aprenden a andar sobre patines para acercarse a unos jóvenes que han olvidado su existencia. Configura unos espacios visionarios contenidos en los límites de un folio A4, que nacen de su imaginación y que se revelan como territorios angustiosos en los que el yo lírico intenta trazar unos contornos precisos en el magma de las palabras. La creación poética es la única forma de definición del ser y las fronteras trazadas por la escritura circunscriben su patria, la única a la que puede pertenecer un poeta.
Respecto a Variaciones sobre un tema dado es un largo poema de amor escrito tras la muerte de su marido, como explica su editor,  un extenso monólogo dramático donde la pérdida personal se convierte en un triunfo del amor sobre la muerte: la poeta cambia la tradición de la elegía trazando un viaje místico en el que transforma la ausencia del amado en una presencia real. Un libro con repetidas alusiones a Dante y a la Biblia y al mito de Orfeo y Eurídice, que Blandiana recrea presentando a una desolada Eurídice que lamenta la muerte de Orfeo.

Actualización (23/05/2024):
Ana Blandiana ha sido galardonada con el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2024.

jueves, 16 de septiembre de 2021

"El juez", un cuento de Josefina Aldecoa




EL JUEZ

La tarde de domingo rezumaba su luz tristísima a través de los cristales. El silencio del domingo era un silencio hostil. Como si a la ciudad le hubieran arrebatado su ritmo habitual. Pocos coches, ningún camión; una ciudad abandonada, una ciudad de desertores.

Metros de moqueta blanca servían de pista al niño para sus juegos. Ensimismado, lanzaba uno en pos de otro los coches de carreras. Al tiempo que los impulsaba emitía sonidos agudos e hirientes.

El padre, derrumbado en una butaca, trataba de leer el periódico.

—No hagas ruido, por favor —dijo al niño.

—¿No te puedes estar quieto? —dijo la madre.

El padre levantó la cabeza de su lectura para advertir a la madre: los dos a la vez, no.

Ella se miraba las uñas, perfectamente arregladas; daba vueltas al brillante en el dedo larguísimo. Tenía las piernas dobladas en el sofá. Una mesa de cristal marcaba la frontera con la butaca de él.

—Creo que es un buen momento para puntualizar detalles, ¿no te parece?

Él no contestó, y señaló hacia el niño con un gesto.

—No importa —dijo ella—. Estoy hablando de detalles prácticos. Por ejemplo, ¿qué va a pasar con el verano?

Él dobló su periódico con un gesto de fastidio.

—No me hagas pensar en el verano. Estamos en febrero.

—Dentro de una semana es mi cumpleaños —dijo el niño.

Seguía moviendo los cochecitos pero ya no hacía ruidos.

—Estamos en febrero pero tú sabes muy bien que los planes cada vez hay que organizarlos con más tiempo. Acuérdate el año pasado. Nos quedamos sin la villa que nos gustaba por tu culpa, por haber dicho lo mismo: es pronto todavía…

—Tienes la especialidad de machacar con los detalles prácticos como tú dices y olvidar el fondo de la cuestión.

Ahora fue ella la que señaló en dirección al niño arrodillado en el suelo.

—Creo que el fondo de la cuestión quedó ya claro la semana pasada cuando fuimos a ver a Luis a su despacho.

—Quedó claro, desde luego, quedó clarísimo…

—Por eso yo insisto que hoy es domingo, no está el servicio, estamos juntos con una tarde por delante y es buen momento para decidir por ejemplo qué va a pasar con el verano.

Él hizo un gesto de hastío. Aparentemente se dio por vencido.

—Decide tú. Elige tú —murmuró.

—Yo estoy dispuesta a ir a Mallorca, ya lo sabes, pero necesito saber qué fechas, qué hago con el servicio. Si te quedas aquí necesitarás a alguien y en cualquier caso podemos repartírnoslo. Tú me dejas a Juani y te llevas a Elisa… El mecánico puede tomarse vacaciones. Yo no lo necesito para nada.

—Quiero que venga Eloy con nosotros —intervino el niño. Pero nadie le contestó.

—Comprenderás que si tú vas a Mallorca me estás obligando a mí a quedarme. No vamos a ir los dos, a montar números —dijo él.

—Pero tú podrías quedarte en el barco todo el tiempo. ¿Por qué no? Y tienes el club como un pied a terre. O quédate en el hotel para mayor comodidad, para cambiarte cuando estés en tierra y tengas una fiesta o algo…

—Perdona; me molesta hablar de todo esto. No estoy para fiestas.

