EL BLOG DE LA BIBLIOTECA "IRENE VALLEJO" DEL IES GOYA DE ZARAGOZA


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domingo, 13 de diciembre de 2015

"Si supieran las flores..." (Und wüßten’s die Blumen, die kleinen...), de Heinrich Heine

George Elgar Hicks, On the seashore, 1879




Si supieran las flores
Cuán triste y lacerado
Está mi corazón, derramarían
De sus perfumes, en mi herida, el bálsamo.


Si supieran las aves
Cuán triste y cuán enfermo
Estoy, alegres cantos
Dieran, por distraer mi pena, al viento.


Si las estrellas de oro
Conocieran mi pena,
El cielo dejarían y a prestarme
Consuelos de fulgores descendieran.


Pero ¡ay! que nadie puede
Conocer mi quebranto;
Ella sólo lo sabe,
Ella, que el corazón me ha destrozado.

                Versión de José J. Herrero. En www.elaleph.com


VERSIÓN ORIGINAL EN ALEMÁN:



Und wüßten’s die Blumen, die kleinen,
Wie tief verwundet mein Herz,
Sie würden mit mir weinen,
Zu heilen meinen Schmerz.

Und wüßten’s die Nachtigallen,
Wie ich so traurig und krank,
Sie ließen fröhlich erschallen
Erquickenden Gesang.

Und wüßten sie mein Wehe,
Die goldenen Sternelein,
Sie kämen aus ihrer Höhe,
Und sprächen Trost mir ein.

Sie alle können’s nicht wissen,
Nur eine kennt meinen Schmerz;
Sie hat ja selbst zerrissen,
Zerrissen mir das Herz.

          Heinrich Heine,   Intermezzo lírico, XXII, 1823



El poeta alemán Heinrich Heine nació en 1797 en Düsseldorf,  entonces  capital de una provincia de Prusia, cedida a Francia  en 1806. Considerado uno de los  más grandes poetas alemanes del siglo XIX, ejerció notable influencia en la poesía del español Gustavo Adolfo Bécquer y de los llamados poetas prebecquerianos. Su poesía evoluciona desde el lirismo melancólico de sus primeras composiciones, propias del romanticismo intimista,  hacia un distanciamiento irónico y racional. 

De padres judíos, recibió una sólida formación gracias a  la fortuna de su tío Salomon, banquero en Hamburgo. El amor no correspondido por su prima Amelie será el punto de partida de su libro Buch der Lieder (Libro de canciones). Tras fracasar como hombre de negocios, estudió Derecho en Bonn, Götingger y Berlín. Como el ejercicio de la abogacía estaba prohibido a los judíos en  la Alemania de la época, se convirtió al luteranismo y cambió su nombre de pila -Harry- por el de Heinrich; sin embargo, nunca ejerció esta profesión ya que su verdadera vocación eran las letras. En su época universitaria, conoció las doctrinas del romanticismo a través de Schlegel y recibió la influencia de Hegel.  Miembro destacado del grupo literario Joven Alemania, que atacaba al romanticismo alemán por su conservadurismo, sus opiniones le hicieron caer en desgracia por lo que  en 1831 se estableció en París. En la capital francesa convivió con otros exiliados alemanes y conoció a escritores como Victor Hugo, A. Musset, Honoré de Balzac o George Sand, y a los músicos H. Berlioz y Chopin. En 1835 sus libros fueron prohibidos en Alemania. En 1841 contrajo matrimonio y un año después se le manifestó una enfermedad que afectaba a su columna vertebral  y que le impidió levantarse de la cama desde 1848  hasta su muerte, ocurrida en 1856. Está enterrado en el cementerio parisino de Montmartre. Los nazis lo desterraron de la literatura alemana.

Entre sus composiciones poéticas, que han sido traducidas a casi todas las lenguas, además de Intermezzo (1823) y Buch der Lieder (1827), una de las obras más difundidas de la literatura alemana, merece citarse Romanzero (1851), de inspiración hispanizante. Basadas en  las canciones de corte popular, las dos últimas ejercieron una notable influencia en Europa, y su eco llegó hasta los románticos tardíos españoles. Sus poemas se convirtieron en fuente de inspiración de compositores como Chopin, Schumann, Schubert y Brahms, entre otros. Enorme relevancia dentro de su género tiene el poema satírico Alemania: un cuento de invierno (1844), sátira de los valores de la cultura germánica en la que se percibe la influencia de K. Marx, a quien había conocido un año antes.

