Sesión del 30 de mayo de 2022
Autor: Jesús Gil Vilda
Obra comentada: A las afueras del mundo. Ed. Destino, 2015.
Jesús Gil Vilda |
A las afueras del mundo, una historia de redención
Con esta impactante escena comienza una novela que nos intriga y nos atrapa desde sus primeras páginas, una distopía muy verosímil ambientada en un futuro no demasiado lejano. Un tiempo en que la lectura de ficción, reservada a los mendigos, ha sido sustituida por la creación de personajes virtuales; en que los coches de gasolina son una rareza pero continúan funcionando las centrales nucleares; una época de quiebra del sistema, de violencia e hiperinflación, de ruina de la clase media e incremento del número de pobres, aquellos que se sitúan “a las afueras del mundo”.
El sintagma del título aparece ya en las primeras páginas del libro, cuando el narrador describe Port Clarans, “un lugar con aspecto de estar, ya no a las afueras de Middlesbrough, sino del mundo”. Con él hace referencia a las enormes bolsas de marginación que se concentran en las grandes ciudades, allí donde no llega el Estado salvo para reprimir a la población y echarla de sus casas para poder robarles legalmente a sus hijos. Son zonas de baja vigilancia policial, sin cobertura para los teléfonos móviles ni conexiones a la red, como se encarga de advertir la policía a quien se dispone a cruzar la alambrada para adentrarse en uno de esos lugares. Una advertencia que escuchará dos veces el protagonista: la primera, forzado por las circunstancias; la segunda, por libre elección, cuando ha encontrado, por fin, su lugar en el mundo.
La ficción se organiza en dos partes. La primera, formada por cinco capítulos sin epígrafes ni numeración, es el relato de un hombre de mediana edad que, hastiado de su existencia, adopta la identidad del suicida y emprende un viaje con rumbo ignorado y sin retorno posible. En él narra ocho intensos meses de su vida en los que el navegador del coche lo conducirá a un hotel próximo a Londres y al encuentro con Dorothea, una enigmática mujer a quien lo une no solo la atracción sexual sino también la curiosidad intelectual. Convertido en sospechoso para la policía y para el grupo terrorista de la NNMA, su vida será a partir de entonces una constante huida. Escapando de la policía llegará a uno de esos lugares situados “a las afueras del mundo”, un degradado barrio londinense donde será acogido en una comunidad autogestionaria dirigida por un exsacerdote, el padre José Ramón Torres.
La narración, que comienza in medias res, retrocede para contarnos los motivos que le han llevado a dar ese brusco giro a su vida y cómo el suicidio de un desconocido quizá haya evitado su propio suicidio. Al mismo tiempo se inicia en la novela un proceso de indagación sobre la identidad de los personajes que se prolongará a lo largo de la toda la trama. El narrador no puede evitar preguntarse quién era realmente el hombre que se ha lanzado al río, un polaco de nombre Krzysztof Sobolewski, según la documentación encontrada en el coche, y qué relación tenía con la mujer del hotel, que se esconde bajo el nombre de guerra de Lorraine. Esta, por su parte, se propone averiguar quién es el suplantador y así descubre al zaragozano Jesús Bernal, que al perder su puesto de profesor en una universidad regida por criterios economicistas, se emplea como jefe de un equipo de limpieza de centrales nucleares.
El narrador protagonista se dirige a un narratario, Dorothea, como si de una carta se tratase. No obstante, la primera persona narrativa da paso en ocasiones a la tercera de un narrador omnisciente capaz de penetrar en la conciencia de los personajes, cuyos pensamientos reproduce en estilo indirecto libre:
“El aire entra limpio y aromático. Ella también querría ser una partícula de aire, veloz e insignificante, libre para entrar y salir, sin pasado del que lamentarse ni futuro al que temer".
El texto carece de referencias al momento histórico en que suceden los hechos; únicamente la alusión de Rugama, teniente coronel de la NNMA, a su tatarabuelo, muerto durante la revolución sandinista, nos ayuda a situarlos en el tiempo.
La narración de Bernal se interrumpe con frecuencia para dar paso a la relectura —“treinta y dos años después” de los hechos narrados— de fragmentos del cuaderno escrito por Dorothea y dirigido a Jesús (convertido ahora en narratario), con el que el autor, que demuestra un amplio dominio de las técnicas narrativas, recurre a la ficción dentro de la ficción y con ella, en este caso, al perspectivismo: dos visiones diferentes sobre las vivencias compartidas, dos espejos que nos devuelven imágenes distintas de los personajes. Así, Jesús aparece a los ojos de Dorothea como un ser “puro y limpio”, opinión que contrasta con la que el propio Jesús tiene sobre sí mismo. El cuaderno de Dorothea (cuyo nombre es un homenaje a Dorothea Brooke, personaje de Middlemarch) es además una declaración de amor (“Ojalá estuviera aún en mi mano construir junto a ti una vida en común…”), pero también una especie de confesión general (ante un hombre del que piensa que su auténtica vocación es el sacerdocio) en la que repasa el “desperdicio” que ha sido su vida, y un acto de contrición.
Junto a las de Jesús y Dorothea, oiremos otras voces narrativas, las de algunos personajes convertidos en narradores ocasionales de su propia historia (el escritor Manfred Padama) o de la de otros (Clorinda), mostrando distintas caras de unos personajes que ganan así en hondura y complejidad.
