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Joaquín Sorolla, El rosal amarillo de la casa de Sorolla. (Museo Sorolla, Madrid)
ETERNIDAD
No quiero, si es posible, que mi beneficio desaparezca, sino que viva y dure toda la vida de mi amigo.
SÉNECA
En mi jardín hay rosas: Yo no te quiero dar las rosas que mañana... Mañana no tendrás.
En mi jardín hay pájaros con cantos de cristal: No te los doy, que tienen alas para volar...
En mi jardín abejas labran fino panal: ¡Dulzura de un minuto... no te la quiero dar!
Para ti lo infinito o nada; lo inmortal o esta muda tristeza que no comprenderás...
La tristeza sin nombre de no tener qué dar a quien lleva en la frente algo de eternidad...
Deja, deja el jardín... no toques el rosal: Las cosas que se mueren no se deben tocar.
(De Versos, 1938) |
Dulce María Loynaz fue poeta y novelista cubana nacida en La Habana en 1902 y fallecida en 1997. Era la mayor de cuatro hermanos. Su padre, Enrique Loynaz del Castillo, era general del Ejército Libertador. Creció en una casona del barrio de El Vedado. No asistió nunca a ninguna escuela, sino que fue educada, junto a sus hermanos, en la casa familiar hasta su ingreso en la Universidad de La Habana, donde se doctoró en Derecho Civil en 1927 y ejerció la abogacía hasta 1961. En 1937 se casó con su primo Enrique Quesada y Loynaz, pero su matrimonio fracasó y la pareja se separó siete años después. En 1946 contrajo matrimonio con el periodista de origen canario Pablo Álvarez de Cañas. En los años treinta su casa se convirtió en centro de la vida cultural. En las llamadas "juevinas" acogió a gran parte de la intelectualidad del momento, tanto a la residente como a la que se encontraba en tránsito por la isla, entre ellos, Juan Ramón Jiménez, García Lorca, Alejo Carpentier o Carmen Conde. Realizó numerosos viajes por Norteamérica, Europa, Oriente Medio y Sudamérica. A partir de 1960 apenas realiza actividades públicas.
Fue la primera mujer en recibir la Orden González Lanuza en 1944 por sus aportaciones al campo del derecho. Fue invitada a impartir conferencias en la Universidad de Columbia. Fue elegida miembro de Honor del Instituto de Cultura Hispánica en 1950, miembro numerario de la Academia Cubana de la Lengua en 1959 y miembro correspondiente de Real Academia Española de la Lengua en 1968. Recibió, entre otras distinciones, la Medalla Alejo Carpentier en 1982, el Premio Cervantes en 1992, el Premio Ferderico García Lorca en 1993, la Orden Isabel La Católica en 1993 y la Orden Gabriela Mistral de la embajada de Chile en 1996.
Publicó sus primeros versos en 1919 en el periódico cubano La Nación. Su poesía, enmarcada en la corriente posmodernista, se caracteriza por su carácter introspectivo, mediante el cual intenta dar voz al sujeto femenino, y por la creación de un mundo simbólico cargado de sugerencias. Desde el punto de vista formal, destaca por la sencillez y naturalidad, así como por la musicalidad de sus versos. Publicó los siguientes libros de poesía: Canto a la mujer estéril (1938), Versos (1920-1938) (1938), Juegos de agua. Versos del agua y del amor (1947), Poemas sin nombre (1953), Obra lírica (1955), Últimos días de una casa (1958), Bestiarium (1991), Poemas náufragos (1991), La novia de Lázaro (1991), Finas redes (1993), Fe de vida (1994), Melancolía en otoño (1997), La voz del silencio (2000) y El áspero sendero (2001). Ha publicado, además, novela, libros de viaje, epistolarios y ensayo.
Mmmmm, qué delicia de poemita. Me gusta mucho su forma aunque no comparto el mensaje. Demasiado idealismo sabiendo que "Todo" es cosa de un minuto. Séneca estaba más acertado.
ResponderEliminarCarlos San Miguel