Actualmente, sin embargo, se aprecia más su obra en prosa, por ejemplo sus Cuadros de viajes (1826-1831), excelente muestra de su capacidad analítica y satírica, y sus Noches florentinas (1936).

Nietzsche consideraba que Heine y él habían sido, con mucho, "los mejores artistas de la lengua alemana".

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Caminos que confluyen. Irene Vallejo Moreu, antigua alumna del Instituto Goya




   Me resulta muy emotivo hablar de Irene Vallejo y su obra entre estas paredes que, con tanto cariño, abrigaron su pasión por el mundo clásico y por la literatura.
   Tuve la suerte de ser una de las profesoras de Irene Vallejo Moreu y de Elisa Arguilé Martínez. La autora y la ilustradora de El silbido del arquero. La novela que hoy vamos a comentar en este grupo.
   A veces los profesores pensamos que somos importantes porque hemos dejado alguna huella en nuestros alumnos. Pero yo no estoy muy segura. En cambio sí estoy segura de que ellos han dejado profundas huellas en mí. Estoy segura de que yo he evolucionado en la vida gracias a las enseñanzas de mis alumnos.
   Puedo describir perfectamente a Irene y a Elisa en sus respectivas aulas. Y también a sus compañeros de clase.
   Irene estaba en el aula de la derecha, al final del pasillo de abajo. Siempre se sentaba en la primera fila. Cuando llegaba al aula, siempre la encontraba, en silencio, repasando los apuntes y esperando a que yo llegara. Durante toda la clase me miraba con unos ojos tan grandes y penetrantes que me fascinaban. Hubo momentos en que pensé que solo hablaba para ella. Pero no, que allí estaban reclamando mi atención las Palomas, las Anas y los Marios.
   Elisa había estado siete años antes. Como a Irene, también le di clase en COU, en el aula contigua a la biblioteca. Solía ponerse en la tercera fila, al lado de la ventana; creo que se sentaba junto a Beatriz Arce y Sara Armisén. Solía alternar su atención al sintagma nominal con miradas a los árboles del patio: “¿Te has dado cuenta, Carmen? Ya ha florecido el árbol de pasión”. Entonces yo dejaba un momento la explicación y miraba por la ventana. Esta Elisa, como la de Garcilaso, me enseñaba los secretos de las flores. Un lunes me trajo un ramillete de flores silvestres de Ontinar del Salz. Ella se habrá olvidado, pero yo guardo un recuerdo muy vivo. Elisa que había nacido en Zaragoza en 1972, el año 2007 recibió el premio nacional de ilustración, por Mi familia. Un libro con texto de Daniel Nasquens.
   Pero hoy nuestra protagonista es Irene Vallejo, nacida en Zaragoza en 1979. Aunque ya es una escritora consagrada y con abundantes premios literarios, yo me detendré en sus comienzos literarios en esta casa.
   Conocí a Irene en 1998, su año de COU, y tuvo que padecerme como profesora de Lengua, como profesora de Literatura y como Tutora. Es decir, nueve horas a la semana. ¡Ahí queda eso! Sus profesores anteriores me habían hablado mucho de esta alumna, sobre todo las profesoras de Lenguas Clásicas, Pilar Iranzo y Pilar Idoipe. Aún puedo oír a Pilar Iranzo: “Carmen, Irene va a estudiar Clásicas. Así que colabora y no te la lleves a Hispánicas”.
   Aprovecho este momento para rendir un homenaje Pilar Iranzo, que se nos fue demasiado pronto. Pilar fue una de mis profesoras más queridas. También a mí me había hecho dudar entre Clásicas o Románicas. Pero en mis tiempos no había Clásicas en Zaragoza.
   Cuando Irene llegó a mis manos ya estaba enamorada de la cultura griega. Por eso me sorprendió tanto el día que me dijo que tenía escrito un cuento sobre la Guerra Civil en Zaragoza. A los pocos días me trajo el manuscrito de La fisonomía del soldado. Me quedé muda. Tenía una prosa de una gran madurez, un tono seguro y un gran pulso narrativo.
   -Y tú, como sabes tantas cosas de la Guerra Civil –le pregunté al acabar la lectura.
   -De mi abuela
   Estaba muy decidida a mandarlo al Quinto Certamen de los Nuevos de Alfaguara, que hacía cuatro años que se convocaba para los alumnos de secundaria de toda España. Tenía que presentarlo e informarlo su profesora de literatura. Y así lo hice. Ella lo maquilló un poco y yo lo mandé.
