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domingo, 19 de febrero de 2023

"Tulipanes" y "Soy vertical", de Sylvia Plath



Tulipanes rojos


TULIPANES



Los tulipanes son demasiado emotivos; aquí es invierno.
Mira qué blanco está todo, qué tranquilo, qué nevado.
Estoy aprendiendo paz, yaciendo sola, tranquilamente,
como yace la luz en estas paredes blancas, esta cama, estas manos.
No soy nadie: nada tengo que ver con estallidos.
He entregado mi nombre y mi ropa de diario a las enfermeras
y mi historial al anestesista, y mi cuerpo a los cirujanos.

Me han apuntalado la cabeza entre la almohada y el embozo,
como un ojo entre dos párpados blancos que se niegan a cerrarse.
Estúpida pupila: tiene que dar entrada a todo.
Las enfermeras van y vienen, no suponen ninguna molestia,
van como van las gaviotas hacia la tierra, con sus cofias blancas,
haciendo algo con las manos, todas lo mismo,
de modo que resulta imposible averiguar cuántas son.

Mi cuerpo es un guijarro para ellas: lo cuidan como el agua
cuida a los guijarros por encima de los cuales tiene que fluir, puliéndolos suavemente.
Me traen el sopor con sus agujas relucientes; me traen el sueño.
Ahora que me he perdido a mí misma, estoy harta de equipajes…
Mi maletín de charol, como un pastillero negro;
mi marido y mi hija, que me sonríen desde la foto familiar;
sus sonrisas se me enganchan a la piel, sonrientes anzuelitos.

He dejado las cosas correr; carguero con treinta años a cuestas,
que testarudamente se aferra a mi nombre y dirección.
Me han hecho un lavado de asociaciones afectivas.
Despavorida y desnuda en la camilla verde con almohada de plástico,
veía mi juego de té, mis aparadores de ropa blanca, mis libros,
que se hundían hasta perderse de vista; y el agua me cubrió la cabeza.
Ahora soy monja; nunca fui tan pura.

No quería flores, sólo quería
yacer con las palmas vueltas hacia arriba y hallarme totalmente vacía.
¡Qué libre se siente una! No tienes idea de lo libre…
La paz es tan grande, que te deja aturdida,
sin pedir nada a cambio: la tarjeta de identificación, bagatelas.
A ella se agarran los muertos, al final; los imagino
metiéndosela en la boca, como una hostia.

Los tulipanes son, ante todo, demasiado rojos: me hieren.
Ya a través del papel de regalo los oía respirar
ligeramente, a través de sus blancos pañales, como a un bebé malísimo.
Su rojo le habla a mi herida, que corresponde.
Son sutiles: se diría que flotan, pero en realidad me hunden,
contrariándome con sus súbitas lenguas y su color:
una docena de rojos lastres de plomo a mi cuello.

Nadie me observaba antes, ahora estoy en observación.
Se vuelven hacia mí los tulipanes, y también la ventana
donde una vez al día la luz, poco a poco, se va ensanchando y adelgazando,
y me veo, tendida, ridícula; sombra de recortable
entre el ojo del sol y los ojos de los tulipanes;
y carezco de rostro: he querido borrarme.
Los vívidos tulipanes se me comen el oxígeno.

Antes de que ellos llegaran el aire permanecía tranquilo,
yendo y viniendo, respiración por respiración, sin alboroto.
Los tulipanes lo llenaron enseguida, como un grito agudo.
Ahora el aire se enreda y se arremolina en ellos, del modo en que un río
se enreda y se arremolina en una máquina sumergida, roja de herrumbre.
Me acaparan la atención, que estaba tan feliz
jugando y descansando, sin comprometerse.

También las paredes parecen estar calentándose.
Los tulipanes tendrían que estar entre rejas, como animales peligrosos;
están abriéndose, como la boca de un gran felino africano,
y yo pendiente de mi corazón, que abre y que cierra
su escudilla de rojas florescencias –porque me quiere mucho.
El agua que pruebo, igual que el mar, es de calor y de sal,
y llega de un país tan lejano como la salud.

