Con Galería de rara antigüedad el prestigioso poeta y filólogo Jaime Siles, catedrático de Filología Latina en la Universidad de Valencia, obtuvo el XXVIII Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma. Se trata de un libro con el que el autor intenta expresar su visión de la Antigüedad clásica, "un mundo inagotable". El término 'galería' del título parte de una frase del filólogo Luis Gil incluida en el libro Introducción a Homero, en la que afirma que la Antigüedad clásica y, en especial, La Ilíada "constituyen una galería de conductas, de paradigmas, de conductas humanas a seguir". El sintagma 'de rara antigüedad' que complementa al núcleo se debe, explica el autor, a que en el poemario "hay muchos monólogos dramáticos, pero objetivados en otras personas que no son el autor. Los poemas son de ahora, aunque el mundo al que se refieren sea de entonces". Porque, como se explica en la contraportada del poemario:
Este libro asume y desarrolla el precepto nietzscheano de revivir en sí la Antigüedad Clásica, de objetivarla sobre una serie de imágenes, estampas y situaciones en las que se proyecta no tanto la nostalgia de su mundo como la consistencia de su realidad, tan necesaria para comprender en su compleja profundidad la nuestra.
El poema elegido hace referencia a un pasaje de la Anábasis del historiador Jenofonte (Atenas, ca. 431 a. C.- Corinto, 354 a. C.). En este libro, también llamado Expedición de los diez mil, Jenofonte narra la expedición de los mercenarios griegos que apoyaron la rebelión de Ciro el Joven de Persia, quien ambicionaba despojar del trono a su hermano Artajerjes II. Este cuerpo de ejército, al que se unió Jenofonte, en el año 401 a. C., atravesó Asia Menor, donde se unió a otras fuerzas reclutadas por Ciro. Pero en Cunaxa, cerca de Babilonia, el ejército de Ciro (integrado por 12.500 griegos, entre hoplitas y peltastas, y 50.000 bárbaros) fue derrotado por el de Artajerjes, formado por 200.000 hombres, y Ciro, alcanzado por una flecha, resultó muerto. El ejército de Ciro se dispersó y los griegos se encontraron en territorio desconocido, sin protección alguna y a merced del ejército del rey, que se proponía exterminarlos. Muertos los jefes de los expedicionarios griegos, Jenofonte, que tenía entonces de veinticinco a treinta años, se vio obligado a tomar el mando de este ejército destrozado y conducirlo de vuelta a casa hasta llegar a las costas del mar Negro. El poema alude al emocionante momento en que estos hombres, nacidos en islas o en poblaciones costeras, vuelven a ver el mar después de tanto tiempo y tantas calamidades:
Al quinto día llegaron a la cima de la montaña llamada Teques. Cuando los primeros alcanzaron la cumbre y vieron el mar prodújose un gran vocerío. Al oírlo Jenofonte y los que iban en la retaguardia creyeron que se habían encontrado con nuevos enemigos [...]. Pero como el vocerío se hacía mayor y más cercano y los que se aproximaban corrían hacia los voceadores, como el escándalo se hacía más estruendoso a medida que se iba juntando mayor número, parecióle a Jenofonte que debía de tratarse de algo más importante, y montando a caballo se adelantó con Licio y la caballería a ver si ocurría algo grave. Y en seguida oyeron que los soldados gritaban: "¡El mar!, ¡El mar!", y que se transmitían el grito de boca en boca. Entonces todos subieron corriendo; retaguardia, acémilas y caballos avanzaron vivamente. Cuando llegaron todos a la cima se abrazaron con lágrimas los unos a los otros, generales y capitanes.
(Jenofonte, La expedición de los diez mil (Anábasis), Espasa-Calpe, Colección Austral, nº 79, Madrid, 1939)
Francisco García Jurado, en su reseña Jaime Siles, "lo profundo del tiempo", escribe sobre este poema:
En otras lenguas acaso se puede vivir, pero sólo en la griega reside esa capacidad intelectiva [...] Por ello, una sola palabra griega, "dakuóntes", que aparece en un pasaje de la Anábasis de Jenofonte (4, 7, 24), sirve para revelar un momento único de la literatura griega, justamente el instante en que los helenos que iban con Jenofonte, tras recorrer la Anatolia, vieron el mar en Cilicia; fue allí donde su emoción, compartida, les hizo llorar.
¡Guay! Muchas gracias por este poema diferente, sobre un aspecto tan poco poético como es el de las expediciones militares (mercenarias, además) en el mundo clásico. Y también por las explicaciones.
ResponderEliminarAl mirar el mapa cabe deducir, pues, que se embarcaron para la vuelta.
Carlos San Miguel