   ¡Qué alegría el día que me comunicaron que Irene estaba entre los diez jóvenes ganadores! Teníamos que ir juntas a recoger el premio a Madrid. Fuimos con su madre, Elena Moreu. El viaje resultó inolvidable. En el tren de vuelta, se me ocurrió comentarle: “Irene, este relato es de una gran potencia narrativa. Tiene que ser el germen de una novela”. Como acostumbraba, me miró con ojos de asombro y no dijo nada. El año 2011, cuando publicó La luz sepultada, me dijo: “Esta novela tiene origen en La fisonomía del soldado”. Otra vez sentí una alegría inmensa. Aunque yo me había limitado a apoyarla en sus comienzos, me sentí parte de su trayectoria narrativa.
   Los relatos premiados se publicaron en un libro, La mascota virtual y otros relatos, de Alfaguara/Santillana Juvenil, Serie Roja. Irene aparecía la última porque su apellido comienza por la “V”. Presidía el jurado José María Merino. Fanny Rubio, que también estaba en el jurado, elogió el ritmo poético de la prosa de esta joven promesa aragonesa. Su relato no había dejado a nadie indiferente.
   Para acabar con estos recuerdos del Instituto Goya, voy a traeros un detalle del fino olfato lingüístico de Irene.
   Durante todo el curso, había insistido en la tenue línea que separa las oraciones coordinadas adversativas de las subordinadas concesivas: “Prestadme atención, que una de estas os tocará en Selectividad”. Cuando mis alumnos salieron del examen de lengua vinieron a verme: “Carmen, estaba chupado, una oración de las de aunque. Muy fácil, muy fácil”, gritaban todos. En ese momento llegó sudorosa Paloma Villarroya: “Atención, que hay un problema. Todos hemos puesto concesiva, menos Irene. Por favor, míralo, Carmen”. Y yo: “No tengo nada que mirar, Paloma, si Irene dice que es adversativa, estoy segura de que lo es”. Ese año hubo varios sobresalientes en lengua, pero solo un 10.
   Después se licenció en Filología Clásica. El año 2007 se doctoró por las universidades de Zaragoza y Florencia. A partir de ese momento, comenzó su brillante carrera literaria.
- 2008. Publicó un ensayo dedicado a Marcial en la Institución Fernando el Católico, que recibió el premio de la Sociedad Española de Estudios Clásicos.
- 2010. El pasado que te espera, editorial Anorak. Una recopilación de algunas de sus columnas de El Heraldo. Un singular periodismo en el que explica los temas de actualidad con mitos del mundo antiguo.
- 2011. La luz sepultada, editorial Paréntesis. Su primera novela.
- 2014. El inventor de viajes, editorial Comuniter. Una divertida incursión en los viajes clásicos. Se lo dedicó a su hijo Pedro, que acababa de nacer. Pedro, como su madre, tendrá por compañeros de sueños a los argonautas.
- 2015. El silbido del arquero, editorial Contraseña.
   En El silbido del arquero, a través de la máscara de Virgilio podemos oír la voz de Irene: He encontrado mi voz (p. 197) Mis versos transformarán las penas en música (p. 205) En las sabias palabras del viejo Homero he encontrado mi senda (p. 205). Y cumple los deseos de la legendaria Helena: Los poetas cantarán nuestros sufrimientos a generaciones que están por nacer (p. 196). Ella, como las sibilas griegas, sabe interpretar los oráculos y ver que los problemas que padecemos hoy ya existían en el mundo antiguo: Aquellos a quienes hoy llamamos héroes fueron un día seres azotados por la desgracia. De la vendimia del sufrimiento brota el vino de las leyendas (p. 197). No se puede decir de manera más hermosa.
   Antes de terminar quiero ofreceros una primicia. Irene está preparando la publicación de un cuento juvenil ilustrado: una adaptación libre y personal de la fábula de Ovidio Ceix y Alcíone. El texto de Irene estará acompañado por las acuarelas y los dibujos a lápiz de Lina Vila García, otra de mis antiguas alumnas del Goya. Y sé que les gustaría presentar su nueva publicación aquí, en su instituto.
   Ahora entenderéis por qué he llamado a esta presentación Caminos que confluyen. El título me lo ha regalado la propia Irene: Caminos que confluyen entre mis alumnas del Goya.
   Gracias, Irene, ¡por tantas cosas! Por esta novela y por todos esos escritos con los que hemos disfrutado tanto. Pero, sobre todo, gracias por ser como eres. Es un orgullo que vuelvas al Goya con el cariño de siempre y con tan copiosa cosecha. Bienvenida a la que fue tu casa y la mía. 