De Ariel. Trad. y notas de Ramón Buenaventura, Hiperión, 1995


SOY VERTICAL

Pero preferiría ser horizontal. Yo
No soy un árbol enraizado en la tierra,
Absorbiendo minerales y amor materno
Para rebrotar esplendoroso cada mes de marzo,
Ni tampoco la belleza del arriate  del jardín
Que deja boquiabierto a todo el mundo y a la que 
Todo el mundo quiere pintar maravillosamente,
Ignorando que muy  pronto se deshojará.
Comparados conmigo, un árbol es inmortal,
Una cabezuela,  no muy alta, aunque es más llamativa,
Y yo  anhelo la longevidad del uno y la osadía de la otra.

Esta noche, bajo la luz infinitesimal de los astros,
Los árboles y las flores han estado esparciendo sus olores aromas frescos.
Yo paseo entre ellos, aunque no se percaten de mi presencia.
A veces pienso que cuando duermo
es cuando más me parezco a ellos
Desvanecidos  ya los pensamientos.
En mí,  el estar tendida es algo connatural.
Entonces  el cielo y yo conversamos abiertamente.
Y seguro que seré más útil cuando al fin me tienda para siempre:
Entonces quizás  los árboles me toquen por una vez
Y las flores, finalmente, tengan tiempo para mí.

En Soy vertical, pero preferiría ser horizontal.  Poesía portátil,
Literatura Random House, 2019. Trad. de Xoán Abeleira

 

     Sylvia Plath (enciclopediadelledonne.it)

Sylvia Plath (Boston, 1932-Londres, 1963) fue una poeta y narradora estadounidense cuya poesía se suele adscribir al género confesional y es comparada con la de poetas como Lowell, de quien fue alumna, y Anne Sexton, compañera de estudios. 

Su padre, el alemán Otto Plath, era un reconocido entomólogo, profesor de biología y de alemán en la Universidad de Boston; poseía, además, conocimientos de lenguas clásicas. Su madre, Aurelia Schober, inmigrante de segunda generación de origen austriaco, también era una persona cultivada que renunció a su trabajo como profesora al casarse. Tras el nacimiento de su único hermano, Warren, la familia se trasladó en 1936 a la localidad costera de Withdrop, donde se había criado la madre. Allí Sylvia fue testigo del huracán que en 1938 devastó la costa de Nueva Inglaterra, lo que le dejó un recuerdo imborrable, evocado en Océano 1212-W (1962). Desde pequeña destacó por ser sumamente perfeccionista y aplicada: pintaba, tocaba el piano y obtenía excelentes calificaciones.  Fue una escritora precoz: publicó su primer poema a los ocho años  en la sección infantil del Boston Herald, a los once años empezó a escribir un diario que continuó a lo largo de toda su vida,   y, justo después de concluir la secundaria, publicó por primera vez un poema en una revista de alcance nacional,  The Christian Science Monitor,  y su primer cuento en la revista Seventeen.  Pero también fue una persona sumamente inestable emocionalmente, diagnosticada como depresiva, si bien actualmente se cree que padecía trastorno bipolar. 

Su padre, con quien tuvo una relación difícil por su carácter autoritario,  falleció en noviembre de 1940 a causa de una diabetes no tratada. Tenía  cincuenta y cinco años y Sylvia,  solo ocho. La muerte del padre provocó la inestabilidad económica y emocional de la familia, y afectó especialmente a su hija. Algunos de sus poemas más conocidos, como "Daddy" (incluido en Ariel), se refieren a su problemática relación con su padre y al sufrimiento que le producía sentirse traicionada por él al morir. La pérdida del padre ocasionó también  serios desencuentros con su madre, a quien culpaba de lo sucedido  y le recriminaba que no llorara en público la muerte de su marido.  La madre (a quien Sylvia obligó a firmar un documento comprometiéndose a no volver a casarse) tuvo que buscar trabajo y, con los abuelos maternos, se mudaron a Wellesley (Massachusetts). 

