©Danish Ismail. REUTERS (elpais.es)
HOJAS MUERTAS
(Juliette Greco, Les feuilles mortes)
A Ana
En aquella ciudad la noche ardía, incluso con el alba del frío en la mirada. Cruzó por las desiertas avenidas, por los barrios modernos, tan vulgares como en cualquier otro lugar, y por las calles altas, silenciosas, con los muros cubiertos de pintadas y alguna jeringuilla por el suelo.
Fueron cerrando todos los locales: la Sala Europa, donde sonaba música de jazz, los bares sórdidos en las afueras, para acabar en casa de un amigo. Y por primera vez hicieron el amor. Después vinieron más casas ajenas, llegadas en el tren a media noche, hoteles en ciudades luminosas, proyectos de futuro que acabaron en nada.
No se debe culpar a la distancia de los efectos de la cobardía.
Una canción francesa le recuerda que la vida separa a los amantes sin hacer ruido. Y así fue. Pero cómo olvidar su cuerpo joven, sus ojos tan oscuros. Queda un rastro de ceniza, de historia inacabada que vuelve a los paisajes de extrarradio, a las noches de hotel. Las hojas muertas ya no las barre el viento: en la memoria son vestigios confusos de otra edad.
(De Noche en París, Fundación José Manuel Lara, 2022)
AULAS
No són distints la vida i l'art, vas dirme Joan Margarit ("Els primers freds")
Olvidarán la luz de una tarde de octubre, la claridad que llega hasta el fondo del aula y más tarde la lluvia, el primer frío, cuando el otoño avance con su caudal de sombras, porque aún tienen tiempo, todo el tiempo del mundo, y puede que el olvido sea también reino de juventud, como dijo el poeta.
Quién sabe si algún día, lejos ya de las clases, volverán a los versos que yo les explicaba entre manchas de tiza y un viejo borrador que pasa sobre nombres, fechas, títulos, imágenes nocturnas, metáforas de nieve y desencanto, islas perdidas, fértiles, donde aguardan enigmas.
Ahora, esta tarde tranquila es como un brindis por el príncipe oscuro en su torre abolida, por la infinita vanidad de los ritos solemnes, por todas las palabras que han convertido en oro el barro suburbial de las ciudades, por el aire de vidrio que cruza la mañana frente al mar y se parece a un sueño.
Quise decirles que el arte no es distinto de la vida y a veces nos reserva, en medio de la noche más cerrada, una pasión antigua, un gesto cálido igual que el sol de octubre a principio de curso.
RIADA
Así termina a veces el amor. Una corriente turbia lleva fotos antiguas, muñecas sin vestido, muebles desvencijados. No se notan las grietas al principio, pero el muro es más débil cada día. Y de pronto el silencio se parece a una nube de tormenta, y el futuro les dice que ya es tarde, que van a la deriva sentimientos mezclados con el barro, afectos y traiciones hundiéndose en un mar color de olvido.
(De Clandestinidad, Visor, 2011) |
El que más mola es el segundo; el Arte en general es lo más interesante de la historia del hombre e, incluso, de la vida sobre este planeta. Y hay que dar gracias a quienes sembraron en cada uno de nosotros el amor por esa suprema manifestación humana desde las escuelas.
ResponderEliminarPero ¿es la distancia lo peor para el Amor? ¿no será la proximidad y el aburrimiento que conlleva?
LA idea de riada me parece demasiado violenta para la mayoría de los casos. Yo lo asociaría más a una hoguera extinta y al tenue humo que exhalan esas fotos antiguas y esos muebles desvencijados.
¡Muy buenos los tres poemas
Carlos San Miguel