La herida absurda, cuyo título está tomado del tango de Catulo Castillo ("La vida es una herida absurda /y es todo tan fugaz...") es un libro de poemas en que la meditación sobre la condición humana se impregna de un tono cordial y emotivo, desvelando la singularidad de un lenguaje donde lo coloquial se funde con lo inesperado y sorprendente.
Entradas relacionadas:domingo, 26 de agosto de 2018
domingo, 19 de agosto de 2018
"Los ríos" (I fiumi), de Giuseppe Ungaretti
El poema fue compuesto durante la Primera Guerra Mundial, mientras Ungaretti combatía contra el Imperio Austro-Húngaro en el Carso (Meseta del Kars), una zona de rocas calizas que ocupa el sudoeste de la actual Eslovenia y se extiende hasta el nordeste de Italia. Las torcas o dolinas (grandes depresiones formadas por el agua), a las que se hace referencia en el poema, son algunas de las formas características del relieve kárstico.
Atraviesa el Carso el río Isonzo (Soca, en esloveno), que nace en los Alpes Julianos, en el noroeste de Eslovenia, y desemboca en el mar Adriático, en Italia. El valle del Isonzo fue escenario de una serie de sangrientas batallas en el frente italiano (las Doce batallas del Isonzo) que se libraron entre junio de 1915 y noviembre de 1917, en las que perdieron la vida trescientos mil soldados.
"Los ríos" es el poema número veintidós de Il porto sepulto (El puerto sepultado), primer poemario de Ungaretti, incluido después en La alegría (1931). El puerto sepultado reúne los poemas escritos en el Carso entre el 22 de diciembre de 1915 y el 2 de octubre de 1916. Son poemas urgentes, de versos cortos y sin signos de puntuación, en los que la guerra es tema o motivo recurrente.
El poema elegido, considerado por su autor como su "tarjeta de identidad", ya que sintetiza su vida, está compuesto por quince versos libres en los que se entrelaza la recuperación del pasado por medio de la memoria y el restablecimiento de la relación de armonía con la naturaleza que la experiencia de la guerra parece haber roto.
De noche, mientras contempla el paso de las nubes sobre la luna, apoyado en un árbol "mutilado" (la elección del adjetivo humaniza al árbol y establece una analogía con los cuerpos de los soldados mutilados por las bombas ), abandonado en una torca o dolina, cuya tristeza compara con la de un circo vacío, el poeta soldado recuerda un momento del día: el baño en las aguas del río Isonzo.
Del presente de la escena nocturna, retrocede al pasado reciente de ese día. Las imágenes de la "urna" y la "reliquia" (dos términos estrechamente relacionados) envuelven el acto del baño en una atmósfera casi sagrada y confieren solemnidad a un hecho común. Mientras descansa en el agua, la corriente del río pule sus miembros, elimina las durezas de la guerra, como pule los cantos rodados. Después se levanta y camina con dificultad sobre las piedras del lecho de río, intentando mantener el equilibrio ("como un acróbata").
En la orilla se tiende junto a su uniforme para secarse al sol. La referencia a sus "sucios trapos de guerra", que contrastan con su cuerpo purificado por el agua, introduce el recuerdo del conflicto bélico en ese espacio idílico, mientras que la comparación con un beduino "inclinado para recibir el sol" es una primera evocación de la infancia del poeta en Alejandría y dota al acto del secado de un sentido simbólico y ritual. En el Isonzo siente que forma parte (es "una dócil fibra") de la naturaleza, y cesa el tormento (producido por la brutalidad de la guerra) pues el agua del río, como unas manos ocultas de la naturaleza, le proporcionan esa felicidad rara de sentirse en armonía con el mundo.
Las aguas del Insonzo le traen a la memoria su vida pasada, recordada con nostalgia y vinculada a otros ríos, que va enumerando en orden cronológico. El Serchio, río de la Toscana que fluye cerca de Lucca, la tierra de sus antepasados; el Nilo, que baña las llanuras egipcias y desemboca en Alejandría, cuidad donde nació el poeta y donde transcurrió su infancia, la edad de la inconsciencia; el Sena, en cuyas aguas turbias (alusión a las experiencias tumultuosas de la vida parisina) habría crecido y madurado. Todos estos ríos le son recordados por el Isonzo. Con la memoria nace la nostalgia de cada uno de estos ríos y de su vida pasada, ahora que inmerso en el drama de la guerra, su existencia le parece tan frágil como la corola de una flor y tan oscura y misteriosa como la noche que lo rodea. En palabras de Maurizio Dardano (Los textos, las formas, la historia), "la oscuridad de la noche evoca la imagen de una vida llena de incógnitas, encerrada en un círculo oscuro de miedos y augurios de muerte".
Puedes leer otros poemas del autor en este blog:
Años más tarde, el escritor holandés Cees Nooteboom homenajeó a Ungaretti con una composición en la que recrea la escena de "I fiume" mientras traduce el poema. El yo poético, testigo de una escena -concebida como tomas sucesivas de una película- que mediante el uso del presente acerca también a los lectores, se dirige al poeta italiano que la protagoniza. En su poema Nooteboom también evoca ríos, ríos europeos exclusivamente que fueron escenario de cruentas batallas (Somme, Sedán e Isonzo), y a otros poetas que, como Ungaretti, quedaron marcados profundamente por su participación en la Primera Guerra Mundial y escribieron sobre ello. Así trasciende el caso concreto y particular para convertir el poema en una reflexión sobre la guerra.
