Vaso de Sosibios. Dibujo de John Keats, 1819 The Keats-Shelley Memorial House, Roma
ODA SOBRE UNA URNA GRIEGA
I
Esposa de la
calma, todavía intacta,
tú, hija
adoptiva del silencio y del tiempo,
narradora del
bosque que relatar puedes
historias
floreadas más dulces que mis versos,
¿qué leyenda
de hojas floreadas se congrega
en torno de
tu figura: dioses, mortales o ambos,
en Tempe o en
los valles de la Arcadia[1]? ¿Qué hombres,
qué dioses
son éstos? ¿Qué esquivas doncellas?
¿Qué acoso
enloquecido? ¿Y qué lucha por zafarse?
¿Qué flautas
y panderos? ¿Y qué delirante éxtasis?
II
Son dulces
las melodías que oímos, y aún más dulces
las que nunca
escuchamos; seguid, pues, tocando,
suaves
caramillos[2], las más apreciadas
por el espíritu,
no el oído, canciones inaudibles.
Bello joven,
no dejes morir tu canto
Bajo estos árboles
nunca desnudos.
Osado amante,
que nunca puedes besar por mucho
Que a la meta
te acerques; pero no te aflijas:
tu amada no
se mustia, aunque no logres tu dicha,
¡la amarás
para siempre, y para siempre será hermosa!
III
¡Ah, ramas
venturosas que no perdéis
las hojas ni
decís adiós a la Primavera!
¡Ah, feliz
melodista que infatigable
entona con su
flauta siempre canciones nuevas!
¡Amor aún más
alegre, amor aún más dichoso,
eternamente cálido,
en espera de su gozo,
para siempre
anhelante, y joven para siempre!
Exhalando
hacia lo alto toda pasión,
que deja al
corazón hastiado y abatido,
la frente
ardorosa, y la lengua reseca.
IV
¿Quiénes son
estos que van al sacrificio?
¿A qué altar
verdecido, sacerdote misterioso
conduces esa
vaquilla, de lomos sedosos,
adornados de
guirnaldas, que muge hacia el cielo?
¿Qué pueblo
construido a la orilla del río,
del océano o
del monte, ciudadela pacífica,
se vacía de
gentes esta mañana piadosa?
Y tus
calles, pequeña ciudad, ya para siempre
quedarán en
silencio, pues no volverá un alma
que pueda
decir por qué estás desolada.
V
¡Oh, ática
figura! ¡Oh, noble actitud! Hombres
y doncellas
de mármol como adorno esculpidos,
con ramas del
bosque y maleza pisada;
tú, forma silenciosa
que a la razón hostigas,
como la
eternidad. ¡Pastoral impasible!
Cuando la
vejez a nuestra generación consuma,
sobrevivirás entre
la angustia de otros,
tú, amiga de
los hombres, a los que siempre dices:
“La belleza
es verdad, y la verdad belleza
— Todo eso y
nada más habéis de saber en la tierra.”
[1] en Tempe o en los valles de la Arcadia, dos lugares
habitados por pastores y considerados paradisíacos,
situados
en Tesalia y en el Peloponeso, respectivamente.
[2] caramillo, flautilla de caña, madera o hueso con sonido
muy agudo.
VERSIÓN ORIGINAL EN INGLÉS:
ODE
ON A GRECIAN URN
I
Thou still
unravish'd bride of quietness!
Thou foster-child of silence and slow time,
Sylvan
historian, who canst thus express
A flowery tale more sweetly than our rhyme:
What
leaf-fringed legend haunts about thy shape
Of deities or mortals, or of both,
In
What men or gods are these? What maidens loath?
What
mad pursuit? What struggle to escape?
What
pipes and timbrels? What wild ecstasy?
II
Heard
melodies are sweet, but those unheard
Are sweeter; therefore, ye soft pipes, play on;
Not
to the sensual ear, but, more endear'd,
Pipe to the spirit ditties of no tone:
Fair
youth, beneath the trees, thou canst not leave
Thy song, nor ever can those trees be bare;
Bold
Lover, never, never canst thou kiss,
Though
winning near the goal -yet, do not grieve;
She cannot fade, though thou hast not thy bliss,
For
ever wilt thou love, and she be fair!