Tras superar un intento de suicidio y ser sometida a sesiones de terapia con electrochoques, se licenció con honores en 1955 en el Smith College y obtuvo una beca Fulbright para estudiar en Cambridge, Inglaterra. Allí conoció en una fiesta al poeta Ted Hughes ("el mayor seductor de Cambridge"), con quien contrajo matrimonio seis meses después, el 16 de junio (fecha del Bloomsday) de 1956. La pareja pasó la luna de miel en París y Benidorm. Tuvieron dos hijos: Frieda (1960) y Nick (1962). Residieron en Estados Unidos entre 1957 y 1959. En 1957 Sylvia empezó a dar clase en el Smith College, institución de la que había sido alumna, y asistió en Boston a los seminarios de  Robert Lowell, donde coincidió con la poeta Anne Sexton. Cuando se quedó embarazada, decidieron regresar a Gran Bretaña, donde en 1960 publicó su primer volumen de poesía, The Colossus, y su única novela, de carácter semiautobiográfico, La campana de Cristal (1963), que apareció poco antes de su muerte bajo el seudónimo de Victoria Lucas. En 1961 sufrió un accidente de automóvil, que fue en realidad un nuevo intento de suicidio. Tras constantes infidelidades y episodios de maltrato, Ted la abandonó por la poetisa Assia Wevill. Desde el pequeño pueblo de Devon en que vivían, Sylvia se trasladó a Londres con sus hijos. El 11 de febrero de 1963 (se acaban de cumplir sesenta años), después de subirles el desayuno a los niños de tres y un año, respectivamente— y escribir su último poema ("Edge"), se suicidó inhalando  gas en el horno de su casa.  Fue enterrada en el cementerio Hepton Stall, en West Yorkshite. 

Sylvia Plath y Ted Hughes

Después de su muerte, Ted Hughes  reunió sus poemas dispersos o inéditos y publicó tres poemarios:  en 1965 apareció Ariel, el libro de poemas que la consagró definitivamente; en 1971, Cruzando el agua y Árboles de invierno; además de su poesía completa,  Collected Poems (1981), galardonada con el Premio Pulitzer a título póstumo en 1982. Ese mismo año se publicaron sus diarios, una edición incompleta pues Ted Hughes había destruido el último cuaderno, que trataba sobre el final de su tormentoso matrimonio, con el pretexto de proteger a sus hijos.

A diferencia de la mayor parte de la crítica, Xoán Abeleira considera que Sylvia Plath no es una poeta confesional  o de la experiencia, sino una poeta visionaria, a la manera de Blake o de Yeats, y una poeta que "en sus mejores momentos, trasciende la pura anécdota biográfica de la que parte otorgándole a su vivencia un carácter universal"*. Considera Abeleira que si bien el hecho de conocer los detalles de la vida de la autora nos ayuda a comprender sus poemas, no sirve para explicar el logro estético que representan. Pues, como explica Judith Kroll (citada por Abeleira), la fama de Plath no se debe a su suicidio sino a que fue "una poeta cuya imaginación, inteligencia, lenguaje, oficio y apertura del inconsciente alcanzaron un extraordinario grado de desarrollo". 

"Tulipanes" (Tulips), uno de los poemas más aclamados de la autora,  fue compuesto el 18 de marzo de 1961, diez días después de recibir el alta en el hospital St. Pancras. Fue publicado en The New Yorker en 1962 e incluido en su poemario Ariel (1965). Ted Hughes ha explicado que en marzo de 1961 Sylvia Plath fue operada de apendicitis poco antes había sufrido un aborto y pasó una semana hospitalizada. El segundo día su marido le llevó un ramo de tulipanes rojos que colocaron cerca de la cama junto a una foto de su esposo y su hija sonrientes. Esta anécdota parece ser el detonante del poema que, sin embargo, es una ficción biográfica, la expresión de los pensamientos de una mujer hospitalizada en invierno. En el poema, formado por siete estrofas en verso libre pero con una base yámbica sutil (Richard Grey), la autora utiliza el contraste del blanco de la habitación del hospital y el rojo de los tulipanes para expresar el estado de ánimo del yo poético. En ese espacio de calma, frialdad y silencio, de sentidos anestesiados, los tulipanes, "demasiado emotivos",  representan la vitalidad, que provoca en la narradora una respuesta  emocional  insoportable,  convirtiéndolos en algo peligroso y dañino: "me hieren", "me hunden", "se me comen el oxígeno".