—Pero tendrás que estar —dijo ella.

—O no.

—No me lo creo conociéndote.

—Perdona —insistió él—te repito que no podemos estar los dos en el mismo sitio después de la situación creada… —y volvió a hacer un gesto que implicaba preocupación por la presencia del niño.

—¿Sabes la casa que yo quería alquilar? Aquella de los pinos hasta el mar que está tan cerca de Deia, pero no en el mismo Deia. La que tuvieron los Briviesca el verano pasado.

Él no contestó. Volvió a coger el periódico. Volvió a sumirse, aparentemente, en la lectura. El niño levantó la cabeza y los miró a los dos, primero a uno, después a la otra, por separado. Y siguió empujando cochecitos hasta la meta: el radiador empotrado, al otro extremo del salón.

—Tu táctica de siempre: si no hablo de las cosas no existen. Si no hablo de las situaciones, no existen —dijo ella.

El teléfono sonó entre los dos y ella esperó unos instantes antes de alargar la mano hacia la mesa.

—¿Sí? —preguntó.

Y en seguida le alargó el auricular.

—¿Sí? —dijo él. Y luego—: Mamá, ¿qué pasa? A mí nada. ¿Qué me va a pasar? Estamos en casa con el niño. No teníamos ganas de hacer planes. Hace frío… Ahora se pone…

El niño había suspendido su juego por un momento y miraba a su padre.

—Ponte —le dijo él.

Y el niño fue corriendo.

—Abuela… No, no puedo… No me quieren llevar, seguro que no quieren… Juego con los coches… Sí, abuela. Adiós, abuela —y colgó.

—¿Qué te decía la abuela? —preguntó ella.

—Que por qué no me llevabais a su casa.

—Estás muy bien aquí ¿no?, con tus cochecitos y papá y mamá —dijo él.

—Tu madre muy oportuna —comentó ella.

Y él no contestó.

—La abuela me va a regalar unos esquís nuevos para mi cumpleaños —advirtió el niño—, unos Kestle.

—Ese es otro asunto a tratar. ¿Qué pasa con la nieve? —dijo ella—. El niño, ¿va con el colegio o va contigo? Tengo que contestar lo más tarde el miércoles. Se van dentro de quince días…

—Este año no iré a la nieve —dijo él sin dejar de mirar las páginas extendidas—. Así que decide lo que te parezca.

—Si tú no vas iré yo. Y el niño podría ir conmigo y con el colegio, ¿no te parece?

Él no contestó.

—¿Me quieres decir para qué tenemos el apartamento de Baqueira si no vamos ninguno de los dos?

Él siguió en silencio. Ella se levantó y se dirigió al carrito de las botellas y los vasos. El cubo estaba lleno de hielo. Cogió con la mano unos cuantos trozos y se sirvió un buen chorro de Bombay.

—Amor mío —dijo dirigiéndose al niño—, ¿te importaría traerme una tónica de la cocina?

El niño abandonó el juego dócilmente y salió del salón. Entonces ella se volvió airada hacia él y casi le gritó.

—Me tienes harta de tus silencios y tus hermetismos. Contéstame cada vez que te digo algo. Dime qué piensas hacer para que yo pueda empezar a organizar mi vida a mi manera. Quedamos que estaríamos así hasta el curso que viene cuando el niño vaya a Suiza. Pero si sigues en ese plan, precipitaré las soluciones…

El niño entraba ya con su botella y la madre la tomó de sus manos con un: “gracias mi vida”, cortés y lejano.

El padre dobló el periódico en cuatro partes, como queriendo señalar que iba a dejar su lectura definitivamente. Se cruzó de brazos y la miró desafiante, esperando sus nuevas intervenciones.

—Estoy dispuesto —dijo—. Empieza…

—Por última vez, ¿qué vas a hacer este verano? —preguntó ella.

—Me iré a esquiar a Bariloche.

—Muy bien, de acuerdo. Yo alquilaré la casa que quiero para dos meses. En julio me llevaré a Juani y Elisa y… —señaló con una leve indicación al niño que jugaba de espaldas a ellos.

—Pero, ¿qué pasará en agosto? —continuó—. Porque supongo que en agosto querrás tú hacer algo especial —y volvió a señalar, avanzando el mentón, a su hijo.

—No te preocupes de agosto. Ya pensaré algo…

El niño se levantó de pronto y dijo:

—Voy a merendar. He visto que Elisa me dejó la merienda preparada en el frigorífico.

