Grupo de
lectura "Leer juntos Hoy" del IES Goya
Sesión del 3 de abril de 2017
Autor: Javier Plaza
Obra
comentada: La urraca en la nieve. Ediciones Hades, 2014.
I. El autor y su obra
Francisco Javier
Plaza Beiztegui (Pamplona, 1974) estudió bachillerato en el Instituto Goya
de Zaragoza, desde 1988 hasta 1993. De esa época conserva tan gratos recuerdos
que llega a decirme: “
En el Instituto Goya nació mi pasión por
la escritura”.
Se licenció en Derecho y se diplomó en Ciencias
Empresariales en la Universidad de Zaragoza.
Este
apasionado de la literatura, que creció leyendo a los clásicos, es un devorador
de novela histórica y autor de varios relatos cortos: La otra noche, Ya me olvidé
de ti y El germen. Con este
último, ganó el III concurso de relatos cortos en contra de la violencia
machista del Ayuntamiento de Terrassa.
El año
2014 publicó La urraca en la nieve. Y
ya está cercana la publicación de su segunda novela, Canción de otoño.
Es
colaborador habitual de dos webs literarias,
La boca del libro y Lecturas
Sumergidas.
II. Sobre La urraca en la nieve
La urraca en la nieve, publicada en
Ediciones Hades, lleva ya cuatro ediciones: noviembre de 2014, febrero de 2015,
mayo de 2015 y noviembre de 2016. La Universidad de Puebla de Zaragoza, México,
en marzo de 2017, lanzó otra en Fomento Editorial. En este trabajo citaré por
la tercera edición de Hades.
El título
La
urraca en la nieve, como revela la ilustración de la portada, hace
referencia a La urraca, un cuadro que
Claude Monet (París, 1840 – Giverny, 1926) pintó en 1869. “La urraca es de mi pintor favorito, aunque no es mi cuadro
predilecto. Mi preferido es Boulevard de
Montmartre al atardecer de Pissarro. Llegué a barajar ese nombre para la
novela, pero decía demasiado del contenido, y eso a mí no me gusta. Escogí La urraca porque me permitía que la
urraca apareciera, al menos mencionada, en todos los capítulos del libro”. (De
mis conversaciones con Javier Plaza en Messenger).
En el cuadro de Monet, en medio de un
paisaje nevado, una urraca se posa en una empalizada y atrae de tal forma la
mirada que el resto del cuadro se ve como un mosaico alrededor de un punto
central. Camille, el narrador-protagonista de esta novela, como esa urraca, nos
atrapa y, a través de las historias que va contando, nos deja ver el ambiente
parisino de forma fragmentada.
Al final,
cuando hemos dado la vuelta a la última página y nos alejamos, como sucede con
los cuadros impresionistas, podemos ver la totalidad y el significado general
de la obra. Si hacemos una segunda lectura con más calma, desde el
principio
sabremos que vamos a acompañar a Camille durante una
semana por el París impresionista. Y, con él, a Yves y a Víctor, sus dos
amigos. En ese paseo conoceremos que ha vivido allí ocho meses y que es un
señorito de alta cuna, procedente del sur de Francia. Todo esto, y mucho más,
lo va contando con pinceladas sueltas, como los impresionistas, que debían su
nombre a otro cuadro de Monet: Impression,
soleil levant.
El
contenido
Detrás de un mundo lleno de cuadros,
bailarinas de cabarets y alcohol, se esconde una gran nostalgia y una búsqueda
incansable por la fama. En esta novela se hace realidad el tópico latino
“Así pasa la gloria del mundo” (Sic transit gloria mundi).Y lo pone en
boca de Yves para quitarle dogmatismo y transcendencia: “El cuerpo pasa y la gloria queda —respondió
dando todo el tono serio que pudo a sus palabras, palabras que a mí me hicieron
reír” (p. 193).
En realidad, es un intento de
atrapar los recuerdos de un sueño que se desvanecía a medida que iba naciendo.
”Yves había trazado en pocos minutos una composición del lugar con un
carboncillo y un trozo de papel… estrujó la cuartilla entre sus manos. Tomé el
malherido dibujo de manos de mi amigo antes de que lo arrojara en cualquier
lado… Todavía hoy lo conservo en mi despacho, enmarcado, sin que haya perdido
aquellas arrugas que lo envejecieron prematuramente en un jardín de Ablon sur
Seine” (p. 239).
