Teoría de las islas
Manuel Lara Cantizani, in memoriam
No determina el agua lo que es isla. El mar no sabe nada sobre las leyes viejas de las rocas. Los mares se evaporan, se secan los océanos, se pudren nuestros mapas y se caen del cielo los satélites.
Pero las islas siguen siendo islas.
Su condición depende de otra cosa: de que existan por siempre los apátridas, los náufragos, los locos descastados. Los errantes que, solos, fundan todos los días una Arcadia que merezca la pena abandonar cuando caiga la noche o se termine el vino.
Sin isleños las islas no serían más que tierra mojada, una anécdota más de las tormentas tropicales que arrasan a los pobres en la televisión. Sin piratas en busca de un tesoro; sin prisioneros viejos numerando las olas; sin la visión amarga de una huella en la arena empapada, el accidente no se transformaría en pensamiento.
Por eso sueño siempre con las islas que nunca pisaré, por el mismo motivo que te nombro sabiendo que ya nunca nos veremos.
De Demonios, Sloper, 2023
Cuando llegue el poema
Cuando llegue el poema que te quiero escribir, cuando acuda vivo y joven a los ojos primero y a las manos después, sencillamente, predicando que nada hubo más fácil que esperarlo, a pesar de haberlo hecho en cuarto sin ventanas durante muchos años, desde siempre. Cuando llegue y te lea ese poema, y el poema envejezca y muera solo como un santo incorrupto y no sepamos dónde habita: si en ti, si en mí, si vaga entre los dos igual que una promesa que no puede cumplirse, cuando llegue y exija ser, no sé si voy a estar preparado. Pensarlo me atormenta tanto como temer que no vendrá, o que ya vino y no logré acogerlo; ahora no podré decirte nunca lo que sólo el poema, aquel poema que podría llegar como llegaste tú, de pronto, llenando de palabras el espacio vacío, lograría decirte como quiero yo decirte y que te digo así, mientras espero, con la urgencia y torpeza con que escriben todos sus versos los enamorados.
De La policía celeste, Visor, 2018
No quiero
Yo no quiero una calle en mi ciudad ni en la ciudad feliz donde fui joven ni en esta otra ciudad donde me muero. Y no, no soy modesto, ni me abruma la idea (bien bonita, la verdad) de tener una calle corta y fea o que la gente escupa sobre el suelo de mi nombre o que un niño flaco acabe debajo de las ruedas de un camión que reparte butano en esa calle.
Lo que a mí me fastidia es que, hoy en día, si le ponen tu nombre a cualquier sitio, la huella que se imprime en internet al rastrear tu nombre son ofertas de pisos y de plazas de garaje.
En Armisticio (2008-2018), Sloper, 2019
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El primer verso ya te pone la cabeza patas arriba y buceando: "No determina el agua lo que es isla".
ResponderEliminarEl último poema podría ser un alegato contra la gentrificación y turistificación de las ciudades: Ben Clark prefiere que sus habitantes escupan en la calle que lleva su nombre, o incluso que accidentalmente atropellen al hijo de la-Pilar-la-del-2ºB (sí, ese muchacho despistado y soñador que siempre va con los auriculares a todo volumen)...; prefiere todo eso a que los pisos de "su calle" se oferten en Airbnb a guiris que vienen a por su ración de sol y paella y sangría y flamenco y olé.
J. A. Sesé Bordonaba
ResponderEliminarPues es cierto lo que dice, que a veces cuando buscas información sobre alguien famoso, te salen las ofertas de pisos en la calle que lleva su nombre. Me parece simpático el poema, sin descartar tu interpretación.
ResponderEliminarEl primero es mucho más profundo. Los dos sorprendentes.
¡Ostras, son geniales los tres
ResponderEliminarAhora, se ve que el autor no cree en el Cambio Climático ni en particular en la amenaza que supone un nivel creciente de los mares para cualquier isla jejeje. Bromas aparte, me gusta ese doble significado de la palabra que le da en el poema: el del homenaje a las islas de la literatura aventurera de Defoe y de Stevenson y el de la amante lejano e inalcanzable como una de esas islas.
Y el del poema con vida propia y transmisor de mensajes de amor, que una vez lanzado al aire ya no se sabe si pertenece al emisor o al receptor, es precioso también.
Carlos San Miguel
Estamos de acuerdo, Carlos, respecto a la valoración de los poemas. En cuanto al primero, creo que, como indica la dedicatoria, la persona a la que se dirige al final es un poeta amigo fallecido en 2020.
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