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domingo, 2 de noviembre de 2014

'El estudiante de Salamanca', de José de Espronceda




   El estudiante de Salamanca 

                         [FRAGMENTO]

                         Parte primera

                                                         Sus fueros, sus bríos,
                                                       sus premáticas, su voluntad.

Quijote.- Parte primera
Era más de media noche,
antiguas historias cuentan,
cuando en sueño y en silencio
lóbrego envuelta la tierra,
 5            los vivos muertos parecen,
los muertos la tumba dejan.
Era la hora en que acaso
temerosas[1] voces suenan
informes, en que se escuchan
10          tácitas[2] pisadas huecas,
y pavorosas fantasmas
entre las densas tinieblas
vagan, y aúllan los perros
amedrentados al verlas:
15          En que tal vez la campana
               de alguna arruinada iglesia
da misteriosos sonidos
de maldición y anatema,
que los sábados convoca
20          a las brujas a su fiesta[3].
El cielo estaba sombrío,
no vislumbraba una estrella,
silbaba lúgubre el viento,
y allá en el aire, cual negras
25          fantasmas, se dibujaban
las torres de las iglesias,
y del gótico castillo
las altísimas almenas,
donde canta o reza acaso
30          temeroso el centinela.
Todo en fin a media noche
reposaba, y tumba era
de sus dormidos vivientes
la antigua ciudad que riega
35          el Tormes, fecundo río,
nombrado de los poetas,
la famosa Salamanca,
insigne en armas y letras,
patria de ilustres varones,
noble archivo de las ciencias.
40          Súbito rumor de espadas
cruje y un ¡ay! se escuchó;
un ay moribundo, un ay
que penetra el corazón,
que hasta los tuétanos hiela
45          y da al que lo oyó temblor.
Un ¡ay! de alguno que al mundo
pronuncia el último adiós.

El ruido
cesó,
50        un hombre
             pasó
             embozado,
             y el sombrero,
             recatado,
55         a los ojos
             se caló.
             Se desliza
             y atraviesa
             junto al muro
60        de una iglesia,
             y en la sombra
             se perdió. […]




[1] temerosas, temibles.
[2] tácitas, esquivas, huidizas.
[3] El aquelarre que las brujas celebraban el sábado con el demonio, 
según creencia popular.                            
                                             

José de Espronceda fue  un escritor español considerado el más genuino representante del Romanticismo en nuestro país, tanto por su obra poética como por su actitud ante la vida. 

Nació en el palacio del Marqués de Monsalud, en Almendralejo (Badajoz), el 25 de marzo de 1808, cuando su padre, sargento mayor de caballería,  iba camino de Badajoz acompañado de su esposa. De 1821 a 1824 estudió en Madrid en un colegio fundado por el poeta Alberto Lista, donde recibió una formación de inspiración ilustrada y neoclásica. Pronto mostró interés por la literatura y por la política. A los quince años, tras haber visto ejecutar,  en noviembre de 1823, a Riego (militar, jefe del alzamiento liberal de 1820 en Cabezas de San Juan)  en la plaza de la Cebada  de Madrid, se incorporó a la sociedad secreta "Los Numantinos", que conspiraba contra el absolutismo de Fernando VII, por lo que fue condenado en 1825, durante la represión política que siguió al trienio liberal,  a tres semanas de reclusión en un convento de Guadalajara, donde su padre estaba destinado. En el verano de 1827, tras un periodo apartado de la política y dedicado a la escritura,  abandona el país. Marcha primero a Lisboa, de donde es expulsado, y después a Londres, entonces lugar de reunión de los liberales españoles exiliados. En Londres tiene ocasión de conocer la obra de autores románticos ingleses, cuya influencia marcará un cambio de rumbo  en su literatura. Por esta época (en Lisboa o en Londres) inicia su turbulenta relación amorosa con Teresa Mancha, hija de un militar exiliado. Después marchó a Francia y, en París, tomó parte en la revolución de julio de 1830  y luego en una incursión fallida a España. En octubre de 1831 se instala en París con Teresa, ya casada con un emigrante español y madre de dos hijos, y en 1933 regresa con ella a España acogiéndose a la amnistía por la muerte de Fernando VII. Espronceda ingresa en la Guardia Real, pero al poco tiempo es desterrado a Cuéllar y más tarde a Badajoz. Las largas ausencias y las infidelidades hacen que Teresa lo abandone en 1836, dejándole a Blanca, la única hija de ambos, nacida en 1834. La muerte de Teresa en septiembre de 1837 sume al poeta en la desesperación. Obtiene un cargo diplomático en La Haya  y es elegido diputado por la provincia de Almería (marzo de 1842). Muere en Madrid, de forma inesperada, el 23 de mayo de 1842, cuando se había enamorado de nuevo y estaba a punto de casarse. En 1902 sus restos fueron trasladados al Panteón de Hombres Ilustres.