Su anuncio no causó ningún efecto. Cuando volvió con el sándwich en una mano y el vaso de leche en la otra, los padres seguían en silencio y en la misma postura que los había dejado. Al verle entrar, los dos le miraron.

—Por favor, una bandeja, un plato —dijo ella.

—Tiene siete años —dijo él.

—No me desautorices, por favor…

El teléfono volvió a sonar. Ahora, ella no alargó la mano y esperó a que él lo cogiera.

—Dígame —ordenó él. Y esperó unos segundos.

—Un momento —dijo. Y le alargó el teléfono.

Mientras ella hablaba, él se levantó y se dirigió al gran ventanal. Apartó un poco la cortina de encaje y miró abajo, a la calle tranquila. Un breve jardín los separaba de la acera. Del garaje salió un coche. El Porsche de Juanjo Roca. En el teléfono, la conversación fluía en monosílabos lentos, arrastrados.

—Mañana.

—…

—No.

—…

—… Figúrate.

—…

—Sí.

—…

—Adiós.

—Ese ruido era del Porsche de Juanjo, un 959. Lo tengo —dijo el niño.

Y buscó entre su flota un Porsche diminuto, plateado y brillante.

—Es éste —dijo.

El padre regresó a la butaca. Se sentó con parsimonia y preguntó:

—¿Continuamos?

Ella se había quedado pensativa y bebió de su copa antes de contestar.

—Queda la nieve, ¿qué hacemos con él?

—Que vaya con el colegio y que no vaya contigo. No creo que le convenga perder tantos días —dijo él.

—Bien.

—¿Algo más? ¿No tenías tantas cosas que concretar, tantos detalles prácticos?

Ella seguía abstraída, como pensando en otra cosa, en otro asunto, algo que la separaba del niño y de él y de las decisiones que la urgía tomar.

De pronto se dirigió al niño, le pidió que se acercara, le cogió de las manos y le hizo una pregunta.

—Dime, amor mío, si tú tuvieras que elegir entre irte a vivir con papá o con mamá, ¿a quién preferirías?

El niño sonrió inocentemente, distraído, miró hacia los cochecitos abandonados, como deseando volver a su juego solitario. Luego los miró a los dos, primero a uno, luego a la otra. Y volvió a sonreír.

—Con ninguno de los dos —fue su respuesta.

(En Cuentos de este siglo. Ángeles Encinar (ed.), Barcelona, Lumen, 1995)

 

Josefina Aldecoa en una imagen de 2005. CRISTÓBAL MANUEL.
(El País)

Josefina  Aldecoa (o Josefina R. Aldecoa) es el nombre con el que se dio a conocer como escritora Josefina Rodríguez Álvarez (La Robla, León, 1926-Mazcuerras, Cantabria, 2011). Nació en una familia muy ligada a la enseñanza, puesto que su madre y su abuela fueron maestras que participaron de la ideología de la Institución Libre de Enseñanza (ILE). Vivió en León, donde formó parte del grupo (compuesto, entre otros, por Nora, Crémer y González de Lama)  que produjo la revista 'Espadaña' (1944-1951), vehículo para una poesía de tono desarraigado.

En 1944 se trasladó a Madrid, donde estudió Filosofía y Letras y se doctoró en Pedagogía con una tesis sobre la relación de la infancia con el arte, publicada después con el título El arte del niño (1960). En la facultad entró en contacto con un grupo de amigos que más tarde formarían parte de  la Generación de los 50: Rafael Sánchez Ferlosio, Carmen Martín Gaite, Jesús Fernández Santos e Ignacio Aldecoa,con quien se casó en 1952 y con quien tuvo una hija, Susana. 

En 1959 fundó el colegio Estilo, un centro educativo laico y mixto, en pleno franquismo, cuya línea educativa se basaba en el krausismo (base ideológica de la ILE), en las ideas recogidas en su tesis y en lo observado en colegios británicos y estadounidenses. Ubicado en un chalet de la madrileña colonia de El Viso, acogió durante años a los hijos de la intelectualidad madrileña, que recibieron una enseñanza basada en el razonamiento y en la tolerancia,  con la que se pretendía, sobre todo, potenciar el pensamiento crítico. 