III
Ah,
happy, happy boughs! that cannot shed
Your
leaves, nor ever bid the Spring adieu;
And,
happy melodist, unwearied,
For
ever piping songs for ever new;
More
happy love! more happy, happy love!
For
ever warm and still to be enjoy'd,
For ever panting and for ever young;
All
breathing human passion far above,
That
leaves a heart high sorrowful and cloy'd,
A burning forehead, and a parching tongue.
IV
Who are these coming to the
sacrifice?
To
what green altar, O mysterious priest,
Lead'st thou that heifer
lowing at the skies,
And
all her silken flanks with garlands drest?
What little town by river
or sea-shore,
Or
mountain-built with peaceful citadel,
Is emptied of its folk, this pious morn?
And, little town, thy
streets for evermore
Will
silent be; and not a soul to tell
Why thou art desolate, can e'er return.
V
O
Attic shape! Fair attitude! with brede
Of
marble men and maidens overwrought,
With
forest branches and the trodden weed;
Thou,
silent form, dost tease us out of thought
As
doth eternity: Cold Pastoral!
When
old age shall this generation waste,
Thou shalt remain, in midst of other woe
Than
ours, a friend to man, to whom thou say'st,
"Beauty
is truth, truth beauty,"—that is all
Ye know on earth, and all ye need to know.
John Keats, Poemas escogidos. Edición bilingüe de Juan V.
Martínez Luciano, Pedro Nicolás Payá y Miguel Teruel Pozas.
Cátedra, Letras Universales, 1997
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John Keats (Londres,
1795-Roma, 1821) es, junto con Byron y Shelley, uno de los principales representantes de la segunda fase del movimiento romántico* en la poesía inglesa, el periodo comprendido entre 1812 y 1830.
Nació en una familia pobre minada por la tuberculosis,
enfermedad que impidió al escritor contraer matrimonio
con la joven Fanny Brawn, con quien se comprometió en 1819, y terminó con
su vida en plena juventud. Cuando tenía ocho años, él y su tres hermanos fueron a vivir con sus abuelos, debido a la muerte de su padre y el nuevo matrimonio de su madre. Tras el fallecimiento de su madre en 1810, uno de sus tutores le obligó a empezar a trabajar de aprendiz de cirujano y en 1816 aprobó los exámenes que le permitían ejercer como médico y cirujano, profesión que abandonó meses después para dedicarse a la poesía.
Su primer libro, Poemas (1817), publicado con la opinión en contra de muchos de sus amigos (entre los que se encontraba Shelley), recibió críticas muy negativas, algunas incluso hirientes en el plano personal. Tampoco fue bien acogido su segundo libro, Eudymion (1818), extenso poema de carácter narrativo en que la adaptación del mito griego le sirve para expresar la búsqueda en el mundo real de un soñado amor ideal. En 1820 publicó su mejor libro de poesía: Lamia, Isabella, La víspera de Santa Inés y otros poemas, con temas míticos y legendarios de las épocas antigua, medieval y renacentista. El libro incluye el poema inacabado "Hyperion", del que Byron dijo que parecía inspirado por los titanes y que igualaba en sublimidad a las obras más perfectas de Esquilo. Incluye además "Al otoño", cima de su poesía, y tres odas consideradas entre las mejores en lengua inglesa: "Oda a una urna griega", "Oda a la melancolía" y "Oda a un ruiseñor", así como algunos de sus más bellos sonetos.
Su primer libro, Poemas (1817), publicado con la opinión en contra de muchos de sus amigos (entre los que se encontraba Shelley), recibió críticas muy negativas, algunas incluso hirientes en el plano personal. Tampoco fue bien acogido su segundo libro, Eudymion (1818), extenso poema de carácter narrativo en que la adaptación del mito griego le sirve para expresar la búsqueda en el mundo real de un soñado amor ideal. En 1820 publicó su mejor libro de poesía: Lamia, Isabella, La víspera de Santa Inés y otros poemas, con temas míticos y legendarios de las épocas antigua, medieval y renacentista. El libro incluye el poema inacabado "Hyperion", del que Byron dijo que parecía inspirado por los titanes y que igualaba en sublimidad a las obras más perfectas de Esquilo. Incluye además "Al otoño", cima de su poesía, y tres odas consideradas entre las mejores en lengua inglesa: "Oda a una urna griega", "Oda a la melancolía" y "Oda a un ruiseñor", así como algunos de sus más bellos sonetos.