El narrador y sus acompañantes
La mente frágil de
Camille lo lleva a frecuentes ausencias. En varias ocasiones le oímos frases
como estas: “En aquella ocasión
me fue imposible retomar el hilo” (p. 41); “Había extraviado, una vez más, el
hilo de la conversación” (p. 82); “Ahí
perdí ya el hilo argumental” (p. 319).
Este narrador, un
poco deficiente, introduce continuos flashbacks
de forma natural y salta de un tema a otro con gran agilidad. “Puse que tardó diecisiete años en regresar a París para dejar claro
que allí terminó su sueño de pintor impresionista, que no regresó a París en
marzo, como había prometido a sus amigos. Que allí se terminó la vida bohemia.
Porque Camille es débil y la aventura termina cuando regresa a la influencia
familiar”. (De mis conversaciones con Javier Plaza en Messenger).
Camille no está inspirado en un personaje concreto, pero su
nombre es un guiño a Camille Pissarro,
a Camille Corot y a Camille, la mujer de Monet.
Cuando comencé la lectura pensé que se trataba de una
biografía novelada de Camille Pisarro. Y no salí de mis dudas hasta que leí una
frase de Yves ante el lienzo de Pissarro, Tiempo de primavera en Eragny: “Este hombre es tonto perdido, mira que
cambiarme esta joya por una de mis basuras” (p. 128)
Yves, un tipo de pintor bohemio, poco
habitual entre los impresionistas, comparte rasgos con Toulouse-Lautrec y
simboliza la entrega total a la pintura. De su mano conocemos la pintura de
exteriores y la importancia que tuvo el Sena para este grupo de artistas. Como
don Latino de Hispalis, el lazarillo de Max Estrella en Luces de Bohemia, es un buen compañero para deambular por la noche
parisina. En cambio, Víctor, más
cercano a Pissarro, es una persona reflexiva, hogareña y comprometida con su
tiempo. Y Henry, el tío de Camille,
nos abre las puertas a los ambientes elitistas, nos presenta a las personas que
dirigen el país y nos envuelve con sus discursos sobre los acontecimientos
históricos del momento.
El
ambiente
|
Moulin Rouge: La Goulue, 1891 (Lautrec) |
Camille une el
mundillo bohemio, los cuadros, el alcohol y los cabarets, con el entorno de la
nobleza y las clases dirigentes del país. Contextualiza el mundo de los
pintores impresionistas en el marco histórico. “Trataba de hacer una novela de
ambiente, un paseo por el París impresionista, y dejé la trama mínima. En la
novela apenas pasa nada. Las pequeñas inquietudes de Camille sirven de unión a
la historia. Para mí la novela fue un gran puzzle y reordené los capítulos en
varias ocasiones”. (De mis conversaciones con Javier Plaza en Messenger).
Las
descripciones y las escenas
El autor consigue reconstruir el contexto de forma verosímil gracias a las
visuales descripciones y a las escenas que las llenan
de vida.
De forma constante, las escenas pasan a ser
cuadros y los cuadros, escenas. Se mezclan los cuadros reales, como La urraca de Monet, con los inventados.
A veces, como en el título de la novela, cambia el nombre original por otro muy
parecido. Se trata de crear un todo en el que la ficción se mezcle de forma
armoniosa con la realidad. Los cuadros reales no son muchos, pero sí
suficientes para crear un contexto verosímil y que el lector crea que todos lo
son.
Como muestra de este estilo de contar, he
elegido la descripción del cuadro de Henri Rousseau, ¡Sorprendido! (Tigre en una tormenta tropical). Un lector atento se
dará cuenta de que se ha cambiado el nombre del cuadro por el de ¡Sorpresa!
Tempestad en la jungla y de
que la minuciosa descripción que lo acompaña se ajusta al cuadro real. “
Un tigre huye con gesto despavorido, casi
humano, mientras en la selva ha estallado la violenta tempestad; la fuerza de
los elementos, el viento y la lluvia se reflejan en cada uno de los detalles
del lienzo. El cielo gris oscuro con tres ramificaciones de un rayo y líneas de
lluvia que inundan toda la superficie, las hojas y arbustos curvados hacia la
derecha, impulsados por el viento hacia el lado donde huye el animal, los
árboles, oscuros, también se doblan en esa misma dirección, la irascible
tormenta lo envuelve todo. La vegetación, con capas superpuestas, sin
perspectiva, plana, con el estilo personal del pintor, la naturaleza
exuberante, como siempre, cientos de tallos, ramas, plantas y hojas, cada una
diferente a las demás. La variedad llevada casi hasta la locura, pocos colores
con infinitos tonos, en cada hoja una zona más clara y el resto más oscuro” (p.