En 1961 publicó la colección de cuentos A ninguna parte. En 1969 falleció Ignacio Aldecoa, y durante los diez años siguientes, Josefina se centró en la docencia y permaneció apartada de la literatura, hasta que en 1981 apareció su edición crítica de una selección de cuentos de Ignacio Aldecoa. A partir de ese momento, reanudó su actividad literaria, adoptando el apellido de su esposo. Ha publicado la memoria generacional Los niños de la guerra (1983), el libro infantil Cuento para Susana (1988); las novelas La enredadera (1984), Porque éramos jóvenes (1985), El vergel (1988), El enigma (2002), Hermanas (2008) y la trilogía de contenido autobiográfico formada por Historia de una maestra (1990), Mujeres de negro (1994) y La fuerza del destino (1997); el ensayo Confesiones de una abuela (1998); Fiebre (2000), antología de cuentos escritos entre 1950 y 1990. Madrid, otoño, sábado (2012) es una recopilación de todos sus cuentos que incluye los libros A ninguna  parte y Fiebre, además de los cuentos sueltos Cuento para Susana y El mejor (1998).

[Imagen inicial: guiadelnino.com]

domingo, 12 de septiembre de 2021

"Tanto gentile", de Dante Alighieri

Henry Holiday, Dante y Beatriz, 1884


Tanto gentile

Tanto es gentil el porte de mi amada,
tanto digna de amor cuando saluda,
que toda lengua permanece muda
y a todos avasalla su mirada.

Rauda se aleja oyéndose ensalzada
—humildad que la viste y que la escuda—,
y es a la tierra cual celeste ayuda
en humano prodigio transformada.

Tanto embeleso el contemplarla inspira,
que al corazón embriaga de ternura:
lo siente y lo comprende quien la mira.

Y en sus labios, cual signo de ventura,
vagar parece un rizo de dulzura
que al alma va diciéndole: ¡Suspira!

(Versión al castellano de Carlos López Narváez)

Muéstrase tan hermosa y recatada
la dama mía si un saludo ofrece
que toda lengua, trémula, enmudece
y los ojos se guardan la mirada.

Sigue su rumbo, de humildad nimbada,
y al pasar ella su alabanza crece.
Desde los cielos descender parece
en virtud de un milagro presentada.

Tan amable resulta a quien la mira,
que por los ojos da un dulzor al seno
que no comprenderá quien no lo sienta.

Y hasta parece que su boca alienta
un hálito agradable, de amor lleno,
que va diciendo al corazón:"¡Suspira!"

(La vida nueva, www.elaleph.com, 1999)

Versión original:

Tanto gentile e tanto onesta pare
la donna mia, quand'ella altrui saluta,
ch'ogne lingua devèn, tremando, muta,
e li  occhi no l'ardiscon di guardare.

Ella si va, sentendosi laudare,
benignamente d'umiltà vestuta,
e par che sia una cosa venuta
da cielo in terra a miracol mostrare.

Mostrasi si piacente a chi la mira
che dà per li occhi una dolcezza al core,
che 'ntender no la può chi no la prova;
e par che de la sua labbia si mova
un spirito soave pien d'amore
che va dicendo a l'anima: Sospira.

De Vita nuova


Dante Alighieri  fue un pensador y poeta italiano autor de la Divina Comedia, la obra maestra de la 
Sandro Boticelli, Retrato de Dante, 1495
literatura italiana y una de las cumbres de la universal. Está considerado el padre del idioma italiano porque quiso crear un patrón lingüístico que superase las numerosas hablas dialectales de la Italia de su época.

Su verdadero nombre era Durante di Alighero degli Alighieri. Son pocos los datos que conocemos sobre su vida, casi siempre transmitidos de manera indirecta por el propio poeta. Nació en Florencia, cuando Italia estaba formada por un mosaico de pequeños estados, en el seno de una antigua familia noble venida a menos: un tatarabuelo suyo fue un ilustre Cacciaguida, a quien el escritor colocaría en el Paraíso (XVI) de la Comedia. Su padre, el notario Alighero di Bellincione, que había hecho fortuna con el comercio, contrajo matrimonio con una joven noble, Gabriella (Bella) degli Abati, muerta cuando Dante era un niño.  Desconocemos la fecha exacta de su nacimiento, pero teniendo en cuenta las alusiones autobiográficas diseminadas por su obra se cree que pudo nacer entre el 21 de mayo y el 21 de junio (en el Paraíso afirma haber nacido bajo el signo de Géminis) del año 1265 (en el Infierno indica que en 1300, al iniciar su gran obra, se encuentra "nel mezzo del camin di nostra vita", es decir, que tendría treinta y cinco años, ya que entonces se fijaba en setenta la duración de la vida humana). Sí se conoce, en cambio, la fecha de su bautismo, el 26 de marzo de 1266, en una ceremonia colectiva celebrada en el baptisterio de San Giovanni. En su ciudad natal aprendió retórica y filosofía con el maestro Brunetto Latino -a quien sitúa en el Infierno (XV), entre los homosexuales, pero le muestra gran veneración- y fue amigo del poeta Guido Cavalcanti, uno de los creadores de la corriente poética denominada dolce stil novo. Parece que estudió en la universidad de Bolonia.

