Grupo de lectura "Leer juntos" del IES “Goya” - Zaragoza
Sesión del 18 de enero de 2021
Obra comentada: Olivos de cal, Grupo Editorial Olé libros, 2020, 298 páginas
Autor: Fran Toro
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¿QUIÉN ES FRAN TORO?
Fran Toro (Badalona, 1977) es un joven Profesor de Historia, hijo de emigrantes andaluces en Cataluña. Acaba de iniciar su carrera como escritor de novela, aunque ya ha publicado con anterioridad artículos, reportajes y textos literarios en publicaciones periódicas.
OBRA:
- Artículos, reportajes y textos literarios en: Diario de Jaén, Crónica Global, en las revistas Panenka, El toro celeste, Ábaco y en la revista literaria Fábula.
- Microrrelatos: Hendaya de Criptana (tuit-historia), premio del Jurado en el Primer Certamen de Microrrelatos de Signo Editores (2017).
- Cómic, en colaboración con el dibujante Juaco Vizuete, Geografía e Historieta, (Álbum ilustrado), pendiente de publicación.
- Novela: Olivos de cal (2016), finalista en el XX Premio Internacional Ciudad de Badajoz. Y en 2019, Premio Nacional de Novela Ateneo Mercantil de Valencia.
Tras la dedicatoria,“A mis padres”, Olivos de cal, cede la primera página a dos estrofas pertenecientes a sendas canciones de los años 70.
El primer texto (“Yo quise subir al cielo para ver”…) –de Jesús de la Rosa Luque, impulsor del Rock andaluz, pionero en la fusión del Rock, con la Canción de Autor y con el Flamenco– pertenece a la canción Abre la puerta, del LP El Patio (1975), con el que triunfó y se consagró en España el Grupo Triana.
Debajo, unos versos (“La luz vence las tinieblas”…), de Juan Manuel Flores, letrista en esta ocasión para Lole (Dolores Montoya) y Manuel (Manuel Molina), que se estrenaban como dúo en el LP Nuevo día (1975). Con este disco, ambos artistas, que habían formado parte de grupos andaluces de rock, entre ellos, de Triana, pretendían con su arte lleno de innovación hacer llegar el Flamenco a un público no aficionado, siendo precursores del movimiento de fusión “Nuevo Flamenco”.
Estos dos referentes, pues, se enmarcan en una tendencia generalizada de búsqueda de las raíces y cabe preguntarse por la intención de Fran Toro al encabezar con ellos su primera novela. Se puede pensar que esta música prestó sonido de fondo a su adolescencia y juventud y que sus letras –cargada de mensaje existencial la primera y de sentimientos hondamente líricos la segunda– pusieron nombre a sus inquietudes y sentimientos juveniles.
Estos versos que preceden a la novela nos parecen una declaración de intenciones y un tributo de gratitud por parte del autor. Él nos explicó que pasaba los veranos desde su infancia en Jaén, lo que le brindó la oportunidad de conocer la tierra y la cultura de sus padres y vivir experiencias que se grabaron en él para siempre y no ha querido que se pierdan.
No es difícil imaginar que a Fran Toro, procedente de una moderna ciudad industrial, el encuentro con la Naturaleza, con el paisaje y las labores agrícolas, todo ello impregnado de una potente cultura y tradiciones, le dejaría sin duda una impronta indeleble en su alma de niño, de adolescente y de joven que despertaba a una nueva vida cada verano en Andalucía. Tierra, paisaje, labores y cante fueron sin duda determinantes para que esta novela haya sido, muchos años después, una realidad.
Y junto a todo lo anterior, quizá el hecho más trascendental, sería la estival “inmersión” en la lengua de sus padres, cargada de vocablos a la vez ancestrales y sugerentes y dotada de un ritmo meridional, que nunca ha olvidado y que logra trasladar a esta novela.
Olivos de cal es una narración en cuatro partes –Arroyo de las parras, Tobazo, Castañía y Fontanal– que conforman su estructura espacial, más un Epílogo. Cada una de estas partes aparece subdividida en capítulos numerados, que, a su vez, presentan subdivisiones –marcadas ortográficamente por tres puntos centrados– para señalar la compleja estructura temporal de este relato.
El desarrollo de la narración no es casi nunca lineal y, a lo largo de toda la novela, el autor utiliza la técnica del flash-back –con notable maestría, por cierto–, lo que dota a la historia de una mayor agilidad. Es, sin duda, uno de los aciertos de este libro, dado que los acontecimientos narrados abarcan un largo periodo de tiempo: desde los inicios del siglo XX hasta su mitad.
