Geórgica imposible
Beatus ille qui procul negotiis (HORACIO)
Yo podría haber sido agricultor, dichoso en mi finca vallada con un seto de vincas. Entre viñas e higueras pasaría las horas sin envidiar a nadie, atento a los augurios de mis antepasados, que a todo antepusieron el arte de vivir en la serenidad de acuerdo con la edad y sus ocios fecundos. El olivo sagrado señorea la tierra que heredé de mis padres, entreabren los frutales sus botones granados como pechos granados de doncellas en flor, dialogan al aire los parrales latinos y el corazón del mar late en la lejanía. ¡Tener un pozo blanco en el atrio de casa, con una piedra negra sobre el brocal labrado para oír los oráculos de los tiempos antiguos en los claros de luna! ¿Qué distracción mayor que ver rumiar los bueyes bajo los tamarindos, a la sombra dorada de sus verdes sombrillas con encaje de sedas? ¿Y qué decir si pienso en los rubios panales que, al pie de las laderas, hacen dulces y amables las suertes de la vida? Los domingos podría ensayarme en la pesca, leer en las entrañas de los peces los cambios que los cielos anuncian y evitar con las aves los desastres del tiempo. O pasear cantando por bancales de avenas y pajizos trigales, y oír los ruiseñores en las foscas umbrías. Ser pastor solitario, como lo fue mi abuelo, ¡suprema ocupación! La que a Lope dictaba tiernas alegorías tras vida borrascosa, la que aprendí de Rilke y sus noches de Ronda. Yo no sería nunca Salicio o Nemoroso, pues mi amada estaría sin disfraz esperándome, tendida en la espesura al ventalle almenado de sauces amorosos. ¿Son enajenaciones? ¿O tal vez, sólo el sueño de un solitario errante que ha perdido el sentido de las cosas sagradas y ahora se empeña en vano en ser lo que no fue? ¿O que no pudo ser? ¿Que no será jamás?
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Jajaja ¡Estos poetas e intelectuales, cuán alejados de la realidad están muchas veces...
ResponderEliminarComo si fuera tan fácil: sentarse o pasear csntando y esperar que la tierra te alimente sin dar golpe, sólo porque te lo mereces.
Madre mía, cuánta tontería...
Verdad es que tener un huerto da muchas satisfacciones y el más importante es recoger el fruto del trabajo, cosa que este señor parece no contemplar.
Ahora, con la pandemia y tras el encierro del año pasado, se ha desatado una fiebre por tener huerto (y tapar el campo con vallas y chalets totalmente antiecológicos) que muy pronto dará paso a crueles y justas decepciones por la dureza que exige criar algo en la tierra. Y si lo que se pretende es llenar una parcela de hormigón y césped, más valdría a las autoridades poner freno a esta peligrosa moda.
Por lo demás, el poema es precioso, sobre todo por esa evocación de la serenidad latina.
Carlos San Miguel