Aunque escribió también teatro (Blanca de Borbón) y novela histórica ( Sancho Saldaña), su producción  literaria más importante es la de la poesía, tanto lírica como narrativa. En su obra poética se advierte una clara evolución desde una poesía juvenil de corte neoclásico escrita bajo la influencia de su maestro Alberto Lista (El Pelayo, intento inacabado de poema épico), pasando por su poesía del exilio en la que se observan nuevas influencias (especialmente del poeta apócrifo  Ossian)  que  anuncian su evolución hacia la sensibilidad romántica ( Himno al sol y el poema narrativo Óscar y Malvina), hasta la poesía romántica escrita a su regreso a España. En sus poemas líricos de esta última etapa  (Canción del pirata, El verdugo, El mendigo, El reo de muerte, El canto del cosaco, A jarifa en una orgía) encontramos el Espronceda más auténtico, en el que abundan los tonos sociales: defensa de los seres marginales, identificación con los proscritos, anhelo de libertad y desprecio de las leyes. No obstante, sus dos grandes poemas narrativos, El estudiante de Salamanca y El diablo mundo, se consideran sus obras poéticas más importantes.

El estudiante de Salamanca (1840), formado por casi dos mil versos polimétricos y dividido en cuatro partes, está considerado el mejor poema narrativo del Romanticismo español. Cuenta la historia de don Félix de Montemar, cínico donjuán en la Salamanca del siglo XVII, quien, tras seducir y abandonar a Elvira (que muere de dolor), mata en duelo a don Diego de Pastrana, hermano de esta. Una tétrica noche persigue por las calles de la ciudad a una fantasmal dama que resulta ser el esqueleto de Elvira, contempla burlón una visión de su propio entierro, en la mansión de los muertos contrae matrimonio con el esqueleto de Elvira y acaba bailando una danza macabra rodeada de espectros. Espronceda mezcla diversos motivos tomados de la tradición literaria (el donjuán burlador, la mujer transformada en esqueleto, el personaje que contempla su propio entierro, la danza de la muerte) para crear un ambiente intensamente romántico y un personaje que encarna la rebeldía, el cinismo y el satanismo propio de los héroes románticos.

El diablo mundo (1841), poema inacabado formado por una introducción y siete cantos,  fue publicado por entregas durante 1840 y 1841, antes de ser editado como libro. Carente de unidad, pretendía ser un ambicioso poema lírico, filosófico y social, una epopeya de la vida, cuyo protagonista (llamado Adán, simbólicamente) se enfrenta a la realidad, sufre persecución, se rinde a la malicia y descubre la injusticia de la muerte. La segunda parte, sin conexión con el resto, es el célebre Canto a Teresa, en el que el poeta evoca los primeros momentos de amor, a los que siguieron la decepción, la ruptura y la muerte de su amante.



En el siguiente enlace puedes leer el texto completo de El estudiante de Salamanca:

El cuento  de Espronceda "La pata de palo": AQUÍ.

3 comentarios:

  1. ¡Bravo! La atmósfera ominosa que prepara Espronceda para ambientar y preparar al lector es genial. Y ese ritmo tan rápido y musical lo hacen muy ameno.
    Es que hasta su apellido tenía algo solemne y rimbombante: "Espronceda"; le caía como un guante.
    Y es una tontería pero hay un montón de fechas en las que hemos cambiado de siglo, arriba y abajo, que sin Máquina del Tiempo ni nada, es demasiada paliza para el lector del artículo...
    Carlos San Miguel

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    1. Siento el cúmulo de erratas. Prefiero que lo hagas notar para poder corregirlas. Gracias.

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    2. ¡A vuesa merced esas gracias por dejarme expresarme por aquí!
      Carlos

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