El relato arranca justo en medio del tiempo total novelado, en Arroyo de las Parras, con una precisión temporal, es 13 de septiembre de 1936, es decir, primeros momentos de la guerra civil en esa localidad. Allí se narra, usando ya eficazmente la analepsis, un hecho histórico que sirve al autor para presentar a un buen número de personajes de esta historia: Angelino del tedeum, Rafael, el sacerdote Gabriel, el comandante José Poblador alias Pancho Villa o “el Cartagenero”.
En la segunda parte, Tobazo, retrocede la narración a sus verdaderos inicios temporales, principios de siglo, 1907, para encontrar en Castillo de Locubín a Santa von Spielg, huérfana de seis años y protagonista de Olivos de cal. La acción se traslada a partir de ese momento al cortijo del Tobazo, donde Toro describe admirablemente las faenas agrarias típicas del olivar y las tradicionales matanzas.
En Castañía la acción se ubica cerca de la Carretera de Granada, de Sierra Ahillo y del arroyo Chiclana, y el tiempo ha pasado de tal modo que la niña ha contraído matrimonio con León Sampedro, personaje de origen humilde y trabajador, que permitirá a Fran Toro describir en esta parte la actividad diaria de un cortijo. Y de nuevo el tiempo da un salto, hacia adelante esta vez, hasta 1936, cerrando el ciclo temporal iniciado en la parte primera.
En la cuarta parte, Fontanal, terminada la guerra, la acción se traslada a 1947, fecha en que termina la andadura de la mayor parte de los protagonistas. En el Epílogo, Carmencita Sampedro von Spielg, la hija de Santa, abandona su tierra y se dirige en tren al Norte.
Fran Toro mantiene a lo largo de las 298 páginas una firme voluntad de narración realista, en tercera persona no omnisciente, en la que el lector siempre puede ubicar en el mapa a los personajes. La localización es a la vez detallada e imprecisa, como lo son los límites de la naturaleza y de los cortijos andaluces.
Mapa de la Sierra Sur de Jaén (google maps) |
Los protagonistas son siempre verosímiles, ya sean personas reales o la síntesis de varias personas a quienes Fran Toro conoció o de las que oyó hablar. Otros personajes son históricos como el comandante anarquista José Poblador Colás conocido como Pancho Villa. Y es que la novela no podía soslayar la guerra civil, aunque no es una novela de la guerra. Sin embargo, el hito que supuso en la vida de todas aquellas gentes es aprovechado por el autor para mostrar –desde la lejanía que le dan sus pocos años y el conocimiento que le da su formación en Historia– la parte más amarga del conflicto fratricida encarnado simbólicamente por los gemelos Valentín y León. La violencia de ambos bandos, sufrida por la gente sencilla que poco tenía que ver con unos o con otros, es la amarga lección que extrae el lector de estas páginas.
Pero el autor no quiere dar el protagonismo a los contendientes y vuelve una y otra vez, usando siempre la analepsis, a la vida del pueblo llano, a su infatigable trabajo y a sus quehaceres. De ahí que esta novela, que el autor califica de rural, sea, efectivamente, un canto a la vida de esas gentes que han consagrado durante generaciones su existencia a cuidar de los campos, el ganado, las tradiciones, la cultura popular.
Campo de Jaén (foto pixabay) |
En cuanto a la forma literaria, Toro pretende reflejar de modo realista el medio rural, en la estela de Delibes, con su belleza, su riqueza, pero también con sus miserias. Y en lo que respecta a la lengua, predomina el lenguaje descriptivo de la geografía y el paisaje, así como de las tareas del campo, aunque aparecen también algunos momentos de lirismo. La narración se construye con gran economía de recursos, huyendo del artificio, dejando que fluya el relato como si de una historia oral se tratara.
Olivos de cal termina con la marcha de Carmencita hacia el Norte, hacia una ciudad con mar, en busca de “su nueva suerte”, convertida en símbolo de toda la emigración andaluza de la posguerra. Se va, dejando atrás su pueblo de pertenencia y sus raíces, tan profundas como las de los olivos de Jaén.
Francisca Soria
Si la novela me impresionó, este magnífico comentario de mi compañera Francisca es un corazón perfecto que me ha ayudado a comprender el arte y la trascendencia de la novela.
ResponderEliminarEs un placer leer-juntas/os, es como leer dos veces. Siempre ideas nuevas y una gran enseñanza. Gracias
ResponderEliminarConcha Gaudó
ResponderEliminarEl libro y el autor muy interesante. Las aportaciones de tod@s enriquecedoras. Como broche final el comentario de Francisca, gracias
ResponderEliminarMuchas gracias a todos los miembros del grupo. Con lectores como vosotros, escribir tiene todo el sentido del mundo. Un afectuoso abrazo.
ResponderEliminarFrancisca, qué bonita reseña, me ha encantado.
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