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domingo, 17 de septiembre de 2023

"Amor constante más allá de la muerte", de Francisco de Quevedo



AMOR CONSTANTE
MÁS ALLÁ DE LA MUERTE

             Cerrar podrá mis ojos la postrera
          sombra que me llevare el blanco día,
          y podrá desatar esta alma mía
          hora a su afán ansioso lisonjera;

   5         mas no, de esotra parte en la ribera
          dejará la memoria en donde ardía:
          nadar sabe mi llama la agua fría
          y perder el respeto a ley severa.

               Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
10      venas que humor a tanto fuego han dado,
          medulas que han gloriosamente ardido,

             su cuerpo dejarán, no su cuidado,
          serán ceniza, mas tendrán sentido,
          polvo serán, mas polvo enamorado.

(En El oro de los siglos. Antología. Edición, prólogo y
notas de José María Micó, Austral, 2017)


NOTAS DEL EDITOR:

     1-2)  postrera: "última". La postrera sombra es el sujeto de la oración y simboliza la hora de la muerte, como noche final que acude a arrebatarnos la vida, significada a su vez por el blanco día, que subraya la antítesis entre los dos conceptos. 
     3-4) Aunque el hipérbaton complica el sentido, el poeta sigue enumerando los previsibles efectos de la muerte, y la llama hora lisonjera ("aduladora, halagadora") porque alivia el afán ansioso (nótese la reiteración semántica del adjetivo) del alma, que quedará con ello desatada ("desunida, liberada") del cuerpo.
    5-6) Se ha discutido mucho la sintaxis de estos versos, pero parece claro que enlazan con lo anterior y que quieren decir que el alma, ya desunida del cuerpo, "no dejará la memoria de su amor (de ahí el verbo arder) al llegar a la otra ribera". La imagen se basa en el proceso de la muerte según la mitología antigua (las almas de los muertos bebían las aguas del Leteo, el río del olvido, y atravesaban la laguna Estigia) y se entiende mejor comparándola con los versos de otro soneto: "De esotra parte de la muerte dura / vivirán en mi sombra mis cuidados, / y más allá del Lete mi memoria".
    7-8) El contraste entre vida y muerte se expresa ahora mediante la antítesis entre la llama, que simboliza el fuego de la pasión amorosa, y el agua fría del río del olvido; el verso siguiente mantiene ese contraste por la oposición entre la inexorabilidad de la muerte, ley severa, y el coloquialismo de la expresión perder el respeto: "el amor desobedece a la muerte".
     9) todo un dios: "el dios Amor", que aprisionó el alma del amante (recoge el viejo motivo de la cárcel de amor).
     10) humor: "sustancia líquida", aquí la sangre de las venas que han alimentado el fuego de la pasión.
   11) gloriosamente: porque las medulas (en época de Quevedo era palabra llana) se han consumido en el fuego del amor para gloria del enamorado; como dice en otro soneto, "y el no ser, por amar, será mi gloria".
    12-14) Los elementos enumerados en el primer terceto son el sujeto gramatical común a las tres oraciones del terceto final: "alma, venas y medulas dejarán el cuerpo, serán ceniza y serán polvo". Los únicos testimonios antiguos del poema (las ediciones de El Parnaso español de 1648 y 1649) leen, en efecto, dejarán, pero un gran crítico moderno, José Manuel Blecua, prefirió editar dejará, suponiendo la presencia de una correlación que haría más lógico y mejoraría estilísticamente el cierre del soneto ("el alma dejará su cuerpo, las venas serán ceniza y las medulas serán polvo"); es una sugerencia digna de atención y aceptada por muchos quevedistas, pero la enmienda es innecesaria, pues no hay error demostrable ni fuente textual para la corrección. Lo importante es, sin embargo, el sentido general, que viene a ser el mismo en ambos casos, porque el amor contradice todas las claudicaciones de la muerte: el alma, las venas y las medulas no abandonarán su cuidado ("cuita, preocupación amorosa"), la ceniza en que se convertirán tendrá sentido y el polvo será polvo enamorado (y ahí no resuena solo la frase bíblica "polvo eres y en polvo te convertirás", sino el recuerdo de poetas elegíacos latinos como Propercio y Tibulo).

*      *     *

Publicado en la edición de 1648 de El Parnaso español, este soneto forma parte de un conjunto de 56 poemas  (51 sonetos, un madrigal y cuatro idilios), titulado Canta sola a Lisi y la amorosa pasión de su amante (CSL), que fue compuesto en los veintidós últimos años de la vida de Quevedo, entre 1623 y 1645, y vio la luz póstumamente. En su poesía amorosa, siguiendo la línea de los poetas renacentistas (Boscán, Garcilaso, Herrera), Quevedo retoma los elementos de la tradición petrarquista, pero adapta esos tópicos a la perspectiva de su época, dominada por la presencia constante de la muerte. 