Carmen Romeo Pemán

Leer juntos Hoy: 'El silbido del arquero', de Irene Vallejo



   El día 9 de noviembre iniciamos nuestras sesiones “Leer junt@s hoy”, con una sesión dedicada a la novela El silbido del arquero de Irene Vallejo Moreu.
  Llegó la autora al Instituto con la sencillez de una alumna, la ilusión de volver a un lugar en el que se fueron fraguando sus ideas literarias, y la seguridad de su enorme bagaje intelectual. Su generosidad le llevó a regalarnos dos largas horas de  explicaciones,  detalles y visiones de su obra y del mundo clásico, su gran tema, sin un trago de agua de reposo. La numerosa audiencia siguió la sesión con la atención de quien está oyendo una lección magistral, enorme admiración y gran cariño, pues varias de las personas asistentes habían sido profesoras suyas.
  Carmen Romeo Pemán hizo su presentación: “Caminos que confluyen” (incluimos el texto en la siguiente entrada). Carmen había sido profesora de Literatura de Irene en COU, con una advertencia previa de Mª Pilar Iranzo, profesora de Griego: “Carmen, Irene va a estudiar Filología Clásica… no te la lleves a Hispánicas”. Carmen cumplió, Irene estudió Clásicas, pero su rumbo profesional la ha llevado con pleno éxito a la literatura. La presentación de Carmen, sin comentarios,  sólo quiero corroborar la idea de la profunda huella que alumnas y alumnos dejan en sus profesor@s.

  Irene Vallejo comenzó explicando su llegada a La Eneida, en la carrera, ya familiarizada con La Odisea y La Ilíada desde su infancia. Le interesó especialmente el personaje de Elisa (Dido), una mujer que transgrede los roles tradicionales de género, a pesar de que en La Eneida los personajes femeninos son meramente instrumentales. A partir de aquí concibió su novela.
  A través de cinco personajes principales, Dido (a la que llama por su nombre fenicio, Elisa), Ana (su hermana), Eneas, Eros (dios del Amor) y Virgilio, y sin alterar lo más mínimo el texto clásico, la autora reconstruye el capítulo IV de La Eneida, los amores de Dido y Eneas y la huida de este último de la ciudad de Cartago. Aprovechando los espacios no ocupados por Virgilio, los personajes narran, en primera persona, sus deseos y sentimientos, su pensamiento y su acción. Y aquí es, donde, según la autora,  la obra clásica se convierte en una novela del siglo XXI: los roles femeninos y el valor de las mujeres, el horror de la guerra y el deseo de paz, la crítica social y política de aquel que se siente con las manos atadas a quien le da de comer, la libertad humana envidiada por los propios dioses… Pero se cumple el fatum, Eneas huye y Elisa muere por su propia voluntad (¿miedo/rebelión  al destino masculino?).
  Esta es la novela, pero esconde muchas más intenciones: es un acompañamiento a las inquietudes y responsabilidad de Virgilio, el autor de La Eneida, quien en definitiva hace hablar a los personajes. Es una crítica a la censura y a las obras de encargo, es un guiño a la política (hoy) y a la historia (pasado), es un tributo a los orígenes de la bimilenaria Caesar-Augusta. 

  Los personajes clásicos (¿viejos?, ¿eternos?) reflejan en el espejo nuestros problemas cotidianos: los personajes femeninos, transgresores y temerosos, mujeres inseguras de su cuerpo por su madurez o su juventud, su afán de maternidad, su deseo de protección… Eneas, perdedor y emprendedor, ha aprendido la crueldad e inutilidad de la guerra, desea la paz, pero renuncia a su amor por cumplir su destino (¿es el fatum quien dirige sus pasos hacia la eterna Roma o el poder de su masculinidad que le hace preferir la gloria?). Eros, dios omnisciente, que conoce la eterna rueda del amor y el desamor. Y Virgilio, el autor, el alter ego de la autora; el único personaje narrado en tercera persona (el eco de su propio biógrafo, Suetonio) hasta el momento final, el que nos presenta la cruda realidad política que le ha sacado de su poética bucólica; cuando encuentra su voz, escribe La Eneida.
  La narración de los cinco personajes da forma a la novela y construye la aventura. La descripción precisa, muy poética, llena de guiños a la naturaleza (mediterránea). Tampoco ha olvidado la autora los reflejos culturales de La Eneida (Flaubert,  Pourcell).  

