Delante de mis ojos veo a Aquiles combatiendo.
y las lanzas de bronce brillan bajo el intenso sol.
cuánto y de cuántas formas me van a acompañar.
Cóncavas naves navegan por mi mente.
Catálogo de armas y guerreros también.
extiende sobre mí. Quiero que los aqueos
venzan y los troyanos pierdan, o al revés.
Me gustan los parlamentos de los dioses.
—como las de las hojas— están destinadas a caer.
Todo está dicho —muy bien dicho— allí.
Cada composición tiene estructura,
cada ser humano es un relato, cada héroe
es una canción. Leo cómo los dos ejércitos
se mueven, cómo va sucediendo todo
lo que en la caída de Troya sucedió.
Tengo sesenta y cinco años y leo a Homero
en griego y ya no soy aquel ni el mismo
muchacho que hace cincuenta años lo leyó.
El texto no ha cambiado y sigue siendo el mismo.
Delante de mis ojos Aquiles sigue
combatiendo. Los mirmídones y los dólopes
no se quedan atrás: avanzan con todo su pesado
armamento, mientras frente a ellos cierran filas
Héctor y los troyanos y las flechas de ambos
se cruzan en el aire como enjambres de abejas
y las lanzas de bronce brillan bajo el intenso sol.
La familia de Príamo contempla cómo se desarrollan
los combates y las cóncavas naves varadas en la playa
y las tiendas del campamento aqueo y a Menelao
y Agamenón. Soy yo, y no ellos, el que cambia.
Soy yo el que, al no formar parte de la Ilíada,
está de antemano condenado a morir. Navego
por la página como el sol por sus rutas
y voy viendo cadáveres cerca o en torno a mí
y no son de troyanos ni de aqueos ni de dólopes:
son de padres, familiares, compañeros y amigos.
Nada muere en el verso: el ritmo del hexámetro
con su ámbar protege el tiempo que no acaba
nunca de suceder, pero el nuestro termina.
No: no mueren los héroes de La Ilíada
sino nosotros, sus lectores, que, a diferencia de ellos,
somos lo que somos pero sólo una vez.
Sólo como ficción el ser perdura. Pero nuestra epopeya
no es el combate en las playas de Troya
sino otro más humilde, condenado
a un oscuro y anónimo morir. Por eso mismo
siguen teniendo su sentido Héctor y Aquiles,
Patroclo, Príamo, Helena, Agamenón.
Ellos ni morirán ni han muerto. Pero nosotros sí.
De Galería de rara antigüedad, Visor, 2018
¡Fantástico y vívido resumen de personajes y escenas homéricas y genial reflexión sobre su perdurabilidad eterna.
ResponderEliminarCarlos San Miguel