El peso de la vida (metonimizado en los tulipanes rojos) y la blanca quietud del tiempo suspendido de la internación son las dos fuerzas en tensión del poema. Y de esa tensión nacen, con una delicadeza extraordinaria, esas lágrimas que la protagonista "prueba" al final del poema, esa agua que "es cálida y salada, como el mar": la constatación íntima de una imposibilidad. (https://hablardepoesia.com.ar/tag/plath/)

"Soy vertical" (I am vertical), cuyo título constituye a la vez el primer verso del poema, fue compuesto el 28 de marzo de 1961.  Su tema principal (como ha señalado Ana María Alonso Fernández**) es la identificación del yo poético con la naturaleza, que se asocia a la dualidad de la vida frente a la muerte:

Existe un contraste continuo entre la verticalidad (el árbol, las flores, el renacer) y la horizontalidad (la noche, la muerte). Metafóricamente  el poema alude al nacimiento desde la tierra y el amor maternal hasta su regreso a esa misma tierra donde se unirá con las flores y los árboles. Es una recreación del tópico Vita flumen, en este caso en vez del río se alude a diferentes elementos de la naturaleza que marcan el paso de la vida hacia la muerte.

La única certeza para la autora, señala Alonso Fernández, es la muerte, y la comunión con la naturaleza, una forma de pervivencia. Advierte asimismo que el simbolismo del suicidio recorre sutilmente todo el poema y, de forma más explícita, en algunos versos: "pero preferiría ser horizontal", "seré más  útil cuando al fin me tienda para siempre".

Sylvia Plath, en la playa de Benidorm en 1956. 
BRIDGEMAN IMAGES / ALBUM


*Xoán Abeleira, "Nota del traductor". En Sylvia Plath, Poesía completa. Bartleby Editores, 2008.

** Ana María Alonso Fernández, "La lírica en estado puro: dos poemas de Sylvia Plath". En XIV Congreso Virtual sobre Historia de las Mujeres. Consultado en: https://es.slideshare.net/1969/dos-poemas-de-sylvia-plathpdf.

[Imagen inicial: Florería Laura]

3 comentarios:

  1. Te iba a decir que está explicación me sonaba a algo ya leído por aquí pero he recordado a tiempo dónde lo escuché. Ha sido a raíz de la ruptura con su marido y la recopilación que hizo de su obra una vez fallecida.
    Al ser una traducción no puedo percibir la belleza de la que hablas, pero aún así, me gustan imágenes como la de la pupila entre los dos párpados de la cama. Asimismo también son emotivas cosas como ese pesimismo del verso "seré más útil tendida para siempre".
    Y he de decir que puedo comprender ese anhelo de la Paz de la inconsciencia que puede conllevar la muerte: todos la hemos sentido cuando hemos sido sedados para una intervención médica. Luego, casi da pereza volver a la chunga realidad y conjura el miedo a esa Muerte tan temida.
    Carlos San Miguel

    Notas a pie de página - Sylvia Plath - 11/09/22
    Ver más en https://www.rtve.es/a/6689471/

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    1. Carlos, es estupendo tener un lector como tú, siempre atento a la actualidad cultural, que comparte con nosotros enlaces interesantes. Muchas gracias.

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    2. Pues si es que lo más sublime que hay en este universo, con permiso de las maravillas naturales -quizás- son los logros culturales de la Humanidad en todas sus manifestaciones artísticas. Eso sí que nos iguala al posible Dios.

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