Río Ebro
PROFUNDO COMO LOS RÍOS
My soul has groum deep like the rivers
LANGSTON HUGHES
Rostro negro de soledad, en tu sudor toco la nieve que se abrió en el aire. Regresan las agujas de hielo bajo el sol, y me encuentro, al perderme, en el lino cuajado o en el deshielo súbito de otra mañana: aquella en que el narciso despertaba a su esplendor efímero. Amado rostro negro de la soledad, tocarte desearía; recoger en mi uña el destello de ese sudor como si recogiera, uno a uno, los días que te envolvieron y hablaba como tú . Y, sobre todo, me rebelaba con esperanza. Tu casa está sobre el jaspe y el zafiro, sobre la calcedonia y la esmeralda, y sobre las otras siete fundamentales sin exceptuar la amatista. Los vientos, por ti, se han detenido en sus cuatro lugares. De soledad están pobladas tus calles. Y de lejanía oculta tras doseles de arena. En las noches de estruendo y orgía, copas volcadas y cruces llameantes, has ocultado tu corazón bajo una gardenia y la armonía, desde tus manos, -Si yo volviera, ¿adónde volvería?- ha embriagado las sombras. Si yo volviera, dibujaría en la pared de mi prisión nombres fugaces, las palabras de una antigua canción, un teléfono viejo con el cable cortado sobre el pecho de una mañana, un libro sin abrir, el blanco sobre el verde y un ave del Camino de las Ocas. También lo que traías, rostro negro de la soledad.
(De Del camino de humo, 1994)
MANO
Es desde una luz, un silencio, un aroma lejano, dice Louis Singer, the poet, cuando la almendra vigila caminos por los que llegan recuerdos (digámoslo así), en pisadas lentas, sedosas, húmedas en verdes de tiempos pasados; cuando parece dormida, la almendra, y el mundo está fuera y nadie la advierte en esta butaca el cuerpo sentado, su huella, sí está, se abandona en algo que toma su forma, que no es mano: es humo con sombra de mano, con piel, con las uñas pintadas de nieve, la mano o anémona de mar. Y es desde ese punto, esa niebla, esa mano, esa anémona, desde donde llega el idioma perdido, la lengua olvidada y se deja agrupar sobre el blanco que lo va a sostener para siempre. Y pregunto: esa mujer sentada, ¿a dónde va? ¿Estará su palabra al cuidado del mundo? No se sabe: nadie ha pensado en ella. Nadie le ha dicho nada. Nadie la ha visto. Es posible que no haya llegado todavía.
(De Escritos en la corteza de los árboles, 2013)
VEN EN EL VIENTO
En el lagar pequeño de mi mano zumo de esquilas y naranjos tengo. La vida se derrama por mis brazos. Ven en el viento.
En el ala sombría de mi nuca rumor de algas y de voces dejo. Te abrirán los caminos de mi alma. Ven en el viento.
Largos suspiros pasan. Me sacuden. Mis hojas son pájaros huyendo. El tiempo va de huida y pisa y tala. Ven en el viento.
(De En el viento, hacia el mar, 2003)
CONFESIÓN EN NEGRO
Ahora puedo decir: esto era la mayor parte de la vida. Lamento sin embargo, aunque no con excesiva pena, no haber tenido nunca un dormitorio, aunque por otra parte, qué podía yo hacer con tantos muebles y con tanta madera arrebatada a aquellas tierras en donde nació... Fue roja mi primera cama. Tenía una plaquita, de San José y el Niño, en el pequeño cabezal. Recuerdo todavía a los mayores discutiendo que su compra era urgente pues la niña no cabía en la cuna. Fue peor no acceder a los libros que, mudos, me llamaban porque venían y se iban más lejos cada vez. Igual que mis amigos, que mis casas, que las viejas butacas, que los paisajes encontrados. Quién sabe todavía en qué casa, en qué cuarto moriré. Sin embargo, me alegro de haber tenido, en USA, tres objetos: la boina de hielo del dolor de cabeza, el teléfono blanco -en mi tierra eran negros- de Mirna Loy, y haber averiguado lo que desayunaban, en altas copas cristalinas, las heroínas y los héroes del cine. Eran pomelos: esa fruta cuyo amargor no puedo soportar.
¿Y del amor? Punto y aparte. Los quise. Me quisieron: todos fueron mis gatos. Hubo también tres perros. Lo sé: no ha sido tan terrible.
(En Poesía completa, 2023)
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