209).
Camille pierde el hilo de la
conversación porque está poco atento a lo que sucede a su alrededor. Entonces o
está recordando hechos de su vida pasada o está convirtiendo las escenas
presentes en posibles lienzos. Cuando Camille está pensando en el lienzo que va
a pintar para una exposición no sabe si decidirse por Guibert en su tejado, por
´El combate de los hermanos Lafaille´, por el cochero que reparaba la rueda en Capucines
o por la camarera del Moulin. Y
el lector duda con él, porque son escenas que ya han aparecido antes en la
novela.
El
delicado hilo de la trama
Si partimos de la concepción clásica de introducción, nudo y
desenlace, nos encontramos con una trama invertida de las del tipo: desenlace, planteamiento, nudo, desenlace ampliado y cierre. Una
estructura que me ha recordado a la de Crónica
de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez.
Comienza por el desenlace.
Camille recibe una carta de su padre que lo reclama para que atienda unos
asuntos familiares en Pau, en el sur de Francia.”La carta de mi padre trastocó aquellos planes. Tan solo lo acompañaría,
a Ablón, la jornada siguiente, pues no me quedaban muchos días para consumir en
la ciudad y los pocos que me restaban aparecían ya bastante ocupados en mi
agenda. El martes aquel viaje, el miércoles acudiría a despedirme de mis tíos,
de Víctor y tal vez de Eloise, si lograba encontrar tiempo suficiente. Dejaría
bastantes asuntos pendientes hasta mi regreso” (p. 200).
El planteamiento y el nudo
abarcan los seis días que se pasea por París despidiéndose de sus amigos y de
su familia. El desenlace ampliado
ocupa el último capítulo, mientras espera el tren de Pau, en la estación de
Austerlitz. En el cierre cuenta que
tarda diecisiete años en volver a París y que, por lo tanto, no cumple la
promesa hecha en el nudo y en el desenlace inicial.
El adelgazamiento de la trama
Parece una novela de personaje, pero en realidad, como ya he
señalado, es una novela de ambiente. El protagonista, Camille, señor de
Jurançon, y los personajes secundarios, Yves Grenier, Víctor Pelletier, su tío
Henry y la ausente Thérèse, están al servicio de unos acontecimientos externos
que hacen avanzar la narración a través del delgado hilo que los une.
Una novela con poca trama siempre es un gran reto, porque
tiene que despertar el interés con las anécdotas y con la riqueza de la prosa.
Y, si las historias y las escenas no están bien elegidas y dosificadas, pueden
saturar al lector.
En este caso, los episodios
narrativos y las descripciones sueltas sirven para profundizar en el tema. “Me esfuerzo mucho en que los personajes sean congruentes. Pero son
un instrumento para mostrar diferentes aspectos del París impresionista. En
realidad, trataba de hacer una novela de ambiente, un paseo por ese París
impresionista, y por eso reduje la trama al mínimo”. (De mis conversaciones con
Javier Plaza en Messenger).
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En el Moulin Rouge, 1892 (Toulouse Lautrec) |
Las tramas
secundarias
La materia narrativa se expande con abundantes subtramas que
nos introducen en los entresijos de la sociedad de la época.
La expectativa amorosa de Thérèse se complica con el amor
pasional por Eloise y con el romántico de Berthe: “Haciendo memoria creo que
Eloise fue mi primer amor real, al menos el primero que superó la etapa
platónica, a diferencia del que sentí por Berthe o el que sentía por Thérèse”
(p. 351). Otras tramas amorosas son las relaciones de Yves con Eleonore, “a la
que debió conocer en El Dorado, donde ella trabajó unos meses atrás” (p.
82); la de Victor con Kheira, a la que
encontró en su exilio africano; la de Clotilde con Luca, el arquitecto
italiano. También son tramas bien tejidas las vidas de otros pintores, las de
los galeristas y las de las bailarinas de El
Dorado, el Folies Bergère y el Moulin Rouge, como
Lucie Brown, la Goulue o
Yvette Guilbert.
El estraperlo, los negocios sucios en las colonias, la corrupción
política y la compra de votos son subtramas sólidas que nos atrapan con tanta
fuerza como la principal.