  Podríamos hablar del título, del diseño de la cubierta (preciosa realización de Elisa Arguilé, también alumna del IES Goya, con una sencilla estética etrusca y profundo significado), de la editorial (Contraseña, joven y excelente editorial aragonesa). Sin las notas de la autora  nos hubiéramos perdido muchos detalles.
  En mis pesquisas he encontrado esta interesante página sobre Cartago, podéis echarle un vistazo: http://recursos.march.es/culturales/documentos/conferencias/pp2932.pdff

  Desde mi juventud, uno de mis hábitos diarios es levantarme temprano, recoger el Heraldo de la puerta de mi casa y leerlo (ahora ya sin prisa). Todos los lunes, tras leer los titulares de la primera página, voy directamente a la contraportada, buscando la columna de Irene Vallejo: invariablemente un tema enorme de actualidad es analizado desde la sabiduría clásica (un autor, una palabra, una costumbre…). Piezas maestras de la literatura, el pensamiento y el compromiso creativo, y siempre en positivo. Anima a comenzar el difícil día lunes. Lo recomiendo.
Concha Gaudó Gaudó


                                       *                              *                              *                              *


   Si yo hubiera tenido que presentar a Irene Vallejo Moreu hubiera sido una difícil tarea. Presentar a una joven escritora, que ha sabido dibujar palabras tan bellas, y lograr que no caigan en el olvido ni ella ni las aventuras que nos cuenta (al hilo de la escritura clásica) es un reto que causa el vértigo, la inquietud y la inseguridad de no estar a la altura, además de la duda de que no me ciegue el aprecio que siento hacia ella.
   Conocí a Irene en un aula de este  Instituto Goya cuando el azar me deparó la fortuna de ser su profesora de Historia de la Filosofía. Eran esos momentos en los que se preparaba para entrar de lleno en el conocimiento del mundo que le apasiona, el mundo clásico. Irene quería estudiar en la Universidad, quería especializarse en Filología clásica.
    Fue una gran suerte conocerla, por su calidad humana, su educación y la brillantez de su pensamiento y conocimientos. La relación entre profesora y alumna parece ser que es vertical, a la profesora se le supone una cierta sabiduría y a la alumna como un ser al que hay que enseñar, da igual  como se entienda la tarea de enseñar, bien como la de llenar las mentes  o bien como la de vaciarlas,  la de ayudar a que nazca lo inmanente.
   La Filosofía clásica, la socrática-platónica, defendía la inmanencia  de las ideas y por eso su método de enseñanza fue la Mayéutica. Cuando Irene Vallejo llegó al aula ya había alumbrado, había dado a luz muchas ideas, mucha sabiduría. No puedo afirmar si había sido ayudada por alguna "partera" (figura clásica donde las haya; Sócrates fue hijo de partera  y Ana - personaje de "El silbido del arquero"-  también es hija de una partera)  o había sido ella sola la que se había ayudado a  sí misma y por sí sola a alumbrar, a ayudar a nacer de sí misma toda esa sabiduría que ya transmitía.
    Es también una idea  y un hallazgo de los clásicos el que el buen maestro es aquel que logra que sus alumnos le superen y vayan más allá de lo que ellos supieron y transmitieron. De esta relación fueron ejemplo vivo Sócrates- Platón- Aristóteles, verdaderos modelos para la Historia de la Pedagogía. Ante esto tengo que confesar que, cuando conocí a Irene, me sentí ya superada antes de empezar mis clases. La primera vez que leí un texto de examen escrito por ella, mi admiración  y mi asombro fueron totales.
   El silbido del arquero  no es la primera obra que leo. Si no me equivoco, creo que he leído todo lo que ha publicado. La lectura de esta  novela es uno de esos grandes placeres que nos brinda la Literatura. Si esto es así, se puede y quiero afirmar que aún fue mayor el disfrute escuchando a Irene Vallejo hablar de su novela.
   Irene posee el don de la palabra oral y escrita. En la sesión del lunes nueve de noviembre nos regaló de forma muy generosa toda la belleza de su sentir, su intuir y su crear una novela que nos sumerge en el espíritu del mundo antiguo, para mostrarnos que sigue siendo el espíritu de nuestro mundo.
    La novela se nos presenta con bello título y bello diseño de portada. Su título, El silbido del arquero, es la imagen del náufrago Eneas que llega a Cartago con su dura experiencia de la derrota, las tempestades del mar y sus tormentos vitales. El silbido es ese silbido del viento, de las palabras, de las sensaciones, de las flechas que dispara el destino, que dispara Eros y nos impulsa  a construirnos y destruirnos.
    Es una escritura muy sonora, muy visual y muy conmovedora. Un texto lleno de bellas imágenes, metáforas y profundas afirmaciones de una gran madurez. Sabias palabras que nos ayudan a enriquecer la mirada, el conocimiento y la comprensión de la vida, de las emociones y sentimientos de mujeres, de hombres; también a conocernos y reconocernos. Nos da una rica visión de los dioses y sus diferencias con los humanos, en especial del dios Eros. Nos dibuja de manera majestuosa a la Naturaleza, el mar, el cielo, las nubes, las aves...y siento que ya nunca mi mirada hacia toda esta riqueza de seres que nos circundan y conforman mi experiencia   será  la misma que vivía antes de haber leído las sugerentes imágenes con las que nos las muestra Irene. Es una lectura que enriquece la percepción, las sensaciones y el pensamiento. Todo nuestro entorno se amplía y embellece.
   La novela trata toda una serie de temas muy relevantes. El tema del poder de los varones y el difícil de la mujer entre hombres, el  que Elisa simboliza como reina viuda de Tiro y de Cartago. Tema muy destacable es el de la crueldad de la guerra y el deseo de fundar una ciudad que disfrute de la Paz, deseo y proyecto compartido por Elisa y Eneas. El horror a la guerra está narrado y denunciado en un impactante capítulo, “Asedio”, en el que se nos muestra cómo Eneas, tras huir de Troya, también decide huir de la guerra; su deseo de paz está por encima del amor.

