Las cicatrices
No hay cicatriz, por brutal que parezca, que no encierre belleza. Una historia puntual se cuenta en ella, algún dolor. Pero también su fin. Las cicatrices, pues, son las costuras de la memoria, un remate imperfecto que nos sana dañándonos. La forma que el tiempo encuentra de que nunca olvidemos las heridas.
Perlas
Como el molusco los poetas tenemos una belleza extraña, que atrae y que repugna. Nos gusta el fondo amargo de las aguas, y en las profundidades vivimos, respiramos, escondidos debajo de las conchas calcáreas y a menudo aferrados a las piedras. Cada tanto, un elemento extraño nos invade, se enquista en nuestra entraña y comienza a crecer. Una hermosa señal de que no estamos solos, de que somos del mundo, para el mundo. Amamos esa masa que crece en nuestros vientres, que se hace dura y bella a expensas de lo blando. La cerrazón asfixia, sin embargo. Por eso nos abrimos y expulsamos esas íntimas lágrimas, casi siempre imperfectas. Lo oscuro pare luz, y eso consuela.
(Explicaciones no pedidas, Visor, 2011)
Último instante
En qué pupila quedaste tú grabado para siempre aún vivo pero volando triste hacia la muerte, en el último instante, el cielo a tus espaldas. Quién te lleva dentro de sí, como una pesadilla hacia la noche, o una anécdota, un puro escalofrío que aspira a remansarse en la palabra. Quién vio lo que no vi, lo que tan solo a mí me pertenece: tú como un ave inversa que se entrega, oscura y sin plumaje, derrotada.
(Los habitados, Visor, 2017)
Los hombres tristes no bailan en pareja
Los hombres tristes ahuyentan a los pájaros. Hasta sus frentes pensativas bajan las nubes y se rompen en fina lluvia opaca. Las flores agonizan en los jardines de los hombres tristes. Sus precipicios tientan a la muerte. En cambio, las mujeres que en una mujer hay nacen a un tiempo todas ante los ojos tristes de los tristes. La mujer-cántaro abre otra vez su vientre y le ofrece su leche redentora. La mujer niña besa fervorosa sus manos paternales de viudo desolado. La de andar silencioso por la casa lustra sus horas negras y remienda los agujeros todos de su pecho Otra hay que al triste presta sus dos manos como si fueran alas. Pero los hombres tristes son sordos a sus músicas. No hay pues mujer más sola, más tristemente sola, que la que quiere amar a un hombre triste.
(Tretas del débil, Punto de lectura, 2004)
De círculo y ceniza
Tu boca viene a mí, solo tu boca. Viene volando, libélula de sangre, llamarada que enciende esta mi noche de ceniza. Toda la sal del mar habita en ella, todo el rumor del mar, toda la espuma. Boca para los besos dibujada, donde duerme tu lengua tentadora. Todo el vino del mundo está en tu boca, todo el pecado y la inocencia toda. Boca que calla y cuando dice, oculta. Capaz de toda la verdad tu boca, de toda la verdad y la mentira. Ríe tu boca y se despierta el día. (Relámpagos de nieve hay en tu risa). Como un tropel de potros me atropellan los besos de tu boca deliciosa; tu boca, mariposa equivocada, tu boca ajena que se desdibuja en mi noche de círculo y ceniza.
(De círculo y ceniza, Ediciones Uniandes, 1989)
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ME han encantado las metáforas de los dos primeros poemas: la cicatriz como "reparación" y al mismo tiempo "recuerdo" perpetuo -"costura de la memoria" y la del poeta-molusco que alguna vez engendra una perla. Y gracias a tu explicación, "Último instante" cobra un significado sorprendente y sobrecogedor. Pero ¿acaso no hay "mujeres tristes" que se resisten al amor ?
ResponderEliminarCarlos San Miguel