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Walt Whitman
Oh Capitán, mi Capitán:
nuestro azaroso viaje ha terminado.
Al fin venció la nave y el premio fue ganado.
Ya el puerto se halla próximo,
y ver se puede el pueblo que entre vítores,
con la mirada sigue la nao soberana.
Mas ¿no ves, corazón, oh corazón,
cómo los hilos rojos van rodando
sobre el puente en el cual mi Capitán
permanece extendido, helado y muerto?
Oh Capitán, mi Capitán:
levántate aguerrido y escucha cual te llaman
tropeles de campanas.
Por ti se izan banderas y los clarines claman.
Son para ti los ramos, las coronas, las cintas.
Por ti la multitud se arremolina,
por ti llora, por ti su alma llamea
y la mirada ansiosa, con verte, se recrea.
Oh Capitán, ¡mi Padre amado!
Voy mi brazo a poner sobre tu cuello.
Es sólo una ilusión que en este puente
te encuentres extendido, helado y muerto.
Mi padre no responde.
Sus labios no se mueven.
Está pálido, pálido. Casi sin pulso, inerte.
No puede ya animarle mi ansioso brazo fuerte.
Anclada está la nave: su ruta ha concluido.
Feliz entra en el puerto de vuelta de su viaje.
La nave ya ha vencido la furia del oleaje.
Oh playas, alegraos; sonad, claras campanas
en tanto que camino con paso triste, incierto,
por el puente do está mi Capitán
para siempre extendido, helado y muerto.
( Walt Whitman, de Hojas de hierba.
Versión de Nicolás Bayona Posada)
[Selección: David Azón Íñigo, 2º Bachillerato G]
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Walt Whitman (1819-1892), poeta estadounidense. Hijo de una familia humilde, desempeñó diversos oficios antes de dedicarse al periodismo. Se dio a conocer en 1855 con un libro que irá reelaborando a lo largo de toda su vida, Hojas de hierba, cuya primera edición costeó el propio autor. En sus poemas, escritos en verso libre, emplea un lenguaje sencillo, cercano a la prosa. Hojas de hierba es una gran epopeya, un canto al hombre, una exaltación del cuerpo, del sexo, del Yo, de la vitalidad, de la democracia americana, de la libertad y la fraternidad humana, además de una propuesta de comunión entre los seres humanos y la naturaleza, cercana al panteísmo. El poema “Oh capitán, mi capitán” es un canto fúnebre por la muerte de Abraham Lincoln en 1865.
Claro está que este poema me trae a la memoria a esa película tan bonita y trágica, "El Club de los Poetas Muertos", que fue oportúnamente estrenada en los años de mi adolescencia.
ResponderEliminarCarlos San Miguel