Edith SÖDERGRAN, poeta finlandesa en lengua sueca, nació en San Petersburgo en 1892. Considerada la principal representante del modernismo en Finlandia y Suecia y una de las artífices de la renovación de la poesía en lengua sueca, su obra se caracteriza por su sensibilidad y espiritualidad. Estudió en el colegio alemán de su ciudad natal, donde aprendió inglés, francés, ruso y alemán. Influenciada por la lectura de poetas alemanes (especialmente Heine y Goethe), comenzó a escribir en alemán, lengua que más tarde abandonaría por el idioma de su madre, el sueco. Afectada de tuberculosis, enfermedad de la que fallecería, recorrió distintos sanatorios europeos en busca del aire puro que le permitiese mejorar, al tiempo que descubrió su talento para la literatura. Pasó una larga temporada en el sanatorio suizo de Davos Dorf, escenario de La montaña mágica, de Thomas Mann. Allí, cuando apenas contaba 21 años, se enamoró de su médico, un hombre casado de cincuenta años, al que no volvería a ver tras abandonar el sanatorio en vísperas de la Primera Guerra Mundial. En 1916 aparece su primer libro bajo el título de Dikter (Poemas), obra innovadora que no fue bien recibida en ciertos círculos literarios finlandeses por su ruptura con la métrica y la rima, pero sobre todo por sus temas e imágenes novedosos. A raíz de la expropiación de los bienes de su familia durante la revolución rusa de 1917, se refugió en Raivola (actualmente Roshchino), cerca de San Petersburgo, donde apareció su primera publicación de renombre en 1918, Septemberlyran (Lira de septiembre), con influencia de Nietzsche; seguida de El altar de las rosas (1919), y La sombra del porvenir (1920), obras que marcaron el inicio de la poesía modernista finlandesa. Agobiada por la depresión y la pobreza, falleció en Raivola el 24 de junio 1923, a los 31 años. Póstumamente apareció El país inexistente (1925), considerada su obra maestra, publicada por la escritora Hagar Olsson, con la que la había unido una fraternal amistad. Su influencia en las generaciones posteriores ha sido inmensa.
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Yo sí lo sentía; de crío me quedaba mirando el Moncayo y soñaba con recorrer todo su espinazo, subiendo desde la derecha, en Castilla, llanera por la cumbre y luego bajar por la izquierda, hacia la comarca del Aranda. Y sobre todo ver qué había al otro lado...cuando conseguí completar todo ese itinerario me quedé maravillado con la grandeza de la Naturaleza (y es que todo es relativo, puesto que todo eso es una minucia frente al Pirineo o los Alpes).
ResponderEliminarJo, el segundo, una ironía que suele ser cierta porque no valoramos las cosas que, siendo mejor que lo que deseamos, las tenemos y las despreciamos.
Carlos San Miguel
Lo que me extraña es que, hablando sueco, viviendo en Rusia y educándose en alemán , sea una "poetisa finlandesa".
ResponderEliminarCarlos