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Carteles de Jules Chéret de la última década del s. XIX |
La
estructura
La novela está ordenada en siete capítulos,
uno por cada día de la semana. “Lo establecí así porque quería que durara un
ciclo y escogí una semana. El orden me vino determinado por los días en los que
había tren de París a Pau”. (De mis conversaciones con Javier Plaza en
Messenger).
1. Viernes, 8 de diciembre de 1893. 20
secuencias, (pp. 9-65)
2. Sábado, 9 de diciembre de 1893. 22
secuencias, (pp. 65-114)
3. Domingo, 10 de diciembre de 1893. 10
secuencias, (pp. 115-164)
4. Lunes, 11 de diciembre de 1893. 14
secuencias, (pp. 165-218)
5. Martes, 12 de diciembre de 1893. 18
secuencias, (pp. 219-272)
6. Miércoles, 13 de diciembre de 1893.
15 secuencias, (pp. 273-323)
7. Jueves, 14 de diciembre de 1893. 11
secuencias, (pp. 323-375)
En efecto, la primera estructura que se nos impone es la de
un diario, muy apropiada para contar hechos cotidianos.
Pero, a medida que vamos
leyendo, percibimos que los capítulos tienen demasiadas páginas para estar
escritos en un día. Y que los datos son excesivos y demasiado lejanos como para
que el narrador los recuerde de modo tan preciso.
El género
En el momento en que el lector se da cuenta de que Camille
está recordando, de que no está escribiendo desde París, el susodicho diario se
convierte en un libro de memorias. “Mis progenitores se mostraron comprensivos
cuando, durante el viaje de regreso a casa, sentencié que no tenía la menor
intención de acercarme de nuevo a la ilustre baronesa de Béarn” (p. 358).
La urraca en la nieve es, además, un drama romántico, una novela
costumbrista, una crónica
periodística y una novela histórica,
géneros que reclaman una amplia y profunda documentación. En una entrevista en
el Diario de Córdoba, el tres de
marzo de 2015, su autor confesaba que había investigado mucho sobre el
Impresionismo: “El proceso de documentación ha sido muy exhaustivo y me ha
ocupado mucho tiempo, ocho años (…) Antes de decidirme a escribir esta novela
ya había leído mucho acerca de la época en la que está ambientada y del
Impresionismo, y escribir La urraca en la nieve me ha servido también de
excusa para rebuscar en las bibliotecas, encontrar libros que no conocía y
sorprenderme con cientos de anécdotas y detalles interesantes”.
La ambientación
histórica cobra vida con los personajes que cuentan sus inquietudes cotidianas.
Por estas páginas se pasean pintores, políticos, escritores, artistas y
fotógrafos. Y algunos como Zola, Sadi Carnot, Rubén Darío, o Pablo Sarasate,
que ya eran muy famosos en su época. Utiliza rasgos y técnicas
costumbristas para pintar el mundo rural de los Pirineos.
Al corte de drama romántico responden las relaciones de Camille con
Thérèse, marcadas por la diferente clase social de las familias: “Mi
padre no debió de alegrarse en exceso cuando supo que me interesaba por ella,
pues su familia prácticamente no era nadie, antigua baja nobleza de escasas
posesiones reconvertidos a republicanos”. (p. 358).
Para
terminar
La novela se limita a contar algunos episodios de la última
semana de Camille en París. Es una especie de divagación sobre el Impresionismo
que nos trae a la memoria el poema Divagación
(1894) de Rubén Darío en el que se asentaban las bases del modernismo
literario. Solo un ojo entrenado en el puntillismo verá las anécdotas, las
digresiones, las descripciones y las escenas, aparentemente inconexas, como
elementos necesarios para comprender la totalidad. Una
totalidad en la que todo está unido, y progresa, por oposición.
El presente narrativo se ve asaltado por
continuos flashbacks del pasado
inmediato y del pasado lejano; el mundo impresionista y la bohemia contrastan
con la exquisita familia de Camille; la vida urbana de París con la provinciana
de los Pirineos; el amor de Eloise con el de Thérèse. Todo se desdobla y se
descompone en mil matices. El lector obtiene la versión global cuando termina
la suma del conjunto.
La urraca en la nieve es una novela de respiración pausada, que
exige una lectura lenta. Sus páginas nos invitan a disfrutar del Arte, con
mayúsculas, porque en ella, como en el Arte poética de Horacio, se
aúnan la pasión por la literatura y por la pintura: Como la pintura así es la poesía (Ut pictura poesis).
Carmen Romeo Pemán