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domingo, 17 de marzo de 2024

"Fósforos" y otros dos poemas de Alejandro López Andrada



FÓSFOROS

Hemos aceptado nuestra levedad,
lo que en esencia somos: diminutos fósforos ardiendo
en medio del vacío
que siembra en una ermita la penumbra.
La vida cruza rauda
ante nosotros. Nuestros recuerdos ruedan como uvas
sobre un mantel de hule. Nada somos. Hemos aceptado
nuestra levedad
para acercarnos hoy, bajo la lluvia,
a conectar con nuestra raíz, lo que ayer fuimos,
y a ofrendar amor, ternura e incertidumbre
a los ausentes, dejando crisantemos en una tumba.

(De Va oscureciendo, Hiperión, 2023)

HERENCIA

Medimos la estructura del silencio
que cae sobre la tierra.
No ha llovido, y hoy repartimos nuestra soledad,
la parte azul de nuestros antepasados,
lo que nos liga aún a su memoria.
Serena y reconforta
percibir la paz que arrastra el aire. En las colinas,
debajo de las nubes,
se cimbrean siluetas y alambradas. Como  ardillas,
igual que hicieron antaño nuestros padres, sorteando la pobreza
y la fatiga,
salimos al campo a recolectar las flores del orégano
silvestre, la avena loca, el trigo, las gramíneas
segadas por el viento,
y compartimos, entre las malvas, la fraternidad,
la límpida textura del amor que envuelve este lugar lleno de ruinas.

(De Parte de ausencias, Hiperión, 2022)

LA PEDRERA

(Abuelo Alejandro)

Al frente, veo la hilera de los álamos
sumergidos en la lluvia,
como músicos
vagando por la inmóvil majestad
del campo abandonado.
Es todo oscuro
y, sin embargo, toco las arrugas
de tu alma siempre alegre. En el dibujo
trazado por el agua en mi memoria,
está tu risa abierta,
el cielo puro,
la misma soledad llena de amor,
la misma lejanía hecha de lutos.
Aún rozo tu silueta
si regreso
desnudo hacia aquel tiempo. En lo profundo,
contemplo el azul limpio
de tus ojos cruzando la vereda,
el bosque húmedo,
el viento
y la cantera de granito
como un palacio muerto, entre los juncos.

(De Los árboles dormidos, Algaida, 2002)

Alejandro López Andrada./ÁLEX GALLEGOS
(cordopolis.eldiario.es)

Alejandro López Andrada nació en 1957 en Villanueva del Duque, localidad de la comarca cordobesa de Los Pedroches, de la que es Hijo Predilecto. Estudió Ciencias de la Educación y trabajó como técnico de cultura en la Mancomunidad de Municipios de Los Pedroches. Ha publicado una veintena de poemarios,  entre los que destacan títulos como La tumba del arco iris (1994, Premio San Juan de la Cruz), El rumor de los chopos (1995, Premio José Hierro), El cazador de luciérnagas (1996, Accésit del Premio Jaime Gil de Biedma), El humo de las viñas (1999, Premio Cáceres, Patrimonio de la Humanidad), Los pájaros del frío (2000, premios Rafael Alberti y Andalucía de la Crítica), Los árboles dormidos (2002, Premio Ciudad de Badajoz), El vuelo de la bruma (2005, Premio Ciudad de Salamanca), La tierra en sombra (2007, Premio Fray Luis de León), Las voces derrotadas (2010, Premio Ciudad de Córdoba), Parte de ausencias (2022) y Va oscureciendo (2023, Premio Claudio Rodríguez). Ha publicado, además,  catorce novelas. Una de ellas, El libro de las aguas (2007), fue llevada al cine por Antonio Giménez-Rico, y con la última, Los perros de la eternidad (2016), obtuvo el Premio Jaén de Novela.

Según Julio Llamazares, López Andrada ha construido un edificio poético y narrativo que lo convierte en el escritor rural del siglo XXI en este país. Y Antonio Colinas añade que su obra, ceñida a la magia de la Naturaleza, es, sin duda, un hito en la poesía española de las últimas décadas. 

[Imagen inicial: El Eco de Tandil]

1 comentario:

  1. Ceñida a la Naturaleza... y a la memoria de los ausentes, añadiría yo. Es que también es el tema de los tres poemas - que me han parecido muy hermosos, ciertamente - . Me ha caído muy bien este poeta de lo rural. La lástima es que, por los tiempos cambiantes, cada vez han de quedar menos de estos poetas de campo ya que la población de concentra de una manera incontenible y suicida en las grandes ciudades. Aparte de que ya no está conectada a la naturaleza si no es de una forma "consumista" e ingenuamente - también hipócritamente - ecológica, no como nuestros padres o los miembros de la generación de este escritor, que conocieron la realidad, muchas veces cruda, del Campo.
    Carlos San Miguel

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