LA CALLE QUIETA
UN hombre va a morir en esta calle. Peina el viento su bucle de caída y entre los adoquines polvorientos ya se prepara el eco silencioso.
Como vaca que pace los colores, una nube se queda presidiendo. Desde hace rato los testigos saben que un hombre va a morir en esta calle.
El hombre llega en su automóvil verde, pide un poco de tiempo al asesino mientras ensaya un pecho ensangrentado.
Una niña se asoma a la ventana con un grito en los labios, hace un gesto y todo se consuma en esta calle.
(De Ave sombra)
ACOJO unas manos, el tibio lenguaje que tocado ahora expresa, con desolada lluvia, la lluvia que es un cuerpo. No son prisión, sino manos, manos de carne dándose a las mías, manos donde púlese en silencio lo entrañable, que yo bien quisiera retener y acariciar.
Alas que sin su sombra por la tapia se dieron, pues se dieron francamente, y entreverándose a mi noche, más noche no me recordaron, que con darse disipan. Así esas manos suaves han venido hasta mí y yo a ellas.
Siento al hombre en esas llamas efusivas, al hombre que después con esas manos urde o hace alguna cosa humana, breve. Lo siento y lo requiero, lo siento plenamente al estrechar su yerto ardid oculto o cuando vino a mancharse en la harina de un deseo, con manos de la muerte, con manos de la luz.
Acojo esas manos, y el sufrimiento que en ellas resplandece, y cuanta oscuridad por esas manos se pronuncia, al hombre, ya que irradia luz al hombre, al río de esa mano izquierda y al de su pareja que juntos desembocan en un mar fraterno, no de espumas, sí de manos, de tantas, entrelazadas manos. 1983
(De Materiales de derrubio)
BRILLA en tu labio la humedad del vino que acabas de beber. La delicada gota lenta despierta en tu sonrisa una flor de cristal en miniatura. Y al sentirla mi labio ya no sabe, entre lo que ha besado y ha sorbido, cuál de tantas dulzuras lo enajena, si empieza en ti la sed, si en ti termina.
(De El tiempo en su arcángel)
HIJA
CONOCERÁS la luz, el mar variable que precede al origen y es ulterior al mundo, las laboriosas hormigas dispersas por la senda repitiendo el afán inútil de los hombres. Conocerás la sed del agua y la del vino y aquella de los cuerpos más terrible que no querrás saciar ni acaso puedas nunca. Conocerás la llama, la rosa y el cristal. La dicha desde luego conocerás un poco, suave nube sin aire que pasó y no ha pasado, la desatada música que es, igual que el tiempo, un artificio. No podría olvidar las injusticias que harás y que han de hacerte, el grito, la pared, la muchedumbre, las incontables horas de ajetreo precisas cada día si quieres resolver un ínfimo momento sosegado, y esa noche de lluvia en que estarás muy sola. Conocerás también la estatua, el libro, el espejo, el relámpago y la taza, la sangre que discurre buscando una salida, la mosca pertinaz, la inapartable muerte que no ha de consentir que te conozcas. Un sueño sin piedad sabe tus días. Números, padres, ríos, sombras, luna —espléndido dolor— te aguardan. Nace.
(De Bocas del litoral)
En Sinfonía corporal. Poesía reunida. Ed. de Francisco Javier Irazoki, Tusquets, 2023
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Supongo que a "La calle quieta" la inspira el terrorismo de E.T.A. Casi me asombra que en 1983 (en "los años de plomo" tratara este tema...
ResponderEliminarAún sin terminar de entender todo lo que quiere advertir a la niña que va a nacer, me gusta "Hija". Y el breve poema erótico es encantador.
Carlos San Miguel
Ah, la pintura... que me gusta mucho.
ResponderEliminarCarlos