A los nueve años, según afirma en su Vita nuova, se enamoró de una niña de casi su misma edad a quien llama "Beatrice", "la que da felicidad". No volvió a verla hasta nueve años después. El segundo  encuentro tuvo lugar en el puente de la Santísima Trinidad de Florencia la tarde el 30 de abril de 1283, cuando Beatriz, vestida de blanco, caminaba en compañía de dos mujeres y lo saludó amablemente. Dante intentaba ocultar su pasión fingiendo amar a otras mujeres y su amada, más tarde, le retiró el saludo. Beatriz encarnará para él el ideal de donna angelicata, un concepto clave en el dolce stil novo, corriente poética de la que formará parte Dante. La donna es encarnación de todo lo ideal y espiritual, inspiradora de un amor "purificado y purificador", que eleva espiritualmente al amante  Según la Vita nuova, Beatriz murió en 1290, a los veinticuatro años, después de que el poeta la hubiera visto muerta en un sueño. Un año más tarde el poeta conoce a otra mujer de la que cree estar enamorándose, cuando tiene una visión en la que Beatriz lo exhorta a no volver a hablar de ella hasta poder hacerlo más dignamente. Beatriz ha sido identificada con Bice Portinari, que vivió en Florencia en una casa próxima a la de Dante y contrajo matrimonio en 1287 con el banquero Simone dei Bardi. J. L.Borges resume así, en Nueve ensayos dantescos, la relación entre Dante y Beatriz:
Enamorarse es crear una religión cuyo Dios es falible. Que Dante profesó una adoración idolátrica  es una verdad que no cabe contradecir; que ella una vez se burló de él y otra vez lo desairó son hechos que registra la Vita nuova [...]. Infinitamente existió Beatriz para Dante. Dante, muy poco, tal vez nada, para Beatriz: todos nosotros propendemos por piedad, por veneración, a olvidar esa lastimosa discordia inolvidable para Dante.
Dante en un retrato atribuido a Andrea 
del Castagno, c. 1450. Ufizzi
Cuando Dante tenía doce años se acordó su matrimonio con Gemma Donati, cuya familia era una de las más importantes de Florencia. Más tarde la familia se convirtió en punto de referencia del partido de los güelfos negros y Corso Donati, hermano de Gemma, en el principal enemigo político de Dante. En 1285, cuando Dante tenía veinte años (o en 1291, tras la muerte de Beatriz) se celebró el matrimonio, del que nacieron tres hijos (o cuatro, según otras versiones): Jacopo, eclesiástico; Pietro, que llegó a ser juez en Verona, y Antonia, convertida en monja, tras la muerte de su padre, con el nombre de sor Beatriz. Dante no dedica en su obra ni una sola mención a su esposa ni hay constancia de que esta lo acompañara durante su exilio.

Tras su matrimonio, tomó parte en algunos hechos de armas contra enemigos de Florencia y en la década de los noventa, una época muy convulsa en la historia de Florencia,  comenzó a intervenir en la política comunal, para ello los nobles debían adscribirse a un gremio, y Dante lo hizo en el de los médicos y farmacéuticos. En el ejercicio de la política, el escritor, que llegó a ser nombrado prior de la ciudad en 1300, se vio envuelto en la sangrienta disputa entre las dos facciones (blancos y negros) en que se dividió el partido de los güelfos, que dominaba la ciudad. Los güelfos defendían el poder temporal del papa, frente a los gibelinos, los altos potentados feudales, partidarios del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Dante era seguidor de los güelfos moderados o blancos, que aceptaban las demandas populares y propugnaban un acercamiento entre el emperador y el papado, mientras que la facción de los güelfos negros era liderada por su cuñado, Corso Donati. Cuando en 1294 Bonifacio VIII llegó al papado, quiso tomar el control de la ciudad de Florencia con el apoyo de los negros. En 1301, mientras Dante acudía a una embajada ante el papa, los negros tomaron el poder en la ciudad y desterraron a los blancos. El escritor, retenido en Roma contra su voluntad, fue acusado de varios delitos (corrupción, malversación, fraude..., y de haber obstaculizado la voluntad de Bonifacio durante su etapa como prior), se le impuso una multa de 5.000 florines y fue condenado a dos años de destierro y a inhabilitación permanente para ocupar cargos públicos. Como se negó a comparecer ante el tribunal en marzo de 1302 ya que no se consideraba culpable, fue condenado en rebeldía y sentenciado a ser quemado vivo en la hoguera. Nunca regresaría a su ciudad. 

