[...] Conozco lectores que miran a su biblioteca con tranquilidad y orgullo. Yo la miro con desazón. Mi relación con los libros ha sido bastante tumultuosa. En mi biblioteca los libros cambian de lugar según mi estado de ánimo. Algunos se desorientan y acaban junto a otros que no les convienen. Los libros se contaminan entre sí.
A veces una epidemia arrasa una biblioteca. La epidemia del orden es una de las más graves. Hay orden temático, orden alfabético, orden de tamaños, orden editorial, orden cronológico y orden geográfico. Hay órdenes menores y subórdenes. Siempre, se siga el criterio que sea, hay libros que se resisten a ser ordenados.
Cada libro tiene su alma. Libros donde las palabras tienen la belleza de una escultura griega. Libros no admirables por su materia literaria sino por la inteligencia que destilan. Libros donde huele a carne y a salvia. Libros que son puro veneno. Libros que son de amigos y se guardan porque son de amigos [...].
Los libros no solo dependen de lo que sus autores nos quieran contar. Hay libros que son importantes porque guardan cosas. Entradas de teatro. Fotos de mujeres que amaste. Facturas de hotel. Huellas dactilares de nicotina y alquitrán. Pestañas de la última lectora. Mosquitos encuadernados en los libros veraniegos. Flores secas en aquellos que leen los más cursis. Algo que nunca conseguirán los libros electrónicos.
Un día vino a mi casa un viento especial que trastocó primero mi escritura y luego todo lo que leía. A partir de entonces solo iba a escribir de teatro y para el teatro. Esto provocó un terremoto en mi biblioteca. Traslados masivos, nuevos intentos de inútiles clasificaciones. Compras compulsivas, caza de libros inencontrables.
Tuve que trasladar las novelas, la poesía, los tratados, los libros de viajes, a otra casa que tuve que comprar para ellos. Salvo los imprescindibles y los de los amigos. [...] La investigación y el estudio, que otros ven como aburridos páramos, han sido para mí nuevos territorios de belleza e imaginación. He aprendido a regalar cosas hermosas como las cuatro mariposas de la selva virgen brasileña que Alfonso Reyes subió al barco cuando García Lorca hizo una breve escala en Río de Janeiro.
(Publicado en Heraldo de Aragón. Suplemento Artes&Letras. Especial Día del Libro. 23/04/2013)
Adolfo Ayuso Roy es poeta, narrador e historiador de los títeres.
Hay divergencia de opiniones en cuanto al orden: una madre no lectora a poco que te descuidas, te los ordena por tamaños mientras que tú pretendes tenerlos agrupados por autores. Claro que sí te los limpian...¡se podría ceder!
ResponderEliminarCarlos San Miguel