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El pasado 24 de febrero los alumnos de Literatura Universal de primero de
bachillerato asistieron a una clase especial, ya que el actor Carmelo Gómez
tuvo a bien compartir con ellos y con su profesora algunos aspectos
relacionados con la interpretación y con la literatura.
Tras su presentación como un actor "hijo de campesinos", Carmelo Gómez introdujo a los alumnos en la obra que representa en la actualidad con la Compañía Nacional de Teatro Clásico, El Alcalde de Zalamea. Destacó en esta el enfrentamiento contra el poder injusto por encima del hecho puntual referido a las vejaciones que sufre la hija del que será alcalde vitalicio. Esta introducción le sirvió de enlace para explicar la necesidad de encontrar en un papel una motivación que le anime a interpretarlo. En relación con esto, desmitificó un aspecto de la profesión que asombró a los alumnos: un actor interpreta sabiendo que se trata de una especie de juego; crea estados de ánimo según la necesidad de un papel, pero estos no dejan huella emocional. Lo que sí permite la actuación, en sus palabras, es poder entender las posibles reacciones a situaciones que de otra manera no entendería; el saber que no se ve la vida igual desde dentro de un caso determinado que desde la posición de espectador de la escena; de la enorme suerte de ese aprendizaje vital sin el riesgo de jugártela de verdad. La ventaja de ser actor y no torero (según la anécdota orteguiana con la que ilustró la explicación), para enfrentarse a la muerte y verla de frente pero con salvaguardas.
Tras su presentación como un actor "hijo de campesinos", Carmelo Gómez introdujo a los alumnos en la obra que representa en la actualidad con la Compañía Nacional de Teatro Clásico, El Alcalde de Zalamea. Destacó en esta el enfrentamiento contra el poder injusto por encima del hecho puntual referido a las vejaciones que sufre la hija del que será alcalde vitalicio. Esta introducción le sirvió de enlace para explicar la necesidad de encontrar en un papel una motivación que le anime a interpretarlo. En relación con esto, desmitificó un aspecto de la profesión que asombró a los alumnos: un actor interpreta sabiendo que se trata de una especie de juego; crea estados de ánimo según la necesidad de un papel, pero estos no dejan huella emocional. Lo que sí permite la actuación, en sus palabras, es poder entender las posibles reacciones a situaciones que de otra manera no entendería; el saber que no se ve la vida igual desde dentro de un caso determinado que desde la posición de espectador de la escena; de la enorme suerte de ese aprendizaje vital sin el riesgo de jugártela de verdad. La ventaja de ser actor y no torero (según la anécdota orteguiana con la que ilustró la explicación), para enfrentarse a la muerte y verla de frente pero con salvaguardas.
Escucharon los alumnos
con atención que el interpretar en verso lleva bastante estudio detrás (tipos
de verso, acentos...), pero que el verso eleva todo lo que envuelve bajo esta
forma. Habló con énfasis de la importancia de la metáfora, quizá influido,
piensa ahora la profesora, por el filósofo José Ortega y Gasset al que lee.
Escucharon los alumnos cómo le interesa mucho en estos momentos a Carmelo Gómez
la filosofía más que literatura.
Sorprendió a los
alumnos la diferencia que subrayó el actor entre interpretar en el teatro o en
el cine: en el primer género el actor disfruta de una libertad mucho mayor, dispone
del espacio, elige hacia dónde dirigir la mirada... mientras que en el cine
todo está pautado, marcado y demanda una absoluta compenetración con la cámara.
Destacó la vacuidad de la mayor parte de las series de televisión o de las
películas de nuestro país ("siempre hay alguna excepción", recalcó),
que forman a un espectador ávido de sensacionalismo. Por todo ello, en la
actualidad su interés se centra en el teatro.
Carmelo Gómez con los alumnos de Literatura Universal |
Marily Gómez
Llop
Profesora de
Literatura del Instituto Goya
Flipo con las personalidades que conseguís llevar al insti...
ResponderEliminarCarlos San Miguel