En el otoño de 1820, ante el agravamiento de su enfermedad (cuyos primeros síntomas se manifestaron en el verano de 1818, durante una visita a la región de los lagos) y aconsejado por su médico, marchó a Roma en busca de un clima más cálido. En esta ciudad murió el 23 de febrero de 1821 y fue enterrado en el cementerio protestante. En su tumba se grabó este epitafio: "Aquí yace uno cuyo nombre se escribió en el agua". Tras su muerte, se publicaron algunos de sus mejores poemas, entre ellos, "Víspera de san Marcos" (1848) y "La belle dame sans merci".
Las odas son, junto con sus sonetos, los poemas a los que Keats debe su prestigio actual. Las odas (compuestas todas entre abril y mayo de 1819,
salvo "Al otoño", escrita en septiembre de ese mismo año) tienen un carácter meditativo. La
"Oda a una urna griega", quizá la más conocida, expresa el contraste
entre la inmortalidad de la belleza de la obra de arte, representada por una urna griega, y la
caducidad de la vida humana. En esta composición el poeta muestra un extraordinario dominio de la estrofa de diez versos endecasílabos cuyo esquema métrico nace de la combinación del soneto petrarquista y el shakespeariano.
La oda no se inspira en una urna real y concreta, sino en una ideal que imagina a partir de lecturas y grabados que reproducían obras de arte, así como de los mármoles de Elgin*, conjunto de esculturas y relieves procedentes de distintos edificios de la acrópolis de Atenas, llevadas al Reino Unido a principios del siglo XIX.
Describe una urna de mármol decorada con imágenes en relieve que representan distintas escenas, contempla esas imágenes y se pregunta por las historias y secretos escondidos en ellas:¿Son hombres o dioses los perseguidores de esas doncellas esquivas? ¿Quiénes son los que se dirigen a ofrecer un sacrificio? ¿Qué pueblo es ese que se vacía una mañana y que permanecerá siempre en silencio? No hay respuesta por parte de esa "forma silenciosa", la urna seguirá guardando su secreto. Pero el poeta percibe que las historias contadas por la "narradora del bosque" son más dulces que sus propios versos, y las canciones inaudibles de las flautas más apreciadas por el espíritu que aquellas que podemos oír. Pide al joven músico que no cese su canto bajo esos árboles que no perderán nunca sus hojas, y consuela al amante en actitud de besar a su amada pues, aunque nunca alcanzará su objetivo, siempre la amará ya que ella nunca perderá su belleza. Pasarán las generaciones; sin embargo, la belleza de la urna permanecerá.
Para Juan V. Martínez Luciano, el núcleo del poema es la muerte, pues Keats es "consciente de que las urnas a las que su oda se refiere sirven para contener las cenizas de los muertos". Pero hay también una meditación, muy propia del Romanticismo, sobre la estética, sobre "la dicotomía entre belleza -la idealización de la obra de arte- y verdad -la ineludible realidad- reflejada en los tan debatidos dos últimos versos del poema", objeto de distintas interpretaciones: la cuestión es si ambos versos son manifestación de la urna dirigida a la humanidad o del poeta, o bien el penúltimo verso corresponde a la urna y el último al poeta, y si este se dirige a los lectores o a la humanidad.
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Anda, un romántico interesado en el arte de la Grecia Clásica...sí, ya sé de Lord Byron y su aventura con final trágico en la Hélade, pero ya sabes, uno se acostumbra a simplificar (la escuela contribuye mucho a ello) y piensa que los románticos sentían indiferencia por ese periodo tan racional y sereno de la historia del arte...No he podido leerla sin imaginar las liras , los aulos y las cítaras de esas recreaciones musicales tan hipnóticas que los investigadores imaginan hoy en día.
ResponderEliminarCarlos San Miguel