Eneas cuenta a Dido las desgracias de Troya 
Cuadro de Pierre-Narcisse Guerin, 1815. Museo del Louvre, París.
     Conocemos a todos los personajes a través de lo que ellos nos van contando en primera persona y, con sus voces, vamos conociendo sus relaciones y, de alguna manera, las historias de Troya y Cartago. En capítulos aparte aparece una historia paralela, la de Virgilio, contada por un narrador que nos sumerge en la Historia de la fundación y de la vida de Roma.
     El silbido del arquero es una novela de una riqueza tal en sugerencias para la reflexión que, posiblemente, sea excesivo el afirmar que es interminable la tarea de comentar pero no lo es el afirmar, al menos por mi parte, que es una profunda y rica tarea. Dejo a los lectores que sean ellos los que la continúen. Quiero dar las gracias a Irene por el regalo de esta novela.

Inocencia Torres Martínez 

***
-Puedes leer "El mal invisible", un cuento de Irene Vallejo: AQUÍ.

martes, 8 de diciembre de 2015

A propósito de la película "Nadie quiere la noche"



Título: Nadie quiere la noche (Nobody Wants the Night)
Año: 2015
Duración: 118 min.
País: España
Director: Isabel Coixet
Guión: Miguel Barros
Música: Lucas Vidal
Fotografía: Jean-Claude Larrieu
Reparto: Juliette Binoche, Rinko Kikuchi, Gabriel Byrne, Matt Salinger, Velizar Binev, Ciro Miró, Reed Brody
Productora: Coproducción España-Francia-Bulgaria; Mer Film / New Art Productions / Noodles Production / One More Movie
Género: Aventuras. Drama. Supervivencia. Basado en hechos reales.