Atraviesa el Carso el río Isonzo (Soca, en esloveno), que nace en los Alpes Julianos, en el noroeste de Eslovenia, y desemboca en el mar Adriático, en Italia. El valle del Isonzo fue escenario de una serie de sangrientas batallas en el frente italiano (las Doce batallas del Isonzo) que se libraron entre junio de 1915 y noviembre de 1917, en las que perdieron la vida trescientos mil soldados.
"Los ríos" es el poema número veintidós de Il porto sepulto (El puerto sepultado), primer poemario de Ungaretti, incluido después en La alegría (1931). El puerto sepultado reúne los poemas escritos en el Carso entre el 22 de diciembre de 1915 y el 2 de octubre de 1916. Son poemas urgentes, de versos cortos y sin signos de puntuación, en los que la guerra es tema o motivo recurrente.
El poema elegido, considerado por su autor como su "tarjeta de identidad", ya que sintetiza su vida, está compuesto por quince versos libres en los que se entrelaza la recuperación del pasado por medio de la memoria y el restablecimiento de la relación de armonía con la naturaleza que la experiencia de la guerra parece haber roto.
De noche, mientras contempla el paso de las nubes sobre la luna, apoyado en un árbol "mutilado" (la elección del adjetivo humaniza al árbol y establece una analogía con los cuerpos de los soldados mutilados por las bombas ), abandonado en una torca o dolina, cuya tristeza compara con la de un circo vacío, el poeta soldado recuerda un momento del día: el baño en las aguas del río Isonzo.
Del presente de la escena nocturna, retrocede al pasado reciente de ese día. Las imágenes de la "urna" y la "reliquia" (dos términos estrechamente relacionados) envuelven el acto del baño en una atmósfera casi sagrada y confieren solemnidad a un hecho común. Mientras descansa en el agua, la corriente del río pule sus miembros, elimina las durezas de la guerra, como pule los cantos rodados. Después se levanta y camina con dificultad sobre las piedras del lecho de río, intentando mantener el equilibrio ("como un acróbata").
En la orilla se tiende junto a su uniforme para secarse al sol. La referencia a sus "sucios trapos de guerra", que contrastan con su cuerpo purificado por el agua, introduce el recuerdo del conflicto bélico en ese espacio idílico, mientras que la comparación con un beduino "inclinado para recibir el sol" es una primera evocación de la infancia del poeta en Alejandría y dota al acto del secado de un sentido simbólico y ritual. En el Isonzo siente que forma parte (es "una dócil fibra") de la naturaleza, y cesa el tormento (producido por la brutalidad de la guerra) pues el agua del río, como unas manos ocultas de la naturaleza, le proporcionan esa felicidad rara de sentirse en armonía con el mundo.
Las aguas del Insonzo le traen a la memoria su vida pasada, recordada con nostalgia y vinculada a otros ríos, que va enumerando en orden cronológico. El Serchio, río de la Toscana que fluye cerca de Lucca, la tierra de sus antepasados; el Nilo, que baña las llanuras egipcias y desemboca en Alejandría, cuidad donde nació el poeta y donde transcurrió su infancia, la edad de la inconsciencia; el Sena, en cuyas aguas turbias (alusión a las experiencias tumultuosas de la vida parisina) habría crecido y madurado. Todos estos ríos le son recordados por el Isonzo. Con la memoria nace la nostalgia de cada uno de estos ríos y de su vida pasada, ahora que inmerso en el drama de la guerra, su existencia le parece tan frágil como la corola de una flor y tan oscura y misteriosa como la noche que lo rodea. En palabras de Maurizio Dardano (Los textos, las formas, la historia), "la oscuridad de la noche evoca la imagen de una vida llena de incógnitas, encerrada en un círculo oscuro de miedos y augurios de muerte".
Puedes leer otros poemas del autor en este blog:
Río Isonzo [www.isonzobattlefields.com] |
Años más tarde, el escritor holandés Cees Nooteboom homenajeó a Ungaretti con una composición en la que recrea la escena de "I fiume" mientras traduce el poema. El yo poético, testigo de una escena -concebida como tomas sucesivas de una película- que mediante el uso del presente acerca también a los lectores, se dirige al poeta italiano que la protagoniza. En su poema Nooteboom también evoca ríos, ríos europeos exclusivamente que fueron escenario de cruentas batallas (Somme, Sedán e Isonzo), y a otros poetas que, como Ungaretti, quedaron marcados profundamente por su participación en la Primera Guerra Mundial y escribieron sobre ello. Así trasciende el caso concreto y particular para convertir el poema en una reflexión sobre la guerra.
domingo, 12 de agosto de 2018
"En la mañana del mundo" y otro poema de Abelardo Linares
Abelardo Linares./Alejandro Ruesga (El País) |
Abelardo Linares es poeta, bibliófilo y editor español nacido en Sevilla en 1952. En 1974 abrió en el barrio sevillano de Santa Cruz la librería de libro viejo y antiguo 'Renacimiento', especializada en literatura española e hispanoamericana. La librería fue enriquecida en la década de los noventa con la incorporación de un millón de libros de la colección del librero gallego exiliado en Nueva York Eliseo Torres, razón por la que es conocido como "el hombre del millón de libros". En 1977 fundó la editorial 'Renacimiento', que incluiría en 1999 el sello 'Espuela de plata'.
Su obra poética está contenida en los siguientes títulos: Mitos (1979), Calle del aire (1984), Sombras (1986), Espejos (1986-1991) (1991, Premio Nacional de la Crítica), Panorama (1995), Mitos. Poesía reunida (1971-1995) (2000), además de Y ningún otro cielo (2010), traducida al italiano con el título de L'unico cielo (2013).
domingo, 5 de agosto de 2018
"Lugar de ruiseñores", de Antonio Cabrera
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