Poco a poco perdió la esperanza en el regreso que mantuvo los primeros años y, desilusionado de sus compañeros de partido, fue aproximándose a las posiciones de los gibelinos pues puso en Enrique VII de Luxemburgo, emperador germánico que se propone ejercer una autoridad unificadora en Italia,  las esperanzas de que restableciera el orden en Florencia, defraudadas definitivamente con la muerte de este en 1313. Con la amnistía de  1315 las autoridades florentinas le ofrecieron la posibilidad de regresar a su tierra a condición de pagar una importante multa, vestir saco de penitente y  reconocer públicamente su culpabilidad, pero él se negó a aceptar una proposición tan injusta como humillante. Durante sus años de destierro desempeñó tareas diplomáticas y escribió la Divina Comedia. Vivió protegido por distintos señores antes de aceptar en 1318 la hospitalidad de Guido da Polenta, señor de Rávena, con quien ejerció como secretario. Este, en 1321, lo envió a Venecia para que mediara en el litigio que los enfrentaba por la adjudicación de unas salinas. Triunfó como diplomático consiguiendo que la explotación de las salinas siguiera en manos de Rávena, pero se infectó de malaria y, con cincuenta y seis años, falleció en  la noche del 13 al 14 de septiembre en Rávena, ciudad donde recibió sepultura por expreso deseo del escritor. Los florentinos, que llevan siglos reclamando sus restos, le construyeron un cenotafio en la basílica de Santa Croce, en el que puede leerse: "Honrad al más alto poeta".

Tumba de Dante en Rávena. GIACOMO BANCHELLI. (turismo.ra.it)

OBRA POÉTICA

Dante empieza siendo un poeta del dolce stil novo, escuela poética de la que él mismo se considera el mejor poeta, tras haber superado con el tiempo a Guido Guinizzelli y Guido Cavalcanti, como afirma en un pasaje de su Comedia. Su obra juvenil, que incluye otras rimas como las Rime pietrose, alcanza su mayor dimensión en la Vita nuova, obra escrita entre 1292 y 1293, poco después de la muerte de Beatriz. Escrita en toscano (lengua vulgar que se convertirá en matriz del italiano), consta de cuarenta y dos capítulos en los que narra su pasión por Beatriz e intercala treinta y un poemas, explicando las circunstancias de su composición  y comentando tanto el contenido como la estructura. Para Esperanza Seco Santos, la Vita nuova 
Es un lamento inextinguible, es el incienso que el alma de Dante eleva a Beatriz, vino a ser el anuncio de su inmortalidad, porque después crearía la mayor epopeya por la cual sería luego llamado el "Homero cristiano".

TRATADOS EN PROSA

Durante los primeros años de su exilio escribió importantes tratados en prosa. En el primero de ellos, Convivio (1303-1308), obra inconclusa escrita en toscano para que fuese entendida por quienes no sabían latín, pretende reunir, a través del comentario de varios cantos doctrinales,  los conocimientos más importantes necesarios para quienes se dedicasen a la actividad pública sin haber cursado estudios regulares.  De monarchia (1310), escrito en latín, es una llamada a la unidad de los italianos y un compendio de las ideas políticas de Dante, entre ellas, la necesidad de la existencia de un Sacro Imperio Romano y la separación de la Iglesia y el Estado. La autoridad temporal del emperador y la espiritual del papa, aun siendo autónomas, han de cooperar en la salvación de la cristiandad. De vulgari eloquentia, escrito en latín entre  1303 y 1305, es el primer manifiesto en favor de la creación de una lengua literaria nacional italiana, apta para la expresión de temas nobles, frente al monopolio del latín. Dante no identifica el italiano con ninguno de los numerosos dialectos hablados en la península itálica, sino con la lengua hablada en la corte o  la curia, o con la lengua vernácula depurada por los poetas.

