Jorge Teilleir (Lautaro, Chile, 1935-Viña del Mar, 1996) fue un poeta chileno perteneciente a la generación literaria de 1950. Ha sido denominado poeta de La Frontera o poeta Lárico (de lar, 'hogar') pues su poesía está íntimamente ligada a su lugar de origen, cuyos espacios y tradiciones contempla con nostalgia.
Sus abuelos paternos emigraron a Chile desde Burdeos en 1886. La infancia del poeta transcurrió en el sur de Chile, en la Araucanía, en un espacio rodeado de naturaleza donde abundaba la población mapuche. En 1953 se trasladó a Santiago para estudiar Historia en el Instituto Pedagógico. Concluida su formación, regresó a su ciudad natal, en cuyo liceo ejerció como docente. En 1955 contrajo matrimonio con Sybila Arredondo, con quien tuvo dos hijos, Sebastián y Carolina. En 1963 se casó con Beatriz Ortiz de Zárate, mujer por la que anteriormente había desafiado en duelo -que no llegó a celebrarse- al poeta Enrique Lihn. La escultora Cristina Wenke fue su compañera desde 1987. Con ella pasó sus últimos años en El Molino del Ingenio, en las cercanías de La Ligua, lugar donde está enterrado. Perteneció al grupo Trilce de la Universidad de Valdivia, y fue director de la revista 'Orfeo' y del 'Boletín de la Universidad de Chile'.
Jorge Teillier es el poeta de la melancolía, de cuya obra poética se dice en el Diccionario Enciclopédico de las Letras de América Latina (Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1995):
En su poesía existe el sur mítico y lluvioso de Pablo Neruda, pero desrealizado por una creación verbal en donde los lugares de provincia se tiñen de referencias melancólicas y simbólicas que se hacen universales. El poeta aparece como sobreviviente de un paraíso perdido, como testigo visionario de una época dorada de la humanidad que conserva a través de los tiempos el mito y la imagen esencial de las cosas: casa, tierra, árbol. Pero el recuerdo ingenuo e incorruptible que se recupera por medio de la memoria, se trasciende sólo momentáneamente y culmina con su paulatina desintegración. Como en Enrique Lihn [...] y en Barquero, hay en su obra una voluntad rendida, en que el presente carece de toda intensidad y la visión de lo cotidiano es desoladora: persiste sólo lo estéril y lo deshabitado. Frente a ello se buscan las huellas perdidas, para acceder al lugar maravilloso de donde venimos. A través del recuerdo, la realidad cotidiana se hace visible y se recupera. Pero ella sólo sobrevive en los lugares del hallazgo, constituido por los residuos del pasado y los espacios secretos y ocultos: el espacio encubre al tiempo.
De este modo, en Teilleir hay dos momentos estéticos recurrentes que el poema recupera: el momento ingenuo de la infancia y el del recuerdo. La poesía de Teilleir se encarna en la polaridad entre la felicidad del tiempo del origen recordado y el dolor de su desintegración. El sujeto de la poesía de Teilleir es un desterrado que vive en la ciudad moderna y que fantasmalmente vuelve una y otra vez al espacio de la infancia, de la frontera, del límite, para reencontrarse con algo que ya no existe.
Frente a la tradición totalizadora de las vanguardias y los planteamientos rupturistas de la antipoesía [...], Jorge Teilleir convirtió de nuevo la poesía en experiencia vital ligada a una memoria poética que busca sus símbolos ancestrales y puros. Esa búsqueda primordial lo convirtió en uno de los poetas chilenos más originales de la actualidad.
Para ángeles y gorriones (1956) fue su primer poemario, al que siguieron El cielo cae con las hojas (1958), El árbol de la memoria (1961), Poemas del País de Nunca Jamás (1963), Los trenes de la noche y otros poemas (1964), Poemas secretos (1965), Crónica del forastero (1968), Muertes y maravillas (1971), Para un pueblo fantasma (1978), La Isla del Tesoro (1982), Cantos para reinas de otras primaveras (1983), El molino y la higuera (1994), Hotel Nube (1996) y el libro póstumo En el mudo corazón del bosque (1997).
Su obra fue reconocida con numerosos galardones: Gabriela Mistral, Municipal, Crav, Juegos Florales de la revista Paula, Premio Alerce de la SECH, el Premio Anguita 1993, concedido por la Editorial Universitaria al poeta vivo más importante que no hubiese conseguido el Premio Nacional, y el Premio al Mejor Libro de Poesía 1993 establecido por el Consejo Nacional del Libro. Sus poemas han sido traducidos a numerosos idiomas.