Nadie quiere la noche, pero a veces de manera no muy consciente se la invoca. A veces la obstinación de una sola persona acarrea la noche permanente para muchos otros e incluso la sufre quien provocó la cadena de catástrofes, pues no se sale indemne cuando la muerte bordea tan de lleno. Y esa es la trama de la película: una esposa en la distancia que desea presenciar la inmediatez del momento de gloria del marido. Como cuando vamos a buscar al cónyuge al trabajo sin avisar. Lo único, que en la película resulta que el esposo, ese que parece que nunca se alcanza a ver, se encuentra en un lugar imposible del Polo Norte. El empecinamiento de ella, Josephine, una mezcla de frivolidad, despecho (el marido explorador que tan poco tiempo ha estado en el hogar con ella) y deseo, produce que la esposa no se pare ni un momento a valorar los graves peligros de su decisión. Es la gran diferencia entre ella y los demás, ya que el resto de personajes que la rodean sí son conscientes de la situación límite que se provocará; y, llegado el momento, la asumen con resignación. Josephine, sin embargo, quizá por su inexperiencia con el medio (nada más y nada menos que el Polo Norte), se da de bruces con la cruda realidad y por ello tendrá que soportar una intemperie de por vida bajo la sombra de la persona más bondadosa, la esquimal Alaka, esa que parecía tan simple y boba pero que resulta que lo sabía todo.


            Un buen guion da la impresión de que son ciertas las palabras de esta cruda y sutil historia; una muy acertada interpretación y una destacable dirección (esos primeros planos, por ejemplo, que enfatizan el desasosiego sin forzar el drama) hacen que valga, desde luego, la pena ver la última película de Isabel Coixet.
Marily Gómez Llop

domingo, 6 de diciembre de 2015

"Odiseo se dirige a Telémaco", de Joseph Brodsky



Briton Riviére, Circe y los compañeros de Ulises




Odiseo se dirige a Telémaco

Telémaco hijo,
La guerra de Troya ha terminado.
Quién fue el vencedor, no lo recuerdo.
Tal vez los griegos, es costumbre suya
arrojar tantos cadáveres fuera de sus casas…
Y a pesar de todo tan largo resultó el camino a casa,
como si durante nuestra ausencia
Poseidón  hubiera prolongado el regreso.

No sé dónde estoy, ni qué hay al frente.
En esta isla asediada por la desidia,
por el rastrojo, por los muros sin concluir y por el gruñido
de los cerdos; hay una princesa y un jardín desolado,
no veo más que piedras y vegetación.
Amado Telémaco, todas las islas se parecen
al final de tantos viajes y la mente
se extravía contemplando a las olas,
los ojos, agobiados por el horizonte,
se llenan de lágrimas.
No recuerdo qué pasó después de la guerra,
ni cuántos años tienes ahora.

Crece Telémaco, querido,
sólo los dioses saben si habremos de vernos.
Ya no eres el niño de entonces,
¿recuerdas que me veías enfrentar a los toros?
Si no hubiera sido por Palamedes, estaríamos juntos.
Pero acaso tenía razón, sin mí
te has librado del complejo de Edipo,
y tus sueños no serán retorcidos.


Versión de Rubén Darío Flórez Arcila, en Círculo de Poesía. 
Revista electrónica de poesía


VERSIÓN EN INGLÉS:

Odysseus to Telemachus

My dear Telemachus,
The Trojan War
is over now; I don’t recall who won it.
The Greeks, no doubt, for only they would leave
so many dead so far from their own homeland.
But still, my homeward way has proved too long.
While we were wasting time there, old Poseidon,
it almost seems, stretched and extended space.
I don’t know where I am or what this place
can be. It would appear some filthy island,
with bushes, buildings, and great grunting pigs.
A garden choked with weeds; some queen or other.
Grass and huge stones . . . Telemachus, my son!
To a wanderer the faces of all islands
resemble one another. And the mind
trips, numbering waves; eyes, sore from sea horizons,
run; and the flesh of water stuffs the ears.
I can’t remember how the war came out;
even how old you are–I can’t remember.

Grow up, then, my Telemachus, grow strong.
Only the gods know if we’ll see each other
again. You’ve long since ceased to be that babe
before whom I reined in the plowing bullocks.
Had it not been for Palamedes’ trick
we two would still be living in one household.
But maybe he was right; away from me
you are quite safe from all Oedipal passions,
and your dreams, my Telemachus, are blameless.

                                                     (Joseph Brodsky)

Joseph Brodsky, poeta y ensayista ruso nacionalizado estadounidense, nació en Leningrado (actual San Petersburgo) en 1940, un año después de que su ciudad fuese invadida por los alemanes. De origen judío e hijo de un fotógrafo de prensa y de una traductora, a los quince años abandonó los estudios, pero continuó su formación de manera autodidacta. 