LA DIVINA COMEDIA

La Divina Comedia, escrita en su lengua vulgar toscana, es su obra de madurez, que le ha dado fama imperecedera. Dante no tituló su poema, pero se refería a él como "poema sacro" o "comedia", ya que termina felizmente y está compuesto no en el tono elevado de la tragedia sino en el más directo y flexible de la comedia. El adjetivo "divina", añadido por Boccaccio, no figura hasta tardías ediciones del siglo XVI. Se trata de un extenso poema  alegórico compuesto por 14.333 versos, en el que Dante trabajó al menos durante los últimos quince años de su vida. Boccaccio, en su Vida de Dante, cuenta que el poeta tuvo la intuición de su gran poema durante su época de prior de Florencia, concretamente el 10 de junio de 1300, mientras contemplaba desde lo alto la ciudad cuya vida trataba de ordenar. Boccaccio añade que, al ser desterrado en 1302, Dante tenía escritos los siete primeros cantos del Infierno, pero los estudiosos creen que el Infierno se escribió entre 1304 y 1308; el Purgatorio, a partir de 1308, y el Paraíso desde 1316 hasta 1320.

El poema refiere el viaje del poeta por las tres regiones de ultratumba de la escatología cristiana: infierno, purgatorio y paraíso. Su rigurosa construcción se articula en torno al número tres, número de la Trinidad cristiana.  Compuesto en versos endecasílabos agrupados en tercetos, se divide en tres partes (Infierno, Purgatorio y Paraíso), llamadas Cantigas, formadas por treinta y tres cantos cada una, más uno introductorio, lo que hace un total de cien cantos, el número perfecto según el pensamiento medieval. Nueve (múltiplo de tres) es el número de los círculos infernales y de las plataformas del purgatorio (antepurgatorio, siete gradas del purgatorio y Paraíso terrenal), así como de los cielos del paraíso.

En el canto de introducción el autor se encuentra extraviado en una selva oscura, porque ha perdido la senda verdadera. Divisa a lo lejos un monte y, cuando se dirige hacia él, encuentra el camino cortado por una pantera, una loba y un león, triple alegoría de la lujuria, la codicia y la soberbia. Cuando retrocede espantado, le sale al encuentro el poeta Virgilio, enviado para devolverlo al recto camino, pasando por las regiones del Infierno y el Purgatorio, en las que él será su guía, y por el Cielo con la ayuda de un alma más digna, la propia Beatriz, ya que Virgilio, por su condición de pagano, se encuentra relegado en el limbo y privado de la contemplación de la divinidad. 

Esquema del Infierno de Dante. (elcuadernodigital.com)

Junto al poeta latino atraviesa la puerta donde figura la famosa advertencia: "Abandonad toda esperanza los que entráis aquí", y emprende su recorrido por el infierno, situado bajo el monte Gólgota de Jerusalén y concebido como un enorme embudo dividido en distintos círculos que hay que bajar hasta llegar al centro de la Tierra, donde se encuentra Lucifer. En el  limbo están los más célebres poetas de la antigüedad.  Los condenados se encuentran ordenados siguiendo la escala de Aristóteles: incontinencia, bestialidad y malicia. Dante inventa torturas, espacios y monstruos, y mezcla personajes tomados de la antigüedad grecolatina (Ulises, entre los ladrones; Bruto, traidor a César) con otros del pasado reciente de Italia (los amantes Paolo y Francesca, el conde Ugolino, el caudillo gibelino Farinata, el padre de Guido di Cavalcanti, etc.). De igual modo introduce en el infierno cristiano elementos procedentes de la mitología grecolatina, como Caronte, Minos, las arpías o el Cancerbero, guardianes de los diferentes círculos.
Visión cosmogónica de Dante, Divina Comedia

Atravesando la tierra desde   su centro hasta las antípodas de Jerusalén llegan a la montaña del Purgatorio, que se alza en una isla en medio del océano que ocupa el hemisferio Austral. Un ángel guarda su puerta y escribe siete letras "p" en la frente del poeta, en representación de los siete pecados capitales. En cada repecho de la montaña se purga uno de estos pecados y al pasar a la cornisa siguiente un ángel borra una de las letras de la frente de Dante, simbolizando así el proceso de purificación. La subida es cada vez más ligera a medida que se acercan a la cumbre, donde se encuentra el Paraíso terrenal. Tras un nuevo proceso de purificación y una procesión alegórica, Virgilio, que representa la razón  y la sabiduría pagana, abandona a Dante que, guiado por Beatriz, representación de la teología cristiana, se dispone a ascender al Paraíso. 

