Vosotras, las
familiares,
inevitables golosas,
vosotras, moscas vulgares,
me evocáis todas las cosas.
¡Oh viejas moscas
voraces
como abejas en abril,
viejas moscas pertinaces
sobre mi calva infantil!
¡Moscas del primer
hastío
en el salón familiar,
las claras tardes de estío
en que yo empecé a soñar!
Y en la aborrecida
escuela,
raudas moscas divertidas,
perseguidas
por amor de lo que vuela,
—que todo es volar—, sonoras
rebotando en los cristales
en los días otoñales...
Moscas de todas las horas,
de infancia y adolescencia,
de mi juventud dorada;
de esta segunda inocencia,
que da en no creer en nada,
de siempre... Moscas vulgares,
que de puro familiares
no tendréis digno cantor:
yo sé que os habéis posado
sobre el juguete encantado,
sobre el librote cerrado,
sobre la carta de amor,
sobre los párpados yertos
de los muertos.
Inevitables golosas,
que ni labráis como abejas,
ni brilláis cual mariposas;
pequeñitas, revoltosas,
vosotras, amigas viejas,
me evocáis todas las cosas.
(Antonio
Machado, de Soledades,
1903)
[Selección de Carmen Gonzalo, presidenta del
APA ]
¡Qué cariño le tengo yo a este poema! Es que es tan simpático... leído en clase en cuarto o quinto de EGB ya me hizo mucha gracia (a pesar de lo tétrico de "los ojos yertos de los muertos") y muchos años después también me lo aprendí. Aunque compruebo con pesar que lo que se memoriza de mayor no tiene sólidos cimientos y s lo lleva el viento con facilidad.
ResponderEliminarCarlos San Miguel