Celia Carrasco Gil (Tudela, 2000) es una de las voces más prometedoras de la poesía española actual. Graduada en Filología Hispánica por la Universidad de Zaragoza, actualmente reside entre Zaragoza y Salamanca, donde cursa el Máster en Literatura Española e Hispanoamericana, Teoría de la Literatura y Literatura Comparada. Forma parte de la Asociación Aragonesa de Escritores y colabora en la sección 'En nombre propio' del suplemento Artes & Letras de Heraldo de Aragón, así como en las revistas Imán, Turia, Café Montaigne y Traslapuente. Ha publicado los libros de poesía Entre temporal y frente (Olifante, 2020), finalista del Premio Nacional de Poesía Joven Miguel Hernández; Selvación (Torremozas, 2021), con el que obtuvo el XXII Premio de Poesía Joven Gloria Fuertes, Limos del cielo. Poesía 2016-2022 (Ediciones del 4 de agosto, 2022) y Rupestre (Olifante, 2023). Algunos de sus poemas han sido recogidos en Todos los dioses. Antología panhispánica de poetas jóvenes del siglo XXI (Casa Bukowski, 2021-Ultramarina, 2022). Textos suyos han sido musicalizados por el compositor catalán Pere Soto en la obra Lunática Chispa de Lianas (opus 217), y por el músico navarro Miguel Tantos Sevillano en el espectáculo de jazz y poesía Lenguajes. Ha participado en encuentros poéticos internacionales de la École Normale Supérieure de París y del Instituto Cervantes de Sofía.
Su primer poemario, dedicado a su padre, hace un recorrido desde el dolor hasta la poesía y, como leemos en la contraportada, está vertebrado sobre la polisemia triple y cruzada de "temporal" y "frente". Parte de un sentido meteorológico externo (del temporal como tormenta y el frente del noroeste como cierzo) para pasar a un ámbito anatómico más reflexivo (del temporal escamoso como hueso de la audición y el equilibrio y la frente abovedada como cara externa que se eleva ante una nueva visión del mundo), y finalmente deriva en un combate bélico (con los horizontes temporales como tiempo muerto y el frente del silencio como frente bélico en el que la visión poética acaba trascendiendo y cobrando conciencia de la conversión del dolor en algo estético). En opinión del poeta y profesor Alfredo Saldaña, se trata de un libro
"medido hasta el último detalle en el que nada queda al azar, un poemario penetrante y hondo, dotado de una profunda coherencia y de una estructura orgánica muy bien ensamblada en el que las palabras eran cuidadosamente elegidas hasta el punto de configurar con ellas unos poemas sostenidos sobre unas envolventes cadencias rítmicas, continuos hipérbatos y un incontestable y perturbador tempo musical".
"Invocación desde el acantilado", el soneto que abre el libro, quiere ser un guiño a Safo, la primera voz femenina conocida de la lírica griega. En el poema, el yo poético invoca a Safo cuando se encuentra en lo alto de un acantilado a punto de lanzarse al abismo de la creación, como ha explicado la autora.
Su segundo poemario, Selvación, se divide en tres partes ("Ciudad", "Hogueras cenicientas" y "San Silvestre") e incluye treinta y nueve poemas, trece en cada una de las secciones, dato que, para Alfredo Saldaña, es "indicio del interés arquitectónico de esta poeta para armar un libro que sea algo más que una mera agrupación de textos". Selvación, en palabras de la autora, "trasluce un juego de palabras entre 'selva' y 'salvación', de tal manera que esta 'selva sagrada' de Rubén Darío en este caso tiene otro cariz y da paso a una suerte de menosprecio de la ciudad congestionada y alabanza de la libertad de un espacio silvestre idílico, que tiene mucho que ver con la apertura que permite la propia poesía". Con el término "Selvación", aclara a su vez Alfredo Saldaña, la autora "nombra el intersticio 'de una vida / que se parte', un espacio situado en un punto indeterminado, entre la ciudad desasosegante y la selva como emblema de lo sagrado, la vida natural y la libertad". Y añade: "Y creo que la poesía podría nombrar ese espacio impreciso de refugio, ternura y proyección".
Rupestre está formado por dos secciones de veintiún poemas en verso blanco cada una, aunque también hay metro clásico, de hecho el libro termina con un soneto. El poemario, ha dicho la autora, "Fluctúa entre una primera parte que trabaja con diferentes cromatismos del color rojo, como si fueran petroglifos en las paredes de la cueva del lenguaje, y distintas imágenes de la luz, como si nos encontráramos ante el fuego de las imágenes compartidas".
¡Qué difíciles... Pero el caso es que, a fuerza de insistir, algo intuyo del segundo y el tercero.
ResponderEliminarEl que más me gusta por su forma y lo que sugiere es Selvación; por esa metáfora de la creación poética como una selva en la que no hay un suelo firme sino un acolchado de hojas en descomposición, cruzado por los caminos que siguen las serpientes, entre las que, al final, aflora una idea firme en forma de verso... Y todo ello en contraposición al aburrimiento de la rutina de las preocupaciones diarias simbolizadas por la ciudad... algo así interpreto yo... y me gusta mucho.
El primero, esa invocación a Safo como musa también me ha gustado mucho, aunque no comprenda qué es eso de un estema (madre mía, si les gusta a los filólogos darles vueltas a cosas que no sé si son necesarias...
¿Y el tercero... ¡Uf, vete a saber
¡Admirable, esta tudelanica
Carlos San Miguel