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domingo, 5 de junio de 2022

Dos poemas de Francisco Javier Irazoki



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Al  atardecer  se acelera  la  corriente  de  viajeros  que  regresan  a sus  casas. Un  hombre
negro, fornido, desenfunda su saxo y se sitúa en el rincón con  mejor acústica del metro de
París.  Suena  un jazz  clásico. La  voz sube  para  que  de  las  prisas  de  los viandantes se
desprendan   unas  monedas.  Las  notas  de  las   canciones  van  agujereando  los  carteles
publicitarios. Unas plantas de tallos rojos y cápsulas de semillas envueltas en pelusa blanca
salen de los hoyos y  desaparecen. Tres  personas escuchamos  los paisajes, las cosechas de
Georgia, Luisiana o Mississippi. El ritmo de los compases arrastra cuatro siglos de captura,
tráfico y hacinamiento  de esclavos. A pesar  de apresurarse, los pasajeros se mueven en un
tiempo  inmóvil.  Estamos en  el siglo XIX. Mis  vecinos  caminan  por  una   plantación de
palabras. Los sonidos  del saxo  trazan  las curvas  de su trayecto. El dolor es el lindero y la
fuente. La pulsera roja del músico ha sido fabricada  con los hilos de una herida. Me fijo en
los pelos blancos  de la barbilla  del cantante. Son  restos   de los campos de algodón en que
nació la rabia del blues.

(De Ciento noventa espejos, Hiperión, 2017)

ANTES DE LOS CLAVELES

Aprendí el lenguaje de los sordos gracias a unos hombres que huían de la pobreza. Llama-
ban golpeando  suavemente  la puerta, y yo veía por una rejilla  aquellos rostros asustados.
A menudo enfermos, sus gestos dibujaban las lindes de Francia.

Los portugueses no nos pedían ayuda en verano; esperaban que un viento  frío recluyese a
nuestros guardias en los cuarteles. Y quienes no sabíamos predecir la conducta de ninguna
nube  nos orientábamos  al distinguir  en los  montes la  capa verde del agente o el tabardo
descosido del  inmigrante. Eran  dos penurias  enemigas que  el contrabandista  alumbraba
con una linterna.

Sus visitas significaron para los niños el descubrimiento de la humildad y el rostro cetrino.
Los adultos  hablaban  entre  dientes  contra  dos  tiranías y  acordaban un  precio  antes de 
dirigirse a la frontera que explicaron con sus dedos. Mis parientes y vecinos los guiaban en
expediciones  nocturnas  a través  de los bosques, y con  frecuencia debían cargar sobre los 
hombros el cuerpo de algún herido.

A veces un prófugo moría en el río Bidasoa y cruzaba hinchado las pesadillas infantiles.

Años  después  conocí  escritas  las  palabras  que  los visitantes  no me dijeron, y soñé que 
acompañaba a mis familiares en el tráfico de perfumes, vituallas  y hombres portugueses, y
que escondía debajo de unas hojas secas el pequeño paquete de heterónimos.

Ahora veo a esos fugitivos en  París, donde  tienen fama de cabales y han construido casas.
Desean  regresar al  país del  que  escaparon. Me lo  dicen en un idioma común, sin gestos,
mientras cierran la vejez con sus llaves de conserjes.

(De Los hombres intermitentes, Hiperión, 2006)

Francisco Javier Irazoki. (fanfan.es)
Francisco Javier Irazoki (Lesaka, Navarra, 1954) es un poeta español afincado en París desde 1993, donde ha cursado estudios musicales. Desde 2018 posee doble nacionalidad. Fue periodista musical en Madrid, donde colaboraba en revistas musicales como Disco Exprés y El Musiqueo. Formó parte del grupo de escritores surrealistas CLOC.

Sus poemas han sido incluidos en numerosas antologías. Comenzó publicando los  poemarios Árgoma (1980) y Cielos segados (1992), que incluía los tres volúmenes de versos escritos hasta esa fecha: Árgoma, Desiertos para Hades y La miniatura infinita. Posteriormente aparecieron Notas del camino (2002), con fotografías de Antonio Arenal; el libro de poemas en prosa Los hombres intermitentes (2006); La nota rota (2009), cincuenta semblanzas de músicos de diferentes épocas; el libro de poemas en verso Retrato de un hilo (2013); el libro de poemas en prosa Orquesta de desaparecidos (2015); el volumen  de prosas variadas Ciento noventa espejos (2017); el libro de poemas en prosa El contador de gotas (2019); Oración laica (2020), libro para coleccionistas en colaboración con el artista plástico Ángel Sardina, y la antología poética Palabra de árbol (2021).

Ha seleccionado y traducido del francés los poemas del dramaturgo, cineasta y poeta Armand Gatti incluidos en Antología (Demipage, 2019). También ha realizado sendas selecciones de poemas de Félix Francisco Casanova (Antología poética, Cuarenta contra el agua, 2010), Jesús Munárriz (Materia de asombro, 2015) y Harkaitz Cano (Gente que trabaja en los tejados, 2019). Ha revisado la edición de las Obras completas de Félix Francisco Casanova (Demipage, 2017) y ha seleccionado los textos y poetas de la antología Años de trece meses (2022). En 2011 participó en el libro-homenaje a Raymond Queneau (Cien millones de poemas). Con un poema-mensaje, ha participado en Náufragos (2022), proyecto del artista Salvador Retana.

Durante cuatro años (2009-2013) publicó su columna Radio París en El cultural de El Mundo. Desde 2013 es crítico de poesía en dicho diario.

En el segundo poema, más difícil de entender para algunos lectores, habla de los portugueses que huían a Francia durante la dictadura de Salazar. El título hace referencia a la Revolución de los Claveles (25 de abril de 1974), que puso fin a cuarenta y seis años de dictadura en Portugal. Se trata de un poema autobiográfico en el que recuerda que, cuando era niño, estos hombres, con los que se entendían por señas, llegaban a su  casa (en una población próxima a Francia) solicitando ayuda para pasar la frontera. Después los ha conocido en París donde ha podido comunicarse con ellos en una lengua común, el francés.

[Imagen inicial: istockphoto]

4 comentarios:

  1. Ah, yo pensaba que el blues era más dolor y tristeza que rabia...
    Me gustaría saber qué simboliza la metáfora de la planta de tallo rojo y flores de pelusa que emerge de los agujeros provocados por la música en los carteles publicitarios... ahí estoy dándole vueltas y no caigo...
    Carlos San Miguel

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  2. El segundo poema en prosa me ha gustado mucho por lo que tiene de lenguaje poético y también por lo instructivo que es, ya que no tenía ni idea de ese tráfico de exiliados portugueses a través de nuestro país para alcanzar la libertad en Francia. ¡Menuda odisea debía de ser cruzar dos países cuyas autoridades eran hostiles! Sobre todo España en que cualquier portugués sería mirado con sospecha de prófugo.
    Carlos San Miguel

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  3. Conste que te había agradecido la aclaración sobre la planta de algodón...pero no he debido enviarlo jeje
    Carlos

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