En 1958 empezó a escribir poemas que, a pesar  de ser difundidos en lecturas privadas exclusivamente,  lo dieron a conocer en círculos relativamente amplios de la URSS. Detenido en 1963 y acusado de "parasitismo social", fue condenado a cinco años de trabajos forzados, si bien fue liberado año y medio después por la presión internacional, pues sus poemas empezaban a ser leídos en occidente. Conocedor de varios idiomas -algunos de los cuales perfeccionó durante su periodo de reclusión-, una vez libre se dedicó a la traducción de poetas ingleses y formó parte de la sección de traductores de la Unión de Escritores de Leningrado. 

En 1970 se publicó en Nueva York su libro de poemas Parada en el desierto. Dos años después se exilió y, tras breves estancias en Viena y Londres, se instaló en Estados Unidos y adquirió la ciudadanía estadounidense en 1977. En este país ejerció la docencia en la universidad de Michigan y más tarde en la de Massachussets, y entabló una profunda amistad con el poeta W. H. Auden, quien contribuyó notablemente a la difusión de su obra, escrita en  ruso e inglés. En el poema "1972" expresó la dificultad que le supuso el paso del ruso al inglés.

Sus Poemas selectos  se publicaron en versión inglesa en 1973, seguidos de Parte de la oración (1980) e Historia del siglo XX (1986), entre otros. Brodsky, un renovador  de las formas de expresión poética y del lenguaje, está considerado uno de los mayores poetas rusos del siglo XX, y el más interesante de su generación para la poeta rusa Anna Ajmátova*, que lo conoció en 1961.  En 1987, con cuarenta y siete años, recibió el Nobel de Literatura y se convirtió en el cuarto escritor más joven merecedor de este reconocimiento, tras Kipling (42), Camus (43) y Sinclair Lewis (45). Falleció en Nueva York en enero de 1996, a los cincuenta y cuatro años. Por expreso deseo suyo, fue enterrado en el cementerio San Michele de Venecia.

Otro poema del autor en este blog:

miércoles, 2 de diciembre de 2015

István Örkény: "El hogar"

Foto: Julio López


                                                                                        EL HOGAR


La niña sólo tenía cuatro años, sus recuerdos, probablemente, ya se habían desvanecido y su madre, para concienciarla del cambio que les esperaría, la llevó a la cerca de alambre de espino; desde allí, de lejos, le enseñó el tren.
  -¿No estás contenta? Ese tren nos llevará a casa.
  -Y entonces ¿qué pasará?
  -Entonces ya estaremos en casa.
  -¿Qué significa estar en casa? -preguntó la niña.
  -El lugar donde vivíamos antes.
  -¿Y qué hay allí?
  -¿Te acuerdas todavía de tu osito? Quizás encontremos también tus muñecas.
  -Mamá, ¿en casa también hay centinelas?
  -No, allí no hay.
  -Entonces, de allí ¿se podrá escapar?

                    De Cuentos de un minuto. Traducción de Judit Gerendas, Thule, 2006



István Örkény, narrador y dramaturgo húngaro, nació en Budapest en 1912, en el seno de una familia burguesa de origen judío. Tras el bachillerato  en un centro católico, cursa estudios de ingeniería química y farmacia, siguiendo la tradición familiar. En 1937 entra en contacto con el círculo Szép Szó, revista en la que verán la luz sus primeros relatos; más tarde viaja a Londres y a París, donde vive de trabajos ocasionales. En 1941 regresa a Budapest,  concluye sus estudios universitarios y se diploma como químico. Durante la Segunda Guerra Mundial es movilizado y enviado al frente ruso. Hecho prisionero tras la batalla de Stalingrado, es recluido en un campo de trabajo, de donde regresará en 1946. A partir de 1954 trabaja como lector en la editorial Szépirodaliom. Entre 1958 y 1963 se le prohíbe publicar por su participación en  la Revolución húngara de 1956; durante este tiempo trabaja como químico en una fábrica de medicamentos. Falleció en su ciudad natal en 1979.
   Los microrrelatos reunidos en Cuentos de un minuto son textos reducidos a su esencia cuyo rasgo principal es el humor y el absurdo; sin embargo, en varios de ellos denuncia las calamidades de la guerra y mueve a profunda reflexión. Otras obras suyas publicadas en castellano son: Un comandante en casa y El programa estelar (Argos Vergara, 1984), además de Juego de gafas (Asociación de directores de escena, 1991).