Con la guía de  Beatriz, que le alecciona en las verdades teológicas, Dante va subiendo, de una a otra, las nueve esferas que rodean la Tierra, que ocupa el centro del universo. Cada esfera está regida por uno de los planetas hasta entonces conocidos, más la Luna, el Sol y las estrellas fijas. El círculo final, el Empíreo, es la sede de los bienaventurados.  En cada esfera halla a personajes relacionados con los influjos astrológicos de cada planeta: en el cielo de la Luna encuentra a aquellos que forzosamente faltaron a sus votos; en el de Mercurio a los que obraron para conquistar fama, entre ellos, el emperador Justiniano, que le cuenta a Dante la historia del Imperio romano; en el de Venus a los que estuvieron bajo el influjo del amor; en el cielo del sol a los espíritus sabios (Tomás de Aquino); en el de Marte a los que lucharon por la fe (su antepasado Cacciaguida); en el cielo de Júpiter, las almas de los hombre justos; el cielo de Saturno alberga los espíritus contemplativos, como san Benito, narrador de la historia de la orden benedictina. Tras una aparición del triunfo de Cristo y de la Virgen, tres apóstoles examinan a Dante sobre las virtudes teologales y Adán le resuelve ciertas dudas. En el noveno cielo, formado por nueve esferas, Dios se muestra como un punto luminoso. En el Empíreo, sede de los ángeles y los santos en forma de rosa, Beatriz lo abandona para ocupar su lugar en el coro de los santos. El poeta escucha la explicación de San Bernardo sobre la estructura del Paraíso, antes de contemplar una visión inefable de la Trinidad, con la que termina su viaje.

La Comedia es una obra sumamente rica y compleja, ya que en el relato de ese viaje iniciático Dante nos  ofrece una síntesis de la sabiduría pagana y la cristiana, así como una reflexión sobre el misterio de la redención. Pero es también un vastísimo fresco del pasado reciente y del presente de la política italiana, incluyendo la reflexión sobre su propio destierro y el ajuste de cuentas con sus enemigos políticos. Refleja, asimismo, numerosos pormenores de la vida cotidiana de su tiempo y una muy variada gama de sentimientos humanos. Por otra parte, las combinaciones numerológicas y el repertorio de símbolos enigmáticos la convierten en un campo de especulaciones esotéricas.

Cristóbal Rojas, Dante y Beatriz a orillas del río Leteo, 1889


El poema elegido, del que ofrecemos dos versiones en castellano, es uno de los más conocidos de Dante y se encuentra intercalado en el capítulo XXVI de la Vita nuova. En él se describe "la aparición de la donna amada entre la gente, rodeada de alabanzas y difundiendo un hálito de pureza y bienaventuranza celeste" (Valverde).  Así explica Dante las circunstancias de la composición de este soneto:
La gentilísima mujer de quien anteriormente he hablado era tan admirada por las gentes, que cuando iba por las calles corrían todos a contemplarla, lo cual me alegraba sobremanera. Y cuando ella estaba cerca de alguien, tanta honestidad infundíale en el corazón, que no osaba levantar la cabeza ni responder a su saludo [...]. Coronada y vestida de humildad pasaba ella, sin mostrar vanagloria de lo que veía y oía. Y cuando había pasado, decían muchos: "No es una mujer, sino un hermosísimo ángel del cielo". Otros decían: "¡Qué maravilla! ¡Bendito sea el señor que tan admirables obras produce!". Mostrábase, en efecto, tan bella y colmada de hechizos, que quienes la miraban sentíanse invadidos por una dulzura tan honesta y suave, que no podían expresarla, a más de que al principio se habían visto obligados a suspirar. Estos efectos y otros más admirables producía mi amada, por lo cual yo, pensando en ello y queriendo volver al estilo de su alabanza, decidí escribir unos versos en los que diese a entender sus admirables y excelentes influencias, no tan sólo para dirigirlos a quienes podían verla en la realidad, sino para los demás, a fin de que procuren saber de ella lo que las palabras no pueden entender. 
Referencias:
-Alighieri, Dante, La vida nueva, www.elaleph.com, 1999.
-Borges, Jorge Luis, Nueve ensayos dantescos, Alianza, 2002.
-Seco Santos, E. (1990). Cultura italiana: Dante y su "Divina Comedia". Didáctica. Lengua y Literatura, 2, 231. Recuperado a partir de https://revistas.ucm.es/index.php/DIDA/article/view/DIDA9090110231A
-Valverde, José María, "Hacia el Renacimiento en Italia. Dante", en M. de Riquer y J. M. Valverde, Historia de la Literatura universal, vol. 4, Planeta, Barcelona, 1984.
-VV. AA., Literatura Universal. Bachillerato, Akal, 1998.
 
Estatua de Dante en Florencia (detalle). CLÉMENT BARDOT. (Wikimedia)