MEJORES QUE NOSOTROS
Oh muchachas de los años setenta, os recuerdo esta tarde, mientras miro a quien amo. Ella fue de las vuestras. Descubría la luz y los semáforos, las sábanas heladas y los sábados heridos de filmes imposibles.
Muchachas de blue jeans adictos al pecado y a los viejos caminos y a músicas indóciles.
Muchachas de habitación estudiante, camisa de franela y discos de prestado, de flor muy generosa y de poetas malditos, de arcillas y cerámicas, de ropas adquiridas en viejos mercadillos. Muchachas torturadas, frágiles como la espuma de las últimas bahías vírgenes del siglo en que nacisteis. Erais pequeñas patrias donde el amor tenía un lugar fugitivo y una tarde de lluvia, virginidades rotas cual dudosas batallas con pocos vencedores, caminatas sin fin por calles que esperaban la decisión y la vehemencia frente a las ciegas sombras del pasado.
Muchachas como ella, la mujer a quien amo, gigantescas anémonas de cine matinal y cines escondidos que tuvisteis ternura traicionada, que agotasteis a Freud buscando lo imposible. Dulces muchachas a las que amamos mal, a las que casi dictábamos frases de Wilhelm Reich torpemente aprendidas.
Hoy os recuerdo dulces y entregadas, generosas y bellas e inmerecidas, encogidas bajo el poncho o con los pies helados bajo una manta rústica en un pueblo perdido detrás de cualquier sábado.
De Los días extraños, Valparaíso, 2015
ANTIGUA TIERRA
En la región perdida que llamamos infancia, en ese territorio que viejas lluvias hunden en vagos claroscuros, dicen que desde siempre nos aguarda, con ropa de domingo, una diosa cruel a quien llamamos dicha o felicidad, qué importa el nombre.
Mantienes la conciencia de haber sido inquilino de tan huidiza estancia porque a veces, cuando el presente aplica sus decretos, la memoria te vence y te convocan presencias de aquel tiempo, rostros que te dejaron inerme ante el empuje de los años.
Y siempre, cuando intentas conjurar la orfandad y los reclamas, no tardan en huir al refugio que habita entre los pliegues de la inexistencia.
De La densidad de los espejos (1997), El sastre de Apollinaire, 2017
PUEBLO ABANDONADO
En este cántaro, en este pueblo herido por el viento y la huida, por los pájaros últimos de viejas primaveras, nada crece, nada busca la voz, el horizonte. Todo muere, se hace ruina, silencio, desolada penumbra.
Acaricias las piedras, las maderas vencidas, los nidos huérfanos, te pierdes por senderos donde crece, cual hiedra, el abandono y el recuerdo del tacto se pierde entre los días, que se han hecho rastrojo.
En esta zanja nadie ama ni canta. Gana el polvo la batalla, es quimera el regreso del agua. Ya no sabes qué hacer, dónde extender los sueños que heredaste, la vida legada por los tuyos.
Caminas entre escombros, entre enseres inútiles, hundido en un paisaje que es tan solo memoria, rescoldo de una tierra y de un tiempo jamás recuperables.
De Viejas estaciones invernales. Igitur Poesía, 2006
|
¡Igualicas que las chavalas actuales... Ay, ay, ay... Seguramente aquello no dejó de ser otra moda efímera pero, al lado de lo de hoy en día, ellas tenían la coartada de los nobles ideales más allá del cínico consumismo y pijerío del disfrute sin esfuerzo actuales.
ResponderEliminarHum, por cierto que esa nostalgia del pasado guarda relación con los otros dos poemas, el del canto a la infancia y de los pueblos vacíos por la inmigración. Es un poeta coherente jejeje
Carlos San Miguel
Por cierto que es curioso cómo todo comenzó a cambiar una década después, con la frivolidad ochentera...
ResponderEliminar