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lunes, 5 de diciembre de 2011

"Hay un día feliz", de Nicanor Parra

El poeta Nicanor Parra


HAY UN DÍA FELIZ

A recorrer me dediqué esta tarde
Las solitarias calles de mi aldea
Acompañado por el buen crepúsculo
Que es el único amigo que me queda.
Todo está como entonces, el otoño
Y su difusa lámpara de niebla,
Sólo que el tiempo lo ha invadido todo
Con su pálido manto de tristeza.
Nunca pensé, creédmelo, un instante
Volver a ver esta querida tierra,
Pero ahora que he vuelto no comprendo
Cómo pude alejarme de su puerta.
Nada ha cambiado, ni sus casas blancas
Ni sus viejos portones de madera.
Todo está en su lugar; las golondrinas
En la torre más alta de la iglesia;
El caracol en el jardín, y el musgo
En las húmedas manos de las piedras.
No se puede dudar, éste es el reino
Del cielo azul y de las hojas secas
En donde todo y cada cosa tiene
Su singular y plácida leyenda:
Hasta en la propia sombra reconozco
La mirada celeste de mi abuela.
Estos fueron los hechos memorables
Que presenció mi juventud primera,
El correo en la esquina de la plaza
Y la humedad en las murallas viejas.
¡Buena cosa, Dios mío!; nunca sabe
Uno apreciar la dicha verdadera,
Cuando la imaginamos más lejana
Es justamente cuando está más cerca.
Ay de mí, ¡ay de mí!, algo me dice
Que la vida no es más que una quimera;
Una ilusión, un sueño sin orillas,
Una pequeña nube pasajera.
Vamos por partes, no sé bien qué digo,
La emoción se me sube a la cabeza.
Como ya era la hora del silencio
Cuando emprendí mi singular empresa,
Una tras otra, en oleaje mudo,
Al establo volvían las ovejas.
Las saludé personalmente a todas
Y cuando estuve frente a la arboleda
Que alimenta el oído del viajero
Con su inefable música secreta
Recordé el mar y enumeré las hojas
En homenaje a mis hermanas muertas.
Perfectamente bien. Seguí mi viaje
Como quien de la vida nada espera.
Pasé frente a la rueda del molino,
Me detuve delante de una tienda:
El olor del café siempre es el mismo,
Siempre la misma luna en mi cabeza;
Entre el río de entonces y el de ahora
No distingo ninguna diferencia.
Lo reconozco bien, éste es el árbol
Que mi padre plantó frente a la puerta
(Ilustre padre que en sus buenos tiempos
Fuera mejor que una ventana abierta).
Yo me atrevo a afirmar que su conducta
Era un trasunto fiel de la Edad Media
Cuando el perro dormía dulcemente
Bajo el ángulo recto de una estrella.
A estas alturas siento que me envuelve
El delicado olor de las violetas
Que mi amorosa madre cultivaba
Para curar la tos y la tristeza.
Cuánto tiempo ha pasado desde entonces
No podría decirlo con certeza;
Todo está igual, seguramente,
El vino y el ruiseñor encima de la mesa,
Mis hermanos menores a esta hora
Deben venir de vuelta de la escuela:
¡Sólo que el tiempo lo ha borrado todo
Como una blanca tempestad de arena!


(Nicanor Parra, Poemas y antipoemas, 1954)

Nicanor Parra (San Fabián de Alico, Chile, 1914). Poeta, matemático y físico chileno. Hijo de un maestro de primaria y de una modista, y hermano de la cantante Violeta Parra (1917-1967). Se dio a conocer como poeta en 1937 con Cancionero sin nombre, conjunto de poemas de tintes populares (algunos de ellos musicados por Violeta) en los que demuestra un extraordinario sentido del ritmo. Opuesto al lenguaje poético tradicional, durante sus años como becario en Estados Unidos y Reino Unido, descubre el tono conversacional de la lírica anglosajona, lo que dará como resultado Poemas y antipoemas (1954), un libro rompedor, en el que pide un nuevo alfabeto y una nueva temática para la poesía. Se convierte así en el “antipoeta”, creador de la “antipoesía”, que en palabras de Niall Binns, se caracteriza por el “lenguaje y las temáticas agresivamente cotidianas, el empleo punzante y a veces desternillante de la ironía y el humor, y la insistente representación de un yo poético que no maquilla sus contradicciones, sino que las revela”, así como por el empleo de una ortografía personal, buscando, según dice “Escribir como hablan los lectores / &punto.” No obstante, la evolución de su obra no se produce en línea recta: vuelve al folklore en La cueca larga (1958), a la que siguen, entre otras, Versos de salón (1962), Canciones rusas (1967), Obra gruesa (1969, con la que obtiene el premio Nacional de Literatura de Chile), Artefactos (1972, mezcla de palabra e imagen), Sermones y prédicas del Cristo de Elqui (1979), Hojas de Parra (1985), Discursos de sobremesa (2006) y Obras completas & algo + (2006). Miembro de la Real Academia chilena, ha sido galardonado con el premio Juan Rulfo (1991) y el premio Cervantes 2011. Propuesto en varias ocasiones como candidato al Nobel de Literatura.

Actualización (23 de enero de 2018)

Nicanor Parra ha fallecido hoy en Santiago de Chile, a la edad de 103 años.

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2 comentarios:

  1. Yo quiero ese salario mínimo. Es genial.

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  2. Volver a los sitios donde fuimos felices, aunque entonces no lo supiéramos...¡qué traumático es!
    Por eso hay gente que nunca cambiamos de sitio y siempre permanecemos donde crecimos, aunque nos privemos quizá de encontrar mayor felicidad en otra parte.
    Carlos San Miguel

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