Bernal y Dorothea son personas cultivadas que retienen en su memoria, en el momento de escribir, otros muchos textos que influyen no solo en la producción de sus discursos sino también en su comprensión. Así surge en la novela una pluralidad de voces superpuestas que, en un constante juego de intertextualidad, dialogan con ella, bien sea mediante citas de obras literarias (el Quijote, Middlemarch de George Eliot, Historia de dos ciudades de Dickens) o mediante referencias a obras de otros autores (la casa solariega de Dorothea se levanta en medio de un paisaje “que inspiró a Jane Austen, Francis Bacon o Charles Dickens”) o a obras del séptimo arte con las que se establece cierto paralelismo (¡Qué bello es vivir!).
El ritmo narrativo se remansa con frecuencia con la inclusión de breves ensayos sobre diversos temas que, perfectamente insertados en la narración por medio del diálogo, son parte esencial de la trama, con la que guardan una estrecha relación. Así, la inclusión de la historia de Willi Münzenberg y su trabajo de captación para la causa comunista de la simpatía de intelectuales y artistas occidentales (el Club de los inocentes) nos ayuda a intuir algo más sobre Sobolewski, al que Dorothea se ha referido como el inocente, y adquiere pleno sentido cuando tenemos la certeza de que la NNMA también lleva a cabo una campaña de captación de “inocentes”. La conversación entre Dorothea y Jesús sobre la revolución de Cronwell se justifica ya que la organización terrorista trata de emular aquella revolución. La evocación de la relación de Friz Lang y Thea von Harbou, separados cuando eligen partido, sirve de preludio a la separación de Jesús y Dorothea, que, como la pareja alemana en su piso de Berlín, “se sienten en aquella habitación de hotel alejados de la ola de desesperación que empieza apoderarse del país”.
La segunda parte, muy breve, es la Nota del editor, que completa a modo de epílogo, los relatos de Jesús y Dorothea, y contribuye a la verosimilitud de la novela. El editor no es otro que Shakif Hanafi, hermano de uno de los “mártires” víctimas de la violencia policial y alumno de Jesús que deseaba aprender a fabricar una bomba para vengar la muerte de su hermano. Este nos informa de que Jesús Bernal (que ha vivido muchos años bajo otra identidad) escribió el relato poco antes de morir. Así, la novela que comienza con la muerte violenta de uno de los dos personajes de la escena inicial se cierra con la noticia de la muerte, en paz, del otro (la segunda muerte de Jesús Bernal) tras una larga y fructífera vida.
La Nota del editor abre ante los lectores un horizonte de esperanza en la ficción distópica: por ella sabemos que Shakif, el joven aspirante a terrorista y miembro de una banda de maleantes, se ha convertido en director de un centro educativo, aquel en el que Jesús empieza a impartir clases a dos alumnos, transformado hace seis años en un moderno instituto donde cursan estudios más de doscientos.
Y es que A las afueras del mundo es también una historia de redención en la que los protagonistas, tal como nos anuncia la cita de San Juan de la Cruz que abre la novela y adelanta la clave de la historia, evolucionan para llegar “a lo que no eran”. Jesús rompe con una vida que no le satisface y, tras un periodo de tiempo en que otros llevan las riendas de su existencia, puede decidir, por fin, qué hacer con ella. Los protagonistas son personajes que cargan con el peso de la culpa. Jesús, con el pesar de haber abandonado a su hijo, y Dorothea con el fardo de una vida dominada por el odio y el deseo de venganza. El amor de Jesús y la muerte del padre Torres actúan como un revulsivo que la lleva a abandonar su vida anterior para dedicarse a una nueva misión: la de salvar a Jesús, aun a costa de ponerse en peligro. Bernal, por su parte, se redimirá empezando a trabajar en un colegio con las ventanas rotas, dedicado a formar a jóvenes desheredados que sobreviven “a las afueras del mundo”. Este enseña a sus alumnos a no juzgar a las personas por su pasado, pues “todos albergamos una enorme capacidad de redención”.
Jesús Gil Vilda ha escrito una novela en que nos invita a reflexionar sobre los problemas del mundo actual, que parecen abocarnos a un futuro desolador. No obstante, el autor ofrece una visión esperanzada, de confianza en los seres humanos, capaces de mejorar y transformar el mundo con ellos. Se trata de una novela llena de interés, tanto por los temas tratados como por la meditada construcción de la misma y las variadas técnicas narrativas, en la que Jesús Gil Vilda muestra su destreza y madurez como narrador, además de su amplia cultura.
Josefina López Granada
Creo que esta es la mejor nota que me habéis puesto en el IES Goya, 33 años después. Creo que gracias en parte al IES Goya soy hoy quien soy. Mi gratitud por aquellos 4 años en los que, como a Shakif Hanafi, se forjó mi personalidad. Un fuerte abrazo: Jesús Gil Vilda
ResponderEliminarSabemos que en el IES Goya forjaste amistades para toda la vida y encontraste profesores excepcionales que han desempeñado un importante papel en tu trayectoria vital. Pero el profesorado halló en ti una mente receptiva y abierta, un alumno con hambre de saber; en otras palabras, tal como se dice en la parábola, has sido la buena tierra en que la semilla fructifica. Es seguro que todos tus profesores se sienten orgullosos viendo que te has convertido en un excelente profesional, en un buen escritor y, más importante, en una gran persona. Y no me cabe la menor duda de que a todos aquellos que se cruzaron contigo en este centro educativo les han emocionado tus palabras.
EliminarPor lo que respecta al grupo de lectura, fue un placer contar con tu presencia en una sesión, muy interesante y amena, que sirvió de extraordinario cierre de curso. En nombre de todo el grupo y de nuestro coordinador,Javier Aznar, te doy las gracias por tu amabilidad al desplazarte a Zaragoza para charlar con nosotros y te deseo lo mejor en tu vida personal y profesional.
Un abrazo.
Josefina López Granada