Grupo de lectura: “Leer juntos” del IES Goya
Sesión
del 27 de mayo de 2024
Autor:
Antonio Muñoz Molina
Obra comentada:
No te veré morir. Seix Barral, 2023,
240 págs.
Antonio Muñoz Molina (Úbeda
1956). Entre otros muchos méritos reconocidos, podemos destacar que es
académico de la RAE desde 1996 y Premio Príncipe de Asturias de 2013. Fue
director del Instituto Cervantes de Nueva York entre 2004 y 2006.
En su página web escribe: “… defiendo la
instrucción pública y la sanidad pública, el respeto escrupuloso de la igualdad
democrática, la igualdad de hombres y mujeres, el derecho de cada uno a elegir
su forma de vivir y, si es preciso, de morir dentro de la conciencia de nuestra
responsabilidad como ciudadanos”.
No te veré morir
La primera parte de la novela de Muñoz Molina
No te veré morir (2023), aunque escrita en tercera persona, crea la sensación de un monólogo interior en el que el
protagonista, Gabriel Aristu, se describiese a sí mismo. En un continuo relato
sin puntos, ni seguidos ni aparte, vemos al personaje que, a retazos en el
tiempo, nos cuenta su biografía. Los problemas de su padre durante la guerra y
tras ella, que van a influir decisivamente en su orientación educativa y
profesional. Admite su sumisión cobarde a los deseos de su familia, que no
percibe como imposiciones sino como una deuda. Abandona su afición, el cello.
Abandona a su amor, Adriana Zuber, y abandona España para triunfar económica y
socialmente en Estados Unidos.
Sabremos luego que, como el arpa de Bécquer,
Adriana y el cello están ahí constantemente apartados; en este caso, ciertamente
no olvidados. Gabriel guarda las partituras firmadas por Casals, pero renuncia
a una vida en el mundo musical. Sueña con Adriana, guarda sus cartas, pero
renuncia a una vida de amor con ella.
En la segunda parte tenemos un nuevo
narrador, esta vez en primera persona, que de momento parece un espectador
anónimo; sólo al final de la novela conoceremos su nombre, Julio Máiquez. Es,
en realidad, un personaje secundario que el azar convierte en imprescindible
cuando casualmente menciona a la profesora Adriana H. Zuber, un nombre que vuelve y revuelve el
pasado de Gabriel.
Máiquez es un triunfador que podríamos
definir de segunda, una especie de “contrahéroe” de Aristu. Ambos emigrados a
Estados Unidos: Aristu, por su opción personal, no volverá a ver en cuarenta y
siete años a su único amor verdadero; Máiquez, forzado por un divorcio del que
ni él conoce las causas, añora a su hija a la que, a su pesar, nunca volverá a
ver. Aristu llega a lo más alto en su profesión y vive en el Upper East Side, zona residencial para
habitantes adinerados de Nueva York. Máiquez consigue labrarse un futuro
aceptable como profesor universitario, pero no es lo que podría definirse como
triunfador. Cuando menciona una de sus reuniones, Máiquez comenta que son
amigos pero opuestos: “…rompiendo yo mi timidez y mi vergüenza y él su reserva,
su hábito de presentar a los demás un personaje tan elaborado tan convincente,
que él mismo acaba confundiéndolo con su verdadera identidad”.
Empieza recordando su cita con Aristu en
Madrid, a la que, sorprendentemente, no acudió. En un continuo zigzag del
tiempo vamos sabiendo sobre su vida, la de Aristu y la relación entre ambos.
Termina mencionando otra vez esa cita que no se dio.
Conoceremos el porqué en la tercera parte. Un
narrador omnisciente nos lo hace saber con los detalles del encuentro final de
los dos protagonistas. El autor no ha querido recurrir ni a Adriana ni a
Gabriel para que nos lo cuenten. Quiere que sea el lector quien opine, analice,
interprete su desarrollo.
Todo el trascurso de la novela está
encaminado hacia este reencuentro. Adriana, en su decrepitud física, le muestra
a Gabriel, con toda la firmeza de cuando fue joven, lo que él había significado
para ella, la necesidad que tenía de él, cómo había tenido a su hija por la
violación de su propio marido, la agobiante decepción que supuso su abandono.
Antes de emigrar, le suplicó que se quedara con ella. Ahora, le pide que la
ayude a dejar esta vida. En lucha entre lealtad y traición, siempre hay alguien
que, digamos, le facilita a Gabriel no asumir esas responsabilidades. En el
pasado, los deseos de su familia. Ahora, la solicitud de la cuidadora, Fanny, siempre
atenta a las necesidades de la señora.
En la cuarta parte vuelve Máiquez, en primera
persona, a ser el informador. Constituye, en realidad, un epílogo a la vida de
Gabriel Aristu.
Su amor de siempre le había pedido ayuda con
total ausencia da amor: “a ella lo único que le importaba era morir cuanto
antes”.
En resumen, un triunfador que renunció por
cobardía y provocó un enorme desengaño y una gran amargura.
Cristina Baselga Mantecón
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