El poeta concibió Canta sola a Lisi como una especie de "cancionero de amor" en el que canta con exclusividad a una amada (canta sola), Lisi, igual que Petrarca canta a Laura. Nada se sabe de Lisi, la mujer que inspiró estos versos; se ha llegado a decir que fue una invención poética del autor, pero parece dudoso -se responde- que una invención provoque tanto sufrimiento. Por ello, una parte de la crítica considera que se trata de una mujer real que ha sido identificada como doña Luisa de la Cerda, de la casa de Medinaceli, por quien Quevedo suspiró en secreto durante largos años, o incluso como Isabel de Borbón, esposa de Felipe IV. 

El soneto elegido, de enorme complejidad, está  considerado por Dámaso Alonso como "el mejor de Quevedo y probablemente el mejor de la literatura española". El título resume con precisión su contenido, el triunfo del amor sobre la muerte, contenido que Marina Ruiz Díez resume así:
"Este soneto habla de cómo aunque la muerte ("la postrera sombra"), cierre los ojos del amante desposeyéndolo de la luz del día. Y aunque desate el alma de su cuerpo y esta esté deseosa de abandonarlo en una última hora que se presenta lisonjera; el alma no dejará en la otra orilla del río Leteo, el recuerdo de su amor, porque la llama amorosa sabe vencer nadando las aguas del río Leteo sin apagarse y así desobedece la ley de la muerte que obliga al olvido. El alma que fue prisionera del dios Amor, las venas que han sido el lugar por el que el amor ha marcado su recorrido de fuego; las médulas que ardieron en ese amor: el cuerpo dejarán pero no lo que han sentido, se convertirán en ceniza pero seguirán amando".
El soneto, recuerda M. Ruiz Díez,  recrea un tópico literario de la Antigüedad, el amor post mortem, presente ya en las Metamorfosis de Ovido, que volvemos a encontrar en Petrarca y en la poesía petrarquista; y el tópico horaciano non omnis moriar, "no moriré del todo", también alude a ese amor eterno que sobrevive a lo inexorable de la muerte.

La idea principal del soneto, que el amor se opone a la muerte, pero ni la muerte puede destruirlo, como observa Blanco Aguinaga,  aparece expresada desde el principio del soneto, en el que este crítico distingue dos partes bien diferenciadas (los dos cuartetos y los tercetos), en las que se repite la misma idea: la afirmación presente en los cuartetos de que a pesar de la muerte la llama que ardió en la vida del poeta seguirá ardiendo se recoge de nuevo en los tercetos para reafirmarla. Si bien la última palabra (enamorado) viene a revelarnos que la llama que no va a morir, lo que el yo poético no va a olvidar  ni siquiera en la muerte, es el amor, de forma que el poema no solo culmina en los tercetos, como debe ser, sino en la última palabra:
Idea única; poema bloque; concepto que, en lo racional no avanza, no se desarrolla de verso a verso, como si al poeta no le interesase elaborar [...], sino subrayar.
Cada uno de los detalles del soneto, advierte Blanco Aguinaga, demuestra lo obsesivo de esa idea, logrando "una mayor cerrazón estructural", y destaca la precisión con que ojos (verso 1) se opone a sombra (verso 2) y sombra, a su vez a blanco día  y al ardía del verso 6, y cómo el mas no del verso 5 reaparece, invertido, en los versos 12, 13 y 14. La segunda parte (los tercetos) se sostiene igualmente en un difícil equilibrio de contrarios, o como indica Dámaso Alonso, en un estricto y complejo esquema correlativo: alma (v. 9) contra cuerpo (verso 12); venas (verso 10) contra ceniza (verso 13); medulas (verso 11) contra polvo (verso 14). Esta confrontación de contrarios da origen a los tres versos bimembres finales en que cada una de las segundas partes se opone a la primera y la rechaza. Unas palabras del poema se enfrentan a otras en difícil equilibrio, y todas ellas a la ley severa e incluso a la expresión de esa ley en su siglo, porque el poeta ha descubierto, como única realidad importante la oposición máxima: vida contra muerte. De esta forma, el poema amoroso trasciende el tema que lo origina y tiende a la metafísica.

Referencias:
-Carlos Blanco Aguinaga, "Cerrar podrá mis ojos...": Tradición y originalidad. En Francisco de Quevedo, edición de Gonzalo Sobejano, El escritor y la crítica, Taurus, 2ª ed., 1984.
-Marina Ruiz Díez, La tradición petrarquista en Quevedo y en Miguel Hernández. Trabajos  fin de grado UVa, 2016.  Consultado en: https://uvadoc.uva.es/bitstream/handle/10324/18885/TFG_F_2016_143.pdf?sequence=1&isAllowed=y


1 comentario:

  1. ¡Gracias, gracias, gracias por todas estas explicaciones! Porque aunque se comprende perfectamente el sentido que Quevedo quiere expresar, es muy frustrante no poder disfrutar plenamente de la comprensión de cada uno de los significados de los versos y por tanto, de toda su belleza. ¡Ahora sí que lo he entendido y disfrutado del todo
    Carlos San Miguel

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