"Jamás ha hablado en español, que yo sepa, así la pasión desnuda y ardiente. Me recuerda a trechos a Safo, pero a la de verdad, no a la legendaria", escribió Miguel de Unamuno a Juan Ramón Jiménez, en carta fechada en Salamanca el 22 de diciembre de 1919, tras leer Las lenguas de diamante. Ejemplo de esa pasión es el poema elegido, en que, con sones especialmente eróticos, rompiendo con el pudor que la sociedad tradicional imponía a la mujer, Juana de Ibarbourou recrea el tema horaciano del carpe diem, la invitación a gozar de la vida y la juventud ante la certidumbre de que pronto llegarán la vejez y la muerte.
Muy ilustrativas resultan las palabras de María del Rocío Contreras Romo sobre este poema:
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Muy ilustrativas resultan las palabras de María del Rocío Contreras Romo sobre este poema:
Poema hedonista donde el imperativo del primer verso determina los
contenidos semánticos del mismo, y que conforme avanza va adquiriendo un cierto
tono irónico. El sujeto de la enunciación, la mujer que ama, demanda a su
interlocutor, el amante, que se fundan en el acto amoroso antes de que la
frescura de la piel, la belleza la abandone. El poema avanza de acuerdo con el
ritmo de la vida humana y de la naturaleza. Los sustantivos dalias, primavera, nardos y enredadera, nos hablan de la juventud,
en tanto que ofrenda, mausoleo, y ciprés aluden a la vejez, a la muerte. Esto está reforzado con los
adjetivos, nuevas, olorosa, limpios, ligera, viva, inútil, mustia; y por la
conciencia del tiempo, ahora, temprano, hoy, después, más tarde y mañana.
La amante de este poema es doblemente transgresora, pues por un lado es una mujer que, consciente de su cuerpo, de su sexualidad, exige su satisfacción; y por el otro, es ella la que le demanda al hombre y no al revés, como tradicionalmente se ha impuesto.
La amante de este poema es doblemente transgresora, pues por un lado es una mujer que, consciente de su cuerpo, de su sexualidad, exige su satisfacción; y por el otro, es ella la que le demanda al hombre y no al revés, como tradicionalmente se ha impuesto.
De "El placer de la palabra o la palabra del placer, la poesía de Juana de Ibarbourou", en Espéculo: Revista de Estudios Literarios, Nº 22, 2002
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Escucha el poema, cantado por Isabel Parra:
¡ Ciertamente erótico y desolador al final! Las explicaciones han corroborado lo que yo sentía.
ResponderEliminarMe ha sorprendido esa correspondencia entre Unamuno y Juan Ramón ; no sabía que se relacionaban así de bien. Molan esas relaciones entre supuestas generaciones i movimientos que, como en el caso de estos dos, en teoría perseguían fines diferentes.
Carlos San Miguel