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domingo, 14 de abril de 2013

"¡Cuán tristes pasan los días!...", de Rosalía de Castro


                                           Foto: Josefina López



                               I

¡Cuán tristes pasan los días!...
¡cuán breves... cuán largos son!...
Cómo van unos despacio,
y otros con paso veloz...
Mas siempre cual vaga sombra
atropellándose en pos,
ninguno de cuantos fueron,
un débil rastro dejó.
¡Cuán negras las nubes pasan,
cuán turbio se ha vuelto el sol!
¡Era un tiempo tan hermoso!...
Mas ese tiempo pasó.
Hoy, como pálida luna
ni da vida ni calor,
ni presta aliento a las flores,
ni alegría al corazón.
¡Cuán triste se ha vuelto el mundo!
¡Ah!, por doquiera que voy
sólo amarguras contemplo,
que infunden negro pavor,
sólo llantos y gemidos
que no encuentran compasión...
¡Qué triste se ha vuelto el mundo!
¡Qué triste le encuentro yo!...

                         (Rosalía de Castro, de A mi madre, 1863)

[Selección de Patricia Raluy, madre de alumna]


Rosalía de Castro, poeta y novelista española, nació en Santiago de Compostela el 24 de febrero de 1837. Fue inscrita en el registro como hija de padres desconocidos debido a que  su madre, Mª Teresa de Castro, era una mujer soltera de familia hidalga, y  su padre, el sacerdote José Martínez Viojo. Tras pasar sus primeros meses al cuidado de su madrina, parece ser que sus tías paternas se hicieron cargo de ella en la casa familar de Ortoño. Lo que es seguro es que en 1842 vivía con su madre  en Padrón y que en 1950 se trasladaron a Santiago, donde Rosalía participó en las actividades del Liceo de la Juventud. Al parecer, su nodriza le enseñó la lengua gallega y la puso en contacto con la poesía popular. En 1856 viajó a Madrid; allí conoció al historiador y periodista Manuel Martínez Murguía (A Coruña, 1833-1923), uno de los hombres más cultos del panorama intelectual gallego y figura clave del Rexurdimento (movimiento de afirmación gallego que, entre otros fines, se propone crear una literatura moderna en lengua gallega), que la pondrá en contacto con Bécquer. En 1857 publica su primer poemario, La flor, objeto de elogiosas críticas por parte de Murguía, con quien contrae matrimonio un año después y con quien tendría siete hijos. Cuatro años después de la boda muere su madre y Rosalía escribe A mi madre (1863), conjunto de cuatro largos poemas, en el que expresa su dolor por la pérdida y sentimiento de soledad. A partir de su casamiento empieza una vida itinerante por distintas poblaciones  (Madrid, Santiago, A Coruña, Simancas...), pues el matrimonio cambió con frecuencia de domicilio e incluso pasaron temporadas separados, debido al trabajo de Murguía y a la delicada salud de Rosalía. No obstante, al menos desde 1883, la autora vive de nuevo en Padrón, en su casa convertida hoy en museo. Allí murió el 15 de julio de 1885, a los 48 años. Antes de morir pidió a su hija Alejandra que abriese la ventana porque quería ver el mar (algo imposible desde su casa de Padrón). Recibió sepultura en el cementerio de Andino (cantado en uno de sus poemas), en Iria Flavia, pero en 1891 sus restos fueron trasladados a un mausoleo en la capilla de la Visitación del convento de Santo Domingo, en Santiago, actualmente Panteón de Gallegos Ilustres.

Rosalía de Castro compuso versos tanto en gallego como en castellano. Su poesía tiene un tono de confesión personal que la acerca a la poesía contemporánea. En gallego escribió Cantares gallegos (1863), libro fundamental para el renacimiento poético de la lengua gallega, lleno de añoranza de su tierra y de denuncia por la explotación de que eran objeto los segadores gallegos en Castilla, y Follas novas (1880), obra intimista, expresión del dolor nacido del misterio y de la limitación de la vida, escrita en un lenguaje llano y comprensible, absolutamente moderno. En las orillas del Sar (1884) es su obra poética más importante en castellano; el dolor es también en ella el sentimiento dominante, al que se subordinan otros como el olvido, la desolación, la ansiedad de la muerte o el religioso.   El carácter innovador de esta obra, en lo que se refiera a la forma y  a la versificación (creación de nuevas estrofas, uso de versos de dieciocho y de dieciséis sílabas) convierten a Rosalía de Castro en precursora del movimiento modernista de finales de siglo. De sus obras en prosa, merecen citarse las novelas La hija del mar (1859) y El caballero de las botas azules (1867). 


En este enlace encontrarás interesante información sobre la autora:
 
Pensamientos, las flores preferidas por Rosalía

1 comentario:

  1. No sabía que Bécquer y Rosalía se habían conocido...me gusta esto; espero que se prefesaran mutuo afecto. Lo cierto es que tenían algo en común: siempre los hemos estudiado juntos, como los últimos románticos en pleno Realismo. También nos parecían frágiles y dolorosos...y muy guapos y jóvenes. Además, ambos tuvieron un billete de 1000 y 500 pts, si no recuerdo mal en el primer caso (el machismo jejeje.
    Carlos San Miguel

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