Foto: Josefina López
Islas en bajamar
Y que más alta música te saque al fin, tras dura prueba, a mar de luz. (A. Colinas)
Tú, que en el fondo sabes que no pueden durar estos días tan blancos frente a un castillo en ruinas, igual que los sedientos, apura bien la luz de este verano que volverá amarillos a mitad de septiembre los contornos difusos de la costa.
Mira en la lejanía cómo ella se divierte al borde de la arena, al final de la isla que en bajamar emerge.
Mira cómo disfruta ajena a todo, fija sólo a este pleno instante de la luz, y a los vuelos de los pájaros blancos, feliz mientras navega por este mar, hoy manso, sobre estas aguas limpias de las que saltan peces.
Y ella emerge también con su sonrisa entera como los peces rápidos, como la isla de arena que en bajamar espera nuestra sola llegada.
No durarán los días, pero qué intensos fueron: qué luz de mediodía en su mirada verde, en sus ojos qué islas alegres de gaviotas.
Las dos notas de un pájaro no se las lleva el viento.
(De Las sílabas del tiempo, 2007. Reeditado por La Isla de Siltolá, 2013)
Penumbra de la música
Nació como un conjuro, del miedo de las noches, de un ritmo sin palabras que era el del corazón y el del tiempo asustado de los astros.
Siguen estando aquí, bajo las delicadas notas de algún piano o en el viento afinado de una orquesta el que encauzó el aliento en un hueso sin tuétano para imitar la brisa o el animal furioso.
Quien chocaba un guijarro contra la roca dura o golpeaba a compás un madero con otro como quien interpreta el corazón del mundo, el ritmo de los pasos o el latido constante de la alta luz del día.
Aquí siguen estando, con sus piedras sonoras o los pies en el suelo, con su caña armoniosa o el tambor que era un tronco que convocaba el trueno.
Aquel que una mañana sopló una caracola como si respirara el mar, como si duplicara el rítmico jadeo del combate o la cópula, la emoción de la caza, la angustia en la carrera, la vibración del viento o el canto de los pájaros.
Nació como un conjuro, del pánico ante todo lo que no tiene nombre, ni cuerpo ni mirada.
Del terror al sol negro y a una luna que se hunde para siempre en el mar.
Y sigue estando aquí, como está en cada día la oscura sucesión de minutos y olvidos que completa la tarde, la tarea de penumbra que oscuramente somos.
(De El viento sobre el agua, Ed. Autores Premiados, 2016)
Tumba del Nadador (siglo V a. C), Paestum, Italia. (wikipedia)
Tumba en Paestum
Un límite infinito que no alcanza el centro en su quietud. MALLARMÉ
Igual que el tiempo, el aire abre en la arena a veces surcos indescifrables. Vibra lejos la tarde y en un rincón oscuro se apaga mudo el tiempo, pero arde la memoria y la luz flota entonces igual que el nadador, sin peso y sin minutos. Como último profeta de un tiempo que ya ha muerto en la materia oscura de un corazón sin fondo, el nadador sublime se detiene en su salto y flota en el vacío, en su eterna caída. Cae derecho a su tumba, a las aguas que van al reino de los muertos, y abre el profundo espacio de la tarde sin fin, de la noche sin fondo. Y permanece inmóvil en el aire intermedio de la vida a la muerte parada de las olas, en el aire sin tiempo circular que transcurre de una tierra de nadie a una tumba sin nombre. Es el día sin tamaño, el paisaje sin ecos que flota envuelto en niebla, contra la espalda lenta de la tarde. Y cae sobre la arena el martillo incansable de la lluvia.
(De Principio de incertidumbre, Huerga y Fierro, 2016)
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Me han parecido buenísimos tanto el dedicado a los "inventores" de la Música y el dedicado al nadador de Paestum, pintura que me ha fascinado por su minimalista belleza misteriosa.
ResponderEliminarCarlos